Plano Contrapicado Plano Contrapicado

“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

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En Instagram no se mama

En este blog afirmé ufano un día que era para mí un gran honor haber sido censurado ¡al fin! por Facebook. Debo admitir que la cosa no tenía mérito alguno por mi parte. Simplemente había colocado en un post anterior una fotografía, o varias, o el contenido entero –en puridad, no lo sé- de Mathilda May luciendo su maravillosa teta, tal como Bigas Luna la había homenajeado en su película La teta y la luna. Era una teta colmada de nutritivo alimento, pero una teta al fin, y eso está prohibido en esa red social, cuyo puritanismo y contradicciones yo traté humildemente de denunciar y combatir. Y yo, reincidente que soy, vuelvo al tema.

Mathilda May en La teta y la luna

Bueno, pues el mismo virus hace de las suyas también en Instagram y por tanto es menester desaprobarlo aquí. Para empezar, no debe sorprendernos porque los dueños de ambas redes son los mismos, ya que Facebook compró Instagram en 2012 por la irrisoria cantidad de 715 millones de euros. Bueno, por entonces era una cantidad astronómica y todo el mundo de las finanzas pensó que Zuckerberg se había vuelto loco, pero si se piensa que este año cuenta con obtener unos 3200 millones de nada, no me dirán que no fue una bicoca.

Pero volviendo al asunto que nos ocupa, Instagram practica la misma y ortopédica filosofía que Facebook y anda por ahí censurando fotos o perfiles con la misma alegría que padecimos durante la larga noche del franquismo, y por los mismos motivos; desde 2013, según sus Normas Comunitarias:

«Somos conscientes de que es posible que algunas personas quieran compartir imágenes de desnudos de carácter artístico o creativo; sin embargo, por diversos motivos, no permitimos que se publiquen desnudos en Instagram. Esta restricción se aplica a fotos, vídeos y determinado contenido digital que muestren actos sexuales, genitales y primeros planos de nalgas totalmente al descubierto. También se aplica a algunas fotos de pezones femeninos; sin embargo, sí se permiten fotos de cicatrices de mastectomías y de lactancia materna. También se aceptan desnudos en fotos de cuadros y esculturas».

¡Ja! “También se aplica a algunas fotos de pezones femeninos; sin embargo, sí se permiten fotos de cicatrices de mastectomías y de lactancia materna”. Mienten como bellacos. ¿Qué tipo de pezones de lactancia materna sí se permiten? Que se lo digan a la actriz Marta Larralde, censurada en Instagram por publicar esta fotografía tan tierna con su bebe:

Marta Larralde. Blog Corre nena corre

Larralde es una aguerrida defensora de la lactancia materna de la que ha hecho caballo de batalla en su blog Corre nena corre, un espacio en el que ha publicado unas cuantas fotografías y textos que dan cuenta tanto de sus cambios fisiológicos durante el embarazo como de las alegrías y contrariedades que éste conlleva. El poder de la teta, en dos entregas; así es como tituló su experiencia relatada con todo lujo de detalles y consejos.  Cometió el error de llevar algunas de esas fotos a su cuenta de Instagram y el resultado fue tan penoso y ridículo –para la red, no para ella- como esta imagen, en la que el pezón se convierte en algo vergonzoso que hay que ocultar:

Marta Larralde, censurada. Instagram

Conscientes de ello, muchas famosas, de entre las cuales sólo citaré, a modo de ejemplo, a la actriz Úrsula Corberó, se las arreglan con posturitas, encuadres, una mano por acá otra mano por allí, o juegos de luces para poder deslizar imágenes de sus bellas anatomías sin que la tijera del censor se active, inmunda tarea para la cual alienta a los chivatos y fomenta la delación con esta sibilina sugerencia que figura en el apartado “Ayúdanos a mantener unida la comunidad” de las Condiciones de Uso de Instagram: “Si ves algo que consideras que infringe nuestras normas, comunícanoslo utilizando nuestra opción de denuncia integrada. Contamos con un equipo internacional que revisa estas denuncias y trabaja con la mayor celeridad posible para retirar el contenido que incumpla nuestras normas”.

 

Aquí, en tetis y flipándolo heavy con las vistazas del @w_barcelona ❤️ Robado de @chinodarin 👫

Una publicación compartida de Úrsula Corberó 🐣 (@ursulolita) el 26 de Jun de 2017 a la(s) 9:33 PDT

Ya nos lo avisó el antiguo empleado de la CIA, hoy refugiado en Rusia, Edward Snowden (un héroe que merece el Premio Nobel), cuando desveló varios programas de vigilancia masiva de la NSA (la Agencia de Seguridad norteamericana), entre ellos el PRISM y XKeyscore. 1984 se quedó muy atrás pero el Gran Hermano nos vigila gracias a la colaboración de las grandes compañías de telecomunicaciones, tecnología y de Internet, como Microsoft, Google, Apple, Facebook, etc. No sólo nos vigilan; algunas, como las que son objeto de este post, también nos quieren castos y puros, a salvo de las tentaciones de la carne, que como ellos suponen se esconde en la pecaminosa forma de los pezones femeninos, con leche o sin leche materna, que tanto da.

Y no digamos ya si a algunas artistas les da por el satanismo, o lo que sea que practicara María Forqué, hija de la veterana actriz Verónica Forqué y el director de cine Manuel Iborra, que con tanta sangre sobre su cuerpo desnudo, la cosa sólo podía tratarse de brujería diabólica, debieron de pensar en la Compañía. ¿Qué me dice usted de “performances artísticas”, de arte multidisciplinar, ni qué niño muerto?, seguramente se preguntó el CEO de la app fotográfica, Kevin Systrom, en el supuesto de que este buen hombre hubiera tenido la posibilidad –más que improbable- de haber visto y opinado acerca de las fotos de esta chica tan traviesa. Por cierto, el anglicismo CEO (otra de las estúpidas modas de nuestro tiempo en España) quiere decir Chief Executive Officer, que literalmente en español significa Oficial Ejecutivo en Jefe”, quizás menos vistoso y pinturero pero más fácil de comprender para los no angloparlantes.

María Forqué. Instagram

María Forqué sufrió en sus carnes la estrechez de conductos mentales de la que nos estamos quejando y vio suprimida su cuenta de Instagram cuando llevaba reunidos tropecientos mil seguidores, ¡con lo que cuesta que a uno le sigan unos pocos!, porque colgó algunas fotografías muy calentitas que hubieran podido ilustrar el poster de películas ambientadas en el castillo del famoso conde transilvano. A mí me encantan, aprovecho para decirlo, pero al sabueso ocasional del señorito Systrom debió de causarle algún vuelco al corazón y decidió cerrar la puerta de la compañía bajo siete llaves para que María no entrara. Y hasta puede que imitara al PP y quemara los discos duros en los que se guardaban las imágenes, con lo que se organizó un buen cabreo entre los seguidores de la artista agrupados bajo la etiqueta #Freemariaforque1 para reivindicar su trabajo e indignarse por la impresentable decisión.

María Forqué. Instagram

No muy orgulloso de su código de buenas conductas, resulta que el señorito Systrom le echa las culpas del integrismo preconciliar a Apple. Parece ser que durante un acto organizado por Dazed Media, una marca líder en Medios de Moda y Cultura, este caballero dijo que la App Store de Apple obliga a observar esas medidas tan absurdas a quienes requieren sus servicios y que de no haberlo hecho Instagram hubiera sido desterrada de su paraíso. Así son ellos de chulos, la cosa no va de moral, va de pasta. ¡Como si nos pillara por sorpresa!

Cuestionar una ley no es machismo

El panorama que dibuja el incesante aumento de las agresiones de hombres contra mujeres es espeluznante. Cada día podemos leer noticias que dicen cosas muy similares a lo que leí esta misma mañana, viernes 24: ”Un hombre ha matado, de al menos un disparo de escopeta, a una mujer, de 35 años, que estaba embarazada, tras mantener una discusión en la localidad de Vinaròs (Castellón)…“ Con variaciones insignificantes sobre el lugar del crimen, las edades de víctima y verdugo o los países de procedencia, una y otra y otra vez la radio vomita noticias similares. El dolor y la impotencia son insufribles. Hasta el día 10 de este mes esta trágica contabilidad hablaba de 44 mujeres asesinadas a manos de sus parejas desde que comenzó el año. Es una pesadilla que no tiene fin. La administración confirma 916 asesinatos desde 2003. Desaparecida ETA, los criminales que matan a sus mujeres compiten con las cifras de aquella organización terrorista.

malostratos.org

Parece que las medidas de protección, atención telefónica, policiales o judiciales no bastan para contener la hemorragia. Según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) 13.445 mujeres denunciaron a su pareja o expareja por violencia cada mes entre abril y junio de este año y las sentencias condenatorias dictadas fueron el 67,2%.  A 31 de octubre, el programa VioGen, el sistema de seguimiento integral de este tipo de casos, en funcionamiento desde hace diez años, tiene registrados 478.671 casos, de ellos, 55.319 activos (10 de riesgo máximo, 175 medio, y 4.566, bajo). Estas cifras mareantes revelan que la sociedad tiene un cáncer y no se encuentra un remedio que lo cure. Tan sólo puede ofrecer la triste esperanza de que, detectado a tiempo, algunos casos puedan no ser mortales.

La hipersensibilización que este horrendo horizonte provoca en algunos sectores sociales, especialmente algunos grupos feministas, en contacto más cercano con las víctimas, puede conducirles, y de hecho así sucede algunas veces, a actitudes de ciega intransigencia que les hace negar una realidad, aunque no sea ni de lejos tan dramática como la expuesta anteriormente, una realidad de la que no se conocen cifras o se hace muy escaso hincapié en ellas: la de los casos en que los maltratados son hombres.

El pasado domingo 19 estaba anunciada en Barcelona la presentación de un documental cuyo título había originado una alarma desde antes de que llegara a producirse, cuando se estaba tratando de financiar con una campaña de micromecenazgo en Verkami, plataforma que cedió a las presiones de quienes lo calificaban de “documental de maltratadores” y obligó a buscar otras vías, mediante ingresos directos en cuenta bancaria. Respondiendo a esos prejuicios se presentó un grupo de mujeres dispuestas a boicotear el acto, entre las cuales se encontraba Carme Sansa, actriz catalana muy activa en distintos campos de batalla, ya fuera contra los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia, contra la guerra de Irak o en defensa de los derechos femeninos.

En el vídeo de este incidente Carme Sansa parece defender el bloqueo a la exhibición de este documental restando toda importancia al asunto del que se ocupa: “son sólo cuatro hombres”, se le oye decir. Si eso es lo que quería decir, hay que reconocer que no es una razonable vara de medir la importancia de los problemas de cualquier minoría. No se puede imitar la mentalidad del ejército israelí con los refugiados palestinos: “un muerto de los nuestros vale por mil de los vuestros”, como si se contabilizaran las víctimas de dos bandos enfrentados. Aunque fueran «sólo cuatro hombres» ¿no merecerían respeto al reclamar sus derechos? Todos los maltratados, sean mujeres, hombres, niños, ancianos o inmigrantes, no importa cuál sea su número, son dignos de atención y protección. Finalmente, después de unos cuantos gritos de un lado y otro, de un rifirrafe venial, insultos, peinetas y gritos no muy delicados de “Sin piernas, ni brazos, machitos a pedazos”, el documental pudo exhibirse sin más sobresaltos.

Había sido el último de los obstáculos a sortear por un trabajo que no deja de ser la expresión de unas ideas, todo lo discutibles que se quieran, pero que lleva camino de convertirse en un filme maldito. Hasta el Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona arguyó las amenazas recibidas para rechazar primero, aceptar después y por último desvincularse del todo de mostrarlo ante el temor de sufrir los anunciados escraches.

Silenciados, cuando los maltratados son ellos pretende poner el foco en esa minoría silenciosa y oculta que son los varones que se sienten perjudicados por la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LIVG) de 28 de diciembre de 2004. El director Nacho González intenta dejar claro, sin gran éxito, a tenor de los ataques recibidos, que reconoce el gravísimo problema de la violencia contra las mujeres pero entiende que no puede lucharse contra él dejando a un lado las disfunciones que provoca, con graves perjuicios para hombres que también son víctimas de violencia dentro de la pareja o se ven chantajeados en disputas matrimoniales por la custodia de sus hijos u otros litigios.

El propio director reconoce que: “cinematográficamente no es nada atractivo. En principio teníamos guionizadas dramatizaciones, voces en off, recursos… pero una vez tuvimos todas las entrevistas hechas y condicionados por no poder excedernos de 60 minutos (por motivos que no vienen a cuento), decidimos prescindir de todo lo demás y centrarnos en las entrevistas. Como digo, cinematográficamente «no tiene nada», pero la información recopilada y la credibilidad de quienes la facilitan son demoledoras”. Estoy sustancialmente de acuerdo con ese diagnóstico, pero tengo que pronunciarme contra cualquier tipo de atentado contra la libertad de expresión y éste es uno claro. El filme pone el altavoz a quejas que parecen razonables: un hombre denunciado por su pareja, sin comprobarse la veracidad de los hechos, va directamente a la cárcel ante el peligro de que en caso contrario pudiera engrosar la abultada lista de criminales, aunque al día siguiente pueda ser puesto en libertad sin otra consecuencia que las malas horas pasadas a la sombra. No existe un “Instituto del hombre” ni lugar al que dirigirse para denunciar sin que un funcionario en la comisaría se ría en las barbas del “calzonazos”. Se quejan de que hay una conciencia creada en las instituciones que da toda credibilidad a la mujer y ninguna al hombre. Se quejan de un trato desigual que ni creen justo ni resulta útil para combatir la violencia contra las mujeres y penaliza discriminadamente al varón. Reclaman, en definitiva, un cambio en la legislación que atienda también los casos de los hombres que no son maltratadores, sino que son maltratados.

La película peca de lo mismo que reprocha a la ley, de tener una visión unilateral, al centrarse sólo en los problemas de los hombres, por muy justificada que esté su reclamación. Incluso el propio poster resulta un poco truculento. Más empatía conseguiría si se hubiera detenido a explicar con algún detalle (como el que se ofrece al principio de este post, por ejemplo) el pavoroso contexto de incesantes asesinatos de mujeres en el que nos encontramos. No demuestra una gran sensibilidad hacia esa tristísima realidad y ello penaliza la credibilidad de sus argumentos. Es la excusa para que reciba ataques injustificados, insultos y amenazas por parte de quienes no entienden de matices, quienes creen que defender a un hombre es prueba evidente de machismo, que criticar una ley que pretende defender a las mujeres es defender a los maltratadores. Sin embargo, entre una cosa y otra hay un gran trecho.

Silenciados, cuando los maltratados son ellos parece olvidar que por graves que sean para los hombres las consecuencias de una ley defectuosa por desgracia la situación de la mujer en su conjunto es muchísimo más peligrosa y es lógico que concite toda la atención de la sociedad. No hubiera sobrado que admitiera entenderlo. Pero es evidente que este documental expone opiniones legítimas que merecen ser debatidas seriamente, son carne de polémica, materia sensible que exige ser considerada con todo cuidado y atención. No es de recibo que se le tache de machista de antemano sin haber escuchado sus argumentos. Ninguna forma de censura es de recibo.

¡Qué gran honor! Facebook me censura

¡Qué gran honor! Creía que no me iba a pasar nunca, pero me equivoqué. Por fin Facebook me ha tenido en cuenta y me ha censurado. En estos tiempos de zozobra, de recortes y retrocesos en derechos, si no te censura alguien no eres nadie. La bendita red social que dirige el sumo pontífice Mark Zuckerberg (¡qué corto te quedaste, David Fincher, en tu retrato de este individuo en La red social; tan modosito y ha resultado ser más reprimido que un nudista entre talibanes!) ha censurado “por contenido inadecuado” un post de PLANO CONTRAPICADO que una buena amiga había colgado en su muro. ¡Aleluya!

El post se titula El beso de los castellers y las tetas de Mathilda May. Claro, si uno va dando pistas a esa caterva de vigilantes de la moral… Es muy conocida la aversión de Facebook hacia la visión libre de los pezones femeninos, que ha dado lugar a episodios chuscos de censura, a cual más ridículo, y con ese título tan explícito ya me los imagino frotándose las manos en busca de las anunciadas glándulas mamarias. Apuesto a que a estos pobres aprendices de Torquemada la foto de Mathilda May les hizo salivar en su afán censor. Hay que tener la mente muy oxidada para renunciar al disfrute de semejante belleza y hurtársela al resto del mundo. Pues nada, aquí la vuelvo a poner.

Mathilda May en La teta y la luna

Estos individuos son contratados por Odesk, una compañía subcontratada por Facebook, personas de países del tercer mundo que trabajan en turnos de cuatro horas diarias por un sueldo que es una auténtica bicoca: cuatro dólares, o sea, a dólar la hora. Por ese sueldo ganado en casita, según un conjunto de documentos descubierto por el diario británico The Guardian, los censores debidamente entrenados y aleccionados tratan de aplicar los ridículos enunciados que las normas de la red social establece, como: «Restringiremos algunas imágenes de pechos femeninos, incluidas aquellas con pezones»…»Se eliminarán fotografías de genitales y las que se centren en las nalgas»… Lo que es perfectamente compatible con que se admitan fotos de abuso infantil «a no ser que haya un componente sádico o de celebración», o que se puedan compartir fotos que muestren malos tratos a los animales a menos que sean demenciales sin que este concepto podamos saber hasta qué extremo de permisividad alcanza (no consta si esto incluye las corridas de toros).

Fotografía de Thomas Whitten censurada por Facebook

De las cotas de estupidez que la compañía del señorito Zuckerberg ha llegado a alcanzar dan cumplida nota los casos más sonados. La fotografía  de la niña vietnamita que corre desesperada tras haber sido alcanzada por el napalm norteamericano, premio Pulitzer para el autor Nick Ut, violaba las normas de Facebook porque lo horroroso del caso era que la pequeña Phan Thi Kim Phuc ¡estaba desnuda! La polémica estalló en Noruega porque el escritor Tom Egeland no había reparado en ese pequeño detalle y fue convenientemente reprendido. Hasta la primera ministra noruega, Erna Solberg, elevó su voz de protesta en solidaridad con él. La compañía dio marcha atrás y revocó su decisión, pero el bochorno que había provocado no tuvo cláusula de retroactividad; había adquirido proporciones planetarias.

Fotografía de Nick Ut durante la guerra de Vietnam

La estatua de la sirenita de Copenhague, tan inocente como una princesa Disney; el cuadro de Gustave Courbet El origen del mundo, que ése sí que es “too much” para su austera sensibilidad; la portada del disco de la banda Scissor Sisters, Night Work, que muestra el apretado trasero del bailarín Peter Reed en una imagen tomada por Robert Mapplethorpe; una foto de una mujer en el momento de sufrir la prueba de una mamografía publicada en el diario Le Monde; el álbum familiar, plagado de hermosas fotografías en blanco y negro, que el fotógrafo francés Alain Laboile publica desde 2007; o la imagen de la estatua de bronce de Neptuno en la ciudad de Bolonia, exhibiéndose impúdicamente desnudo desde 1567 ante todos los que pasan bajo su tridente, son algunos de esos absurdos olímpicos perpetrados por estos caballeros. ¡Cuesta trabajo establecer una clasificación por orden de gravedad con tanto disparate!

El origen del mundo, de Gustave Courbet

Pero como la hipocresía no tiene límites cuando se asocia con el puritanismo, la del baranda es también proverbial: pretendiendo estar a favor de la lactancia materna –sin pezones a la vista, esos sí- Mark Zuckerberg publicó una fotografía en su muro junto a Christine Rushing, activista fundadora del grupo Milki Mommas, que promueve tan nutritivo movimiento. Vean qué ufano y sonriente posa el campeón de los mamones:

Mark Zuckerberg junto a Christine Rushing

Para Facebook las tetas a la vista son mucho más peligrosas que los mensajes racistas o las imágenes de decapitaciones. El fotógrafo alemán Olli Waldhauer puso al descubierto este doble rasero de la ética, la estética y la moral con la fotografía que aparece aquí debajo. “Sólo una de estas dos personas está quebrantando las normas de Facebook”, reza la leyenda arriba a la derecha. El cartel que sostiene el individuo dice con un término muy despectivo para los ciudadanos de Turquía: «No compres a los turcos». El racismo, tiene un pase, ¡pero las tetas ni hablar!

La provocadora fotografía de Olli Waldhauer

Algo me dice que con esta perspectiva de la vida social los mandamases del Gran Hermano tienen que hacérselo mirar. O Mejor dicho, los gobiernos del mundo tendrían que obligarles a revisar sus castradores conceptos del bien y del mal antes de que nos volvamos todos locos.

¡Cielos, un culo!

No aprendemos. ¡La Feria del Libro de Zamora usa a una mujer desnuda en su cartel como reclamo! ¡Qué escándalo! La izquierda, si como tal hemos de considerar –yo creo que sí- a Podemos, sigue rasgándose las vestiduras con todo lo que atañe a la desnudez considerándolo tontamente como una ofensa a la dignidad de la mujer. En boca de quienes así piensan la palabra sexismo se ha convertido en la nueva piedra arrojadiza que durante tantos años de censura, con otras denominaciones más piadosas, sirvió para castigar la insolencia de los que mostraban la piel sin recato en el cine, en revistas, en pinturas o en cualquier forma de expresión, fuera ésta artística o no.

El cartel de la discordia

El grupo de Feminismo de Podemos de Zamora ha denunciado que el cartel de la Feria del Libro de Zamora que se celebrará del 8 al 11 de junio es sexista ya que muestra a una mujer desnuda de espaldas como reclamo para la venta de libros. Igual, si en lugar de colocar esa fotografía hubieran puesto a una virgen, ¡ojo!, de las que hacen milagros, no de las otras, le hubieran dado una medalla, que en esa ciudad las sacan a pasear tanto o más que en Cádiz.

Por fortuna en el Ayuntamiento de Zamora aún hay gente que mantiene la cordura, en concreto los grupos gobernantes de IU y del PSOE. Yo suscribo plenamente las palabras de la concejala de Cultura, María Eugenia Cabezas, que además de asegurar que el cartel no se retirará, acusa a Podemos de ser una especie de «nueva Policía de la Moral» que busca «con lupa cualquier resquicio de carne. Lo que me parece realmente denigrante es que en ese cartel lo único que hayan sido capaces de ver sea un culo femenino. Eso sí que es cosificar el cuerpo de la mujer», añade.

«Una imagen sugiere en función de las relaciones que el cerebro de cada uno establece con ella, y es ahí donde el puritanismo disfrazado de feminismo o un integrismo religioso (o cualquiera a quien un desnudo humano impresiona y ofende) puede ver en la desnudez algo indigno, o erotismo dirigido al macho».

Vamos por partes, amigos de Podemos. Supongamos por un momento que dicho cartel sea una obra de arte -el cartelismo lo es- más o menos defendible, pues todo el mundo es libre de opinar al respecto; más o menos eficaz, pues no hay ciencia que lo garantice. Supongamos que en lugar de una fotografía se tratara de una estatua o de una pintura clásica, un desnudo cuyo sexo sería por supuesto intrascendente, de una incuestionable belleza, ¿sería también sexista pongamos por caso El nacimiento de Venus, de Boticelli? ¿O El beso de Rodin?

El nacimiento de Venus, de Boticelli

El colectivo protestón le arrebata a la derecha la bandera de la censura, asume su argumentario y lo que es peor, su mentalidad: «ni la lectura te hace levitar ni la mujer es sólo culo». ¿Habría que decirle a Velázquez que su Venus del espejo es sexista, si los creativos del cartel lo hubieran escogido como imagen de base sustituyendo el espejo por un libro?  Dicen los feministas zamoranos de Podemos que el concurso estipulaba que se debía respetar la integridad de las personas y el cartel que ha resultado elegido, según ellos es «una alegoría sexista de la lectura, que utiliza los estereotipos publicitarios del cuerpo de la mujer como mero objeto publicitario».

La Venus del espejo, de Velázquez

¡Acabáramos! Se trata de estereotipos. ¡El cuerpo de la mujer es un estereotipo! ¡Toma, y el del hombre! El cuerpo es el mayor estereotipo que existe en arte, en publicidad, en cine y novela, todas las historias toman el cuerpo implícita o explícitamente como lugar en torno al cual se producen los conflictos. No puede ser de otro modo, pues cuerpo somos, vestidos o desvestidos. El desnudo es la expresión más sincera y a la vez explosiva (por la represión a que se ha visto sometida durante siglos) del ser humano. Por esa razón, precisamente, es el centro de todas las batallas que se dirimen en el arte y la diana de sus enemigos. Que la publicidad lo utilice es absolutamente lógico porque es lo que más interés concita. Y mucho más aún si se condena o se confina a terrenos acotados, establecidos por quienes se arrogan el derecho a decidir lo que es de buen o mal gusto, lo que se atiene o no a su personal sistema de valores. ¿Qué tiene de malo que el desnudo atraiga la atención de todos los ojos? Se podrá calificar y descalificar su utilización por zafio, hermoso, vulgar o sublime, pero eso siempre serán opiniones respetables si se expresan con respeto, tan sólo opiniones. Y no intentos velados o evidentes de ejercer presiones para impedir que un artista cree un mensaje a través de esa imagen. No se puede rechazar con argumentos tan moralistas a la vaticana usanza. Sólo pierde fuerza aquello a lo que estamos acostumbrados en demasía, y eso sucedería con el uso exagerado, inapropiado o poco inteligente del desnudo. Es legítimo criticarlo teniendo como referencia la eficacia del mensaje, no lo es despreciarlo confundiendo desnudo con sexismo, machismo o el ismo que más rabia les dé.

En este blog he hablado de censura en los carteles de cine en algunos países y ahora el tema da para unas risas, como lo demuestran varios ejemplos patéticos. Pero, nada, es que nosotros no aprendemos. La censura se ha instalado en el inconsciente colectivo y sigue existiendo mucho más solapada, sin una legislación que la reconozca; se mantiene viva y de tanto en tanto consigue que se eliminen o se modifiquen carteles, en reflejo permanente del signo de los tiempos, que a veces avanzan una barbaridad y otros nos hacen retroceder a golpe de coz. El último sonoro caso que recuerdo es el de la película Diario de una ninfómana, que fue retirado en 2008 de las marquesinas y los transportes públicos porque la empresa de publicidad ejerció su derecho a opinar, o se hizo eco de vaya usted a saber qué grupos de presión. No se prohibió «de iure», pero sí «de facto». Produce sonrojo comprobar hasta dónde llega el puritanismo de la derecha, pero si es la izquierda quien la imita, ¡apaga y vámonos! Antes por unos motivos, hoy supuestamente por otros, en el cine, en la televisión, en la publicidad, en definitiva, en  cualquier ámbito de la comunicación ¡no nos moverán de la defensa de la libertad de expresión y creación! Y me voy a poner vindicativo en un alarde de entusiasmo que me embarga: ¡Viva el cuerpo desnudo, su utilización artística sin complejos y viva la madre que lo parió!

Sexo, carteles y censura en el cine (1)

Cartel pecaminoso de «Sin City: una dama por la que matar»

Lo más cutre no fue que la MPAA (Motion Pictures Association of America) de los EE.UU. censurase el poster de Sin City: Una dama por la que matar (Robert Rodríguez, Frank Miller, 2014). Todos sabemos que en el país en que las armas se venden como churros y el culto a la violencia es un deporte nacional la belleza física debe someterse a estrictos códigos so pena de prohibiciones o clasificaciones que condenan a las películas a circuitos minoritarios, que en la práctica significan la asfixia económica. Lo peor fue la justificación que dieron: “la curva del seno, la aréola y el pezón son visibles a través del tejido transparente”. ¡Madre mía, casi resulta más excitante la descripción que la fotografía de ese portento llamado Eva Green! La imaginación de los censores es aún más calenturienta que la de los ciudadanos, indefensos ante los siete males causados por la pornografía.

Es cierto que los diseñadores de posters cinematográficos demuestran una perversa habilidad para tratar de colársela a los guardianes de la moral y las buenas costumbres, que aquí, paciente lector, serán zaheridos una y otra vez hasta que me canse. En Francia, sin ir más lejos, país avanzado en libertades civiles –o eso hemos creído siempre- las gastan igual que en el resto del mundo, de nuestro mundo y del otro.

Está aún reciente la polémica provocada por el diario Libération con el cartel oficial de la próxima edición del Festival de Cannes, que se celebra del 17 al 28 de este mes . La cosa estaba entre chusca y borrosa. Yo confieso que no sé a qué carta quedarme. De un lado, los detalles del cambio entre el antes y el después de la fotografía de base eran mínimos. Total, se trataba seguramente de un “aggiornamento”, de Claudia Cardinale, que tenía 21 años en 1959, a la que se ha sometido a una mínima cura de adelgazamiento con fines de puesta al día, unos centímetros de cintura por aquí, un contorno de piernas por allá. Obsérvese que incluso se han modificado los cabellos. Bueno, en este caso quienes se rasgaron las vestiduras fueron los puristas de lo natural, los enemigos furibundos del Photoshop, los aguerridos partisanos de la arruga es bella y los/las feministas hipersensibles. ¡Han retocado a Claudia! Gritaron horrorizados. ¡Censura!

Fotografía original y cartel del 70 Festival de Cannes 2017

La propia Cardinale, bellezón de mujer y sabia entre tanto necio, vino a situar las cosas en su justo término: «quiero responder a la falsa polémica sobre el póster de Cannes y las consideraciones de algunos sobre los retoques de la imagen. No tengo comentarios respecto al trabajo artístico realizado sobre la foto. Se trata de un póster que, más que representarme a mí, representa una danza, un vuelo. La imagen ha sido retocada para destacar ese efecto de ligereza y transportarme hacia un personaje de sueño: es una sublimación. La preocupación por el realismo aquí no tiene sentido y, como feminista convencida, no veo ningún ataque al cuerpo de la mujer. Hay cosas mucho más importantes para debatir en este momento en el mundo. No nos olvidemos de que esto no es más que cine».

Dos fotografías más de la sesión, de autor no conocido

Dicho ésto, me parece que no tenemos “casus belli”, no hay para tanto ruido y tanta gárgara. ¡Con la de casos, para dar y tomar, que se suceden día no, día sí de agresiones auténticas a la libertad en general y en el territorio de la imagen en particular! Por seguir en Francia, con este ligero y jocoso repaso les ofrezco algunos «inocentes» carteles que a alguien parecieron subidos de tono, aunque a ustedes y a mí nos parezcan simplemente divertidos, en el entendido de que allí o en cualquier otro país la lista sería interminable si se pretendiera rigurosa.

El sexo, por supuesto, es el tema preferido para aplicar la tijera. Insinuaciones pecaminosas las justas, que nos enfadamos. Es el caso de la película Los infieles (2012) que presume de una ristra de realizadores: Jean Dujardin , Gilles Lellouche , Emmanuelle Bercot , Fred Cavayé , Michel Hazanavicius , Eric Lartigau , Alexandre Courtes. Una serie de variaciones sobre un tema procaz y divertido le pareció a las autoridades pertinentes extremadamente audaz, o una burla de la dignidad de la mujer, ya sabe, ese tipo de burdos eufemismos que suelen usarse para la ocasión. El lema del primer cartel no tenía desperdicio: “Esto se corta, estoy entrando en un túnel”. La polisemia, que es el enemigo a batir en la publicidad porque va preñada de las peores intenciones. Moralistas en acción, ¡al ataque!

Carteles de «Los infieles». Atención al primer eslógan: «Esto se corta, entro en un túnel»

Sobre obras maestras más antiguas también cayó en su momento la maldición del cartelista insolente: Querelle (1982) del combativo, polifacético y vanguardista alemán Rainer Werner Fassbinder, presentaba a Brad Davis apoyado en su mismidad de piedra y sosteniendo un cuchillo en posición equívoca. Y de El imperio de la pasión (1978) del japonés Nagisa Oshima no está claro si lo que les molestaba era la posición de las piernas o la analogía con el volcán. O más bien las dos cosas. ¡Que les corten la cabeza! hubiera gritado la reina de Alicia en el país de las maravillas.

El cuchillo de Brad Davis y los triángulos virtuosos de «El imperio de la pasión»

Más recientes: la guapísima Isabelle Pasco crucificada en el bellísimo poster de Ave María (Jacques Richard, 1984) se adelantó a la Gala Drag Queen del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria de este año, transmitida en directo por TVE y posteriormente eliminada de su sitio web en escandalosa, arbitraria y ridícula decisión. Los censores franceses debieron tomarse a la tremenda la leyenda sobre la cruz : “Diabólicamente suya…” y señalaron el camino para los puritanos de nuestra televisión pública.

Isabelle Pasco crucificada sin dolor

Y para terminar con este capítulo de fechorías, el cartel francés de la versión norteamericana de David Fincher, Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (2011), que en España mostraba únicamente el rostro de los dos protagonistas, Daniel Craig y Rooney Mara, vio alterada la expresionista fotografía con una fecha de salida del filme que ocultaba un detalle nada banal en la definición psicológica del personaje femenino.

Cartel inicial y cartel readaptado de «Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres»

Otra vez los pezones en danza, esa pequeña porción de la anatomía femenina que trae por el camino de la amargura a los Torquemada de cada país. Y ya que estamos en España, les dejo una pequeña muestra de lo cutre que era la censura en tiempos del dictador, concretamente en 1969. Dejamos la tela para otro momento porque es mucha la que hay por cortar.

Con las delicias de la censura en España nos divertiremos otro día