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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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De Niro y el cochinillo de Figo

Anoche el Real Madrid consiguió su duodécima Copa de Europa en un partido inolvidable. Sin embargo, el fútbol está plagado de anécdotas históricas que también lo son por motivos infinitamente menos gozosos, como un encuentro en el que se enfrentaron los máximos rivales de la Liga española. Fue el 23 de noviembre de 2002 cuando se produjo una situación bochornosa en el Camp Nou: las iras de los aficionados culés se concentraron cual tormenta del siglo contra el hombre al que hasta unos meses antes habían idolatrado durante años, Luis Figo, porque saltaba al césped con la camiseta del archienemigo, el Real Madrid. Aquello no tenía nada de anormal; lo impresentable fue la lluvia de objetos que cayeron al campo buscando la cabeza del genial jugador portugués, botellas, bolas de golf, incluso teléfonos móviles, y entre ellos ¡una cabeza de cochinillo! Sí, aquel partido fue también inolvidable.

Luis Figo rodeado de «obsequios» en el Camp Nou

Para mí, tanto más cuanto que ¡lo vi en Nueva York! Pero yo no había ido a la ciudad norteamericana ni para ver fútbol, ni de turismo, y lo traigo aquí porque en mi memoria aquel episodio grotesco se asocia con Robert de Niro. Fue en un bar repleto de monitores y futboleros de diversas latitudes del planeta y yo había llegado allí apresuradamente, una vez que acabé la ronda de entrevistas, fugaces como un suspiro, de cuatro o cinco minutos cada una,  que hice para cubrir la promoción de la película Analyze That, dirigida por Harold Ramis, que dos meses después se estrenó en España con el título de Otra terapia peligrosa ¡Recaída total!

Este es el absurdo formato que en la jerga profesional se denomina “junket”, y que consiste en una batería de “sets” de equipos de televisión, en habitaciones generalmente de hoteles de postín, por los que van pasando los periodistas para ver las caras, saludar y esbozar tres o cuatro preguntas a los “talents”, estrellas de mayor o menor fulgor, directores, actores u otros participantes de relativo interés impuestos por las distribuidoras. En esta ocasión, tuve la oportunidad de sentarme ante el director, Harold Ramis, y los actores Robert de Niro, Billy Crystal, Lisa Kudrow y Cathy Moriarty.

Robert de Niro en el «junket» de Nueva York de «Otra terapia peligrosa»

 

Ramis es autor de una comedia más que notable, Atrapado en el tiempo (1993) otra de menor voltaje pero aceptable, Al diablo con el diablo (2000) y algunas más de rango inferior, como la que nos ocupa y su referente, de la que es secuela, Una terapia peligrosa (1999). En estas dos últimas aparece Robert de Niro, que ya llevaba tiempo empeñado en hacernos olvidar los personajes que le habían consagrado como tótem de la interpretación, riéndose de su gloriosa sombra y de la cuadrilla de pistoleros que se agolpan en su curriculum, fruto de la feliz confluencia de su talento con el de extraordinarias historias en manos de grandes directores, uno en particular: Martin Scorsese.

A los regalos, ocho en total, en forma de guiones fuera de serie, que uno tras otro le fue concediendo Scorsese, De Niro le correspondió con réplicas magistrales y entre ambos crearon leyendas: el feliz encuentro del primer gángster en Malas calles (1970), la famosa pregunta de Travis ¿hablas conmigo? en Taxi Driver (1976), el Oscar para el boxeador castigado de Toro salvaje (1980), el gángster de vocación en Uno de los nuestros (1990), el demonio vengador de El cabo del miedo (1991), el emperador del juego turbio en Las Vegas de Casino (1995)…

A todos ellos hay que sumar bagatelas de otros autores como Francis Ford Coppola, Bernardo Bertolucci, Michael Cimino, Sergio Leone o Brian de Palma: El Padrino II (1974),  Novecento (1976), El cazador (1978), Érase una vez en América (1984), Los intocables (1987)… De Niro fue en esa fructífera época uno de los dioses del Olimpo que jugaba a las cartas con pocos iguales, Al Pacino y algún otro, después de la desaparición de Marlon Brando.

Pero no sé si por razones económicas, que los gastos de la gente importante son tan importantes como ella, por falta de mejores ofertas o por hartazgo de sí mismo, lo cierto es que terminó por encauzar su carrera por otros derroteros que en muchos casos no condujeron a buenos puertos. Las comedietas en las que se autoparodiaba en terapias ridículas de gángster deprimido, o como padre de hijas casamenteras por ejemplo.

Robert de Niro no tenía buena prensa como entrevistado, no daba mucho juego ni en comparecencias colectivas ni en encuentros individuales. En las primeras se agazapaba silencioso detrás de sus colegas, en las otras, al parecer tenía pocas cosas que decir; o no se le ocurrían o le importaba más bien poco las obligadas sesiones de promoción de las películas. Eso tenía entendido yo y eso comprobé en mi entrevista por Otra terapia peligrosa, aquel sábado de finales de noviembre de 2002. A preguntas sencillas (¿sabe usted cuál es la clave del sentido del humor?, creo que fue la primera) le sucedían carrasperas, dudas, vacilaciones en la respuesta. ¡Uff, no me va a dar buen material! Vamos, que fuera del guion se hacía la noche oscura. Como con tantos y tantos otros actores, por lo demás.

Y ahora descubro que este hombre tiene muchas más luces de lo que yo creía. “Estados Unidos se ha convertido en una trágica y tonta comedia”, les ha dicho a los estudiantes de la Universidad de Brown en el Estado de Nueva York. Disfrazado con esas extrañas indumentarias que mandan las tradiciones como peaje para recibir títulos honoríficos, De Niro emplazaba a su auditorio a “trabajar para detener la locura” que representa el Jefe del Estado con nombre de pato tramposo.

Robert de Niro. EFE

La suya es otra de las voces que claman en Hollywood, junto a Meryl Streep, George Clooney, Diane Lane, Willem Dafoe, Tom Hanks o cantantes como Bruce Springsteen, por contrarrestar el discurso político manchado de peligrosas sandeces e inquietantes amenazas que emana de la Casa Blanca. ¡Quién me lo iba a decir a mí! En su enfrentamiento con el actual presidente de Estados Unidos Robert de Niro ha dado muestra de insospechadas habilidades para el análisis y la expresión concisa de conclusiones. Lo que tanto eché en falta aquella vez, el día en que lanzaron una cabeza de cochinillo contra Luis Figo en el Camp Nou. También es cierto que en este video difundido en Twitter, De Niro se despachó a gusto contra el entonces candidato Trump sin derrochar matices ni sutileza, pero nadie podrá reprocharle que no advirtió a los votantes de lo que se les venía encima: