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Las sumas del Príncipe

El Príncipe fue un prodigio no solo para las matemáticas, sino también para otras disciplinas, pero las lenguas de forma muy especial. A pesar de ser el Príncipe, nació en una familia muy humilde, pero supo aprovechar las oportunidades que se le brindaron. Contó con el mecenazgo del duque de Brunswick, lo que le permitió estudiar bachillerato, tiempo en el que se estableció una curiosa relación con su profesor de matemáticas, Martin Bartels. Efectivamente, pronto su profesor comprendió que sería más provechoso para ambos estudiar juntos  y así se adentraron en las obras de autores como Euler, Newton o Lagrange. Leyendo a dichos monstruos, el Príncipe se dio cuenta del poco rigor que muchas veces caracterizaban sus obras y se propuso no caer en dicho error, dicha determinación ha marcado de manera fundamental la matemática desde su tiempo.

Pero no se trata aquí de contar la vida de Carl Friedrich Gauss, también conocido como el Príncipe de las matemáticas, sino de a través de una anécdota de su vida ( aunque parece que más que una anécdota es una leyenda) tratar de introducir un método de demostración que muchas veces es despreciado por los propios matemáticos profesionales.

Pero mejor vamos por partes, como Dexter… Para el público profano conviene decir que ya desde la época de Euclides hasta nuestros días las matemáticas han establecido un procedimiento de trabajo que se ha mostrado sumamente eficaz y que ha permitido mandar el hombre a la Luna y que yo pueda estar escribiendo esto en mi casa y que le llegue al lector en cualquier parte del mundo donde se encuentre (por citar solo dos ejemplos). Dicho procedimiento consiste en partir de unos principios fácilmente asumibles por todos (axiomas) y a partir de ellos enunciar y demostrar teoremas que servirán para enunciar y demostrar otros teoremas. Lo curioso es que desde la época de Euclides hasta la juventud de Gauss (finales del siglo XVII) el concepto de rigor en la demostración no había evolucionado casi nada. Hoy en día ese rigor es una de las bases de las matemáticas, en gran parte gracias a nuestro Príncipe. Es algo que a los profanos les cuesta mucho asumir, que las demostraciones han de hacerse con un rigor  que permite establecer unas bases sólidas de la disciplina y así poder utilizar con toda seguridad los teoremas de otros para seguir avanzando en el conocimiento matemático.

Pero de nuevo me despisto: ¡la anécdota, tengo que contar la anécdota!  Se dice que estando Gauss en la escuela elemental (entre los siete y los nueve años), su profesor mandó a los alumnos sumar todos los números del 1 al 100. Supongo que el profesor tenía algunas tareas que hacer y por eso ordenó a sus alumnos esa labor tan rutinaria y pesada. El problema para el bueno de Büttner (ese era su profesor) fue que al cabo de segundos el pequeño Gauss proclamó: «Ligget se’» (ya está). Pasada la hora, cuando el resto de sus compañeros fueron completando la suma, se comprobó que la solución de nuestro Príncipe era de las únicas acertadas.

¿Cómo llegó Gauss a esa solución?

Parece claro que dedujo de alguna forma u otra la fórmula de la progresión aritmética (una sucesión de números está en progresión aritmética si cada número se obtiene del anterior sumándole una cantidad fija, en el caso de los números del 1 al 100 cada término se obtiene sumando 1 al número anterior). Así parece que el pequeño Gauss en vez de sumar los números en orden, esto es: 1+2+3+… se le ocurrió agruparlos el primero con el último (1+100), el segundo con el penúltimo (2+99) y así sucesivamente (3+98, 4+97, 5+96… ) y vio que todas esas parejas sumaban lo mismo: 101. Así que no tenía más que multiplicar 101 por el número de parejas que se obtenía (50) para conseguir el resultado 5050. Mati lo contó con más detalle en esta mateaventura.

Pero me gustaría mostrar otra forma de llegar a la misma conclusión con una sola imagen. Para simplificar, supongamos que queremos sumar los naturales 1+2+3+4+5+6+7+8+9+10 (el razonamiento es el mismo para 100 o 1.000 números, pero me cansaría de pintar tantos puntitos), esta suma es el número de puntos rojos en la siguiente figura:

Efectivamente, en la última fila (fila en matemáticas es horizontal, vertical es columna) hay un punto rojo, en la anterior dos, etc. Pero, ¿cuántos puntos hay en total? Puesto que es un rectángulo 10×11, tenemos 110 puntos y, de ellos, la mitad son rojos, esto es: 55, por lo tanto, la suma 1+2+3+4+5+6+7+8+9+10 es igual a 55.

Si queremos sumar los mil primeros números dibujaríamos un rectángulo 1000×1001 con la mitad de los puntos rojos y la mitad grises, por tanto la suma de los mil primeros naturales es 1001000/2=500500.

Pues sí, otro ejemplo más de que una imagen puede demostrar lo mismo que mil o más palabras 🙂

Sherlock Holmes y una bicicleta

Vamos a ponernos hoy un poco misteriosos…

En uno de los relatos cortos de Sherlock Holmes «La aventura del colegio Priory», una de las claves para resolver el misterio es decidir en qué dirección viajaba una bicicleta. Así cuando Watson plantea que puede venir en cualquiera de las dos direcciones, Sherlock le contesta:

«- No, no, querido Watson. La impresión más profunda es, naturalmente, la
de la rueda de atrás, que es donde se apoya el peso del cuerpo. Fíjese en que
en varios puntos ha pasado por encima de la huella de la rueda delantera, que
es menos profunda, borrándola. No cabe duda de que venía del colegio.
Puede que esto tenga relación con nuestra investigación y puede que no, pero
lo primero que vamos a hacer es seguir esta huella hacia atrás.»

Naturalmente Sherlock tenía razón en dos cosas: normalmente la rueda de atrás soporta más peso y la trazada de la rueda trasera puede pasar por encima de la delantera y no a la inversa. Pero lo que no está tan claro es que si tenemos las huellas dejadas por las dos ruedas de una bicicleta seamos capaces de determinar el sentido en el que viajaba ella, salvo si existen otros tipos de huellas como salpicaduras que marcan siempre como una flecha la dirección en que nos movemos.

Sin embargo, si los conocimientos de Sherlock Holmes (o de Arthur Conan Doyle) en matemáticas hubieran sido mayores, sí que se puede determinar con total precisión no sólo el sentido en el que se desplaza una bicicleta, sino algunas de las dimensiones de esta. Veamos cómo.

Simplemente hay que saber que  la recta  tangente a la curva que describe la rueda trasera siempre corta a la curva que describe la rueda delantera. Además,  la longitud del segmento de dicha tangente comprendido entre ambas curvas es siempre la misma (exactamente, la distancia entre las dos ruedas).

¿Y esto cómo lo usamos en nuestras indagaciones?

Por ejemplo, en la figura que ponemos a continuación, la curva azul no puede corresponder a la rueda trasera de la bicicleta porque en algunos puntos la tangente ni siquiera corta a la curva roja.

Sin embargo, la tangente en cada punto a la curva roja sí corta a la azul. Ya está, ya tenemos que  la curva roja corresponde a la huella dejada por la rueda trasera. Muy fácil, ¿no?

Más cosas. nos fijamos en los dos puntos rojos elegidos sobre la curva roja, en los que se ha dibujado (en negro) la recta tangente en cada uno de los dos, a la curva roja. Nos fijamos en que desde cada uno de esos puntos rojos, hay dos segmentos de la recta tangente que van desde el punto rojo en cuestión a la curva azul, uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha. En ambos puntos rojos, los  segmentos de  tangente que van desde el propio punto hacia la izquierda (marcado en amarillo en la figura) tiene la misma longitud. Os pongo una figura con los puntos más gorditos.

Mientras que los segmentos de tangente que van desde cada punto rojo hasta la curva azul (en verde en la figura siguiente) tienen longitudes distintas.

¿Qué deducimos de esto? Pues que vamos desde la derecha hacia la izquierda y que esos segmentos amarillos nos indican la distancia entre las dos cuerdas de la bicicleta. Ea, más fácil que el mítico Sherlock 🙂

¿Otro ejemplo más?  Vamos.

¿Cuál es la rueda trasera y en qué dirección nos movemos?  

La primera pregunta es muy fácil de responder: la tangente a la curva roja hay veces que no corta a la curva azul, por lo tanto la azul es la rueda trasera y obsérvese, como muestra la siguiente figura que las longitudes de los segmentos de dicha tangente hasta cortar la línea roja son constantes de derecha a izquierda:

Por lo tanto nos estamos moviendo de derecha a izquierda.

Para terminar,  os pongo un ejercicio: en estas trazadas, ¿cuál corresponde a la rueda trasera? ¿en qué dirección nos movemos?

Para nuestra deducción hemos usado  los siguientes elementos:

1) La rueda que marca la dirección es siempre la rueda delantera, la trasera no hace sino seguirla a ella. Esto es: en cada punto, la rueda trasera (o el plano imaginario en el que se encuentra dicha rueda), apunta hacia el punto en el que la rueda delantera toca al suelo.

2) Si intersecamos el plano que define cada rueda con el suelo obtenemos una recta para cada una de las ruedas en cada momento.

3)Y (éste es el punto clave y un poco más delicado) cada una de las rectas que hemos mencionado en 2) ha de ser tangente con la curva que define el trazado de la rueda.

A partir de 1, 2 y 3 se puede ver claramente, y ésta es la clave, que: la tangente a la curva que describe la segunda rueda corta a la curva que describe la primera rueda y la longitud del segmento de tangente entre ambas curvas es siempre el mismo (la distancia entre las dos ruedas).

 

Sí, las matemáticas también funcionan para jugar a detectives. Por cierto,  si pregunta por mí este Watson, estaré por aquí la semana que viene 😉

PS: Podéis encontrar toda la información y generar más ejemplos en esta página de Wolfram.

Losetas, la Alhambra y Penrose

Otra vez es lunes y otra vez estamos por aquí. Y todos los lunes alguien se queja de lo duro que es comenzar la semana, otro se pregunta si falta mucho para el viernes… y repetimos sin cesar los mismos patrones, ¿por qué? ¿Será que en el fondo nos gusta la repetición de patrones? ¿Nos produce seguridad saber cómo está organizado todo a nuestro alrededor? ¿Nos gustaría creer que la vida es un ciclo sin fin? ¿Un evento periódico?

Vamos a hablar de cosas bellas, para romper con la tendencia actual, solo por llevar la corriente, ¡digo!

Los mosaicos, las repeticiones de patrones, siempre han ejercido una poderosa atracción en el ser humano. Se pueden observar ciertos patrones en numerosas pinturas rupestres y, en algún sentido, podemos afirmar que la cumbre de dicha ornamentación se alcanza en nuestro país con la maravillosa Alhambra. Es una historia que se ha repetido muchas veces cómo la Alhambra influyó decisivamente en el pintor holandés Escher para sus creaciones. Pero tanto en la Alhambra, como en las obras de Escher, la repetición juega un papel importante, nosotros queremos mencionar aquí unos mosaicos en los que la no-repetición es fundamental.

Supongamos que con unos cuantos modelos de losetas somos capaces de enlosetar todo el plano tal y como se muestra en la figura:

Todos estos enlosetados tienen en común que las losetas que los componen son o triángulos equiláteros o cuadrados o combinación de ambos y también comparten otra propiedad: con un sólo sector del plano ya tenemos la regla para ampliar esos enlosetados: para hacerlos infinitos hasta recubrir todo el plano repitiéndolos periódicamente. En algún sentido la clave es que dado cualquier punto P de estos enlosetados, podemos encontrar dos puntos en distintas direcciones (y a partir de ellos infinitos más repitiendo el proceso) tal que el mosaico desde cualquiera de esos tres puntos se ve exactamente igual (podemos transformar el mosaico trasladándonos de un punto a otro y queda invariante). Eso es lo que se llama un mosaico periódico. Naturalmente existen mosaicos no periódicos; en la siguiente figura, mostramos un par en el que solo se utiliza un tipo de losetas: triángulos isósceles idénticos:

Obsérvese que el punto o los puntos centrales en estos mosaicos no se pueden trasladar: no existen otros puntos desde los que el mosaico se vea exactamente igual: estos son lo que se llaman mosaicos no periódicos. Así con un triángulo isósceles se puede enlosetar el plano de forma periódica y de forma no periódica (lo mismo ocurre con el cuadrado, pero con el hexágono regular solo se puede enlosetar de una forma y es periódica: como un panal de abejas).

En la segunda mitad del siglo pasado los mosaicos no periódicos atrajeron la atención de varios matemáticos, sobre todo a partir de 1960 año en el que el matemático chino-americano Hao Wang se preguntó si existía algún conjunto de losetas aperiódicas, esto es: que cualquier enlosetado que demos del plano con ellas ha de ser un enlosetado no-peródico. Lo curioso, es que Wang relacionó dicho problema con uno de los teoremas fundamentales de la matemática y la informática teórica como es el teorema de indecidibilidad de Gödel. Wang conjeturó que no existían conjuntos de losetas aperiódicas (esto es: él creía que con cualquier conjunto de losetas que se pueda recubrir el plano, se puede recubrir de forma periódica).

Pocos años más tardes, uno de sus alumnos (y después ilustre investigador en Teoría de Grafos), Berger, demostró que sí existen conjuntos de losetas aperiódicas y dio un conjunto de 20.426 losetas que podían enlosetar el plano, pero que todo enlosetado con ellas iba a ser aperiódico forzosamente. El ejemplo de Berge suscitó una especie de carrera, porque 20.426 eran muchas losetas, incluso para los más puros entre los matemáticos. Así el propio Berge, consiguió ir reduciendo el tamaño de dicho conjunto hasta encontrar un conjunto de 104 losetas aperiódicas. Esto fue mejorado por Knuth que en 1968 consiguió bajar el número hasta 92 y, más dramáticamente, por Robinson en 1971 ya que dio un conjunto de solo 6 losetas aperiódicas. En algún sentido todos los ejemplos anteriores eran similares y partían de la base de losetas cuadradas con modificaciones.

Las losetas aperiódicas de Robinson

Roger Penrose

Pero, aún nos espera otra sorpresa, ya que en 1974 Penrose (¡inspirado en algunos trabajos de Kepler casi 400 años anteriores!) dio  otro conjunto de losetas de base pentagonal (también eran 6 las losetas) y, dos años después, recogiendo algunas de dichas ideas, consiguió el record mundial absoluto: ¡un conjunto de sólo dos losetas!: el dardo y la cometa (y otro conjunto también de dos losetas que eran rombos con ciertos ángulos).

A la izquierda el rombo y la cometa de Penrose y a la derecha sus rombos y debajo de cada uno de ellos un trozo de los mosaicos que se obtienen (eliminando los picos para que sea más simple).

Desde entonces, los mosaicos de Penrose han sido muy estudiados, se han descubierto numerosísimas propiedades de ellos, por ejemplo: la proporción de dardos y cometas necesarias para enlosetar el plano es el número de oro o proporción áurea y la sucesión de Fibonacci aparece por doquier en cualquier mosaico de Penrose. Pero puede que para hablar de esas propiedades dediquemos otra entrada, en ésta me basta con haber  despertado tu  curiosidad 😉

¿Es la Educación Pública una función decreciente?

Hace unos seis meses, aproximadamente, nos preguntábamos en esta misma ventana ¿cuál sería el límite de las sucesión de Wert? Alguien  podría pensar que mi obsesión por conocer el límite de la citada sucesión procede del hecho de mi formación matemática, pero créanme, mi preocupación por conocer la deriva de las ideas de ese señor procede de mi papel de madre. Sí, hoy no es Mati la que firma, sino Clara Grima.

El iluminado ministro de Educación, Cultura y Deporte ha vuelto a revolucionar las redes sociales al filtrarse el borrador del Real Decreto Ley por el que se adoptan medidas urgentes  en materia de propiedad intelectual, que no tiene desperdicio por cierto. Es ahora cuando me pregunto: en un país en el que hay gente suicidándose por desahucios, ¿¿es urgente adoptar medidas en materia de propiedad intelectual??

Y yo misma me respondo sin más que leer el primer párrafo del Anteproyecto de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) y compararlo con el primer párrafo de la ley vigente, LOE

Mientras que en la ley actual el primer párrafo es éste:

Las sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio más adecuado para construir su personalidaddesarrollar al máximo sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar la cultura y el acervo de cono­cimientos y valores que la sustentan, de extraer las máxi­mas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias individuales, de promover la solidaridad y evitar la discri­minación, con el objetivo fundamental de lograr la nece­saria cohesión social. Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el ejercicio de la ciudada­nía democrática, responsable, libre y crítica, que resulta indispensable para la constitución de sociedades avanza­das, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena edu­cación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y de sus ciudadanos.

En el anteproyecto de la LOMCE, el primer párrafo, sí, el primer párrafo es el siguiente:

La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.

¿Eso es para nuestros gobernantes la Educación? ¿Conseguir seres competitivos? Nuestros hijos y/o estudiantes, ¿son mercancías? Por cierto, deberían evitar el uso de la expresión competir en la arena, después de algunos acontecimientos que nos han puesto en guardia a muchos padres.

Sí, es sólo el primer párrafo, pero es que si seguimos leyendo, aún es peor, no voy a reproducirla entera, pueden deleitarse con su lectura aquí.

Desde mi punto de vista se trata simplemente de un ataque ideológico al sistema de Educación Pública con el único objetivo de degradarla y con ello, preparar el camino para que solo aquellos que puedan permitirse estudiar en centros privados de enseñanza tengan opción a esos puestos de trabajo de alta cualificación de los que habla.

Más cositas: nuestros hijos tendrán que decidir, ¡en 4º de ESO!

El cuarto curso de la Educación Secundaria Obligatoria tendrá un carácter orientador, y se podrá cursar para la iniciación al Bachillerato en la opción de enseñanzas académicas, o para la iniciación a la Formación profesional en la opción de enseñanzas aplicadas.

¿Saben que quería yo ser a esa edad? Pues no lo recuerdo muy bien, pero mi primer año en la Universidad fue en la Facultad de Periodismo, se ve que no tenía muy claro mi futuro como doctora en Matemáticas y profesora de un departamento de Matemática Aplicada I de la Universidad…

Ah, y por supuesto, dejará de ser obligatorio estudiar Geografía e Historia a partir de 2º de ESO, con lo que si un alumno elige Ciencias (cosa cada vez más probable en una sociedad que plantean mercantilista), se perderá estudiar hechos históricos como, por ejemplo, la Revolución Francesa, las oleadas revolucionarias de 1820 a 1848,  la crisis de 1929, la evolución y triunfo de los totalitarismos… Pero es casualidad, no sean malpensados… ¿Qué necesidad hay de que nuestros jóvenes sepan que hubo un tiempo en el que el pueblo se rebeló contra la minoría gobernante? ¿O de que sepan reconocer un cierto avance del totalitarismo y recordar las consecuencias que tuvieron los anteriores? Eso son cosas de rojos…

Y si le aceptamos a Wert y sus amiguitos que  nuestros hijos no necesitan conocer nada de Historia Contemporánea, por lo menos, que estén preparados para vivir en su era tecnológica, ¿no? Ah, que tampoco, que queréis reducir al mínimo la educación tecnológica en esta etapa educativa

Y la Educación para la Ciudadanía, por supuesto, no sirve para nada… Por Gauss, ¿hay alguna asignatura que sea realmente indispensable para su ministerio? No, no me la diga, la intuyo después de que usted se plantee cambiar la Ley de Educación para que los colegios que segregan a su alumnado por sexos puedan seguir recibiendo conciertos públicos.

¿Sabe usted qué representa el valor de la derivada de una función, señor ministro? Igual puede preguntarle a alguno de sus asesores, pero asegúrese de que no es ninguno de los 68 que no tienen el graduado escolar… Déjeme decirle que la derivada  de la Educación Pública en nuestro país es negativa, muy, muy  negativa, lo que indica que, gracias a usted y a sus colegas, es decreciente.

Algunos ciudadanos han empezado a moverse contra su LOMCE, algo tenemos que hacer, hasta que nos prohíban el pataleo.

P.S.:Mi madre me preguntaba el otro día «¿Cómo sabes tanto, hija?«, y yo le respondía que gracias a ellos, mis padres, y a la Educación Pública. Pero en realidad no, no sé tanto, no sé, por ejemplo, por qué hay que destrozar de un plumazo los avances sociales que tanto han costado en un país como el nuestro.

¡Unamos los pueblos!

Hoy os quisiera plantear un problema de los llamado de optimización, uno de esos problemas que puede parecer, a primera vista, más simple de lo que en realidad es.

Supongamos que tenemos cuatro pueblos cercanos que, por alguna razón, aún no están comunicados entre sí: igual ha pasado un huracán y ha destruido las carreteras que existían o, peor aún, un banco las ha expropiado y se las ha quedado sin saber qué hacer con ellas. Da igual, el caso es que queremos construir carreteras que las unan y estamos en una suposición, por lo tanto, podemos suponer que no nos sobra el dinero y queremos construir la red de carreteras con menos kilómetros, la más económica. El último dato que nos falta es que las ciudades se encuentran formando un cuadrado de lado 10 km. Así tenemos el siguiente diagrama:

En principio, el problema no parece tan difícil, ya que todas los posibles formas de unir los vértices de un cuadrado usando el menor número de carreteras (segmentos de rectas empezando y terminando en ciudades) son los que presentamos a continuación:

Y se puede comprobar que los de la primera fila suman una distancia total de 30 km, los de la segunda (usando el teorema de Pitágoras) de 20+√200 km que son algo más de 34 km. Así que parece claro que gana cualquiera de los diseños de la primera fila. Pero ¿son esas todas las posibles soluciones?

 

En principio no, porque hay otros diseños con la misma longitud que los de la primera fila y que presentan algunas ventajas sobre las anteriores, como las dos que presentamos ahora:

Si nos fijamos estos dos diseños tienen también una longitud de 30 km y la ventaja a la que nos referíamos es que la distancia más larga entre los pueblos es más corta que la distancia más larga en aquellos diseños como el que tenía forma de U: para los de forma de U la distancia más larga posible entre dos pueblos es de 30 km, mientras que en el diseño en H la distancia más larga entre dos pueblos es de 20 km.

Pero todavía lo podemos hacer mejor.  Si consideramos unir cada par de ciudades diagonalmente opuestas por sendas carreteras con un cruce (o una rotonda si tenemos un alcalde al que le gusten mucho: por aquí por el sur, el de Dos Hermanas, por ejemplo), tendremos un diseño en X:

 

La longitud total de esa red de carreteras es poco más de 28 km (de nuevo usando Pitágoras). Y parece que ya no se va a poder mejorar, pero estaremos equivocados

Entonces, ¿tenemos diseño ganador? Pues no, porque podemos modificar ligeramente los diseños en H hasta obtener algo así:

Está demostrado que la longitud mínima se alcanza cuando escogemos los puntos de cruce de las carreteras  de forma que éstas formen un ángulo de 120º en los puntos en los que se bifurcan.

 

Es fácil calcular cómo se ha de escoger el punto en el que las carreteras se bifurcan para que sea óptimo el diseño.

Si nos fijamos  el triángulo ABC es un triángulo rectángulo (el ángulo en C es de 90º) y el ángulo en B debe ser la mitad de 120º , 60º, por lo tanto, puesto que los ángulos internos de un triángulo suman 180º, tenemos que el ángulo en A (en el triángulo ABC) es de 30º. Si hacemos una  copia del triángulo ABC (pegando por el lado AC), y nos fijamos en el triángulo ABB’, éste es un triángulo equilátero (puesto que los ángulos en A, B y B’ son de 60º los 3) y por tanto BC es la mitad de AB, como AC vale 5 km, usando el teorema de Pitágoras tenemos que el lado BC mide 5/ √3 y por lo tanto,  obtenemos que la longitud total de esta red de carreteras es de 10+10√km que es algo más de 27 km y es el ganador absoluto.

Ahora es el momento en el que planteo: ¿y si en vez de cuatro ciudades son tres todas a la misma distancia? ¿Y cinco?

Si queréis ver la solución a estos problemas, se puede este vídeo maravilloso (está en inglés, pero creo que es suficientemente ilustrativo y muy recomendable), donde se da la solución para los distintos casos, pero lo más interesante es que llega a dicha solución con la única ayuda de unas pompas de jabón. Por cierto, esto me da una idea de la que hablaros otro día: de las matemáticas de las pompas de jabón. Pero eso será en otra ocasión.

 

 

Mi Buenos Aires querido…

Ponemos música  para leer la entrada de hoy, es lunes y este país es un tango…

Nunca he estado en Buenos Aires, es una de mis asignaturas pendientes. Me encantaría pasear por sus calles, frecuentar sus bares, escuchar una milonga y las voces de los porteños y coger, perdón, viajar en su metro (o Subte como ellos dicen). Esto último, ¿por qué? Porque  dos referencias bien distintas lo hacen muy atractivo desde el punto de vista matemático.

La primera es el número de emergencia del Subte  desde 2006. Efectivamente,  con la puesta en marcha del plan Alerta en julio de 2006, se estableció la posibilidad de denunciar hechos delictivos por parte de los ciudadanos llamando en cualquier momento desde su móvil al número *31416. A algunos (espero que a pocos) lectores puede que esto no le diga nada, pero a cualquier matemático y a muchos que no lo son inmediatamente le trae a la memoria el número π. Sí, ya sé que es una aproximación un poco basta del mismo pero los matemáticos, como dice mi amigo Gaussianos, en ocasiones vemos π

De hecho, no hace mucho tiempo, mi santo (como diría Elvira Lindo) y yo llegábamos a un hotel en Madrid en el que el recepcionista nos avisaba que nuestra la habitación era la 314. «¡Qué fácil!» dijimos los dos a la vez. Ante la mirada atónita del recepcionista y de su compañero que dejó de mirar el monitor de su ordenador para observarnos los dos añadimos con alegría y casi sin pudor «¡Es π!» Cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas

Volviendo al número de emergencias del Subte de Buenos Aires, de hecho, en alguna nota promocional  anuncian dicho número como el número *pi. Pero lo curioso y un poco decepcionante, quizás, es  que cuando justifican el porqué de un número tan largo,  la respuesta no es, como cabría esperar, porque es fácil de recordar por ser una buena aproximación de π sino: “Según indicó el Ministerio del Interior, porque fue el único número que habilitaron empresas de telefonía”. Pues vaya…

Pero no solo por eso es evocador, desde el punto de vista de las matemáticas, el metro de Buenos Aires. Hay otro motivo,  una película con una curiosa historia detrás.

Todo se origina en un relato corto del astrónomo y escritor de ciencia ficción norteamericano A. J. Deutsch (podéis leerlo aquí) que plantea que una línea de metro se convierte en una cinta de Moebius y así un tren completo desaparece.

¿No recordáis que era una cinta de Moebius? En ese caso os  recomiendo  esta entrada de Mati que explica qué es este curiosísimo objeto matemático y algunos de sus propiedades más notables.

En este caso, lo que nos interesa es que la cinta de Moebius tiene un única cara, así que el tren puede parecer que está perdido y lo que le ocurre es que está “en la otra parte” de la cinta.

El relato de Deutsch ya dió origen a una película alemana, pero Gustavo Daniel Mosquera, que era profesor en la Universidad del Cine de Buenos Aires, readaptó completamente la historia convirtiéndola en una metáfora sobre los desaparecidos por la dictadura militar.  Después de numerosas vicisitudes y gracias al apoyo de otros profesores y alumnos de la Universidad de cine y utilizando algún material reconstruido, como cámaras que databan de 1926 y con un bajísimo presupuesto, consiguió rodar y estrenar su película, Moebius, en 1996. El resultado fue un gran éxito, sobre todo en numerosos festivales internacionales como la Viennale, Sundance y Berlín.

Me encanta la escena en el que los responsables buscan una explicación a los hechos que están ocurriendo y el diálogo:

–Soy  topólogo, matemático.

–¿Para qué sirve eso?

Pero no acaba allí la historia de esa curiosa cinta (me refiero ahora a la película). Es notable que casi todos los participantes en la elaboración de la película han conseguido cimentar unas carreras bastante sólidas dentro del cine argentino y que la propia película en si sea considerada hoy en día como una de las películas fundamentales del cine argentino. Ésta es, por lo tanto, otra historia bonita de superación y empeño, de las que viene bien recordar en tiempos como los que nos están tocando vivir…

Ya veis, como ya habíamos hablado antes en este mismo blog, hay muchas matemáticas cada vez que pillamos el metro.

Más vale descartar lo bueno conocido…

Comprueben que sus cinturones están abrochados, su asiento en posición vertical y su mesita plegada porque ¡van a alucinar!

Al menos, yo alucino con este problema y espero que también os provoque turbulencias y alguna sonrisa de sorpresa 😉

Vamos a continuar con los concursos que tanta polémica crearon en nuestra entrada sobre Monty Hall y vamos a presentar un concurso parecido (de hecho es parte del mismo proceso que se llevaba a cabo en Un, dos, tres).

Estamos en un concurso. Se nos presentan un cierto número de cajas, N, y podemos abrirlas en el orden que nos plazca. Cada caja contiene una cantidad de dinero distinta de las otras (no sabemos qué cantidades hay en cada una, ni cuáles son esas cantidades). Cada vez que abrimos una caja decidimos (después de contar el dinero en ella, se entiende) si nos quedamos con ella (esa es la caja que escogemos) o si la descartamos para siempre (una vez que una caja ha sido descartada, ya no podemos volver a ella). Tratamos de diseñar una estrategia que nos garantice escoger la mejor caja (la que tiene más dinero) el mayor número de veces posible

¿A qué parece que no se va a ser posible? ¡Ja!

Para simplificar supongamos que tenemos 3 cajas: A, B y C. Abrimos la primera (la A), como no tenemos ni idea de qué cantidades hay en cada caja, en A puede estar el mayor botín o no, no tenemos ninguna información adicional, por lo tanto, si escogemos A, nuestro posibilidades de acertar con el premio máximo es de .

¿Podemos mejorar dicha estrategia?¿Podemos diseñar otra estrategia que garantice siempre más de ⅓ de posibilidades de obtener la máxima cantidad?

Os propongo una: abrimos la primera caja (la A) y contamos el dinero que hay, pero la descartamos independientemente de cuánto dinero encierre. Ahora abrimos la segunda caja (la B), si contiene más dinero que la primera, nos quedamos con la segunda, en caso contrario nos quedamos con la tercera ¿En cuántos casos hemos acertado con esta estrategia?

Realicemos un examen viendo todas las posibilidades distintas.

En cada caso, escribiremos las tres cajas ordenadas por la cantidad de dinero que tienen de mayor a menor.

El primer caso lo escribimos como (A, B,C) (esto es, la caja A tiene más dinero, después la B, después la C). Vamos a suponer que las 3 cantidades son, respectivamente, 100, 50 y 25, pero, claro, eso no lo sabe el concursante a priori, no sabe cuál es el premio máximo, ¿me explico? Pero lo pensamos así para hacer una simulación de los 6 casos posibles con 3 cajas.

Siguiendo la estrategia descrita, abrimos la A, la descartamos, abrimos la B y como tiene menos que la A, escogemos la C, que es la que menos dinero tiene: mal empezamos. Nos hemos quedado con el peor premio…

(He hecho unas figuras para cada simulación, en otro color pongo la caja que escogeríamos con esta estrategia. Si el color es verde, es que hemos ganado. Es que soy del Betis…)

Veamos, entonces, apoyándonos en las figuras, qué caja escogeríamos, en cada caso,  siguiendo nuestra estrategia.

Para (A,B,C) escogemos C y hemos perdido, es la que acabamos de analizar unas líneas más arriba.

Para (A,C,B) escogemos C, y perdemos.

 

 

Para (B,A,C), abrimos la A, la descartamos, abrimos la B que tiene más dinero y nos quedamos con ella y hemos ganado (¡por fín!).

Para (B,C,A) escogemos la B y ganamos (¡ole con ole!)

 

 

Con (C,A,B) escogemos C y ganamos, (¡toma, toma, toma!)

 

 

Y para (C,B,A) escogemos B y perdemos.

 

Como vemos, con la estrategia anterior podemos garantizar un éxito del 50% (ganamos 3 de 6), lo cual es mejor que el 33% (=1/3) que teníamos si escogemos una caja al azar. Anda, ¡mira!

Lo curioso es que esta estrategia se puede aplicar a cualquier número de cajas, por sorprendente que parezca y aunque no se conseguirá siempre un éxito del 50%, sí que podemos obtener un porcentaje sorprendentemente alto (mayor de ⅓ independientemente del número de cajas). Sí, sí, éxito con una probabilidad casi del 37%, sea cual sea el número de cajas.

Allá vamos, ¡digo!

Se puede probar que el método que nos garantiza mejor resultado es el siguiente: Si tenemos que escoger entre N cajas, abrimos unas cuantas (digamos r) y las descartamos, pero anotamos de esas r cajas cuánto dinero tenía la que más tenía. A continuación seguimos abriendo las cajas restantes y nos quedamos con la primera que tenga más dinero que el que habíamos anotado como el máximo de las r primeras.

Si ninguna tiene más dinero obviamente nos quedamos con la última. Solo queda por determinar cuánto vale r, es decir, ¿cuántas cajas tenemos que abrir y descartar inicialmente?

Hemos visto que en el caso de 3 cajas (N=3, 3 cajas) r es 1. Se puede comprobar que en el caso de N=4 (cuatro cajas) r también vale 1 (miramos la primera, la descartamos, y después vamos abriendo las restantes y nos plantamos si una tiene más dinero que la inicial, con esta técnica en el caso de 4 cajas podemos garantizar que escogeremos la mejor en un 46% de los casos).

En la siguiente tabla se muestra cuántas cajas tenemos que desestimar dependiendo del número de cajas que tengamos en total para asegurar la mayor probabilidad de éxito (se puede comprobar haciendo algunas cuentas, bastantes):

 

¿Y si son más de 9 cajas? Se puede aplicar la misma técnica, pero ¿cómo calculamos el número de cajas r que tenemos que  desestimar? Desconecten sus teléfonos móviles y agárrense…

Hay una regla más o menos sencilla: el número r de cajas a desestimar es el número entero más próximo a N/e donde e es el número de Euler que es aproximadamente igual a 2,71828182845905 (no es un número racional y por tanto tiene infinitas cifras decimales que no se repiten de forma periódica).

Sí, yo también me quedé con esa cara cuando lo leí… es normal… ¿¿El número e??

Pues sí, desechando ese número de cajas, podemos asegurar que siempre obtendremos un éxito de al menos 1/e de los casos: un 36,8%, por muy grande que sea el número de cajas. La tabla anterior añadiendo una fila con los valores obtenidos al dividir el número de cajas entre e, quedaría:

Por ejemplo, para 10000 cajas, N=10000, tendríamos 10000/e= 3678,794411714, descartamos las 3679 (éste es el número entero más próximo a 3678,794411714) primeras cajas, y nos quedamos con la primera de las restantes que supere en dinero a todas las 3879 descartadas inicialmente y … ¡Tachán! La probabilidad de éxito es del 37%…

Por Euler, ¿¿no es maravilloso y sorprendente??

Ay… una se pregunta, ¿a cuántos incompetentes tendríamos que desechar para quedarnos con alguien que sepa arreglar este país con una probabilidad de éxito tan alta? En fin…

Este problema se conoce como el Problema de la secretaria, el Problema de la dote del Sultán, del Pretendiente exigente y no sé si algún otro nombre más. Podéis conocer más si queréis aquí y aquí.

 

Dime cuántos, cuántos, cuántos…

¿Cuánto nos cuesta a cada contribuyente una hostia consagrada de las que se reparten en las iglesias? ¿Cuánto las que reparten algunos antidisturbios en las manifestaciones?

Fernando del Álamo tratando de averiguar cuántos botones hay en total en todos los aviones que vuelan actualmente…

Seguro que alguno de nosotros se hace esa pregunta, sobre todo, al final de mes, ¿no? Este tipo de preguntas sobre cálculos que parecen muy complicados de hacer por la falta de datos concretos me recuerda a la comunicación en la que Fernando del Álamo, @omalaled, nos habló de los problemas de Fermi. Tengo que reconocer que estos problemas siempre me han encantado y Fernando lo bordó, como se suele decir, en aquella comunicación, que podéis ver aquí.

Enrico Fermi

Un problema Fermi (nombrados así por Enrico Fermi, físico italo-americano, premio Nobel de física en 1938) trata de obtener una estimación mediante una serie de estimaciones razonables de algo que puede parecer incalculable.

El típico ejemplo de un problema de Fermi es ¿Cuántos afinadores de piano hay en Chicago?

Y la respuesta de Fermi más o menos venía a decir (esta estimación se hizo hace más de 50 años, hoy en día seguro que ya no es cierto):

Hay 5 millones de personas viviendo en Chicago. En promedio, viven dos personas en cada casa de Chicago. Una de cada veinte casas tiene un piano que es afinado regularmente, una vez por año. A un afinador de pianos le lleva dos horas afinar un piano, incluyendo el tiempo de viaje. Cada afinador trabaja 8 horas por día, 5 días a la semana y 50 semanas en un año. Con todas esas suposiciones se obtiene que en Chicago hay (había) unos 125 afinadores de piano.

Desde el punto de vista docente, considero que plantear problemas de Fermi puede ser muy interesante para enseñar a los niños a desarrollar diversas habilidades muy útiles, como pensamiento lógico, explorar el mundo y comprenderlo. Para algunos problemas de Fermi hacen falta conocimientos profundos de Física o Química (para muchos de ellos basta con conocer el número de Avogadro, cosa que desconocen todos los adeptos a la homeopatía, por ejemplo), pero para otros necesitamos poco más que sentido común. Voy a tratar de poner aquí algunos ejemplos.

Empezamos así con uno muy sencillo: Contando sillas y mesas ¿cuántas patas de muebles hay en un determinado colegio?

Evidentemente para resolver este sencillo problema basta con estimar el número de alumnos en el colegio (número de grupos por el número de alumnos en cada grupo) y después multiplicar por ocho.

Demasiado fácil, ¿no? Vamos a intentar resolver otro un poco más complicado: ¿En cuánto aumenta la masa de la humanidad cada año?

Para resolver este problema hemos de estimar cuál es el peso medio de un humano y tratar de averiguar cuántos humanos más hay cada año. Tenemos que tener en cuenta que hay que calcular la media de todos: hombres, mujeres, niños, así que yo creo que una buena aproximación es de 55 kilos por humano, ¿vale? La población humana crece cada año en unos 40 millones, así que el peso total de la humanidad viene a aumentar cada año en unos 2.200 millones de kilos (algo más de 2 millones de toneladas: o 2.2×10⁹ kilos, nada comparado con 5.972×10²⁴ que es la masa de la Tierra).

¿Intentamos un más difícil? Venga, va, que no decaiga:  ¿Cuántos ladrillos hay en Sevilla? (me refiero a las piezas usadas en construcción, no estoy mirando a nadie)

Para este problema es fundamental estimar cuántos ladrillos son necesarios para construir un piso medio, digamos de 90 m². Podemos estimar que un piso lo forma un rectángulo exterior de 10×9 y que el área de las paredes interiores iguala a las paredes exteriores (del piso). Si el techo está a 2.5 metros, el área de las paredes exteriores será (10+9)x2x2.5 = 95 m², por lo tanto, el área total de las paredes de un piso será de unos 190 m², podemos suponer que para un metro cuadrado se necesitan 16 ladrillos, luego un piso medio necesita unos 3.000 ladrillos. Así queda sólo por estimar cuántos pisos hay en Sevilla, que tiene una población de unos 700.000 habitantes, pero como la media por piso es aproximadamente de tres habitantes, eso nos da la cifra de 233.333 pisos que por los 3.000 ladrillos anteriores nos da un total de 700 millones de ladrillos.

En algún sentido, otro problema de Fermi sería  calcular cuántos participantes hay en una manifestación, aunque con una simple foto aérea se puede hacer un cálculo absolutamente exacto, será por eso que siempre coinciden los datos de los convocantes y los de las administraciones públicas correspondientes…

Me voy, pero os dejo propuestos unos cuantos problemas que podéis discutir en los comentarios y/o a la hora del café, como siempre os digo.

¿Cuántas palomitas de maíz caben en una habitación?

¿Cuántas maletas están volando ahora mismo en aviones en todo el mundo?

¿Cuántos coches hay en movimiento en España un día de diario cualquiera a las cuatro de la madrugada?

¿Cuántas vueltas dan las ruedas de todos los ciclistas en un Tour de Francia?

Pues eso, dime cuántos, cuántos, cuántos… 😉

¿Quién es Monty Hall? Un, dos , tres… responda otra vez

Puede que algunos de vosotros se pregunten quién es el tal Monty Hall que le da título a esta entrada; ese secreto lo voy a desvelar muy pronto.  Monty Hall es, entre otras cosas, un presentador de la televisión norteamericana que se hizo muy famoso con el programa Let’s make a deal, un programa con una dinámica muy similar a la de la fase de la subasta en nuestro popular Un, dos, tres… responda otra vez que contribuyó a la colonización de Torrevieja (Alicante).  A los de cierta edad no hace falta que les explique en qué consistía la fase de la subasta de Un, dos, tres y a los más jóvenes se lo explicaré en su debido tiempo: un poco más adelante. Ahora bien: ¿qué tiene que ver Monty Hall con un blog de matemáticas? Pues mucho más de lo que algunos pueden llegar a creer porque el nombre de  Hall aparece en casi todos los blogs de matemáticas tarde o temprano y eso que ese personaje nunca ha hecho matemáticas, ni nos consta ninguna aportación suya a dicha rama del saber. Sin embargo,  su nombre va asociado a una de las paradojas más llamativas de la probabilidad.

La probabilidad es una rama de las matemáticas con profundas relaciones con la estadística y la combinatoria y que siempre, desde sus comienzos con Pascal y Fermat a mediados del siglo XVII, ha estado muy ligada con la teoría de juegos. Los casos más simples de probabilidad son, realmente eso, simples. Por ejemplo, todo el mundo sabe que la probabilidad de obtener cara al tirar una moneda bien compensada es de ½ y que la probabilidad de que salgan dos veces caras si tiras la moneda dos veces es de ¼… Bueno, esto último no es del todo cierto. Me explico: esa probabilidad sí es ¼, pero no todo el mundo lo sabe: el 60% de los diputados británicos fallaron en dicha pregunta cuando le fue formulada.  No obstante existen casos que son relamente sorprendentes, uno de ellos es el conocido como problema de Monty Hall.

La idea del concurso consiste en lo siguiente: tenemos tres puertas cerradas, detrás una de las puertas hay un buen regalo (digamos un coche o el apartamento en Torrevieja) y en las otras dos hay muy malos regalos (una cabra en el programa norteamericano, una calabaza en el español), al concursante se le pide que escoja una de las tres puertas. Una vez escogida, el presentador (Monty Hall), que sabe dónde está el coche, abre una de las otras dos puertas, siempre una en la que no está el coche, con lo cual quedan dos puertas cerradas: la escogida inicialmente y una de las dos no escogidas. en ese momento se le da al concursante la opción de cambiarse ¿debería hacerlo?

Me gustaría que antes de seguir leyendo, el lector trate de llegar a una conclusión por si mismo.

¿Ya?

Seguimos. Intuitivamente se piensa que como son tres puertas, la probabilidad de que esté en cada una de ellas es ⅓, así que el cambiarse o no es indiferente, pero este razonamiento no es del todo correcto por cómo se ha llevado a cabo todo. Tratamos de explicarnos:

1) El concursante escoge una puerta (digamos la 1), la probabilidad de que el coche esté tras esa puerta es efectivamente ⅓, por lo tanto cuando el concursante escoge esa puerta, su probabilidad de ganar es de ⅓. La probabilidad de que el coche no esté tras esa puerta es de ⅔.

2) Al abrir el presentador una de las dos puertas restantes (una que siempre está no premiada), la probabilidad anterior no cambia ya que siempre al menos una de las dos puertas no escogidas no contiene al coche y el presentador tiene siempre la opción de escoger una puerta no premiada.

3) Si el coche no estaba en la puerta escogida inicialmente (recordemos que la probabilidad de que ello fuera así, tal y como dijimos en el punto 1, es de ⅔) , forzosamente ha de estar en la puerta no escogida que se ha quedado cerrada, por lo tanto, la probabilidad de que el coche esté en esta puerta es de ⅔.

Resumiendo: la probabilidad de ganar el coche si no se cambia de puerta es de ⅓, mientras que la probabilidad de ganar si se cambia de puerta es de ⅔: justo el doble.

Por si algún lector aun no está convencido, piénsese que en vez de tres puertas hay un millón, el concursante escoge una de las puertas y, por tanto, la probabilidad de acertar es de 1/1.000.000 y la probabilidad de que el coche esté en alguna de las otras puertas es de 999.999/1.000.000, pero si el presentador abre de esas 999.999 todas menos una, sabemos que el coche no está en ninguna de las abiertas, luego como la probabilidad de estar en la primera es 1/1.000.000, la probabilidad de estar en la única de las restantes que permanece cerrada es ese 999.999/1.000.000, luego evidentemente se ha de cambiar ¿no?

Ea, pues ya tenéis tema de conversación para el café de esta mañana, porque a algunos cuesta convencerlos 😉

P.S.: Qué angustia me daban siempre las cacho gafas que llevaban las azafatas del Un, dos, tres… Me pasaba todo el programa arrugando la nariz para que no se me cayesen las mías…

 

 

 

Ciencia Deluxe

Este fin de semana en Bilbao se ha celebrado el evento de divulgación científica Amazings Bilbao 2012 organizado por Naukas. Sin deshacer la maleta, y antes de tomar la píldora (¿la roja o la azul? nunca me acuerdo) que me devuelva al real world, en el que el gobierno de nuestro país recorta y ningunea a la Ciencia, me dispongo a escribir esta entrada para contaros lo que he vivido, afortunadamente, en primera persona. La Ciencia, aparte de su indudable función en el progreso y la mejora de la calidad de vida de todos nosotros, si se hace con ilusión, con ganas, con dedicación y con amor (sí, he dicho amor) puede ser, además, el mejor espectáculo del mundo.

Durante la comunicación de Gaussianos (por Wicho)

Durante dos días, pero sobre todo el sábado, por razones obvias, el auditorio del Paraninfo de la Universidad del País Vasco (500 plazas)  se llenó de espectadores dispuestos a aprender, pero sobre todo, a disfrutar escuchando hablar de Ciencia. De hecho, la organización tuvo que habilitar la sala Baroja del mismo inmueble, para que la gente que no encontró hueco, no ya en las butacas del auditorio, sino de pie en los pasillos del mismo, pudiera seguir por streaming las comunicaciones del evento. Hay que sumar además a todas las personas que siguieron el evento a través de la página de Naukas o de la EITB.

Alguien podría pensar  que aquello se llenó de nerds  que asistieron con seriedad a charlas científicas, que fue un acto aburrido para empollones. Pero si alguien hubiese estado en la puerta de la sala, con los ojos tapados y hubiera puesto la oreja, no habría acertado nunca qué tipo de espectáculo estaban disfrutando los de dentro. Por lo que a mí respecta, y por lo que vi a mi alrededor, los que allí estábamos, abríamos la boca y, por no  molestar, ahogábamos las exclamaciones de asombro a veces, nos reíamos a carcajadas otras, interrumpíamos con un merecido aplauso al divulgador de turno… estábamos disfrutando, gozando escuchando hablar de Ciencia. Fue un gran espectáculo, de estos de los que la gente sale sonriendo, satisfecha… feliz. Ay, feliz, si te alejabas un poco y mirabas las caras de la gente podías imaginar que las cosas no iban tan mal en este país…

Xurxo Mariño cocinando un caldo sináptico (por Uhandrea)

Como he dicho hubo muchos comunicaciones y muy buenas, pero dejenme resaltar el espectáculo de Xurxo Mariño y Vicente de Souza, Protón: La fascinante historia de una partícula inmortal… o casi. Un neurocientífico y un actor que, durante una hora que duró menos de lo habitual o eso me pareció, porque pasó volando, nos contaron de dónde vienen los protones que forman todo lo que somos, como decía el propio Xurxo, cada una de nosotros está formado por, literalmente, el corazón de una estrella que explotó como supernova hace millones de años. Creo que si lo pensáramos de vez en cuando nos ayudaría a relativizar un poco y a sentirnos mejor… Sinceramente, disfruté tanto como en cualquier espectáculo, por ejemplo, de Les Luthiers. Aquella hora estuvo llena de Ciencia y de humor, un trabajo hecho con profesionalidad, rigor científico, brillantez y amor (sí, otra vez he dicho amor), y nos recordaron, por ejemplo que el 666 es el número de la vida  puesto que el  carbono tiene 6 protones, 6 neutrones y 6 electrones y por lo tanto…

La vida es diabólicamente hermosa

@Cuent_Cuanticos

Y si esto gusta a tanta gente y, sobre todo, nos enseña a entender, un poco,  el Universo, nos permite acercarnos sin miedo a experimentos como los del LHC, a conocer cómo diseñar una vacuna,  o a salvar una vida en 10 minutos, ¿por qué los programadores de nuestras televisiones no ofrecen programas con estos ingredientes para que todo el mundo lo pueda difrutar? ¿Por qué programar tanta, con perdón, mierda?

Ésta soy yo (por Wicho)

Ahora es cuando les cuento una anécdota que cuento siempre que se habla sobre este tema. Hace unos meses estaba comiendo en la cafetería de la estación de una ciudad española, pequeña. Era el único sitio en la estación para comer y no tenía tiempo para ir a otro sitio. En 3 pantallas magníficas de televisión se proyectaba un programa, Hombre, mujeres y viceversa (no pongo enlace para no hacer spam de semejante porquería). No lo conocía, afortunadamente, pero asistí con estupor al lenguaje soez y a la exhibición de unos modales (por llamarlo de algún modo) desde todo punto de vista inapropiados para cualquier hora del día, desde luego, pero más aún a la hora del almuerzo en la que, por ejemplo, puede haber menores comiendo en el único bar de la estación. Entonces, pensé, si prohiben fumar en los bares porque es perjudicial para la salud, ¿por qué no prohíben este tipo de obscenidades en lugares públicos donde pueden haber niños? Traté de comer lo más rápido posible, enfadada e indignada y ¿sabéis qué? Al cabo de un rato, me descubrí embobada escuchando aquella basura. Fue entonces cuando me formulé la segunda pregunta: igual que yo me he embobado viendo esto debido al poder hipnótico de la caja tonta, ¿no deberíamos aprovechar ese poder hipnótico para emitir programas de ciencia, con un poco de imaginación y humor, y enganchar a la población librándonos de esta lacras?

Ya, ya sé que estoy gritando en el desierto y que en el momento histórico que estamos viviendo esto no puede hacer más que empeorar… No creo que ningún político se esté planteando favorecer la organización de eventos como éste a lo largo y ancho de la geografía española… si fuera un aeropuerto…

Pero aún me queda el buen sabor de boca del evento y quiero aprovechar estas últimas líneas para dar mi enhorabuena y expresar mi agradecimiento a los organizadores del evento y a todos sus colaboradores, ¡muchas gracias!

Donde hay Ciencia, hay esperanza.

Foto de familia de Naukas en la que falta Wicho que fue el fotógrafo

 

P.S. Por cierto, al final del evento se entregaron los Premios Tesla 2012 de divulgación científica y nos llevamos uno, el tercero, por esta entrada sobre Voronoi 🙂

De izquierda a derecha, @ScientiaJMLN (2º puesto), @jlblancoc (1º puesto) y yo (3º puesto)  (por PlanetaSapiens)