La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

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El misterio de una cama en Tánger

Las tiendas de antigüedades son pura memoria e invitan a viajar en el tiempo. Pero un bazar es mucho más que eso porque a él llegan, a diario, lo antiguo y lo nuevo, lo bueno y lo malo, lo original y lo que es de imitación… En los bazares de Tánger, además, se acumulan recuerdos y experiencias entrelazadas entre sí por cien nacionalidades distintas y otras tantas culturas. Los españoles, ingleses, franceses, holandeses, portugueses, belgas, alemanes, italianos, rusos… que estuvieron por aquí hasta mediados del siglo pasado dejaron al final de aquella diáspora, o al morir, objetos queridos e íntimos que ahora se arrumban en anaqueles, armarios sin fondo y cuartos secretos, ocultos más allá de los laberintos de la medina tangerina. Pero también las religiones: judía, cristiana, musulmana… y otras, ponen aquí, en estos antros de la abundancia y las cosas inútiles, su granito de arena para que nada falte, mientras el moho y el olor a viejo perfuman los espectros de nuestros queridos antepasados.

El otro día descubrí una cama en un cierto bazar que al mirarla no podía dejar de pensar: ¿Qué noble señor mandaría “edificarla” (es casi como un edifico por su compleja arquitectura) y con qué objeto? ¿Para yacer con quién? ¿Qué noble dama o plebeya, qué vástagos retozarían en ella?, ¿con qué concubinas se solazaría el señor…? Y auque la concepción del artefacto es de todo punto estrambótica y la forja enrevesada y opresiva más que un corsé, no deja de ser un delirio de reyes imaginarla con esa corona real en lo alto… Luego observar, relamiéndose, cómo la hacen… Y, finalmente, dormir en ella. Un gozo que en su momento, siglos ha, algún iluminado señor concibió como la posibilidad más real de ser como un dios.

Visitar este bazar (u otros) en Tánger es tener la posibilidad de reencarnarse en mil vidas distintas. De estos lugares uno puede llevarse solamente placeres; placeres que agasajan ora la vista, ora el espíritu. Y a veces al cuerpo a costa de vaciar el bolsillo, claro está. Tánger tiene eso, además del abrupto paisaje y un heterodoxo paisanaje, un mundo oculto que, si lo buscan, nunca defraudará a sus visitantes.