Archivo de diciembre, 2011

La foto trucada del funeral del «querido líder»

 

Los funerales por la muerte del «querido líder» Kim Jong-il dejan imágenes sorprendentes, tanto las que se han tomado a pie de calle como desde el aire. Hemos visto primeros planos de lindas coreanas bien vestidas que lloraban sacudidas por hipos y ayes. Sus bocas onduladas, las lágrimas bailando por el filo de sus ojos achatados. Parecen actrices, con sus mullidos abrigos nuevos. O groupies de los Rolling Stones. O unas frikis adictas a la dictadura. Visto desde el aire, el gran funeral te recorre de frío la espalda por la exageración de símbolos, la orgía de banderas y fotos, esos ríos de cuerpos formando hileras negras sobre la nieve muda. En cualquier caso, da igual si lo vemos desde arriba o abajo, porque estamos viendo una mentira. Así que da igual si te da risa o pena. Por ejemplo, si te fijas en las dos fotos verás que hay una diferencia entre la primera, la verdadera, y la segunda, editada y enviada por la agencia oficial de noticias norcoreana a través de Reuters, que ha alertado de la manipulación. En la primera, un grupo de gente, junto a lo que parece una cámara, observan desde la izquierda la comitiva fúnebre. En la segunda han sido borrados. Porque molestaban, porque en vez de una cámara es un arma o porque el director de este gran teatro quiso manipular la foto para que ningún humano rompiera las filas que el sistema había previsto.

Yo imagino otra foto, suponiendo que los norcoreanos tuvieran derecho a opinar, viajar, escribir o leer. Se ve el gran edificio al fondo, un cubo de poder como un corazón helado. Y se ve un coche fúnebre llevando a lomos una foto exagerada. Una cara enorme y sin cuerpo, una sonrisa ridícula avanzando sola por una enorme llanura blanca y vacía.

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¿Quién es el cómplice necesario de Iñaki (I) El Abusador?

La Casa Real reconoce, con todas las letras, que sabía desde 2006 que la actividad de Urdangarin era poco clara. Es más, presume de que el propio Rey Juan Carlos puso en marcha la investigación y, en lugar de denunciarlo a la Justicia como es la obligación de quien conoce un posible delito, más aún si eres el jefe del Estado, mandó lejos a los Duques de Palma. A Washington. La medieval práctica de la tierra de por medio. Pero es más, tres años tardaron los Duques en hacerle caso. Tres años durante los que siguió haciendo caja y negocio sin que pasara ‘realmente’ nada. Poca autoridad parece tener el propio Rey sobre los Duques. Pocas dudas quedan ya sobre si la Infanta estaba al tanto. Aparte de la nefasta gestión de la crisis, que le va a costar la ya maltrecha fama a la monarquía y la confianza en los sucesores, hay otro protagonista del que se habla poco: el cómplice necesario.

Hay algunas empresas privadas que, seducidas por el olor del latir de la sangre azul, pagaron a Urdangarin por nada o casi nada. Puede ser un error, o una paletada cortesana. Tendrán que rendirles cuentas a sus consejos de administración. Pero, ¿quién va a dar cuentas a los contribuyentes, que sin querer y sin saberlo, también han pagado al yerno del Rey? Se sabe que le pagaron las administraciones de Baleares, Valencia y Madrid. De momento, no dicen nada ni se disculpan. Si se quedó dinero público, ¿no tendrá que devolverlo? Si se lo dieron alegremente nuestros políticos «por ser vos quien sois», ¿no tendrán que darnos una explicación de esa mala gestión? Para que alguien abuse, ¿no debe haber alguien que deje que abusen de él o del dinero que gestiona? ¿Quién es más culpable, el que pide o el que consiente dar?

 

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Las mentiras de Camps

Camps dijo ayer en el juicio que tenía una relación de «cordialidad» con El Bigotes, que lo conoció en 2002 y que recibió regalos, un reloj para su mujer y una pulsera de cuero con una medalla para su hija, pero que los devolvió. En mayo de 2009 había dicho en las Cortes Valencianas que «no hay regalo alguno» y aseguró no tener «ninguna relación» con las personas de la trama ‘Gürtel. El Camps que hablaba por teléfono en las navidades de 2008, y cuya conversación quedó transcrita en el informe policial, decía «amiguito del alma» y «te quiero un huevo» al mismo Álvaro Pérez con su mismo bigote. Ayer por cierto lo tuvo que escuchar de nuevo en la sala. Así que hay tres Camps: el de 2008 al teléfono, el de 2009 declarando en las Cortes Valencianas y el de 2011 ante el juez.

Empieza a haber demasiados Camps para una sola verdad. La Campísima Trinidad. Me cuentan que cuando saltó el caso, algún colaborador muy cercano le recomendó que admitiera que había recibido regalos, pero él se negó y continuó haciendo grande el ovillo, enredándose él mismo. Nunca contestó directamente, de frente, a las preguntas. Empezó su estrategia de apelar a la senyera (la bandera valenciana), a la confianza, a la valencianía, poniendo a la patria como escudo para esquivar preguntas de la oposición y prohibiéndolas a los periodistas.

El juicio acaba de empezar y no sabemos aún si es culpable o inocente, eso se sabrá antes de Nochebuena. Lo que sí sabemos desde hoy es que mintió en las Cortes Valencianas en 2009. O eso, o le está mintiendo ahora al juez.

Ganas de tener ganas

España es un país de pocos emprendedores. No fabrica. Cada vez inventa menos. Está yermo de aventureros. Los que hay, hacen las maletas. El paro ha venido a agravar el problema. Lo malo a corto plazo son los casi 5 millones de parados. Y la verdadera amenaza a medio plazo es que se instale para siempre la filosofía de ‘pies quietos’, por el miedo que recorre las espinas dorsales de los desempleados, pero también la de los empleados. O la médula de los estudiantes que buscan un futuro cálido, acogotados por el temor a que la caprichosa varita del paro les roce: de ahí que haya una legión de jóvenes que desde 2008 se refugian en academias de oposición como un puerto donde reparar sus cascos, que aún no se han estrenado en el mar.

Dicen que las crisis son las piscifactorías de movimientos creativos, de emprendedores, ideas, de renovación moral. Yo creo que es todo lo contrario: son unas orejeras que te señalan un único camino, el de la seguridad, que es uno de los impulsos humanos más antiguos, dejando en sombra el paisaje de las ambiciones, las ideas locas, los proyectos arriesgados y las pulsiones. Es la seguridad económica la que nos da libertad. Para montar un negocio o meterte en un lío. Es la que te permite fracasar. La necesidad de un salario está reñida con asumir riesgos. La necesidad imperiosa de seguridad está casada con la resignación.

Es tiempo de llegar a fin de mes. Pero quiero recordar las palabras del estadista americano Dean Alfange, que el actor Peter O’Toole recitaba de corrido cada vez que los vapores del bourbon le refrescaban la memoria:

Opto por no ser un hombre común…, es mi derecho ser singular, si puedo… Busco la oportunidad, no la seguridad… Quiero correr el riesgo intencionado; soñar y construir, fracasar y triunfar…, negarme a cambiar el incentivo por un nimio subsidio… Prefiero los retos de la vida a la existencia asegurada, la emoción de realizar una ambición a la calma sosa de la utopía.

No pretende ser una solución, incluso leído aquí y ahora parece trasnochado. Es solo un recordatorio, para que no se te quiten las ganas de tener ganas.

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