Plano Contrapicado Plano Contrapicado

“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

¡Que no vuelva la Santa Inquisición!

Primer día del año y ruego al cielo, sin demasiada esperanza de que se cumpla, lamento decirlo, para que 2018 no continúe por los derroteros por los que ha transcurrido el nefasto 2017 al que dijimos ayer adiós. Vivimos en una época en la que el concepto de “democracia popular” ha perdido su originario sentido político, relacionado con sistemas de economía socializada, para travestirse en un mecanismo perverso por el cual colectivos de toda índole se sienten con derecho a condicionar las decisiones creativas de los cineastas o los productores de obras audiovisuales. Así, por ejemplo, con el pretexto de la conducta moralmente reprobable de actores o directores, y tanto si ésta tiene o no consecuencias penales, algunos grupos de presión que operan en el terreno más influyente sobre la opinión pública, el de los medios y redes de comunicación,  consiguen que tan pronto retiren a un actor de una serie como lo borren literalmente de una película; unos pretenden que los personajes no fumen y otros que usen preservativos en sus efusiones íntimas; otros de más allá que no digan palabrotas y otros de más acá que no se enamoren en momentos inapropiados…

En ese camino en el que la democracia adquiere un perfil tortuoso (entre otras cosas, porque las razones pueden parecer muy convincentes en el momento presente y tal vez revelarse a posteriori equivocadas) se confunden los términos y se establece una discusión alejada de la racionalidad, como las descalificaciones que tuvo que sufrir Matt Damon por unas declaraciones que tampoco eran ningún despropósito, realizadas en una entrevista para la cadena ABC News: “Creo que hay un abanico de comportamientos.Hay una diferencia entre tocarle el culo a alguien y una violación o abusar de un niño, ¿no? Todos esos casos tendrían que ser afrontados y erradicados, sin duda, pero no habría que mezclarlos”. Obviamente, según reconocía Damon, algunas conductas merecen ser castigadas con prisión, mientras que otras, aunque sean “vergonzosas y bárbaras”, no pueden ser consideradas de la misma gravedad. A mí esto me parece elemental, pero aquella entrevista fue piedra de escándalo en su día porque nos hemos instalado en un ambiente en el que se rechazan de plano los matices. Habrá que ver el precio que le hacen pagar directa o indirectamente a Damon por haber pisado ese charco.

Matt Damon. EFE

En este contexto se acumulan los sucedidos que tienden a ser cada vez más estrambóticos. No hace mucho se produjo una de esas situaciones en las que la gente se la coge con papel de fumar, si se me permite la humorada tratándose de lo que se trata. Resulta que existen unos premios en la industria del cine pornográfico, sección gay u homosexual, llamados GAYVN Awards, en los que a alguien se le había ocurrido incluir una categoría que premiaría a los actores negros, latinos y asiáticos y no había encontrado otra denominación que la de “Mejor escena étnica”. La intención era establecer un premio específico para unas minorías que de ese modo se garantizaban un puesto en el palmarés. Algo similar a las razones por las que los Goya diferencian entre mejores intérpretes protagonistas y episódicos femeninos y masculinos; si no lo hicieran, probablemente, y en razón de que por desgracia hay muchas menos actrices que actores protagonistas en las películas, aquéllas tendrían sin duda menos peso y visibilidad de la que tienen actualmente en las Galas y en los premios.

Esto es, claro, legítimamente discutible y provoca mucha controversia porque hay otras consideraciones a tener en cuenta, como la de si no es un trato paternalista el no colocar a todos los comediantes por igual, sin diferencia de sexo y condición, en la misma carrera e idéntica línea de salida. Pero lo que no debería provocar son ataques de ira ni acusaciones fundamentalistas, o suspicacias como las del actor porno gay, Hugh Hunter, que fue quien destapó la caja de los truenos acusando a los mencionados premios de racismo e hipocresía, lo que rápidamente llevó a los organizadores a pedir disculpas, darse muchos y sonoros golpes de pecho y suprimir la categoría de la discordia.

El actor de cine pornográfico Hugh Hunter. Twitter

Ay señor, ni en un apartado industrial del entretenimiento tan peculiar y semiclandestino como el de la pornografía se libran de andarse con remilgos y ñoñeces. Igual no era una gran idea, o igual sí, vaya usted a saber. Por cierto –y esto sí que es infinitamente más grave que lo anterior- por sorprendente que parezca, en el planeta porno se adelantaron dos años al cine convencional en la denuncia de supuestos acosos en la persona de James Deen, una de las grandes estrellas sicalípticas del momento, cuya carrera se vio truncada por la acusación de violación de que fue objeto por parte de su “partenaire” y ex novia, Stoya, en Twitter. Con causa o sin causa, que el asunto aún no ha sido resuelto en los tribunales, que yo sepa, James Deen se declaró en rebeldía contra lo que calificaba de infundios: “Ha habido algunas acusaciones atroces contra mí en una red social. Quiero asegurar a mis amigos, fans y colegas que estos alegatos son falsos y difamatorios. Respeto a las mujeres y conozco los limites, tanto profesionales como privados”. No tengo la menor idea de si cree lo que dice o es un farsante. Lo cierto es que nadie le creyó y su flamante carrera se precipitó por el inodoro, emulando “avant la lettre” a Kevin Spacey, éste sí, una inmensa pérdida artística. El impacto que aquella historia causó, claro, con ser muy similar a las que hemos visto recientemente en Hollywood, se diluyó como azucarillo en el agua.  Al fin y al cabo ¿a quién le importa lo que pueda pasarle a “esos guarros del porno”?

James Deen y Stoya y uno de los tuits de denuncia. Twitter

Muy cerca de nuestra casa hemos visto lo que la presión de la opinión pública puede influir en el ámbito de la creación. La cadena pública francesa France 2 ha decidido aparcar sine die el proyecto de un telefilme (ahora le dicen “tvmovie”) que se encontraba en fase de montaje, titulado Ce soir-là, que podemos traducir por Aquella noche, debido a la montaña de críticas que se les ha venido encima porque narraba “una gran historia de amor imposible, pero también un renacimiento con París de fondo, la ciudad romántica por excelencia”. Hasta ahí, nada que reprochar salvo el tufo hiperglucémico. Lo malo es que el romance arrancaba la noche del brutal atentado que el Estado Islámico llevó a cabo en la sala Bataclan, el 13 de noviembre de 2015 y produjo cerca de 90 muertes. Algunas asociaciones de víctimas protestaron porque les parecía inadmisible lo que entendían “es aprovecharse del dolor de la gente”. Una periodista, Claire Peltier, que perdió a su marido en el ataque, cosechó en poco tiempo más de treinta mil firmas pidiendo la cancelación de la película y parece que ha logrado su objetivo.

Captura de pantalla de la web de Le Film Français en el que se menciona el telefilme antes de ser suspendido

Naturalmente, quienes sufren las consecuencias de tan execrable crimen nos inspiran toda la solidaridad del mundo, pero por muy grande que sea su dolor creo que no tienen derecho a exigir que un director, directora en este caso, Marion Laine, renuncie al suyo de contar una historia enmarcándola en el acontecimiento que le venga en gana. Dije lo mismo refiriéndome a Fe de etarras y lo mantengo. Por supuesto, una vez que la hayan visto podrán poner a la obra a caer de un burro o de un potro mecánico, si así lo estiman, pero nunca antes y nunca pretendiendo que se suspenda, salvo que se demuestre que se está cometiendo un delito. No es delito pecar de “insensible” o de “no respetar nuestro dolor y nuestro luto, por las personas asesinadas y heridas», porque esto entra en el ámbito de lo subjetivo. O no debería serlo, que al paso que vamos, con leyes mordaza e intervenciones policiales terminarán por hacernos añorar a la Santa Inquisición. Al menos con ella no te quedaba más remedio que reconocerte culpable y sabías que te torturaban por la salvación de tu alma. No es un gran consuelo, pero hay a quien le sirve.

Los dineros de nuestro cine

El análisis de la taquilla del cine español, ahora que nos encontramos en esas fechas en las que parece que hay que hacer balance obligado de todo, se parece al día siguiente de unas elecciones, cada partido cuenta la guerra según le haya ido en ella. Ayer mismo, titular de El español: “El cine español sigue en racha: arrasa en taquilla por cuarto año consecutivo”. Con una visión algo más que optimista, eufórico al modo lisérgico, añadía: “…al final nuestra industria ha demostrado otra vez que se ha reconciliado con ese público que durante años le dio la espalda. Por cuarta vez consecutiva -y cuarta vez en toda la historia desde que se recopilan los datos de taquilla- nuestras películas superarán los 100 millones de euros de recaudación”. Es lo que se dice ver la botella llena habiéndose tomado ocho copas de ella. Después de respirar hondo el redactor aflojaba la hiperventilación: «se ha superado esa cantidad que ya es una barrera moral que separa el éxito de la decepción”. O sea que alcanzar por los pelos esa cantidad de recaudación que nos salva de la decepción ¿significa arrasar en taquilla? Percibo un divorcio flagrante entre el titular y el cuerpo de la noticia.

Colas ante las taquillas de un multicine. EFE

En las antípodas de su colega y lamentando el escaso contenido de la botella, un día antes Gregorio Belinchón en El País titulaba: “El cine español registra su peor taquilla desde 2013”. Según el periódico global, como pomposamente presume en su cabecera,  la industria respira aliviada con una cuota de pantalla del 17% y la caja señalada de los cien kilos casi redondos pese a ser la más baja en cinco años, desde que en 2013 se quedara en 70 millones. ABC, en un ejercicio de contención admirable –por sorprendente, en asuntos políticos ya sabemos que  acostumbra a disparar con bala- prefería ayer limitarse a constatar sin valoraciones: “El cine español se acerca a los 100 millones de recaudación en 2017”. Y subrayaba que la cifra es la más baja de los últimos cuatro años. No me cuadran bien las cuentas en esto de si son los cuatro o los cinco últimos años, pero no nos detengamos en menudeces.

Tanto si nuestras películas arrasan como si registran su peor taquilla en el último lustro a mí no me gusta nada la letra pequeña del listado que el Ministerio de Cultura, Educación y Deporte hace público en su sitio web, en donde por cierto no exhibe sus propios datos oficiales sino los de Comscore, a la que define como “una compañía de medición cross-media que analiza de forma precisa los datos diarios sobre el comportamiento de la audiencia y de la taquilla”. Lo de cross-media tengo que mirarlo en otro momento, cuando me ponga la armadura de combatir neologismos.

A lo que iba: según el acumulado de cine español a 24 de diciembre del presente, una comedia mediocre de padres carcas preocupados por los tipos con quienes se acuestan sus hijas, Es por tu bien, dirigida por Carlos Therón, con José Coronado, Roberto Álamo y Javier Cámara, un típico producto de la factoría Telecinco, o sea el colmo de la sutileza, en el que los actores participan para hacer caja aunque sea tapándose la nariz, es la tercera de este año, con nueve millones y medio de euros en el bolsillo sustraídos a millón y medio de espectadores.

Roberto Álamo, Javier Cámara y José Coronado en Es por tu bien. Telecinco Cinema

En segundo lugar queda el solvente y eficaz remake de una película italiana, Perfectos desconocidos, inidentificable como obra de Álex de la Iglesia, casi sin sombra del reconocible estilo de toda su filmografía. Bueno, está bien, al menos es una comedia inteligente. Diez millones doscientos mil euros y un puñado de espectadores más que la citada más arriba, son sus números.

Álex de la Iglesia y toda la tropa de Perfectos desconocidos. Telecinco Cinema

Y en primer lugar, otro producto Telecinco pero en el terreno de la animación, Tadeo Jones 2: El secreto del Rey Midas, que sigue la estela taquillera de su antecesora de 2012, Las aventuras de Tadeo Jones, favorecidas ambas por el apoyo de toda la artillería publicitaria de Mediaset. Dieciocho millones de euros recaudados y tres millones y pico de espectadores sentados en la butaca de una sala no son poca cosa, quién hubiera sospechado hace unos años que los dibujos iba a pitar tan fuerte…

Hasta el número 20 de la lista hay que descender para bajar de la cifra de un millón ingresado y es Verano 1993 la que marca esa frontera con sus cerca de ciento sesenta y dos mil espectadores pendientes de que la niña Laia Artigas rompa a llorar, pobrecita, para desahogarse de la pena. Hay que decir que su presentación como candidata a los Oscar, finalmente frustrada, habrá ayudado mucho a soplar las velas de este humilde barquito, pequeñito por fuera y grande por dentro; de no haber sido así lo hubiera tenido muy pero que muy difícil. Por encima de ella van quedando títulos mucho más potentes financiera y mediáticamente como Oro, El Dorado según Agustín Díaz Yanes, que no ha ido mal en mes y medio, en el puesto 15, redondeando, con un millón trescientos mil euros; Abracadabra, la comedia marciana de Pablo Berger, en el 14, con un millón setecientos mil recolectados en casi cinco meses; La librería, de la vindicativa Isabel Coixet, en el 13, con dos millones doscientos cincuenta mil también en poco más de un mes; o El bar, dos en el mismo año de Álex de la Iglesia, estrenada allá por marzo, con dos millones ochocientos ochenta mil euros.

Por encima de la raya del medio millón de euros llegamos hasta el número 28 de la lista y encontramos títulos que serán llamados en la ceremonia de los Goya a recoger algún cabezón, como la aventura del gigantón de Altzo, la muy notable fábula de Handía;  la amarga y tenebrosa adaptación por Agustí Villaronga de la novela de Joan Sales, Incierta gloria; la a mi entender sobrevalorada versión de una novela de Javier Cercas realizada por mi admirado Manuel Martín Cuenca, El autor; o la muy interesante aunque irregular sátira política de Santiago Mitre, La cordillera.

Hasta cien mil euros ha conseguido embolsarse en dos semanas Gustavo Salmerón con su familiar y desopilante documental Muchos hijos, un mono y un castillo y ello le sitúa en el puesto 44; uno por debajo de Nacho Vigalondo que debe el hombre de estar muy decepcionado con sus ciento ocho mil  en seis meses de andadura: ni Anne Hathaway tuvo tirón para vender Colossal. Selfie, el inteligente, divertido y corrosivo  falso documental que nos permitió descubrir al actor Santiago Alverú en su descacharrante pseudo autorretrato como hijo pijo de un ministro pepero, tampoco obtuvo la respuesta que merecía por parte del público: ciento noventa mil euros en el puesto 35. La transgresora, verbal y visualmente, pero en el fondo elemental opera prima del provocador Eduardo Casanova, Pieles, tampoco puede tirar muchos cohetes con sus ochenta y cinco mil euros y baja al peldaño 46.

Lo que sí que me irrita es que las dos más acojonantes películas realizadas con capital español este año, dos obras redondas, intensas, profundas, Una mujer fantástica y No sé decir adiós se tengan que conformar con ciento cincuenta y setenta y dos mil euros respectivamente. El filme de Sebastián Lelio aborda la transexualidad con tanto respeto y valentía que mereció la nominación a los Globos de Oro, además de ganar en Berlín el premio al mejor guion. El de Lino Escalera es mi debilidad de 2017, la obra perfecta, la demostración de que en España se hace muy buen cine, cine serio, adulto, grande, como grande es un reparto mayúsculo encabezado por Natalie Poza, Juan Diego y Lola Dueñas. ¿He dicho ya que es escandaloso que Juan Diego no esté nominado a los Goya? Pues lo repito: ¡increíble! Cosecha premios allá por dónde pasa, pero la gente no la ha visto; ¡una pena! Abordando el mismo tema de fondo, la enfermedad terminal y cómo la afrontan el enfermo y sus más próximos, Fernando Franco contó con la pareja en la realidad y en la ficción de excelentes actores: Marián Álvarez y Andrés Gertrudix, pero su doloroso y potente trabajo no dejaba ni un resquicio de luz al espectador en Morir (comenzando por el título) y ello seguramente ha hundido la promoción de este drama, traducida en unos escasísimos treinta y cinco mil euros.

Que Fe de etarras sólo la hayan visto en salas mil quinientas personas se explica porque su productora, Netflix, se hace la competencia a sí misma con el cable, es comprensible. Aún así, les recomiendo a ustedes –yo me partí de risa- que la vean por el sistema que sea. Y que la muy interesante indagación en la pulsión del “voyeur” y en la irresistible atracción por la carne prohibida, el incesto, de Pedro Aguilera, Demonios tus ojos, no haya alcanzado los nueve mil euros me parece verdaderamente lamentable.

Por último apuntaré algo obvio sobre un dato no muy conocido: cuando se estrenan en un mercado tan rácano como el nuestro 177 películas en una año, no es extraño que doce de ellas no lleguen ni a recuperar cien euros de lo invertido. O que nueve de ellas no consigan convocar a veinte espectadores. O que la última de la lista, cuyo título pudorosamente ocultaré, recibiera catorce euros de sus dos espectadores. Y aún así y todo, con este panorama, hay quien toca alborozado las campanas.

Chaplin fue enterrado dos veces

El día de Navidad de hace exactamente cuarenta años murió Charles Chaplin. De haber vivido en nuestros días se hubiera visto envuelto con toda probabilidad en la actual vorágine de denuncias por delitos sexuales que día sí, día no hace brotar nuevos casos.  Podemos suponerlo porque su vida sentimental fue cualquier cosa menos convencional, su vida artística, lo más próximo a la genialidad y su compromiso con la sociedad y el progreso de los hombres, absolutamente incondicional: tres requisitos que lo convertirían en diana potencial.

Cuatro matrimonios y once hijos es un dato que permite atisbar la pasión que esclaviza al más pintado. Me imagino a Chaplin regalando piropos a diestro y siniestro, cosa que hoy está muy mal vista, especialmente a mujeres jóvenes si nos atenemos a la edad de aquellas con las que probó suerte. Mildred Harris, dieciséis años, por veintinueve del artista; Lolita McMurray, actriz de sobrenombre Lita Grey, diecisiete, él treinta y cinco; Paulette Godard, también actriz, pero ésta memorable, con quien encadenó sentimientos y películas, 26 años ella y 47 él. Sin abandonar el oficio, Chaplin, que desconocía el viejo consejo de donde tengas la olla no introduzcas nada muy personal, tuvo que afrontar un litigio con Joan Barry que le atribuyó la paternidad de su hija, Carol Ann; 23 años la madre, 57 el supuesto progenitor. Chaplin pagó una pensión a Carol Ann, la niña de la discordia, hasta que ésta cumplió 21 añitos, a pesar de que las pruebas biológicas no fueron concluyentes.

Charles Chaplin y Edgar Neville en California en 1930. EFE

Con cincuenta y cuatro primaveras (no es tópico, Chaplin nació en abril) en 1943 firmó su último compromiso matrimonial con la hija del eminente escritor Eugene O’Neill, de nombre Oona y de edad dieciocho. Después de dejar atrás los ataques de chismosas profesionales de la época, como Hedda Hooper y Louella Parsons, y sobre todo el irrespirable ambiente creado por el Comité de Actividades Antiamericanas que le hizo comparecer acusado de comunista en 1949, se estableció en Vevey, Suiza. Ni pensar quiero en hasta qué punto sería hoy el inmortal creador pasto de sospechas, acusaciones y persecuciones. En una tormenta con el aparato eléctrico que se ha desatado en nuestros días, la figura de Chaplin sería el pararrayos de la torre Eiffel.

De su intimidad con Edna Purviance, su musa, su amor, su amiga del alma (treinta filmes lo atestiguan, de entre los cuales The Kid señala la cumbre en 1921), no se insinúa ninguna habladuría, nada improcedente. Al contrario, se subraya que Chaplin hizo todo lo posible por relanzar su carrera cuando ésta se hundió, involucrada en un oscuro suceso de amoríos enfrentados por el magnate del petróleo Courtland Dines con otra actriz que disparó contra él, y le mantuvo su sueldo después de su retirada en 1926, hasta que murió en 1958.

Charles Chaplin y Edna Purviance en Charlot en el balneario. Pinterest

De recordar la obra del genio ya se encargan todas las enciclopedias, artículos y necrológicas. Inabarcable casi, inconmensurable por tantos títulos. Yo, por abreviar, entresaco arbitrariamente tres y me quedo tan ancho: El chico, 1921, Tiempos modernos, 1936, y El gran dictador, 1939. De la primera emocionan los ecos de la infancia, pobre de solemnidad, del propio autor. De la segunda, la crítica acerada, desternillante y tragicómica al capitalismo de entreguerras. De la tercera, el ataque frontal al fascismo ascendente y a todos los totalitarismos… la valentía al llevarla a cabo, tantas secuencias memorables… y el discurso final, henchido de idealismo palpitante y conmovedor, que pueden ver por encima del párrafo anterior.

Tiempos modernos levantó la liebre para el FBI que vio en las proclamas a favor de los trabajadores explotados, culminadas con la gloriosa secuencia en la que Charlot enarbola la bandera roja al frente de la manifestación, la prueba evidente de la filiación comunista de Chaplin. Añádanle que defendió a la Unión Soviética como último baluarte contra Hitler, escribió pidiéndole ayuda una carta a Picasso, otro rojo irredento, se codeaó con Bertold Brecht e introdujo malévolos a la vez que divertidísimos diálogos en sus películas como el que pueden ver en Un rey en Nueva York (1957), que les pongo aquí debajo, y comprenderán por qué los sabuesos afinaban el olfato para descubrir al infiltrado, que, como en España predicaban los franquistas, ocultaba cuernos y rabo bajo toneladas de sublime celuloide.

La enormidad de Chaplin se desparramó como un Amazonas incontenible más allá de las riberas del cinema. Su genio alimentó leyendas y dio alimento a los noticieros hasta después de su muerte. El robo de su cadáver, “uno de los hechos delictivos más macabros y rocambolescos de los últimos tiempos”, según relataba con grandilocuencia el diario ABC  en marzo de 1978, terminó de fundir la inmortalidad del personaje con la patética condición humana. Como se describe en El precio de la fama, una agradable comedia firmada por Xavier Beauvois en 2014, dos delincuentes de poca monta profanaron la tumba de Chaplin la madrugada del 2 de marzo de 1978. Dejaron un enorme hueco donde reposaba el ataúd pero se toparon con la firmeza de la viuda, Oona O’Neill, que no estaba dispuesta a pagar un céntimo por los huesos del finado. Hasta las fronteras del más allá llegó la tragicomedia del genio, que volvió por segunda vez a su descanso eterno cinco meses después en una jugada rocambolesca del destino que él mismo hubiera filmado.

Aquella historia esperpéntica de dos pobres ridículos, dos mecánicos de nacionalidad polaca y búlgara, tan chapuzas que después de robar el cadáver no supieron qué hacer con él y acabaron dando con sus huesos en la cárcel, fue tan cierta como que la muerte junto con el nacimiento, como escribe David Torres en su libro recién publicado, Palos de ciego, son los dos momentos esenciales de los que no sabemos nada. Menos clara, pero no menos chapliniana es la fábula del concurso de imitadores de Charlot al que supuestamente se presentó el propio y verdadero “vagabundo” (“The Tramp”, como se usa en inglés) sin ser capaz de convencer al Jurado de que merecía pasar la primera criba.

Concurso de imitadores de Chaplin.

Cuentan las crónicas que allá por 1915, cuando la fama del cómico ya llegaba a todos los rincones del planeta, o a casi todos, para qué vamos a exagerar, el propio interesado sucumbió a la curiosidad de competir contra la caterva de aficionados suplantadores de identidad que afloraban por entonces como setas después de un chaparrón. Su sorpresa hubiera sido morrocotuda al ver que le achacaban torpeza en el arte de emularse a sí mismo de no ser por que… probablemente sea un bulo del que incluso hay dos versiones, o varias, vaya usted a saber. En la más conocida habría quedado en el puesto número veinte; en la segunda, habría conseguido alcanzar el tercero. En realidad se trata de una sucesión de supuestos de los que no existe prueba testimonial alguna; ni recortes de prensa de la imaginaria entrevista que Chaplin habría concedido al Chicago Herald en 1915, según anécdota contada por un tal Lord Desborough, ni de aquella según la cual que habría sido Mary Pickford, su amiga, quien en 1918 lo contó a la prensa porque lo sabía de primera mano. Para rizar el rizo, en la revista Women’s Home Companion de julio de 1934, la escritora Alva Johnston extendió la especie de que Chaplin ganó varios premios en concursos de imitadores y era conocido como el segundo mejor Charles Chaplin de mentira de Kansas City. “Dicen que alguien dice que conoce a alguien que sabe que…” Pero no hay nada que lo demuestre. Y sin embargo ¿a quién no le gustaría que fuera cierta?

Recorte de prensa sobre concurso de imitadores de Chaplin en Dublin.

Hace unos meses más de seiscientas personas de toda edad, sexo y condición acudieron a la llamada del museo Chaplin’s World, que cumplía un año desde que abrió sus puertas en Corsier-sur-Vevey, el pueblecito suizo que alberga la tumba del imperecedero Charlot y donde vivió sus últimos años, para celebrar el 128 aniversario de su nacimiento. A los participantes se les proveía del sombrero hongo, un bigotito y un bastón, no fuera a ser que a alguno se le ocurriera disfrazarse del Hynkel de El gran dictador y el gobierno de Israel se ofendiera por ver en ello apología del nazismo, que cosas más extrañas se han visto.

Asistentes al homenaje a Chaplin convocado por el Museo Chaplin’s World. EFE

El museo se encuentra en las riberas del lago Lemán, en la misma finca en la que vivieron Chaplin y su familia, conocida como “La Manoir”, que los hijos decidieron vender en el año 2000, tras la muerte de Oona O’Neill. Me produce una mezcla extraña de melancolía y frustración ver a tanta gente rindiendo de esta manera homenaje y admiración a ese gran cineasta cuya obra reivindica la dignidad de los pobres y los explotados y la lucha contra las injusticias de un sistema político-económico que hoy más que nunca se revela cruel e inhumano.

Asistentes al homenaje convocado por el Museo Chaplin’s World. EFE

Tengo la sensación de que esa institucionalización de su icono equivale a la anulación de su potencial revolucionario. La misma contradicción que me suscitan los doce minutos de aplausos del público puesto en pie, que Chaplin recibió en 1972 cuando la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood le otorgó un Oscar honorario “por la incalculable influencia que ha tenido en la manera de hacer cine”. Antes, sólo había recibido una estatuilla, pero fue en 1952 por la música de Candilejas. En la secuencia final del camerino Charles Chaplin y Buster Keaton, contradiciendo la leyenda de su enfrentamiento, trataban de ocultar con maquillaje las infinitas heridas infligidas por la vida en el rostro de los dos comediantes; un sentido homenaje al noble oficio de promover la subversión mediante la risa y a las personas que lo ejercen.

Charles Chaplin y Buster Keaton en Candilejas

La irresistible atracción de la crueldad

Nada más eficaz para sacarle a uno de esta borrachera consumista en la que nos sumen tan entrañables fechas como una dosis de caballo de realidad aplicada en vena cuando uno menos se lo espera, por ejemplo, yendo al cine. Que quieren ustedes olvidarse por un buen rato del tostón de los villancicos, de las multitudes en calles y tiendas y hasta del raca raca del procés y los siete enanitos, pues les recomiendo que se acerquen si lo tienen a mano a ver Demasiado cerca (Tesnota), la ópera prima de un joven ruso de 26 años de edad, Kantemir Balagov, criado a los pechos del conocido director Alexander Sokurov, estrenada el viernes pasado.

Darya Zhovner en Demasiado cerca (Tesnota). BTEAM Pictures

Balagov procede de la lejana y probablemente desconocida para ustedes (como lo era para mí) república autónoma rusa de Kabardia-Balkaria, encajada en el norte del Cáucaso, en las faldas de la montaña más alta de Europa, el monte Elbrús, de 5.642 metros de altitud, frontera natural con Asia. Los kabardinos formaron con los balkares (emparentados con los turcos, cuya lengua hablan) la comunidad que lleva el nombre de ambos desde 1936, a la que se sumó un importante número de judíos durante la invasión del Cáucaso por las tropas alemanas. Por suerte o por desgracia, más bien lo segundo, no andan lo suficientemente lejos de Chechenia como para no verse afectados por las recientes guerras de aquellas gentes.

En Nalchik, capital de la república, en 1998, se desarrolla la historia de una familia de judíos que tan pronto celebran la boda de un hijo menor como lamentan al día siguiente que el joven matrimonio haya sido secuestrado para pedir un rescate, algo frecuente por entonces en aquellas latitudes. Ilana, una muchacha de 24 años con mucho carácter y determinación que trabaja con su padre en un taller mecánico, se niega en redondo a pagar los platos rotos y rechaza un matrimonio de conveniencia para recaudar fondos con los que liberar a su hermano.

Si alguien hablaba de feminismo cuando se estrenó Wonder Woman, ¡Ja! Ahí tienen ustedes feminismo del de verdad, el que coloca en primer término a una mujer real y le dota de fuerte personalidad para enfrentarse a lo que haga falta con un par de ovarios: “¡Yo follo con quien quiero!” le dice a sus padres. Y no tiene superpoderes ni gaitas, ni luce piernas, escudo ni cabellera al viento. Me quito el sombrero cuando veo en la pantalla personajes femeninos como esta Ilana, por cierto, interpretado con garra por la debutante Darya Zhovner, de 25 años de edad, nacida en San Petersburgo, graduada en 2016 en la Art Theatre School de Moscú. Una actriz que no llegará al estrellato internacional porque su origen ruso es un grave hándicap para ello, aunque apunta excelentes condiciones.

Demasiado cerca (Tesnota) tiene el sabor áspero de las historias manchadas de barro y pobreza, ésas de las que no cabe esperar muchos chistes y si regalan alguno, seguro que cae en el estómago como un caramelo envenenado. Un ritmo lento, un formato en 1:33, casi cuadrado, y unos colores apagados encierran a la protagonista, junto a su familia y a la tribu a la que pertenece, en un ambiente opresivo del que por mucho que lo intente parece que no podrá escapar. Sin embargo, lo que se convierte en una soga a la que se aferra Ilana para no ahogarse y el espectador para encontrar un alivio a tanta miseria, es el despliegue de dignidad y fortaleza que emerge de ella como si manara de sus entrañas, un comportamiento ejemplar, visto desde cualquier óptica geográfica y cultural, que le proporciona un aura de modernidad que envidiarían millones de mujeres del mundo supuestamente civilizado.

Darya Zhovner en Demasiado cerca (Tesnota). BTEAM Pictures

En medio de todo lo reseñado una secuencia golpea al espectador, no así a los personajes, con una contundencia capaz de derribar a un elefante. Aviso a navegantes: no es apta para todos los públicos, ni siquiera para todos los adultos. A mí me dejó tan hecho polvo como no recordaba yo otra desde que Saló o los 120 días de Sodoma me sumió en un estado catatónico; el poeta asesinado P.P. Pasolini no se apiadaba de nadie al retratar la crueldad humana y aún se quedó corto, como demostraron sus asesinos. Es una secuencia que plantea serias preguntas acerca del límite de lo representable en una pantalla, preguntas a las que no me atrevo a responder con firmeza, tal es su naturaleza controvertida. Se trata de un vídeo que muestra una ejecución real de unos soldados rusos a manos de unos fanáticos terroristas chechenos. Si alguien duda sobre el adjetivo que acabo de aplicar a los criminales, por encontrarse sumidos en una guerra, debo decir que sean cuales sean sus razones políticas lo que se ve y se escucha en la imagen no admite otro calificativo.

El vídeo con la deficiente calidad que permite el soporte en VHS se ve en un monitor de televisión de tubo, muy viejo y cochambroso pero lo que no ven los ojos lo aporta la imaginación horrorizada; ni siquiera serían necesarios los rótulos que traducen las palabras tanto de los matarifes como de la desventurada víctima, cualquiera puede imaginar el significado de las súplicas y el desprecio de los verdugos, estén dichas en checheno, en ruso o en latín. El vídeo, lo advierto, es espantoso y espantosamente real y no estoy seguro de si Kantemir Balagov no se arrepentirá en el futuro de haberlo incluido tal cual en la película, cuando supere la perspectiva que le da su corta edad. Él lo explica de este modo:

«Es un vídeo que mis amigos y yo conseguimos cuando teníamos alrededor de doce, trece años. Lo recuerdo muy claramente porque era la primera vez que me enfrentaba a la muerte y vi a alguien morir lentamente. Estábamos como hechizados, pegados a esas imágenes filmadas en ese momento, en 1998 en un pueblo de Daguestán. No estábamos llenos de sentimientos anti-rusos, no disfrutamos de esas imágenes, pero no podíamos quitarles los ojos de encima… Las reacciones de los personajes cuando miran esta cinta se inspiran en las reacciones de mis amigos y mías, todas muy diferentes».

De izda. a dcha. Artem Tsypin, Darya Zhovner y Kantemir Balagov en el Festival de Cannes. Instagram

Hechizados, pegados a esas imágenes… En Funny Games, la primera obra magistral que conocí del director austríaco, Michael Haneke ataca frontalmente a la capacidad mixtificadora de las artes visuales, capaces de transformar en fascinante espectáculo el horror y el sufrimiento humanos. Cuando el más cruel y refinado de los dos jóvenes agresores vuelve la mirada y se dirige al espectador, directo y sarcástico, para preguntarle si desea que vayan más lejos con la sesión de torturas, el director insinúa complacencia en el ojo del voyeur y le sitúa ante un dilema: debe admitir la insoportable atracción o por el contrario debe rechazar de plano contemplar la representación del sadismo en la pantalla. Michael Haneke toma la decisión en su lugar: «que siga el espectáculo».

Con la secuencia del VHS Demasiado cerca (Tesnota) adquiere de repente un color mucho más sombrío, tan siniestro que ya es imposible de olvidar durante el resto de la película. Haneke hace en su cine una exhibición de brutal violencia psicológica para combatir la noción de violencia física como componente libremente utilizado en un espectáculo insano. Me pregunto si todo lo que los seres in-humanos son capaces de hacer puede ser representado aunque fuera con coartadas morales, aunque se pretendiera provocar el rechazo hacia ello, aunque intentara azuzar la conciencia adormecida de las audiencias. ¿Es legítimo utilizar un vídeo que exhibe la infinita crueldad de la que somos capaces?

Aquí te cortan las alas, allí la cabeza

El Universo cinematográfico ofrece casi tanta variedad de especies y situaciones en las que éstas se desenvuelven como las que hicieron las delicias de Charles Darwin, aunque no estoy muy seguro de si entre ellas podría establecerse una cadena evolutiva que a partir del antepasado común, pongamos los Lumiére, y mediante un complejo proceso de interacción y selección natural nos condujera al disparate del panorama actual. O a la inmensa, contradictoria y riquísima variedad de fenómenos cinematográficos que hoy podemos observar.

La actriz Deepika Padukone. Twitter

Desde el sunami de abusos sexuales en Hollywood hasta el más modesto estreno de una humilde producción en algún lugar del planeta; desde la inimaginable e incomprensible ausencia de Juan Diego en las nominaciones a los Goya de este año hasta el apabullante estreno urbi et orbi de la penúltima entrega de la saga galáctica, que no concluirá hasta que a las ranas les crezca el pelo; desde la irrupción de las plataformas de exhibición en línea que están cambiando el paradigma del consumo a escala mundial hasta la apertura de nuevas salas que reviven el espíritu de los viejos cineclubs… el mundo del cine es un inmenso océano donde conviven desde grandes cetáceos hasta microorganismos a los que nosotros nos acercamos con insaciable curiosidad y a veces nos dejan perplejos.

A finales de septiembre leí este titular: “AMC permitirá a The Walking Dead decir ‘fuck’… ¡dos veces por temporada!” No me negarán que tiene mérito este derroche de progresismo, de flexibilidad moral, de altura de miras en una serie en la que los muertos se pasean tambaleantes con las tripas al aire o con la cabeza colgando si acaban de recibir el impacto de un bate de béisbol, el disparo de una escopeta recortada o una vistosa descarga de ametralladora. Imagino que tal disposición responde a la preocupación de los directivos de la cadena AMC por la salud anímica e intelectual de los espectadores y que no otra cosa les ha llevado a permitir ¡hasta dos veces, en el total de 16 episodios de la octava temporada! y en aras al realismo y verosimilitud la –grosera- libertad de expresión de Negan, el personaje que interpreta Jeffrey Den Morgan, que hasta ahora tenía el “fuck” colgando de los labios como quien lleva un cigarro convertido en colilla maloliente. Es bien sabido que las palabrotas hieren más a los oídos que las detonaciones de las armas y en Estados Unidos las primeras se pueden limitar pero las segundas no.

The Walking Dead-Temporada 8. AMC Press

Tampoco gustan mucho alli  las bromas pesadas o indigestas, lo cual demuestra a veces que desde que tienen un presidente tan gracioso el sentido del humor es un valor a la baja. Resulta que en verano la CNN sometió a un auto de fe a la actriz y comentarista Kathy Griffin, que había tenido la delicada idea de posar con una cabeza ensangrentada. Hasta ahí, no era más que una imagen que parecía extraída de una campaña de la serie mencionada arriba, ligeramente subidita de gore. Lo malo es que la cabeza presentaba un rostro sospechosamente parecido al del presidente de la nación, ese señor que aprueba bajar los impuestos  a los ricos y éstos le dicen que tampoco se pase, que vamos es lo nunca visto, ya quisiéramos que los nuestros tomaran nota. “Pido mis más sinceras disculpas, acabo de ver ahora la reacción a esas imágenes”, se arrepintió de su pecado la actriz en Instagram. “Fui demasiado lejos”. Y añadió que sólo estaba “haciendo una broma sobre el bromista en jefe”. Pero ese acto de contricción no impidió que la CNN la fulminara.

Tuit de Kathy Griffin con la cabeza de Donald Trump.
“Había sangre saliendo de sus ojos, sangre saliendo de su… donde sea”

Y ya que hablamos de cabezas cortadas yuxtaponemos estas simpáticas anécdotas con este otro titular de hace un mes: “Un político de la India ofrece 1,6 millones de dólares por decapitar a una actriz”. Y no se trata de una broma de mal gusto ni de una metáfora forzada. Aquí la cosa vira del castaño a oscuro, oscurísimo. Aquí ya no se trata de que una serie busque y contente a su audiencia más fiel (la que, según parece, votó a Donald Trump) con melindres y bobadas. Aquí topamos con las creencias religiosas y la interpretación fanática que conduce a un grado muy superior de barbaridad. ¡Ríete tú de nuestra clase política! Nuestra derecha patria es el culmen de la civilización comparada con la que se estila en India. Aquí se aplica la Constitución a nuestra manera, a golpe de decreto y luego ya si eso ya hablamos, en la cárcel o por plasma, pero allí tan pronto te amenazan con cortarte la nariz como, peor aún, ofrecen recompensa por tu cabeza, como en el viejo oeste americano.

Deepika Padukone en Padmavati

Una de las grandes estrellas del país de Gandhi, de nombre Deepika Padukone, tuvo la mala suerte de protagonizar una superproducción, Padmavati, que recreaba la leyenda de una reina hindú dispuesta a arder como una antorcha antes que ser hecha prisionera por el bárbaro musulmán Alauddin Khilji, de cuyas intenciones no debía fiarse ni un pelo. A las puertas del estreno de lo que se esperaba que sería la sensación del año alguien difundió un rumor cargado por el diablo, como mandan los cánones, que obligó a la productora a cancelarlo todo. Conforme a ese rumor, en una escena del filme la reina Padmavati soñaba con un encuentro calentito con Khilji, lo cual está muy pero que muy mal, según el recto entender de los hindúes más ortodoxos –otra vez los guardianes de la moral al acecho, que como se ve están en todas partes y latitudes-. Y como los desmentidos no se los cree ni dios, por mucho que insistieran en ellos los autores, comenzó una campaña de improperios, acoso y amenazas de todo jaez contra la película, contra el director, Sanjay Leela Bhansali, la actriz, Deepika Padukone, y el que llevaba los tés verdes cuyo nombre no figura en los créditos. El líder del grupo derechista más influyente, Kari Sena, amenazó incluso con cortarle la nariz a Deepika, sin pararse a pensar qué podría hacer después con ella, el muy bestia.

Kunwar Suraj Pal Amu. Twitter

Pero el más cafre, de irresistible instinto asesino, el líder del diestro partido gobernante BharatiyaJanata (BJP) de nombre  Suraj Pal Amu, tiró por la calle de en medio y decidió entrar en competencia directa con el ayatolá Jomeini cuando allá por 1989 no había sinapismo que le calmara por la publicación de la novela Los versos satánicos y puso precio a la vida de Salman Rushdie. El tal Suraj Pal Amu, sin necesidad de proclamar ninguna fatua, ofreció una recompensa en efectivo equivalente a 1,3 millones de euros a quien emulara a Salome y le presentara la noble y bella testa de Deepika Padukone. En la información de Channel News Asia no consta si mantendría el precio en caso de que ésta fuera presentada sin apéndice nasal. También proponía decapitar al director, Sanjay Leela Bhansali, pero no tengo claro si debía entregarse la prueba del delito en el mismo paquete, o aparte, y si la módica cantidad propuesta sólo era canjeable a cambio de ambas cabezas juntas o por cada una de ellas. La cinta, por si acaso y mientras se van aclarando las autoridades, ha sido prohibida en algunos estados de la India, tales como Uttar Pradesh y Rayastán.

Andrea Solario: Salomé con la cabeza de San Juan Bautista

Ya ven qué cosas tiene esto del cine y a qué diferentes embates deben hacer frente quienes lo hacen. En Hollywood si te portas mal te cortan la lengua, pero figuradamente, o te mandan a hacer terapias en clínicas muy caras, si la cosa es realmente grave, mientras te muestran la puerta de salida de la industria. En Bollywood lo tienen más crudo. En la India, donde la compañía fabricante Manforce puso en circulación una línea de preservativos con sabor a achari, un condimento de aceite extremadamente picante utilizado en la cocina del sur de Asia, porque las gomitas con sabores a banana o frambuesa les parecían mariconadas, no se andan con contemplaciones y si hay que cortar cabezas de los infieles se pone una pasta sobre la mesa y a esperar…

Un premio siempre es un alivio

Cuando a uno le han convertido en un apestado, le ha abandonado la mayoría de los amigos y otros ni están ni se les espera porque para qué, una buena noticia, aunque sea pequeña, es una botella de agua fresquita en el desierto. Eso es lo que le ha pasado a Enrique González Macho, que ayer recibió esa alegría de parte de la Federación de empresarios de cine españoles, un «Premio a toda su carrera», lo cual, habida cuenta de los derroteros por los que este hombre pasa en los últimos tiempos, es como hacer gala de un optimismo imbatible.

 

González Macho es uno de los grandes prohombres de nuestro cine, alguien que un día fue arrojado a los infiernos sin que Dante le avisara, al menos para hacerse una idea de qué debía llevarse en la maleta y qué tipo de contraseñas le serían más útiles a las puertas del Averno para minimizar los daños, si reconocerse culpable de haber defendido al cine español contra viento y marea, de haber aceptado algunos reconocimientos de campanillas, como el Premio Nacional de Cinematografía, el de Caballero de las Artes y las Ciencias, otorgado por el gobierno francés en agradecimiento a su apoyo a la cinematografía europea, o incluso la silla eléctrica de la Presidencia de la Academia de Cine, o si por el contrario, agravaría su pena declararse convicto de haber dado la cara y pagado todas las deudas a sus deudores en coyunturas harto difíciles, como cuando tuvo que echar el cierre con dolor de corazón a muchas decenas de salas de cine.

Enrique González Macho. EFE

Hace dos años el diario El País denunciaba como quien descubre el caso Gurtel el “Fraude del taquillazo”, que supuestamente habría conmocionado al cine español. El fraude consistiría en “sobredimensionar las taquillas y entradas de espectadores para aparentar que el filme reúne los requisitos para cobrar la subvención correspondiente”. Según el informador hubo productores que habían “pagado de su bolsillo entradas para alcanzar el mínimo de espectadores necesario para recibir la ayuda (60.000 o 30.000, dependiendo de las películas)”. Esta práctica de “autocompra” de entradas no era en sí mismo un delito con la legislación en ese momento vigente, posteriormente modificada. Sí lo era echarle un poco de imaginación e inventar proyecciones o falsas sesiones matinales que habrían mosqueado a la fiscalía porque veía en este ejercicio creativo un falseamiento de datos con vistas a la obtención de subvenciones.

El País daba cuenta de una larga lista de investigados: “Jaume Solé Viñas, Antonio Solé Viñas, Luna Exhibición y ABS Productions-Barcelona por las películas La zona muerta, Pecador y La última mirada; el director y productor —con su empresa Nickelodeon Dos PC— José Luis Garci, por Holmes & Watson. Madrid days; Enrique Cerezo, como productor de La montaña rusa; el productor Gerardo Herrero, de la empresa Tornasol; Luis Miñarro, a través de su empresa Eddie Saeta; Juan Martínez, Marck Albela, José Gago y José R. Gago Perales, de Gona Centro de Producción, por Los muertos no se tocan, nene, y Edmundo Gil, de Flamenco Films, por Rosa y negro”. También se les había abierto sumario a Canónigo Films, Produzione Straordinaria, Kanzaman y Kaplan.

Enrique González Macho en la Gala de los Goya como Presidente de la Academia. EFE

La imprescindible connivencia con los exhibidores para llevar a cabo este fraude hizo figurar en otros sumarios a empresas como “Luna Exhibición, Séptimo Arte Exhibición (empresa dueña en Madrid del Pequeño Cine Estudio y de los cines Paraíso Mirasierra) y la cadena AbacoCine-Cinebox”. A Enrique González Macho la fiscalía le acusaba de pretextar falsas sesiones matinales de la coproducción francoespañola Rosa y negro en salas de Alta Films para justificar el número de entradas exigidas por un sistema de subvenciones basado en la taquilla que penalizaba a las películas ignoradas por el público.

En marzo de este año El País tiraba de su hilo directo con la Fiscalía de Madrid revelando que había pedido dos años de prisión y una multa de un millón de euros (que podría “cómodamente” canjear por otros seis meses si no los pagaba) para él y para el productor de cine Juan Romero Iglesias. Les acusaba de haber implementado el mecanismo que he explicado más arriba. Yo ya dije en su día que, sin entrar en el fondo de la cuestión sobre si son delitos o son faltas, qué gravedad tienen y qué consecuencias penales acarrean, cosa que deberán sustanciar los tribunales cuando dios les dé a entender (más tarde que pronto, ya se sabe), me llama poderosamente la atención que el único estigmatizado por este asunto fuera González Macho (convendrán conmigo que del señor Romero Iglesias ni habían oído o leído nada antes ni lo han vuelto a leer o escuchar).

Muy pocos salieron en su defensa. Entre las excepciones, el periodista Oti Marchante no dudaba en calificar de auténtica canallada lo que se le estaba haciendo; Ramón Colóm, presidente de la Confederación de los Productores Audiovisuales (FAPAE), a la pregunta de ¿cree que González Macho es inocente? respondía: “creo que es inocente. Se le ha crucificado y no sabemos si al final saldrá por la puerta grande”. El Presidente de la Federación de Cines (FECE), Juan Ramón Gómez Fabra, calificaba de “sangrante” lo que le estaba ocurriendo al expresidente de la Academia. Se hacían cargo de que la situación anímica por la que atravesaba era de las que uno no le desea a los peores enemigos y se la reserva a esa clase de amigos de los que es mejor cuidarse las espaldas.

Enrique González Macho recoge su Premio FECE. Twitter

No me constan los nombres de otros colaboradores profesionales, colegas o compañeros del planeta cine español que le ofrecieran palabras de aliento, salvo el de alguna persona que habiendo trabajado con él sigue manteniéndole una estima y cariño como las que uno necesita en los malos momentos. En general, ya sabemos cómo son estas cosas, cuando un gigante cae la muchedumbre se aparta por el qué dirán y si te he visto no me acuerdo. Por eso me he alegrado de que la FECE (Federación de Cines de España) le haya regalado un instante de alivio, un pequeño homenaje en forma de “Premio a toda su carrera”, al que humildemente me sumo de pensamiento. Porque yo tuve y sigo teniendo la sospecha de que González Macho fue víctima de una encerrona para convertirle en cabeza de turco. Tengo pendiente una conversación con él para que me explique los intríngulis del asunto, a lo que él se ofreció de inmediato cuando escribí aquel post que he mencionado más arriba. Ojalá la Justicia haga honor a su nombre y lo haga pronto. Estoy seguro de que es un hombre honrado.

Justos y pecadores, todos revueltos

En el mundo globalizado en el que vivimos cualquier campaña publicitaria negativa puede dar al traste con la carrera comercial de una película. Es lo que supone la presión de la opinión pública, tan sensible (y manipulable) en según qué asuntos a las noticias chungas que involucren a los artistas, especialmente  directores, actores o actrices. Para evitar esa presión se retiran del cartel a las estrellas caídas en desgracia por motivos casi siempre relacionados con la reputación moral, en particular la relativa a conductas sexuales repudiadas. Es lo que le ha sucedido a Kevin Spacey, el caso más obvio, dejando aparte a Harvey Weinstein, que juega en otra “Liga de los abusos” y purga por hábitos malsanos –por decirlo suavemente- acreditados por toda una legión de víctimas suficientemente amplia como para sospechar que si este río tanto suena debe de llevar un Amazonas de agua. Spacey, por su parte, se ha caído con todo el equipo pero tendrá que pasar mucho tiempo para que descubramos si hay proporcionalidad entre los delitos o faltas de los que se le acusa y las consecuencias que para él han tenido las acusaciones.

Lo peor no es que quienes han cometido fechorías paguen por adelantado, antes de ser acusados formalmente ante un tribunal, juzgados y condenados, con el descrédito y el hundimiento de sus carreras, sino que en el clima de general indignación que provoca el aluvión de denuncias se mezclen justos con pecadores. Yo tengo escrito en este mismo espacio alguna reflexión al respecto que, a juzgar por algunos comentarios subidos de tono en contra de este opinador, es interpretada como una defensa de los primeros en lugar de una prevención para no confundirlos con quienes pueden encontrarse en el grupo de los segundos. Y no, claro, está, no pretende uno echar un cable de apoyo a sinvergüenzas, abusadores y menos aún violadores, sino advertir de que las inculpaciones deben sustanciarse en los tribunales y de que hasta que eso ocurra es temerario dar por demostrado lo que alguien dice contra otro, porque detrás del litigio pueden agazaparse las razones más perversas.

 

Quienes trabajamos en los medios de comunicación tenemos una especial responsabilidad para tratar estos asuntos con cuidado y delicadeza sin dejarnos llevar por prejuicios establecidos. Recientemente leí, para más inri en un periódico deportivo, un titular que decía: “La hija de Woody Allen, víctima de abusos sexuales por parte de su padre, critica la doble moral de Hollywood”. Tras la contundente imputación de culpabilidad contra el director neoyorquino asumida por el periódico en el titular, el cuerpo de la noticia se mostraba ligeramente más cauto: “Dylan Farrow, hija adoptiva de Woody Allen, quien denunció públicamente en 2014 los abusos a la que se vio sometida por su padre, ha vuelto a hablar. Esta vez, sobre la doble moral de Hollywood en un artículo titulado “¿Por qué la revolución #MeToo ha salvado a Woody Allen?”.

 

La falta de concordancia gramatical (“abusos a la que…”) en este texto es una cuestión muy menor frente a la cuestión de fondo, pero parece revelar inconscientemente la doble violación del código deontológico en la que incurre el periodista al dar por hecho, primero explícita y después implícitamente que las afirmaciones de Dylan Farrow (que tenía siete años de edad cuando supuestamente su padre adoptivo habría cometido los abusos) se sustentaban en hechos reales. El periódico toma partido en un asunto del que como mínimo hay muchos motivos para no estar seguros sobre quién dice la verdad, si el acusado, cuya imputación fue rechazada por un juez, o la acusadora infantil, detrás de la cual aquel juez vio la mano manipuladora de su madre, Mia Farrow.

El tortuoso caso de Woody Allen data de 1992 cuando en plena batalla legal por la custodia de sus hijos la actriz argumentó tales acusaciones sin conseguir que la Justicia las tomara por creíbles, pero llega hasta nuestros días. El 1 de febrero de 2014 Dylan publicó una carta en el diario The New York Times en la que volvía a cargar a su padre adoptivo con la mancha de haber abusado sexualmente de ella. Ronan Farrow (hijo biológico de la pareja) siguió su estela y publicó un artículo en mayo de 2016 minutos antes de la presentación mundial de Café Society, la anteúltima película de Allen, en el marco del festival de Cannes, cuyo título anticipaba su protesta por el escaso crédito concedido a su hermana: Mi padre, Woody Allen, y el peligro de no hacer preguntas. «Yo creo a mi hermana, él sigue en libertad y dirigiendo películas gracias a una cultura de la impunidad y el silencio. Amazon ha pagado millones de dólares para producir su serie y su nueva película”, afirmaba el periodista que descubrió la gravedad del caso de Harvey Weinstein en otro artículo publicado en The New Yorker.

Woody Allen en el Festival de Cannes

Dylan y Ronan coinciden en lamentar que muchas actrices y muchos actores sigan queriendo trabajar a las órdenes de Woody Allen y repudian lo que ellos consideran una evidente falta de compromiso contra los delitos sexuales. Lo que sin embargo dicen al respecto algunas señaladas, como Kate Winslet, estrella de Wonder Wheel, el último filme del director de Manhattan, es aquello que uno cree lo más sensato: “Yo no conocía a Woody y no sé nada acerca de esa familia. Como actriz de una de sus películas solo debes apartarte y decir: no sé nada, realmente no sé si es verdad o es falso. Tú dejas eso de lado y simplemente trabajas con la persona. Woody Allen es un director increíble«. En esa misma posición se encontraba también la actriz Blake Lively que respondió prudentemente: “Es peligroso hablar de temas de los que no tienes ningún conocimiento. Yo solo puedo saber lo que he experimentado”.

Kate Winslet en Wonder Wheel. A Contracorriente

Dylan agradece que otras intérpretes se mojen dando por buenas sus acusaciones, entre ellas Jessica Chastain, quien se pronunció con radical claridad afirmando que nunca trabajaría con Woody Allen. En su empeño por empujar a su padre al infierno en el que se encuentra Harvey Weinstein, Dylan responsabilizaba a aquél de haber puesto en su contra a su otro hermano de 39 años de edad, Moses Farrow, quien al contrario que ella considera que la verdadera madre del cordero, la culpable de este embrollo es Mia Farrow. Moses consideraba recientemente en una entrevista a la revista People que la actriz fue con ellos “abusiva física y emocionalmente”… “Ahora que ya no vivo con miedo de su rechazo soy libre de compartir cómo ella me cultivó y me lavó el cerebro”. Según Moses, Mia Farrow creó una atmósfera de miedo y odio hacia su ex pareja y respecto al hecho descrito por su hermana ha afirmado:  «Ese día había seis o siete personas en casa. Nadie estaba en un cuarto cerrado; mi madre salió astutamente para irse de compras. No sé si mi hermana realmente cree que ha sido violada o lo está haciendo para agradar a mi madre. Sería una motivación muy fuerte, ya que tenerla en tu contra es algo terrible”… «se enfurecía de una manera aterradora; nunca sabías qué podría hacer».

Woody Allen, Mia Farrow y sus hijos, Dylan y Moses. GTRESONLINE

El genial y octogenario director norteamericano (82 recién cumplidos) vive en un sobresalto periódico estos últimos años con la reactivación de ese caso que se remonta a un cuarto de siglo y que independientemente de cualquier calificación debería considerarse prescrito. Su cinematografía ha ido adquiriendo una gradación dramática que en el caso de la última entrega, Wonder Wheel, pese al maravilloso tratamiento cromático de Vittorio Storaro, vira a una tonalidad sombría que delata sin duda el estado de ánimo del cineasta; sus personajes se ven sometidos a la tiranía de una fatalismo que no les permite escapar de la infelicidad, a la que pretenden hacer frente con la ayuda del amor en sus diferentes versiones: el interesado, el resignado o el ingenuo. El amor y la vida, según Allen, dan unas vueltas del todo imprevisibles.

Condones en serie

En Francia las autoridades educativas, tentadas de promover una campaña para que los villanos en la ficción se adecúen a unas normas de conducta que puedan servir de ejemplo para los escolares, se preguntaban por qué los personajes tienen que fumar tanto en la pantalla. Siguiendo ese patrón, en España quizás deberíamos ver desaparecer de la escena las copas nocturnas  -y no digamos las rayitas blancas-. O sea que los chorizos pidieran en la barra del bar un vaso de colacao mientras deliberan sobre sus fechorías. O los banqueros y políticos corruptos tomaran una horchata, acosados por su conciencia.

¿Y en Estados Unidos? Allí, ya saben ustedes lo que les preocupa más que ninguna otra cosa. Antes de que se desatara la madres de todas las tormentas con las revelaciones que han puesto en la picota a Harvey Weinstein y a un número creciente de sospechosos y acusados de abusos sexuales, este verano algunos medios se hacían eco de otra polémica, otro pequeño terremoto con epicentro en el bajo vientre, aunque la intensidad de éste sólo fuera un tímido presagio del que llegó después. La cosa iba de látex, de condones, o sea.

Siempre que hay una polémica hay un acusado de faltar a las buenas maneras. Esta vez le tocó la china a la cadena HBO, cuya serie Insecure ha hecho gala al parecer –espero la confirmación por parte de Cecilia García Díaz-  en sus dos temporadas emitidas de frecuentes situaciones eróticas en las que ni dios hacía ademán de echar mano al bolso o al bolsillo para extraer un profiláctico… O sea, lo normal, porque que yo sepa, es tan difícil ver una goma de esas en cine y televisión como ver en chirona a quienes ustedes y yo sabemos. Y algunos espectadores, de esos que enarbolan la lupa para examinar y denunciar cualquier mínimo detalle que pueda ser censurable según su muy estricto sentido de la moral, protestaron por tan escasamente saludable costumbre. Vamos, se quejaban de que los personajes se mostraban en sintonía con el título de la serie (Insecure) y no practicaban safe sex (sexo seguro), lo que a su entender es muy malo para la educación de los jóvenes.

Ya lo ven, el adoctrinamiento juvenil de nuevo como pretexto para convertir el reino de la ficción en el patio de recreo de un seminario. Uno de los responsables de la serie, Prentice Penny, aducía en Twitter que sus personajes estaban “protegidos” el 99% del tiempo y que 28 minutos para contar una historia en cada capítulo tampoco daba para mucho. No es que fuera la mejor estrategia defensiva, pero una semana más tarde, tras la emisión del episodio 4, la creadora y estrella de Insecure, Issa Rae, lo empeoró: «Tendemos a colocar condones en el fondo de la escena o que estén implícitos en ellas. Pero prestamos atención a sus comentarios (los de los espectadores quejicas) y lo haremos mejor la próxima temporada «. Parece estar pensando a aplicar una variante del llamado “product placement”, pero en plan campaña educativa, cambiando la Coca Cola o el portátil de Apple por unos preservativos descuidadamente olvidados en un rincón del sofá.

Como ven, todo un despropósito. A este paso se le pedirá a los guionistas de Juego de Tronos que si puede ser no se carguen a tantos personajes porque va a parecer que están haciendo apología de la pena de muerte y en Estados Unidos ya tienen ellos suficiente con la que pregona Donald Trump.  ¿Y qué me dicen de The Deuce? ¿No se estarán pasando con tanta prostitución y tanta palabrota? Estamos llegando a un nivel de puritanismo y tontería que como no lo impidamos entre todos vamos a terminar por echar de menos los tiempos en que se nos advertía en Televisión Española con unos rombos de la clasificación moral de lo que íbamos a ver. Aquello era el reino de la libertad comparado con lo que nos amenaza.

Ni el porno se libra de estas pretensiones. La última marea de los preservativos llegó a las costas del porno californiano hace ahora poco más de un año pero los electores rechazaron una propuesta, la Proposición 60, que pretendía obligar a los actores de tan próspera y al tiempo controvertida industria a usarlos en el desempeño de su profesión. Allí el fantasma agitado era el SIDA, que es ciertamente un peligro serio cuando se trata de intercambiar fluidos a diestro y siniestro, y la propuesta partía del presidente de la Fundación de Salud AIDS. La paradoja del caso es que este señor se llama ¡Michael Weinstein! Aunque no parece que sea el hermano oculto de Harvey y Bob.

GTRES

Los consumidores reales y parte de los potenciales dijeron, por un 54% de los votos contra el 46%, que hasta ahí podíamos llegar, que una cosa es que no hubiera más remedio que tomar precauciones en la vida privada y otra que hubiera que hacerlo hasta en las más íntimas fantasías, que así no había quien calentara motores como dios manda. Pero además, el señor Weinstein no se conformaba con echar agua al fuego de la pasión pornográfica, pretendía también convertir en delatores a los consumidores y les animaba a denunciar a los actores que se saltaran a la torera estas barreras contra la promiscuidad sin protección.

Ya lo sabemos, en lo tocante a desandar caminos de libertad de expresión todo es dejar a los gobernantes ponerse. Y si no que se lo pregunten a los que están pagando con cárcel la aplicación a modo de la Ley mordaza. La censura silenciosa es la Quinta columna del totalitarismo infiltrada en la democracia. Yo no gano para llamar la atención sobre las fechorías de Facebook e Instagram, o viceversa. Mi reciente post, una inocente defensa de quienes reivindican dar la leche materna en su envase natural, también ha sido censurado por el Libro de Caras, o como se diga, de Zuckerberg con este inverosímil argumento:

¡Habráse visto semejante sandez! ¿Ven ustedes algún parecido entre esas normas y el objeto prohibido al que las aplican? ¡No tienen ninguna vergüenza!

En Instagram no se mama

En este blog afirmé ufano un día que era para mí un gran honor haber sido censurado ¡al fin! por Facebook. Debo admitir que la cosa no tenía mérito alguno por mi parte. Simplemente había colocado en un post anterior una fotografía, o varias, o el contenido entero –en puridad, no lo sé- de Mathilda May luciendo su maravillosa teta, tal como Bigas Luna la había homenajeado en su película La teta y la luna. Era una teta colmada de nutritivo alimento, pero una teta al fin, y eso está prohibido en esa red social, cuyo puritanismo y contradicciones yo traté humildemente de denunciar y combatir. Y yo, reincidente que soy, vuelvo al tema.

Mathilda May en La teta y la luna

Bueno, pues el mismo virus hace de las suyas también en Instagram y por tanto es menester desaprobarlo aquí. Para empezar, no debe sorprendernos porque los dueños de ambas redes son los mismos, ya que Facebook compró Instagram en 2012 por la irrisoria cantidad de 715 millones de euros. Bueno, por entonces era una cantidad astronómica y todo el mundo de las finanzas pensó que Zuckerberg se había vuelto loco, pero si se piensa que este año cuenta con obtener unos 3200 millones de nada, no me dirán que no fue una bicoca.

Pero volviendo al asunto que nos ocupa, Instagram practica la misma y ortopédica filosofía que Facebook y anda por ahí censurando fotos o perfiles con la misma alegría que padecimos durante la larga noche del franquismo, y por los mismos motivos; desde 2013, según sus Normas Comunitarias:

«Somos conscientes de que es posible que algunas personas quieran compartir imágenes de desnudos de carácter artístico o creativo; sin embargo, por diversos motivos, no permitimos que se publiquen desnudos en Instagram. Esta restricción se aplica a fotos, vídeos y determinado contenido digital que muestren actos sexuales, genitales y primeros planos de nalgas totalmente al descubierto. También se aplica a algunas fotos de pezones femeninos; sin embargo, sí se permiten fotos de cicatrices de mastectomías y de lactancia materna. También se aceptan desnudos en fotos de cuadros y esculturas».

¡Ja! “También se aplica a algunas fotos de pezones femeninos; sin embargo, sí se permiten fotos de cicatrices de mastectomías y de lactancia materna”. Mienten como bellacos. ¿Qué tipo de pezones de lactancia materna sí se permiten? Que se lo digan a la actriz Marta Larralde, censurada en Instagram por publicar esta fotografía tan tierna con su bebe:

Marta Larralde. Blog Corre nena corre

Larralde es una aguerrida defensora de la lactancia materna de la que ha hecho caballo de batalla en su blog Corre nena corre, un espacio en el que ha publicado unas cuantas fotografías y textos que dan cuenta tanto de sus cambios fisiológicos durante el embarazo como de las alegrías y contrariedades que éste conlleva. El poder de la teta, en dos entregas; así es como tituló su experiencia relatada con todo lujo de detalles y consejos.  Cometió el error de llevar algunas de esas fotos a su cuenta de Instagram y el resultado fue tan penoso y ridículo –para la red, no para ella- como esta imagen, en la que el pezón se convierte en algo vergonzoso que hay que ocultar:

Marta Larralde, censurada. Instagram

Conscientes de ello, muchas famosas, de entre las cuales sólo citaré, a modo de ejemplo, a la actriz Úrsula Corberó, se las arreglan con posturitas, encuadres, una mano por acá otra mano por allí, o juegos de luces para poder deslizar imágenes de sus bellas anatomías sin que la tijera del censor se active, inmunda tarea para la cual alienta a los chivatos y fomenta la delación con esta sibilina sugerencia que figura en el apartado “Ayúdanos a mantener unida la comunidad” de las Condiciones de Uso de Instagram: “Si ves algo que consideras que infringe nuestras normas, comunícanoslo utilizando nuestra opción de denuncia integrada. Contamos con un equipo internacional que revisa estas denuncias y trabaja con la mayor celeridad posible para retirar el contenido que incumpla nuestras normas”.

 

Aquí, en tetis y flipándolo heavy con las vistazas del @w_barcelona ❤️ Robado de @chinodarin 👫

Una publicación compartida de Úrsula Corberó 🐣 (@ursulolita) el 26 de Jun de 2017 a la(s) 9:33 PDT

Ya nos lo avisó el antiguo empleado de la CIA, hoy refugiado en Rusia, Edward Snowden (un héroe que merece el Premio Nobel), cuando desveló varios programas de vigilancia masiva de la NSA (la Agencia de Seguridad norteamericana), entre ellos el PRISM y XKeyscore. 1984 se quedó muy atrás pero el Gran Hermano nos vigila gracias a la colaboración de las grandes compañías de telecomunicaciones, tecnología y de Internet, como Microsoft, Google, Apple, Facebook, etc. No sólo nos vigilan; algunas, como las que son objeto de este post, también nos quieren castos y puros, a salvo de las tentaciones de la carne, que como ellos suponen se esconde en la pecaminosa forma de los pezones femeninos, con leche o sin leche materna, que tanto da.

Y no digamos ya si a algunas artistas les da por el satanismo, o lo que sea que practicara María Forqué, hija de la veterana actriz Verónica Forqué y el director de cine Manuel Iborra, que con tanta sangre sobre su cuerpo desnudo, la cosa sólo podía tratarse de brujería diabólica, debieron de pensar en la Compañía. ¿Qué me dice usted de “performances artísticas”, de arte multidisciplinar, ni qué niño muerto?, seguramente se preguntó el CEO de la app fotográfica, Kevin Systrom, en el supuesto de que este buen hombre hubiera tenido la posibilidad –más que improbable- de haber visto y opinado acerca de las fotos de esta chica tan traviesa. Por cierto, el anglicismo CEO (otra de las estúpidas modas de nuestro tiempo en España) quiere decir Chief Executive Officer, que literalmente en español significa Oficial Ejecutivo en Jefe”, quizás menos vistoso y pinturero pero más fácil de comprender para los no angloparlantes.

María Forqué. Instagram

María Forqué sufrió en sus carnes la estrechez de conductos mentales de la que nos estamos quejando y vio suprimida su cuenta de Instagram cuando llevaba reunidos tropecientos mil seguidores, ¡con lo que cuesta que a uno le sigan unos pocos!, porque colgó algunas fotografías muy calentitas que hubieran podido ilustrar el poster de películas ambientadas en el castillo del famoso conde transilvano. A mí me encantan, aprovecho para decirlo, pero al sabueso ocasional del señorito Systrom debió de causarle algún vuelco al corazón y decidió cerrar la puerta de la compañía bajo siete llaves para que María no entrara. Y hasta puede que imitara al PP y quemara los discos duros en los que se guardaban las imágenes, con lo que se organizó un buen cabreo entre los seguidores de la artista agrupados bajo la etiqueta #Freemariaforque1 para reivindicar su trabajo e indignarse por la impresentable decisión.

María Forqué. Instagram

No muy orgulloso de su código de buenas conductas, resulta que el señorito Systrom le echa las culpas del integrismo preconciliar a Apple. Parece ser que durante un acto organizado por Dazed Media, una marca líder en Medios de Moda y Cultura, este caballero dijo que la App Store de Apple obliga a observar esas medidas tan absurdas a quienes requieren sus servicios y que de no haberlo hecho Instagram hubiera sido desterrada de su paraíso. Así son ellos de chulos, la cosa no va de moral, va de pasta. ¡Como si nos pillara por sorpresa!

No es un travelo ¡Es una mujer!

El pasado 30 de noviembre el Congreso de los Diputados aprobó la toma en consideración de una proposición de ley del PSOE para que los menores transexuales puedan cambiar su nombre y sexo en el registro civil sin tener que presentar informes médicos. El resultado de la votación fue una goleada de 203 votos a favor y 130 en contra. Adivinen quién votó en contra. Pues sí, han acertado, el Partido Popular y algún otro diputado suelto. Es un paso limitado pero importante para sentar las bases que acaben con situaciones como las que han vivido en este santo país las personas que llevan siglos cosechando desprecios, humillaciones, torturas, personas a las que condenó al nacer su condición de “travelo”, de “tío con tetas y polla”, como les llaman quienes con infinita ignorancia les maltratan.

Cuando esa proposición se convierta en Ley efectiva, tal vez deje de haber denuncias como la de Claudia García Díaz, de 20 años de edad, contra el Servicio de Salud del Principado de Asturias (SESPA) por haber sido objeto de «trato vejatorio, sexista y humillante» por parte de la Unidad de Tratamiento de Identidad de Género, donde se queja de que se le preguntara por cosas como la profundidad de su vagina o sus posiciones sexuales favoritas. Denuncia probablemente similar a otras que se presentan en toda España contra las Unidades de Tratamiento de Identidad de Género, que son las encargadas de la evaluación psiquiátrica de las personas transexuales.

Daniela Vega en Una mujer fantástica. BTEAM PICTURES

El drama de estas personas no es, claro está, un problema que se limite a España. Según una encuesta de la American Foundation for Suicide Prevention y  el Instituto Williams con la Universidad de UCLA, Estados Unidos, más del 80 % de las mujeres transexuales fueron víctimas de delitos de odio y en 2016 más del 40 % intentaron quitarse la vida. Los hombres transexuales incluso superan esas cifras.

He contemplado estos datos para tener una contextualización de urgencia de la película Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, flamante ganadora de los galardones a la Mejor Dirección, Mejor Película y Mejor Actriz para Daniela Vega en los Premios Fénix de Cine Iberoamericano celebrados el pasado miércoles 6 en México.

El director chileno argentino Sebastián Lelio despliega una sensibilidad exquisita en el retrato de su protagonista, Marina, esa mujer transgénero que Daniela Vega encarna con su cuerpo, con su voz y con toda su alma. No menos delicado y cuidadoso con el detalle en los pliegues más íntimos de la personalidad de su criatura había demostrado en Gloria, su cuarta película y todo un descubrimiento en el Festival de Berlín, donde triunfó su actriz, Paulina García y recibió  de propina dos premios más. Dos mujeres fuertes y luchadoras, contra los prejuicios, contra las injusticias, contra el propio yo cuando se siente desfallecer ante la inmensa crueldad del enemigo. Y dos actrices cuyo trabajo es imposible de olvidar al encenderse las luces de la sala, de ahí que sean reconocidos en los certámenes y festivales.

Gloria era una mujer de 60 años cumplidos que no se resignaba a dejar de disfrutar de la vida, del sexo, del amor y de lo que diablos le apeteciera. Marina es una mujer de apariencia no homologada para los obtusos de mente, para los y las machistas que la tratan como una perversión del orden de las cosas, para los meapilas católicos que rezan en la iglesia y se ciscan en el sentido humanista de su religión; y Marina no está dispuesta a dejarse doblegar ni con buenas palabras, ni bajo amenazas, ni bajo extorsión policial, ni siquiera cuando es maltratada físicamente. Debajo del rostro desfigurado no saben los bárbaros agresores la fuerza que Marina esconde, el coraje de un ser orgulloso y noble, imbuido de una misión: sobreponerse a la desgracia y mirar hacia adelante… la vida sigue. No teman los espectadores ningún atisbo de sordidez en la historia de esta mujer.

Daniela Vega en Una mujer fantásticaBTEAM PICTURES

Sebastián Lelio tenía ante los pies el abismo en el que suelen precipitarse las mejores intenciones cuando se trata de abordar dramas como el de esta mujer fantástica. Abordarlo con realismo, con la dureza que el tema exige porque es imposible evitarla, y a la vez con una mirada no paternalista ni complaciente no era una tarea fácil. Lelio se aproxima al precipicio con prudencia en algunas secuencias, pertrechado con un estilo seco y policial al principio y después entregando los trastos al carisma de su personaje, que oscila entre el drama vindicativo, su exigencia del derecho a rendir un último homenaje a un ser amado contra el desafío de su ex mujer y del resto de la familia, y momentos de surrealismo y poética ensoñación. En su manual tiene un papel preponderante el uso impresionista y ecléctico de la música que alterna sin complejos una banda sonora incidental con canciones y con temas del repertorio clásico; la música de alas para elevarse por encima de la miseria moral de la sociedad. Gloria también cantaba para sobrevolar la grisura y mediocridad, sin importar el cariz de las canciones

Daniel Vega en Una mujer fantástica. BETEAM PICTURES

Con pausa, sin prisas, la cámara siempre pendiente de esa extraña belleza que irradia la dignidad de Marina, acompañándola en su dolor, en su valentía y en su empeño por hacer lo que debe hacer, se pongan como se pongan quienes se opongan a ella. Marina es un gran personaje, como lo era Gloria. Daniela Vega es una gran actriz, como lo es Paulina García. Ambas se han encontrado con el papel de sus vidas gracias a Sebastián Lelio. No se puede decir más ni mejor a favor de la tolerancia, de la comprensión, del respeto a la diversidad y de la admiración hacia las mujeres que no se rinden, como lo ha hecho Lelio en Gloria y en Una mujer fantástica. Para esos cineclubs, vestigios y rescoldos de una forma de disfrutar del cine que aún resisten vivos en algunos lugares, he ahí un magnífico programa doble.