Paula salió de Prado del Rey a su hora de siempre y tomó el primer taxi de la parada. Desde el otro lado de la calle arranqué el mío y, manteniendo una distancia prudencial de tres o cuatro coches, me dispuse a seguirlo: Avenida de Portugal, Plaza de España, Princesa, Alberto Aguilera…
En Alonso Martinez giró a la izquierda y se detuvo en un portal de la calle Miguel Ángel. Paula pagó la carrera, bajó del taxi y entró en el portal. Yo paré mi taxi a su altura y entré tras ella.
Escuché cerrarse la puerta del ascensor. Me acerqué y comprobé su destino: quinto piso. Con ese dato busqué en los buzones algún quinto piso donde apareciera el nombre de MARIO. Lo encontré de inmediato. El 5º F. La chapa decía:
«MARIO G. R. – PSICOANALISTA -»
Paula nunca me dijo que acudiera a ningún psicoanalista. De ser así, ¿por qué lo tenía como «MARIO CUORE» en la agenda de su móvil?
En cualquier caso, me marché de allí.
Apenas dos horas después recibí una llamada de Paula. Parecía furiosa:
– ¿Por qué leíste los mensajes de mi móvil? – me preguntó nada más descolgar.
– Sólo uno. Bueno, dos. ¿»Necesito verte»? ¿quién coño es MARIO CUORE?
– Mi psicoanalista – me dijo.
– ¿Desde cuándo tienes un psicoanalista? ¿por qué lo llamas CUORE?
– Le llamo CUORE porque me ayudó a superar mi ruptura con Beatriz.
– Espera. ¿Beatriz? ¿quién es Beatriz?
– Es… era mi novia.
– ¿Tu novia? ¿eres… LESBIANA?
– No. Sí. No sé… – y rompió a llorar.
– ¿Bisexual?
– No lo entenderías… – dijo entre sollozos.
– ¿El qué? ¿que tengo una novia lesbiana?
– Llamé a Mario porque, de repente, me acordé mucho de ella…
– ¿Mientras cenabas conmigo?
– Pensé que sólo conseguiría olvidarme de ella saliendo con alguien completamente opuesto.
– Y tanto. Ni más ni menos que con UN TÍO.
– Necesito seguir a tu lado, Daniel. Estos días han sido increíbles… Te quiero…
– Adiós.
Y colgué. Confuso.