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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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Kristen Stewart ante el espejo

Kristen Stewart probándose modelitos en «Personal Shopper». Foto Carole-Bethuel

Hay que reconocer que Kristen Stewart tiene algo indefinible que le hace muy atractiva. Ese mohín, como de permanente enfado con el mundo, la fama, tal vez, o vaya usted a saber, en un rostro bello con rasgos de chica lista, y por qué no inteligente, y una estructura ósea tirando a andrógina tienen gancho.

No es extraño que Olivier Assayas quedara prendado de ella cuando rodó Viaje a Sils Maria (2014). Esta personal y actualizada versión de Eva al desnudo, el clásico de Joseph L. Mankievicz de 1950, era el reencuentro de Olivier Assayas y Juliette Binoche tres décadas después de que el director coescribiera junto a André Téchiné el guion de La cita. Binoche encarna a una consagrada actriz a las puertas de un declive que percibe como irremisible, ante quien se aparece de nuevo la historia con la que se inició en el camino a la fama.  Como si fuera un eco de esa historia ficticia, Kristen Stewart es en la vida real la joven acriz, ya famosa pero aún con terreno que recorrer para llegar al estrellato absoluto, y en la fantasía de Sils Maria, la secretaria y representante, mucho más joven, de Juliette Binoche, con la que mantiene una estrecha relación de confidencias, de admiración, subordinación y algo más mucho más ambiguo, un sustrato de carácter erótico, tan sutil que lo advertimos en alusiones verbales a los celos y particularmente cuando Maria Enders (Binoche) contempla a escondidas a su secretaria (Stewart) que duerme desnuda sobre la cama. Kristen Stewart borda el personaje, como ya hiciera en Siempre Alice (Richard Glatzer, 2014, con Julianne Moore) y con Assayas este rendimiento actoral va acompañado de una osadía imposible de imaginar en una producción norteamericana.

Mientras que en Europa el desnudo de los actores se ve como algo consustancial a su trabajo, con todas las reservas que se quiera, con todos los detalles de la porción de piel que se puede y no se puede ver acordados en contrato, en Estados Unidos siguen siendo tabú determinadas partes anatómicas, radicalmente excluidas de cualquier producción comercial; y no hace falta que les detalle cuáles. La antigua reina de la saga Crepúsculo, felizmente reclutada para obras de mayor enjundia, le regala en Personal Shopper -que se estrena mañana- al director francés, y a los espectadores, claro, unos cuantos planos tocados por un delicioso y fino perfume erótico.

El propio Olivier Assayas confiesa que se dio cuenta de que el guion lo había escrito inconscientemente para su musa en un encuentro fortuito con ella en París. En cierto modo recupera el personaje de Viaje a Sils Maria, con algunas variantes, pero le concede el total protagonismo que en aquélla compartía con Juliette Binoche. Sigue ejerciendo una profesión de ayudante, concretamente de encargada de los estilismos que usa una supermodelo parisina, pero su jefa prácticamente no aparece, o muy poco. Maureen, que así se llama el personaje de Kristen Stewart, va de boutique en boutique, a cual más exclusiva, de Dior a Chanel pasando por la joyería Cartier, y se acerca a Londres para recoger un encargo como quien va del Retiro a Serrano.

Kristen Stewart de compras en «Personal Shopper». Foto Carole-Bethuel

A fuerza de colocarse los vestidos de la modelo delante de sí misma, Maureen termina por caer presa del influjo narcisista y decide enfundárselos para apreciarlos mejor, o para sentirse mejor, en realidad, pues la pulsión masturbatoria no tarda en aparecer, lo cual se entiende bien a la vista del cariz sadomaso de algunas de las prendas. Todo un elogio de la perversión sutil y vaporosa, muy chic, muy francesa.

Lo sorprendente del caso es que este ritmo de vida laboral tan mundano, este frotarse con el lujo y los ambientes más selectos discurre en paralelo con una inclinación esotérica que nos deja a todos con el paso cambiado y sin saber a qué atenernos. Maureen es médium, tienes cualidades paranormales y vive obsesionada con establecer contacto en el más allá con su hermano gemelo tristemente fallecido. En sus excursiones parapsicológicas incluso llega a vislumbrar un ectoplasma que a ella no le asusta y a mí, la verdad, me hizo dudar de si no sería una broma que firmara la película el autor de Carlos (2010), el relato de las andanzas revolucionarias y terroristas de aquel perseguido por todos los servicios secretos del mundo en los 70 y 80, Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos El Chacal.

Kristen Stewart en «Personal Shopper». Foto Carole-Bethuel

A mí esas veleidades espiritistas me dejan más bien frío. Prefiero mil veces la vertiente fetichista, su parafernalia y sus derivados antes que las excursiones al género del terror más naïf, por muy transgresor que se muestre Assayas con sus reglas y supuestos básicos. Es más, creo que los dos polos provocan un cortocircuito cuando se juntan en la resolución del misterio: un auténtico fiasco. Le tengo tanto respeto a Assayas y me había parecido tan genial Viaje a Sils Maria, me las prometía tan felices con volver a ver a Kristen Stewart en lo que, según decían, era un thriller erótico, que salí de la sala con cara de preferentista saludando la entrada de Rodrigo Rato en el juzgado. Menos mal que nos llevamos en la retina las escenas de Kristen Stewart ante el espejo.