Iker calló la boca de su novia con un beso-pico y también el sumidero de los infundios. A ella se la acusó de guapa (curioso delito penado con un año de presión). A él de tonto (no era capaz de mantener el equilibrio mental teniendo a sus espaldas a ese bellezón felino). No sé qué acusación prefiero.
El beso de Iker fue a parar a los labios de la Carbonero y luego rozó a las suegras de España (¡qué caballero!), y se abrieron las bocas de los románticos (¡ohhhhh!), de los hombretones (¡machoooteeee!). Y también lo saborearon los justicieros (¡a ver qué dice ahora la prensa inglesa!). Las casaderas suspiraron y quedó atrás la patética teoría de la bragueta (que aún no he sabido si es una teoría machista o feminista).

En cualquier caso, qué bien que a veces lo que empieza a tiros acabe a besos.