Recuerda esto: Todos nacemos en blanco. No existe el gen de la experiencia. Todos, también tú, nacemos fruto de un azar inexplicable. Los católicos lo llaman Dios, los hinduistas Brahman, los judíos Yhvh, los islámicos Allah… Krisná, Visnú, Shivá, Ahura Mazda. Sin embargo nadie nace mormón, o protestante, o amish: no existe el gen de la experiencia. Es la tradición, es tu entorno quien te arrastra a buscar atajos que expliquen de un plumazo ese azar inexplicable. No encontrarás Davidianos del Séptimo Día en Murcia, quiero decir. ¿Acaso unas creencias se acercan más a la verdad que otras? ¿Quién soy yo para saberlo? ¿Quién cojones eres tú para obligarme desde niño a aceptar tus teorías como ciertas?
La tradición, como concepto, es el dedo en el ojo de la ciencia. El palo en la rueda del progreso.
El inexplicable azar lo explica todo. El No-lo-sé-ni-podré-saberlo. Conocer nuestros límites: asumir nuestros límites. Ser honestos, mortales, finitos. Recuerda esto: no existe el gen de la experiencia. Por eso, aunque sólo sea por eso, todos merecemos amar y ser amados al menos una vez en la vida. Todos. Sin excepción. Los huérfanos también. Y los apátridas. Y los taxistas.
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Nota: Si el azar te arrastró hasta Madrid, hoy jueves a las 20:30 estaré en el café (cerveza) librería El Dinosaurio, charlando de escritura y de fiebre literaria. Estáis todos invitados (+info del evento aquí).