Archivo de agosto, 2011

Volver a volver

La ciudad ya ha empezado a masticar coches y caras bronceadas. Tus ojos, acostumbrados a ver en directo y sin filtros mares y montañas, se desperezan para empezar a ver a través de pantallas los mails antiguos, archivos, o webs. Tras unas vacaciones, el tecnomundo, donde viven los dioses del progreso inventados por el hombre, toma las riendas de tu vida y se frota las manos: vuelve a ser su turno. Para escuchar a tus hermanos ya no bastará con acercarte a sus labios. En lugar de hablar mirando a la cara, hablarás a los micrófonos del teléfono y llevarás tu voz a través de un sistema montañoso coronado por antenas de telefonía móvil. Para revivir las vacaciones no cerrarás simplemente los ojos, escrutarás y coleccionarás fotos colgadas en el ciberespacio de facebook, que ha congelado, construyendo píxeles, la felicidad de los días pasados.  

Tu piel, que se erizó con la brisa, se curtirá bajo las luces de neón de una oficina. Tus oídos, acostumbrados a oír solo la música de los planetas al girar, chapuzones o un te quiero, tendrán que reeducarse de nuevo al zumbido de un ascensor, el runrún de los coches o el gruñido del ordenador al arrancar el jardín de chips y bits en el que viven tus documentos laborales. Tu lengua, que saboreó zumos helados y chocó con otra lengua, que salivó para avisarte de cuándo tenías o no hambre, que rozó libre tu paladar fresco, se reeducará a los menús insípidos de mediodía y serás tú quien le pongas el horario. Las huellas de tus dedos, que acariciaron la libertad, serán limadas por teclas frías.

Es lo que se conoce como depresión postvacacional, que es un invento de la sociedad de consumo para vender más sesiones de diván, coleccionables de piedras minerales o matrículas de gimnasio. En realidad solo es tu cuerpo y sus órganos, que se quejan de que los pongas al servicio de tu cerebro y sus rutinas hasta el año que viene.