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“Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Roy (Rutger Hauer) ante Deckard (Harrison Ford) en Blade Runner.

Amar el cine, como Tavernier

Para quienes amamos el cine conversar un rato con personas como Bertrand Tavernier es, además de un lujo, un regalo.

Nacido en Lyon, Francia, en 1941, Tavernier cuenta como director con una larga lista de películas cuyos títulos son muy familiares para cualquier aficionado: El relojero de Saint Paul (1973), El juez y el asesino (1975), La muerte en directo (1980), Un domingo en el campo (1984), Alrededor de la medianoche (1986), Ley 627 (1992), La carnaza (1995), Capitán Conan (1996), Hoy empieza todo (1999)… Tal vez las dos últimas sean las más conocidas en España, pero la relación, arbitrariamente elaborada, podría alargarse bastante más.

Tres filmes de Tavernier: «Capitán Conan», «La muerte en directo» y «Hoy comienza todo»

A España le ha traído la presentación en diversos festivales, San Sebastián, Valladolid y ahora Barcelona, de su último trabajo, el documental Las películas de mi vida, que no tardará en estrenarse. Viaje a través del cine francés (Voyage à travers le Cinéma Français), que es como se titula en su país, nos ofrece 190 minutos de pasión destilada entre las luces y las sombras de secuencias extraídas de un conjunto monumental cinematográfico vertebrado con nombres como Jean Renoir, Robert Bresson, Marcel Carné, Claude Sautet, Jacques Becker, François Truffaut, Jean Luc Godard… cuatro décadas, desde los años 30, condensadas en 582 extractos de 94 filmes recopiladas en seis años de trabajo y ochenta semanas de montaje. Y eso no es todo porque la fabulosa aventura continúa en una serie de nueve episodios de una hora de duración que han sido producidos para Canal Plus Francia.

Pero vuelvo a la palabra y al entusiasmo. En el  convencional formato del encuentro que llamamos entrevista casi siempre queda excluido el concepto de diálogo, reducido a una formulación de preguntas que obtienen por respuesta con demasiada frecuencia un discurso promocional elaborado sobre un guión y repetido hasta la saciedad por el director o los actores de turno. A veces, muy pocas, esto no es así.

Con Tavernier me sobraban las preguntas y hubiera podido estar escuchándole durante horas, sumergiéndome en un océano de recuerdos suyos relacionados con su experiencia de espectador que al instante podía hacer míos, incluso sin haberlos podido compartir por no conocer las películas o haber olvidado las secuencias de las que me hablaba. Bastó sugerirle el tema, hábleme de qué es el cine para usted desde que tenga memoria, para derramarse en un torrente delicioso y embriagador de imágenes envueltas en su cadenciosa manera de contarlas, encandiládome con ese entusiasmo adolescente que sólo encuentras en las personas a quienes los años de experiencia y conocimiento abren incesantemente el apetito por conocer más y más, disfrutar más y más, revivir más y más lo vivido: “el cine es mi vida; no hubiera podido hacer otra cosa”.

Y así me contaba: “Descubrí el cine muy pronto. Creo que una de las primeras películas a las que me llevaron, tendría unos diez u once años, más bien diez, fue Tres lanceros bengalíes, de Henry Hathaway (1935), que siempre me ha encantado. La he vuelto a ver muchas veces y siempre me encanta; aunque es un filme colonialista, es muy bueno. Tengo recuerdos muy vívidos de aquellas sesiones, incluso del tiempo que hacía cuando veía aquellas películas. Algunas son películas de la guerra del Pacífico a las que me llevaba mi padre”.

“A los 13 años de edad ví una película de John Ford que me despertó las ganas de ser director de cine: La legión invencible (1949), que habré visto unas veinticinco veces. También recuerdo La venganza del bergantín (Edgard Ludwig, 1948) con John Wayne, que también me encanta y que al volver a verla, no hace mucho, descubrí que esa película de aventuras parece a veces, en uno o dos episodios, una imitación de Cecil B.de Mille, aunque en lo esencial es una historia de amor, una nueva versión de Cumbres borrascosas, de Emily Brönte”.

Yo vivo las películas intensamente como espectador pero también como realizador, aunque con una mirada diferente. Teniendo que hacer frente a todos los problemas de un rodaje, me ha producido una gran admiración ver las cosas que ciertos directores consiguen obtener. Cuando ví La sal de la tierra (Herbert J.Biberman, 1954) al principio lo hice como un cinéfilo, veía planos mal encuadrados, etc. Pero luego me di cuenta de que cada plano tenía que ser robado porque no se quería que esa película se llegara a hacer. El FBI venía a deportar a la actriz en mitad del rodaje, había milicias que atacaban al equipo, había órdenes de Howard Hughes de destruir la película.”

Bertrand Tavernier en Bacelona

“Los críticos no aprecian en su justa medida, por ejemplo, el trabajo de Carol Reed haciendo El tercer hombre (1949). Tenía que batirse contra el imbécil de Selznick que estaba constantemente encima de él diciéndole que Alida Valli no estaba bien vestida, que tenía que ponerla en valor… La batalla contra Orson Welles que no quería ir a rodar y en los planos en que no estaba era el asistente el que metía en el encuadre el brazo o la espalda. Y luego los críticos dijeron que la puesta en escena la dictaba Welles, ¡que no estaba allí!”

Con el mismo arrebato con que evoca sus momentos felices, Tavernier arremete contra la impostura o las declaraciones “epatantes”. Le menciono a Kaurismäki, declarado enemigo de la pomposidad, cuando afirma que el cine no es arte y el maestro francés salta con la agilidad de un tigre: “Me divierte que a veces los cineastas o novelistas lancen juicios definitivos. Por ejemplo Rossellini declaró que el cine había muerto, pero fue cuando él ya no lo podía hacer, cuando nadie financiaba sus películas. Aki Kaurismäki tiene su contexto, en el que tiene dificultades para expresarse, el alcoholismo, muy fuerte… En fin, que la gente dice cosas divertidas.”

Y sobre ver cine en pantallas pequeñas, móviles u otro tipo de aberraciones en la forma de consumo, especialmente en las jóvenes generaciones: “Sí, pero es que también hay muchos jóvenes que comen en McDonalds comida que les destroza la salud, y no por eso hay que imitarles. ¡No hay que imitar las tonterías! Es cosa de incultura ¡y se enorgullecen de su ignorancia!».

 

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