Todos, absolutamente todos tenemos algo que decir. Ya sea en voz alta o entrecortada o tímida o mediante gestos o por escrito. Ya sea en la calle, en el portal de tu casa, en la pollería, en la consulta del médico, en un chat de internet, en el tanatorio, en el burdel, al teléfono, en un muro de piedra o en mi mismo taxi. Todos los usuarios de mi taxi tienen algo que decir, y algunos lo dicen. Se quejan del gobierno, te cuentan secretos, o anécdotas, o sólo suspiran; pero en ese suspiro ya hay algo. Son briznas de vida, espejos de uno mismo, interacción. Cuando alguien te habla demuestra varias cosas: que él está vivo y que tú también lo estás para él. Que él tiene algo que decir y que cuenta contigo. Y si no te interesa gran cosa lo que dice, mírale a los ojos. Lee sus ojos, o sus gestos, o el contexto que envuelve lo que está diciendo. Disfruta de la ópera prima del perfecto desconocido.
¿Ejemplos?, millones. Ayer mismo. Mujer de unos cincuenta años, pelo castaño, ojeras, labios pintados, pendientes de perla y alianza en el dedo. Doce y cuarto de la noche. Sale de una Boite, baile con orquesta, me manda parar y monta en mi taxi. Me pide llevarla a una calle de Vallecas y también si, por favor, pudiera esperarla después a que entrara en el portal, que la calle está muy mala y vive sola. Luego se hace el silencio. Un silencio que yo aprovecho para leer, a través del espejo, el gesto de su cara en ese preciso contexto.
Parece satisfecha. No feliz: satisfecha. Esa serenidad, esa cautela, me dicen que aquella noche no sucedió nada nuevo, pero tampoco nada digno de olvidar. Como quien se marca unas expectativas no demasiado elevadas y es fácil cumplirlas. Salió, bailó con conocidos canciones conocidas, charló de sus cosas, y cuando ya se le empezaron a cansar las piernas, decidió marcharse. Por lo que dijo, que vivía sola, seguro que es viuda. Lleva anillo de casada, pero sus ojos aún conservan ese barniz de lealtad hacia lo ausente. No ha salido a ligar, pero tampoco descarta la posibilidad de conocer a alguien. Ella no dará ningún primer paso, el luto aún colea y coleará por siempre, pero si alguien viene, bienvenido sea. Si alguien viene y pasa un tiempo y demuestra ser un buen hombre, guardará el anillo en el altar de la memoria.
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Nota: Esa mujer, como cualquier usuario de mi taxi, tenía algo que decir aun sin decirme apenas nada. Que la vida no acabó cuando murió su marido. Que es posible ser pasado y futuro al mismo tiempo.
O dicho de otro modo: Todos somos un rasca y gana.
18 diciembre 2012 | 00:03
Nadie como tu para leer a las personas entre lineas, para transmitir histórias que se cruzan con histórias, vidas que se cruzan con vidas, todos podemos contar nuestra história, todos podemos rebelarnos y alzar nuestra voz.
http://resistencia-libertad.blogspot.com
18 diciembre 2012 | 02:11
simp, estas palabras tienen un punto misógino: «Mujer de unos cincuenta años, pelo castaño, ojeras, labios pintados, pendientes de perla y alianza en el dedo»
18 diciembre 2012 | 02:32
Has descrito fisicamente más bien a una mujer de setenta años.
18 diciembre 2012 | 03:46
la poli sabe de lo que hace el cesar,y no hacen nada,es mas le siguen el juego
asi que igual de mafiosos
y de sinverguenzas son… de verdad que todavia creeis que me creo vuestras mentiras
es penoso el tiempo que perdeis en llamar mi atencion,enserio
lo que hagais o dejeis de hacer me la trae al fresco
y repito cesar eres un borrego estupido al cual jamas hare caso
un imbecil loco psicopata estupido inmaduro dependiente
18 diciembre 2012 | 05:17
hay que escuchar, no sólo oir. Procurar retroalimentación con el interlocutor, tener claro el mensaje y los canales mediante los cuales lo quieres transmitir. Hablar con un tono de voz limpio, con un volúmen adecuado. Usar un vocabulario que se adapte al que recibe. Mirarle a los ojos. Que el lenguaje corporal sea claro y sencillito….
Es tan fácil….todos temos tanto que ofrecer y todos tenemos tanto derecho a recibir. Abrid los ojos, los oídos, la mente. Fuera los estereotipos, centrémosnos en el mensaje, que es lo más importante.
18 diciembre 2012 | 09:03
En la penumbra unos ojos acechan. Nuevas victimas entran en el oscuro taxi. Ningún silencio, ninguna palabra o gesto se le escapa a los ojos que escrutan a través del retrovisor. Todo será analizado y almacenado meticulosamente. El vehículo se detiene, el incauto paga y es vomitado al exterior sin saber que sus fluidos mentales han sido absorbidos. Una nueva noche, nuevas victimas serán digeridas para alimentar las perversas necesidades del lúgubre taxista…
18 diciembre 2012 | 09:45
No basta solo con tener cosas que decir, sino con querer decirlas.
Mi disfraz de mimo hace que me comunique a base de gestos, pero no son sinceros son fingidos, forma parte de mi espectáculo. No tengo cosas que decir, pero el hecho de pertenecer a una sociedad me hará hablarte del tiempo. Obviaremos que estamos a medidados de diciembre y diré que hace frio. No tengo nada que decir, solo es un contrato social.
Sin embargo cuando quiera decir algo lo gritaré a los cuatro vientos. Quizá no lo exprese con palabras, y quedarán en un «quédese con el cambio», pero tu ya sabrás que llevo todo el trayecto hablandote. Que mis ojos se confunden con mi boca y mis gestos los asemejaré al lenguaje de signos. Del de las noticias de la tele para sordos.
18 diciembre 2012 | 10:26
Intenta un bis del pretérito,
y el volver a vivir la vida,
sin olvidar la anterior.
Intenta ver si consigue
oír la misma canción
aunque sea por otro intérprete.
Por eso lleva el anillo,
cree que es su talismán
y que no hay nada que ocultar,
pero tal vez la señora,
no se sienta del todo libre.
El querer recomenzar,
y repetir el pasado
si no igual… semejante,
pueda serle complicado
y mucho más, si los compara.
18 diciembre 2012 | 11:21
Quizá la señora estaba casada pero al marido no le gustaba bailar.
O quizá estuviera soltera y se ponía anillo para espantar moscones.
O quizá el blogger está en lo cierto y era viuda.
http://www.vidalicenciosa.com
18 diciembre 2012 | 11:54
muy bueno, como siempre! Me recuerda a uno de los axiomas de la teoría de la comunicación: es imposible no comunicar!
18 diciembre 2012 | 12:51
Cuanto rebuzno.
18 diciembre 2012 | 12:55
No solo habla la boca, no solo nos entienden con palabras.
Siempre hay algo más poderoso.
El silencio, mientras hablas a tu alma.
Una mirada. Una sonrisa. Un perfume. Una unión.
La señora era separada, pero seguia enamorada, salir era su miedo a estar sola.
Feliz día.
18 diciembre 2012 | 12:57
Signos, lenguaje sin palabras…Una alianza en el dedo, hoy en día, dice tan poco como un ticket de metro tirado en el suelo con la tinta descolorida, borrada por el sol y por las inclemencias del tiempo, después de una semana a la intemperie. Tinta traslúcida, evanescente, a la fuga, como el rimmel de algunos ojos…
No te fies de apariencias. El marido esperaba en casa, no soporta bailar, jamás le gustó… Sin embargo, hubo una época en la que las cosas no eran así. Cuando eran novios se tragó un montón de bailes, un montón de piezas, un montón de canciones, con la esperanza de que aquella chica le hiciera caso en algún instante y, por fin, aceptara irse con él a la cama. Sí, se fué con él a la cama…y más tarde también al altar. Pero eso fue hace mucho, mucho tiempo.
Ahora él, ya no disimula. No la ama, o tal vez no de aquella manera. No se movería de su silla por cogerle una cuchara que a ella se le cayera al suelo…¿Por qué habría de acompañarla a bailar?
Ella lo sabe. Hace mucho, sí, ¿y qué? Sin embargo, también es consciente de que de nada serviría quedarse en casa. Ella fue siempre sincera. Amaba bailar, reir, bromear, nunca fingió, jamás le mintió en sus gustos y preferencias, ¿por qué habría de sacrificarse ahora por él?
Va a baile como el que va al encuentro de su amado, y en cierto modo así es, porque allí, le ve a él… A él, ese medio desconocido que tan poco se parece a su marido. A él, al que cuando ella siente pegándose a su cuello con las manos en su talle, como si fuera una sensual guitarra, consigue mágicamente que se le ericen todos los cabellos de su cuerpo, y el escalofrío que la recorrre es de tal magnitud que pierde el paso y él, él la tiene que esperar…encantado de ser la causa de su turbación.
La rutina se repite una vez a la semana. Al salir de casa, después de dar un beso en la frente a su marido (un beso liviano, de compromiso, cási de misericordia, como un trámite forzoso, como una visa hacia el aire fresco) y con sus zapatos de baile en una bolsa de fieltro negra, desliza con disimulo su anillo de casada, su anillo de cansada, en el lateral interior de su bolso…Un anillo que sólo recuperará su posición original, cuando ya esté de regreso a casa, normalmente en taxi.
Una ilusión, un juego, un sueño, que se repite una vez a la semana…Ya sólo le queda eso, al menos, así lo siente ella…
18 diciembre 2012 | 15:00
Se vistiò y maquillò intentando disimular las ojeras que empezaban a formarse como siempre que èl salìa a una de sus famosas «reuniòn de amigos». Dos llamadas cortas, una a su amiga Rocìo para pedirle la direcciòn del sitio donde se verìan y otra a èl para decirle que al final habìa decidido salir a tomar algo con su amiga. Ahora en el taxi de vuelta a casa satisfecha y tranquila sabe que por fin se acabaron las noches de desvelo.
MIentras se relaja en la bañera piensa que de tener 20 años menos habrìa invitado a tomar una copa al taxista que no dejaba de mirarla.
18 diciembre 2012 | 18:25
Ananda, compro tu relato…me ha llegado y me ha emocionado. 😉
18 diciembre 2012 | 20:26
¿Y para qué quería la señora que la esperaras «después a que entrara en el portal»? ¿Te dejó dinero a deber, Simp?
En cualquier caso, nuestra protagonista, ignora que el asesino-psicópata-violador… siempre suele ocultarse en el rellano del Bajo B y no en el portal.
18 diciembre 2012 | 21:16
Sin complejos y saliendo a bailar aunque sea sola.
18 diciembre 2012 | 23:23
Que bien lees a las personas Daniel. Me gustaria ser tan observadora como tu, que paso por la vida sin enterarme ni de con quien me cruzo por la calle… Un besazo
19 diciembre 2012 | 09:59
Perdón por dudar de ti . . .
19 diciembre 2012 | 10:08
…seguramente fue una promesa que le hizo a su difunto marido antes de morir…
19 diciembre 2012 | 16:30
¡Ananda, me quito el sombrero! ¿Dónde puedo comprar tu libro? ¿Tienes tu propio blog?
Towanda
26 diciembre 2012 | 09:46