Cuando oímos crujir sordamente los muros,
cuando en la chimenea brotan múltiples ecos
que no son de este mundo, y con un ruido extraño
los tizones crepitan rodeados de un fuego
entre pálido y lívido, cuando hay viejos retratos
que hacen muecas por obra de los cambios de luz;
solitario, sentado, lejos de cualquier ruido,
¿es que acaso no os gusta mecer vuestras veladas
con relatos de aquellas maravillas de antaño?
Para mí es un placer; si en un viejo castillo
por azar he encontrado un pesado librote
entre el polvo de góticas librerías vetustas
hace tiempo olvidado, pero que tiene márgenes
con antiguas viñetas y fantásticas flores
y que brilla lo mismo que una extraña vidriera
con colores intensos ya no puedo dejarlo.
Virelais y baladas, láis, leyendas de santos
milagreros que curan los posesos del Diablo
y los pobres leprosos con tan sólo trazar
una cruz en el aire; cuando no son las crónicas
de las gestas de aquellos paladines sin miedo;
todo, todo mis ojos lo devoran ansiosos;
los relojes en vano doce veces avisan,
y es inútil que el búho chille al darse a la fuga
cuando hiere su vista la luz del candelabro
que ilumina el salón; continúo leyendo
mientras sobre la mesa de sepulcro la cera
se derrama formando oleadas y veo
que enrojece el cristal y que asoma a lo lejos
por oriente, en el cielo, el fulgor de la aurora,
la luz nueva del sol que amanece sonriendo.
Una idea precisa de la importancia que en su día tuvo Téophile Gautier reside en estas palabras que otro artista de la vida moderna, Charles Baudelaire, le dedica al comienzo de sus flores enfermizas: “Al poeta impecable, al perfecto mago de las letras francesas, a mi muy querido y venerado maestro y amigo”.
Autor de una novela de tema faraónico que aún hoy se lee con interés, La novela de una momia, Gautier fue algo más que novelista en una época, el Romanticismo (de la que él fue un augusto representante, aunque quizá menor), en la que los escritores estaban íntimamente convencidos de la certeza de un verso del citado Baudelaire: “el tiempo es corto, el arte es largo”.
Poesía, crítica de arte, periodismo (a su pesar), teatro, libros de viajes… El que fuera uno de los fundadores del movimiento parnasiano, tocó con desmesura todos esos palos, pero como en la Francia del XIX no eras respetado si además no te dabas con ahínco al cultivo del lado excéntrico, Gautier fue miembro destacado de la bohemia, participó en atolondrados conciliábulos de escritores (fue amigo del gran Nerval) y en otra clase de clubes, digamos más artificialmente paradisíacos…
NOTA: El poema En la noche está extraído de una antología del autor traducida y anotada por el filósofo Carlos París y publicada en los años noventa por Planeta.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.
bastante mejor que el de ayer……:)
04 septiembre 2009 | 14:49
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04 septiembre 2009 | 15:38
Me gusta, muy típico de la época pero a la vez hace surgir esa sonrisa cómplice de nuestros pequeños secretos románticos.Saludos,
05 septiembre 2009 | 16:17