La inteligencia del ser humanoes la capacidad que tiene para adaptarse a la realidad.Xavier Zubiri, filósofo. (San Sebastián, 1889 - Madrid, 1983)

A Marruecos con un pan bajo el brazo

Es obvio que cualquier emigrante añora su tierra. Conocí a muchos españoles en Francia y Suiza que soñaban con volver algún día a su Galicia natal, a Castilla, a Andalucía… No hablaban de volver para montar un negocio (aunque algunos así lo hicieron), sino de volver para gozar de la cómoda jubilación que se estaban ganándose con gran sacrifico en Europa.

Ahora es distinto, el Gobierno español está dispuesto a tirar la casa por la ventana para que los emigrantes marroquíes —voy a referirme a este país en concreto, que es en el que vivo y el conozco mejor— regresen a su tierra con “un pan bajo el brazo”.

La idea no parece mala y seguro que el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho la ha pensado bien: Por cada uno que retorne nos quitamos un posible parado de encima y, de paso, puede montar un negocio en su pueblo con el dinero que le demos… No sólo resolverá su problema, sino que, quizá, resuelva también el de otras familias…, habrá pensado, manos o menos, el señor ministro.

Pero con lo que no cuenta Celestino Corbacho, parece, es con la idiosincrasia marroquí. Tampoco con la organización social, política y económica que tiene este país. Yo voy a contarle lo que intuyo que puede ocurrirá con esos emigrantes marroquíes que retornen… si retornan, claro, porque venirse de España para meterse en la boca del lobo, tampoco es muy apetecible. Verá, señor ministro: A los que intenten montar un negocio les coserán a mordidas, los pedigüeños de la Administración les sablearán, les saquearán los bolsillos, les amargarán la vida hasta aburrirlos y al final se quedarán sin dinero… Sí, también alguno saldrá adelante; tampoco hay que ser tan pesimista, claro. Pero, la mayoría, señor ministro, la mayoría cogerá su dinerito, lo pondrá a buen recaudo y se irá al cafetín a charlar con sus amigos. ¿Para qué meterse en líos si dentro de tres años, en caso de apuro, pueden volverse a España a por más dinero? No me lo invento. Hay por aquí bastantes personas –en su día emigrantes–, que cobran subsidios de diversa índole en Europa, y que, una vez al mes o cada cierto tiempo (han podido areglarlo) se acercan al país en cuestión a por la paga. Y, mientras tanto…

Por la calzada romana hasta Cabo Espartel

No todo es revuelta (véase Arde Sidi Ifni…) o batallas lingüísticas como la desencadenada por “miembra” en el post de hace dos días. También hay misterios de los que hablar. Algunos tan evocadores como ese paseo que uno puede darse desde el mismo corazón de la ciudad tangerina hasta la Gruta de Hércules, pasando por Cabo Espartel. Diez kilómetros, más o menos, a recorrer en cuatro horas por el acantilado, junto al mar que une y separa dos mundos, tan cerca y tan diferentes, que darán tiempo para pensar en aquellos inicios de la era cristiana, hace 2.000 años, cuando Tánger (Tingis) era una ciudad floreciente desde la que salían hacia Roma e Hispania “aceite de oliva, aceitunas, dátiles, trigo, madera, animales vivos exóticos y leones… muchos leones para el circo”, cuenta el español/tangerino Tomás Ramírez en su monumental obra Si Tánger le fuese contado…”.

Ni que decir tiene que caminar por esa calzada romana y adentrarse en esos paisajes es penetrarse en el túnel del tiempo. Así que, además del ejercicio físico, siempre loable, uno puede rememorar la historia más antigua de las andanzas de las centurias de Roma por aquí, o acercarse a la más cercana, como la que representa esa mansión misteriosa que se asoma por encima del bosque en una de las fotos, perteneciente al millonario Ion Perdicaris, protagonista de uno de los enredos más afamados en la historia de la diplomacia internacional, al obligar su secuestro, en 1904, por el rebelde o revolucionario, según se mire, Mulay Hamid el Raisuli, a Teodoro Roosevelt, presidente de los EE UU, a enviar varios navíos de guerra a la ciudad para conseguir su rescate creyendo que éste era un ciudadano norteamericano cuando luego resultó que era griego.

Y más adelante, a mitad del camino, ahí quedan los restos del Parque Donabo, un exclusivo club de hípica y esparcimiento dónde las élites tangerinas de los años 20 celebraban sus mejores fiestas. Al final, el sendero desemboca en el majestuoso faro de Cabo Espartel, las playas recoletas, y la Gruta de Hércules en la que quedaron, visibles para siempre, las huellas, esculpidas a golpe de martillo y cincel, de la extracción de ruedas de molino que los esclavos arrancaban a la roca para la industria de la molienda de granos.

En fin, Tánger, Marruecos, tienen también estas y otras maravillas.

¡Miembra, tiene usted razón! ¡De verdad!

Permítanme que desde Tánger me sume a la “fiesta y cacareo” y rompa una lanza a favor de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído y de… ese palabro, “miembra”, que pronunció en el Parlamento; palabro, sólo por el momento, claro está. Aunque ahora parece que se arrepiente doña Bibiana. Quizá se ha asustado un poco ante el acoso de esos hombres charlatanes que no consienten que se entre en su territorio. En cualquier caso, lo lamento de veras, y hago como que no he oído ni leído que “se haya echado a atrás”. Sigo, pues, con mi reflexión, si les parece.

Aplaudo su valentía y su esfuerzo para cambiar el lenguaje machista, su intención de provocar reflexiones, su deseo de conseguir que las palabras sean de todos; del sexo / género femenino y del sexo / género masculino; y no sólo del sexo masculino como son muchas de las palabras hasta ahora. Porque está claro que el diccionario alberga vocablos (mucho más de lo que parece) acuñados por los hombres… Claro, si en su día sólo hablaban ellos… (¿Se me entiende, verdad?). Palabras usadas y urdidas por la actividad del hombre en el espacio público, del que fue dueño y señor hasta hace poco; palabras repetidas hasta convertirlas en nominación exclusiva para personas, cosas, acciones, etcétera.

Puede que hoy, de acuerdo con el diccionario de la RAE, sea incorrecto decir miembra; pero desde luego no lo será cuando la lengua y su uso se normalicen en la igualdad y construya palabras femeninas y masculinas por igual. Es obvio que esto va a conseguirse; y quizá pronto. Ya nadie se acuerda de cuando comenzamos a utilizar abogada, arquitecta, médica… Por cierto, ésta última, recuerdo que en mi pueblo provocaba carcajadas. “Va a venir una médica…” decían y se reían. Hoy, por ejemplo, escuchamos a los presentadores decir en los telediarios: “Las niñas y los niños del colegio… tal y tal…” Y nadie se rasga ya las vestiduras; lo de “niñas y niños” es normal; es algo asumido. Hace tan sólo unos años hubiera sido imposible conseguir que esta expresión se utilizase en un medio de comunicación.

Y es que ya va siendo hora de que los hombres dejen, también, de ser dueños de la lengua y del lenguaje. ¿Acaso son suyas las palabras? No vale eso de que “el diccionario lo recoge así”, o que “siempre se ha dicho así”. Tampoco sirve decir: “el español correcto es de esta u otra manera…” No; eso ya no vale.

¿El actual diccionario de la RAE contiene las mismas palabras ahora que las que contenía en su primera edición, publicada en 1739? No. Entonces, ¿qué hacemos?, ¿quitamos todas las que se han ido incorporando en estos 269 años por considerarlas “incorrectas” respecto a las que aparecían en la primera edición? En fin, a algunos hombres les falta perspectiva… y les sobra vozarrón; ya se ve. Porque cualquier persona que entienda qué es la igualdad entre sexos, que crea en ella, comprenderá fácilmente que la lengua ha sido machista hasta ahora, pero, como algo vivo que es (esto nadie lo discute, ni siquiera los académicos) poco a poco irá incorporando nuevos términos para dejar de serlo. Miembra puede ser uno de ellos; al menos eso espero, señora ministra.

Arde Sidi Ifni… ¿Y Marruecos?

Cuando llegué a Tetuán, en 1992, una de las primeras personas que conocí (un español, tetuaní de de adopción desde los años 40) me decía: “Esto cualquier día estalla”. Y justificaba la frase con este argumento: “El día que todos estos niños y jóvenes crezcan y se encuentren sin trabajo, ¿qué va a ser de ellos?”

Pues ya lo ven: muchos han cogido la patera y se han ido, y el 80% que queda quiere irse del país lo antes posible, aseguran las encuestas. Pero, mientras tanto, aquí siguen. Y de vez en cuando sufren ataques de desesperación; como les ha ocurrido a los jóvenes de Sidi Ifni, u ocurrirá cualquier día en otras ciudades, dónde ya ha habido amagos también por la subida de precios o por la corrupción del poder.

Comparto la opinión que hace unos días manifestaba un empresario: “Esta es una sociedad enferma”, decía. “Y, en una sociedad enferma no pueden prosperar la justicia ni las empresas”. Marruecos es como una serpiente con dos cabezas: de un lado están las leyes, el envoltorio social, lo que Occidente celebra como “propuestas democráticas y de progreso”. De otro, la tradición, la corrupción, la represión, el nepotismo, el poder absoluto… Unos roles que ejercen desde el más poderoso hasta el fontanero (por poner un ejemplo) con su ayudante.

Y he aquí otro ejemplo reciente: Ayer entré en una librería, bastante grande, a las 13,15 horas… Se fueron los clientes que había y quedé sólo; uno de los cuatro empleados miró su reloj: “¿Qué, van a cerrar ya?” “No, no; todavía no”. “Ah, claro, con el nuevo horario uno se lía un poco, ¿no?… De todos modos, estarán ustedes contentos. Esto le viene bien al país. Así ahorra energía…” “Bueno… Es que… Tenemos un problema… Este horario…” “¿Y qué problema es ese?” “Es que nos coincide con la hora del rezo y, claro, nada más abrir la tienda por la mañana, como la apertura se adelanta una hora, tenemos que cerrarla para irnos a rezar”. Me abstuve de hacer comentarios… ¿Para qué? Marruecos ha legislado en los últimos años para consolidar los derechos de las mujeres y promocionarlas, para proteger a sus trabajadores y darles cobertura sanitaria y social, para conseguir mejoras en todos los órdenes… Pero esas leyes son papel mojado ante el peso de la religión, tradición y, sobre todo y por encima de todo, ante la ley de la corrupción que es la que impera.

Pero hablemos de Sidi Ifni. He leído no menos de 20 noticias al respecto procedentes de otras tantas agencias de noticias y periódicos del mundo. Es evidente que cada cual arrima el ascua a su sardina, faltaría más. En síntesis, lo que debe haber ocurrido (digo debe porque yo no lo he visto) es que ante un bloqueo continuado de los accesos al puerto por parte de trabajadores en paro (jóvenes, licenciados tal vez, obreros en general, qué más da) la intervención del ejército y de la policía ha sido brutal. Se habla de hasta 10 muertos en algunos casos, en otros de 4; de palizas indiscriminadas, de detenciones masivas, de allanamiento de viviendas, de robos por parte de la fuerza pública y de violaciones… France Press asegura que son 44 los heridos; 27 de ellos policías. Y algunas ONGs informan que los heridos se acercan al centenar. Sin duda, la represión es el colmillo afilado que enseña el poder cuando muestra su verdadero rostro. Un rostro que, como todo el mundo sabe, Occidente (todos los países que tienen aquí negocios ventajosos, empezando por España y siguiendo por Francia, Inglaterra, Alemania…) maquilla siempre que puede para que Marruecos parezca una democracia “occidental”. Nada nuevo bajo el sol con lo ocurrido en Sidi Ifni, me temo, que no sea la repetición de otras historias.

Y una vez más me vienen a la mente las frases de aquel viejo amigo, ya fallecido: “¿Hasta cuando aguantará esta sociedad enferma sin intentar acabar con los sátrapas corruptos? ¿Cuándo se dará cuenta el Poder que un día ya no tendrá margen de negociación, ni siquiera margen para la represión, si no gestiona mejor las riquezas y bonanzas que hoy disfruta el país”, insistía Manolo Rato. Éste, mi amigo, que lo había sido todo en Tetuán, que regentó una imprenta hasta la víspera de su muerte, falleció sin conocer las respuestas. Tampoco los demás, seguramente, las conoceremos; terminaremos yéndonos con las incógnitas a cuestas. Una pena, porque Marruecos es un gran país; un país maravilloso.

Carretera española a Oued Laou

Conozco muy bien esta carretera; discurre por un paisaje idílico. ¡Bueno, ya está aquí el progreso! Hace más diez años, quizá, que se dispararon todo tipo de rumores sobre esta zona: Que si la familia real había comprado esos acantilados, playas y numerosos terrenos; que si se iba a hacer una autopista, ya…; que si se harían grandes urbanizaciones en torno a esas playas idílicas, tipo islas Canarias o Costa del Sol…

En fin, ahora va en serio. La nueva carretera que se construirá siguiendo el trazado de la ya existente, pero con notables mejoras, como es lógico, y que acaba de adjudicarle el Gobierno marroquí a la constructora española Bruesa por un importe de 68 millones y pico de euros, con un plazo de ejecución en tres años, va a dejar expedito el acceso a Oued Laou y al desarrollo.

En principio, es una gran noticia para los habitantes de la región, que siempre han vivido aislados de Tetuán (la ciudad más próxima), debido a la orografía del terreno; pero también esta carretera es un piloto rojo que se enciende indicando ¡peligro! Un peligro que si no se controla el desarrollo enloquecido que empezará enseguida…, ¡ya lo verán!, arrasará paisajes, bosques y ríos…

Muchos se harán ricos en los años venideros… Pero otros muchos añorarán aquellos días en los que el verde del bosque y el azul mediterráneo se confundían en el cielo, en clara armonía de la naturaleza. Días que, desgraciadamente, serán para ellos, en muy breve tiempo, un recuerdo en la retina. La pregunta, una vez más, es muy sencilla: ¿Es posible armonizar el progreso y conservación de la belleza que tenemos en Marruecos?

Contencioso en Marruecos: Chaves veta a Clos

Definitivamente Marruecos se ha puesto de moda en España; ya lo he comentado en este blog varias veces. Así que, ¡atentos!, porque esta situación va a propiciar más enredos y abalorios que el baúl de la Piquer. Eso sin contar esta especie de romería que ya se está organizando desde los cuatro puntos cardinales del Estado español. De Cataluña a Euskadi, pasando por Galicia y Andalucía, todo el mundo quiere venirse a Marruecos a hacer negocio.

Tan de moda está este país que hasta en las más altas instancias del PSOE y del Gobierno español han tenido un rifirrafe por ello. Parece que Chaves, el presidente andaluz y del PSOE, ha enseñado los dientes y ha vetado a Joan Clos para embajador en Marruecos, como le había prometido, en principio, el presidente Zapatero. Según se ha publicado en diversos medios de prensa en el último mes, el ex ministro Clos era el recambio previsto para ocupar la embajada de Rabat. Pero el actual embajador, Luís Planas, antiguo consejero de la Presidencia en el Gobierno andaluz, le habría dicho a Chaves que le convendría tener “un amigo”, “alguien afín” si se quiere en este puesto, que así velaría mejor por los intereses andaluces.

Hubiera sido un revés para esta Andalucía, ahora que por fin se ha dado cuenta de que tener una frontera común con Marruecos le va a permitir, si aprovecha bien la coyuntura, engordar sus negocios, más fácilmente, con el país vecino, además de poder ir algunos pasos por delante del resto de las comunidades autónomas, a poco que se lo proponga.

Aunque por el momento sea Cataluña la que domine la situación. Cataluña es la primera comunidad autónoma en penetración e influencia en Marruecos; también la que más negocios hace con el país magrebí; hasta tienen un polígono industrial propio en Tánger. ¿Qué más hubiera podido obtener la comunidad catalana si, además, hubiera contado con un embajador particularmente favorable? La respuesta la ha dado Chaves que ha impuesto su veto ante lo que hubiera podido ocurrir. Y a esperar mejores tiempos. Porque el contencioso no acabará aquí. Y Cataluña, supongo, seguirá insistiendo y trabajando en Marruecos como lo viene haciendo hasta ahora; mucho (y bastante bien, según dicen)

Desde luego los catalanes no van a quedarse cruzados de brazos ni a dejarse comer el terreno; tengan o no tengan un embajador.

Oiga, por aquí, casi todo suena a disparate

El experto en el Magreb, Francis Ghilès, escribe hoy en El País que “el cierre de la frontera entre Argelia y Marruecos es un disparate”. ¿Y qué? ¿A quién, de los que pueden resolver el contencioso, le importa? Porque, para los que de verdad tiene importancia la frontera, para los marroquíes de a pie y los argelinos que podrían mejorar sus condiciones de vida intercambiándose productos y experiencias… A éstos nadie va a darles la opción de resolverlo.

Pero no hay por qué rasgarse las vestiduras. Este es un país acostumbrado a vivir así desde hace tiempo. ¡Y vive tan ricamente! Marruecos se ha instalado en la contradicción y, cuando se trata de la acción, la irracionalidad abunda… Se cambia el reloj de hora, por ejemplo, no cuando empiezan a crecer los días en primavera, sino el día uno de junio, cuando el sol está en todo lo alto y a tres semanas de empezar a declinar la luz… No se comercia con Argelia, se tiene un grave problema de abastecimiento de energía, pero hay un gaseoducto argelino que atraviesa de este a oeste el país… Se urbanizan plazas y al día siguiente de acabarlas se levantan para hacerlas otra vez (véase si no lo que ocurrió en el Zoco Grande de Tánger hace un par de años) Se cortan carreteras, o calles, o se suprimen semáforos sin que nadie sepa por qué… Se plantan flores hoy, y se arrancan mañana… Y nunca pasa nada; tampoco hay que buscarle explicación. Marruecos, como en España hace unos años cuando las zanjas se abrían y se cerraban en las calles casi a diario, es hoy un hervidero de proyectos y de acciones paradójicas como ésta de tener cerrada la frontera con Argelia cuando, por ejemplo, en las inmediaciones de Oujda, y Berkane están las carreteras sembradas de puestos ambulantes vendiendo todo tipo de carburantes argelinos traídos de contrabando…

“¿No ha llegado el momento de que una nueva generación magrebí, la de aquellos jóvenes que han tenido el privilegio de una educación superior y la oportunidad de conocer el mundo, tome el relevo en esta región del mundo?”, se pregunta el articulista. Nosotros, como él, creemos que sí, pero…

“Y, entretanto, los capitales se exportan por decenas de miles de millones de dólares. Las burguesías y los jóvenes más ambiciosos construyen su futuro en otra parte”, concluye Francis Ghilès. Creo que sobra añadir más comentarios.

Un cabaret al estilo marroquí

Me llega esta noticia y no me resisto ha hacer un comentario. Porque Marruecos es como la vida misma; representa lo más genuino que adorna a nuestra especie: da dos pasos adelante y uno atrás; dos adelante y uno atrás… Pero avanza; y prueba de ello es esto del cabaret… Un esfuerzo que es loable.

El país magrebí vive en una cierta esquizofrenia; por un lado se afana en promover e impulsar la modernidad, pero por otro es la tradición, en cierto modo, la que le ahoga. Su Gobierno se manifiesta decidido a mejorar las condiciones de vida del país y para ello sigue los cánones capitalistas, al pairo de las propuestas occidentales. Mas, mientras esto llega, la tela de araña de lo ancestral maniata los progresos; las costumbres más rancias y las relaciones familiares más atávicas se imponen. Muchas veces los comportamientos sociales son contradictorios —en lo que atañe a la práctica religiosa, especialmente— y eso condiciona cualquier avance.

La noticia en cuestión, la que me ha sugerido este comentario, habla de “Un cabaret adaptado al Islam”. Pero, ¿cómo puede adaptarse al Islam un cabaret, algo que per se es trasgresión, vanguardia, conflicto, provocación…? ¿Cómo puede ni siquiera plantearse esta cuestión? Pues ya lo ven, aquí es posible. Sí, en Marruecos, sí. En esto es diferente Marruecos. Cualquier propuesta intelectual, cultural o práctica sociológica puede tener sus puntos de fuga, sus vericuetos por los que escapar a la sanción. La sociedad marroquí vive acostumbrada a decir una cosa y a hacer otra, a tener unas leyes y a saltárselas… Alguien me decía el otro día que “aquí tenemos leyes de primera división pero el país es de segunda”. Pues eso, el tamiz al que cualquier acción puede someterse permitirá una acción “a la marroquina”, como vulgarmente se dice. Ya explica el reportaje que da pie a este post que “tanto los creadores como los artistas respetan las costumbres y la religión del país” Faltaría más. Y añade: “Por eso las faldas se han alargado, todo lleva forro y el cancán se hace con pantalones cortos debajo”. Así cualquiera; cualquiera puede montar un cabaret donde sea; incluso en el mismísimo Paraíso. ¡Hurra por Marruecos!

Marruecos contra la violencia de género

Marruecos pondrá en marcha un programa contra la violencia de género. Empleará más recursos económicos y reforzará las leyes actuales con nuevas iniciativas legislativas y jurídicas. Todo ello con el fin de apoyar a las mujeres y a las niñas; en última instancia, el objetivo es potenciar las capacidades económicas y sociales del género femenino marroquí.

La medida cuenta con el apoyo de España y de las Naciones Unidas. Se trata de que las reformas iniciadas por Marruecos en los últimos años sobre este tema tengan continuidad. El Gobierno marroquí, se asegura, pretende reforzar los derechos fundamentales del individuo, reiterando a su vez el compromiso del país en la lucha contra la violencia machista. El programa, informan diversas agencias, está dotado con 5,3 millones de euros. Nuestras felicitaciones a Marruecos.

Pero nos queda la duda de saber si el proyecto contempla como “sometidas a violencia” a todas esas mujeres que, más que personas, parecen sombras embutidas en sacos negros. O, tampoco se nos explica, cómo se va a corregir esa costumbre que hay por aquí de ningunearlas… Todo el mundo sabe que hasta el hermano más pequeño (por ser hombre), aunque sea adolescente, tiene ascendencia sobre cualquier hermana, aunque ésta le lleve diez años.

Reitero mi felicitación a Marruecos por la iniciativa y confío en que tenga éxito. Nada más importante y hermoso que conseguir que las mujeres dejen de ser consideradas por los hombres un cero a la izquierda como viene ocurriendo hasta ahora.

En el Paraíso del barro: un viaje en el tiempo

Al otro lado del Atlas, Marruecos guarda todos los misterios de las viejas civilizaciones. Los conserva en esos palacios de barro, en ruinas, vestidos de filigranas y de misterio; en esos edificios, maravilla de la técnica constructiva de antaño, que, después de siglos y siglos del acoso sufrido, han resistido a invasores y bárbaros, al abandono de sus moradores y al viento… ¡Algunos aún se mantienen en pie!

Ya sé que no es fácil conservar estos tesoros tan vulnerables a las inclemencias del tiempo y a la acción de los hombres que todo lo quieren para “ya”, y piden resultados rápidos y soluciones que les den beneficio económico. La realidad es que el cemento se está comiendo las kasbas y ese es un mal presagio para la supervivencia de estos lugares de ensueño.

Estos laberintos en los que los cuentos viven todavía y en los que retroceder en el tiempo es posible aún, están habitados, sin embargo, de una cruel realidad: la miseria de sus moradores, en muchos casos, hace insoportable la visita. Quizá por esto, todo el mundo, incluido los propios marroquíes, han huído de esos tapiales para construir sus casas nuevas (¡con cemento!) en terrenos aledaños.

Los angostos pasadizos, el dulce frescor y el microclima que se crea para combatir las acometidas del calor y tormentas del desierto está claro que no son suficientes para atraer la inversión. Es posible que el barro no sea más que barro, pero verlo ahí, elevándose en muros de 10, 15, 20 metros componiendo filigranas, dorado por el sol, proyectando las sombra sobre el palmeral… se nos antoja un tesoro que Marruecos no debería permitirse perder.

Mas, el progreso, ya digo, ha llegado hasta aquí con sus tentáculos y la arquitectura milenaria del tapial —que aún puede verse en muchos pueblos de España, en Castilla sobre todo, aunque sin tanta filigrana— asiste a sus últimas boqueadas. Tres son las tipologías que a lo largo de los siglos han ido conformando el hábitat tradicional de esta zona: el qsar o poblado amurallado, la tighremt o casa fortificada, y la qasba (kasba) o fortaleza de jefes y poderosos. También hay numerosos morabitos en los que se venera a los santos locales y graneros (agadir) colectivos.

No obstante se vislumbra alguna esperanza para esta arquitectura de ensueño: además de una cierta toma de conciencia por parte de instituciones y particulares, algunas de las casas fortificadas están siendo restauradas para usos culturales o como establecimientos hoteleros. Pero no debe olvidarse el dato más práctico: ¡Nada como las construcciones en barro para vivir en un ambiente desértico!