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Por qué no un Foxá

Y pensar que, después que yo me muera,
aún surgirán mañanas luminosas;
que, bajo un cielo azul, la primavera,
indiferente a mi mansión postrera,
encarnará en la seda de las rosas.

Y pensar que desnuda, azul, lasciva,
sobre mis huesos danzará la vida,
y que habrá nuevos cielos de escarlata
bañados por la luz del sol poniente,
y noches llenas de aquella luz de plata
que inundaron mi vieja sementera
cuando aun cantaba Dios bajo mi frente.

Y pensar que no puedo, en mi egoísmo,
llevarme al sol ni al cielo en mi mortaja;
que he de marchar yo solo hacia el abismo,
y que la Luna brillará lo mismo
y que ya no la veré desde mi caja.

Esa especie de distanciamiento profiláctico cuando se escribe sobre Agustín de Foxá, dandy fascista y reaccionario melancólico, no hace mucho bien a la literatura. Y eso que al conde sibarita no le defienden ya sólo los nostálgicos del franquismo, sino los sabios sensatos como Andrés Trapiello, Luis Alberto de Cuenca o Jordi Amat.

Como todo esto aburre por obvio, su poesía. La he leído toda, o casi toda. Es una poesía triste que no corresponde a un vencedor que sólo lo fue en la superficie. Una poesía que desfigura el presente y lo borra. La niñez y Bizancio tienen en común que fueron aniquilados, y no importa que sucediera en siglos diferentes.

Los versos de Agustín de Foxá expresan nostalgia con ropajes modernistas. Exhiben con orgullo una cultura propia de otra época. Salvo sus poesías de guerra, tan penosas y olvidables como las homólogas de Alberti, el resto de su producción tiene un aire mortecino, deletéreo. Y la sencillez de las estrofas es la sencillez de quien no corrige y le importa poco y está eternamente en otra cosa. Quizá en ese “café de espejos con salas de billares, / las últimas tertulias liberales”.

NOTA: He dudado si traeros Melancolía del desaparecer, quizá su poema más citado y conocido, o algún otro de los que me gustan (Romance del opio, Lo inútil, Bizancio). Me he decantado por lo obvio pensando que así, quien no pasé de él, habrá conocido lo mejor de Foxá, y quien quiera profundizar, lo tendrá fácil.

-> En el blog: un poema de Luis Alberto de Cuenca y otro de Andrés Trapiello.

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