Somos un número.
A lo sumo una línea en una hoja de excel.
Quienes trabajamos en grandes compañías, sobre todo si son multinacionales y más aún si cotizan en Bolsa sólo somos una línea.
Si por alguna razón, la crisis o una mala gestión de los de arriba, por ejemplo, se gana menos dinero que el año anterior, alguien en un despacho de Nueva York, de París, de Londres o de Los Ángeles, decide cuantas líneas hay que suprimir para cuadrar las cuentas.
Da igual si estás arriba o abajo, si has hecho un buen o un mal trabajo. Da igual si eres analógico o nativo digital.
Le puede tocar a cualquiera.
Alguien decide también que tal como están las cosas no se puede contratar a nadie, ni siquiera para sustituir a los que se van.
Si por no contratar a nadie, los equipos se saturan o si pasan a dar un mal servicio y se pierden clientes, la culpa nunca será de quien tomó esa decisión en un despacho de Nueva York, de Londres, de París o de Los Ángeles.
La culpa será de quien da mal servicio.
Y entonces será su línea en la hoja de excel la que corra peligro.