Una de camellos

–¡Hala! Sí que debe ser incómodo venir desde tan lejos encima de un camello, ¿no?

–Bueno, Ven… En realidad no vienen de tan lejos, no creas…

–¡Anda que no, Sal! ¡Vienen de Oriente!

–Esto… –el gafotas dudó un rato –No sé cómo decirte esto, Ven, pero…

–¿Os cuento un acertijo sobre camellos? –interrumpió rápidamente Mati.

–Siempre que no nos jorobes mucho… –contestó Ven con cara de pícaro.

–Vale, Mati, ya veo –dijo Sal guiñando el ojo a su amiga.

–Veréis –empezó a contarles ella –Hace mucho, muchísimo años, en un país muy lejano, un noble anciano estaba a punto de morir…

–Pobre… –interrumpió el pequeño.

–Era un anciano muy, muy mayor –continuó ella –Justo antes de morir le dijo a sus 3 hijos:

Hijos míos, lo único que os dejo de herencia son mis 17 camellos a los que he cuidado con el máximo cariño y que tanto me han ayudado en esta vida. Sólo os pediré algo, que el mayor de vosotros, que tiene muchos hijos se quede con la mitad; el mediano que está esperando un hijo se quede con la tercera parte, y tú, el más joven, con la novena parte de la herencia.

El hijo pequeño, que era el más hábil con los cálculos protestó:

Pero, padre…

Déjalo descansar –le pidió el hermano mediano —Haremos lo que nos pide, ha sido un buen padre.

-¿No os dais cuenta de que es imposible dividir la herencia como nos pide? –insistió el pequeño, pero el padre ya había muerto.

–¡Toma! ¡Es verdad! –exclamó Ven –17 no se puede dividir por 2, porque no es par, ni por 3 porque sus cifras suman 8 que no es múltiplo de 3, ni por 9 porque la suma de sus cifras tampoco es múltiplo de 9… ¡vaya tela!

–Muy bien, Ven –dijo Mati –.Veo que recuerdas lo que os conté sobre divisibilidad.

–Espero que la solución no sea partir uno de los camellitos a trocitos, ¿verdad, Mati? –preguntó Sal un poco angustiado.

–No, no fue esa la solución, sigo:

Pasados unos días tras la muerte del padre, se hallaban los 3 hermanos tomando un té a la sombra de un árbol cuando vieron acercarse en un camello a una sabia del lugar, a la que todos reconocían enseguida por su larga melena de color rojo…

–¡¡Eras tú, Mati!! –gritó el pequeño.

–No, yo aún no había nacido –dijo ella guiñando un ojo y continuó:

Después de que le hubieron contado la historia, aquella sabia, de nombre Matim, les dijo lo siguiente:

–Os regalo mi camello, yo puedo apañarme sin él. Así tendréis 18 camellos, que es un número divisible por 2, por 3 y por 9.

Los 3 hermanos aceptaron el regalo de Matim y con este nuevo animal decidieron darle la mitad, 9 camellos,  al mayor, un tercio, 6 camellos, al mediano y la novena parte, 2 camellos, al hermano pequeño.

–Para, para, Mati –pidió el gafotas –. 9 + 6 + 2 son 17 camellos, ¡sobra uno!  ¿Qué hicieron con él?

–Se lo devolvieron a Matim y le dieron las gracias por la ayuda –respondió la pelirroja.

–¿Cómo es posible, Mati? –preguntó Sal –¿Cómo pudo sobrar un camello?

–Muy simple, Sal –dijo esta –Con ese reparto, el de un medio, más un tercio más un noveno, siempre sobrará.

–¿Por qué? –preguntó rápidamente el pequeño.

–Pues porque esas fracciones –siguió ella –no suman 1

–¿Cuánto suman esas fracciones, Mati? –preguntó el gafotas.

–Vamos a multiplicar la primera de ellas por 9, numerador y denominador para que no cambie; la segunda por 6 y la tercera por 2 y las sumamos:

 

–¿Veis? -les dijo –Nos queda 17 partido por 18 y eso no es 1. El noble anciano no sabía demasiadas matemáticas…

–Ya, ya veo –dijo Sal.

–A mí me da pena el hijo pequeño –añadió Ven –. Solo se quedó con 2 camellos…

–Creo que no –dijo Mati –, me contaron que quedó fascinado por la inteligencia de Matim y que tuvieron 3 camellos…

–¡Toma, toma, toma! ¡Como los reyes! –interrumpió Ven.

–Sí, pero Matim y su esposo –continuó la gafotas –los usaron para regalar matemáticas a los niños de las aldeas de la zona, pasando pueblo por pueblo con sus camellos.

–Qué bonito es el amor… –exclamó Ven con un suspiro.

–Y las matemáticas –añadió Sal con un guiño.

9 comentarios

  1. Dice ser Carla

    Que injusticia ser el pequeño de la familia. Feliz 2013. Os deseo trabajo, sexo y pasión.

    Carla
    http://www.lasbolaschinas.com

    02 enero 2013 | 9:50

  2. Dice ser David

    Que sabian son las matematicas….

    02 enero 2013 | 12:10

  3. Dice ser manuel

    ¡No mates a ese mosquito!, ¡lleva mi sangre!…

    02 enero 2013 | 14:09

  4. Dice ser EvaNG

    Vaya, las matemáticas son útiles para todo, qué divertido. Aprovechamos para desear a todos un feliz año nuevo, un beso
    LoverBoutique
    http://loverboutique.net

    02 enero 2013 | 19:20

  5. Dice ser MAngeles

    Cortito, fácil de leer e interesante. ¡Ay, las matemáticas y el amor!

    02 enero 2013 | 22:51

  6. Dice ser rafarob

    Me puse a leer y casi me siento en el suelo esperando terminar la historia, medio embobado. Ha sido muy divertida e interesante. Menuda sabia esa Matim; sorté una carcajada al leerlo. Besos.

    03 enero 2013 | 19:02

  7. Dice ser Norby

    » El noble anciano no sabía demasiadas matemáticas…» ¿Y si sabía muchas, conocía la solución, y quería q sus hijos la hallaran?

    05 enero 2013 | 11:53

  8. Dice ser Joan Jareño

    En un cuento de Brecht («Un favor de amigo») se proponía el mismo problema incluyendo la reflexión: «este favor de amigo era justo porque no requería ningún sacrificio». El mismo problema aparece en «El hombre que calculaba» de Malba Tahan. Beremiz y el narrador viajaban juntos en un solo camello. La herencia a repartir era de 35 camellos y en las mismas proporciones. Sobraron dos camellos y Beremiz y el narrador pudieron continuar el viaje de forma má cómoda.
    Gracias por deleitarno e instruirnos con tan magnífico blog.

    07 enero 2013 | 21:30

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