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La noche de los tiempos

Hoy ya he vuelto a trabajar.

Pero en las casi dos semanas que he estado de baja me ha dado tiempo de leer La noche de los tiempos, la última novela de Antonio Muñoz Molina, una hazaña difícil si no hubiera sido por la enfermadad.

Son casi mil páginas, o sea un libro para leer en vacaciones.

Siempre me ha gustado este autor, desde los tiempos de Beatus Ille o de El Jinete polaco. La noche de los tiempos no ha sido una excepción a pesar de esa longitud, quizá excesiva.

La trayectoria vital de Ignacio Abel durante los meses previos al comienzo de la guerra civil y los tres meses iniciales del enfrentamiento refleja todo el absurdo de aquella situación.

Todo ello mezclado con una historia de amor apasionado, con Judith Biely, una americana de paso por Madrid.

Pero esto, la anécdota, es lo menos importante.

La clave de la novela es la evolución de los sentimientos del protagonista a la vez que la situación en Madrid se va deteriorando.

Abel va siendo devorado por unas circunstancias que no puede controlar, en un Madrid también fuera de cualquier control.

Creo que se trata de una gran novela, en la que es difícil saber si es mayor la fuerza de los personajes o la de la circunstancia histórica, muy bien narrada.

Los personajes históricos que salpican la novela van desde un odioso Bergamín a un atractivo Negrín o un frívolo Alberti y ayudan a poner en contexto toda la situación.

El domingo vi en El País un artículo de Muñoz Molina sobre Miguel Delibes y me sorprendió el escaso conocimiento que mostraba acerca de la obra del gran autor castellano, despreciado al parecer por la generación de escritores más jóvenes.

Reducir la obra de Delibes a las primeras novelas castellanas, como El Camino o Las ratas, obras muy importantes, sin duda, es olvidar una gran parte de la trayectoria de Delibes, que fue de menos a más y nos entregó grandes obras de madurez (Cinco horas con Mario o Las guerras de los antepasados entre muchas otras) o incluso el colofón final de las obras que podríamos llamar de vejez, como Madera de héroe o El hereje.

Puede ser una buena ocasión para Muñoz Molina repasar la obra de Delibes como homenaje tras su muerte.

Seguro que descubre nuevas facetas del gran autor que se nos ha ido.

Delibes: lo que se perdió el Nobel

Al final, Delibes se nos fue sin que le dieran el Premio Nobel. Y no porque no se lo hubiera ganado. Si hay un escritor que lo haya merecido a lo largo de su carrera ese era Miguel Delibes: Un gran escritor que transmite valores humanos, justo lo que exigía inicialmente la Fundación Nobel, pero parece haber olvidado después.

Claro que a él esto le debía de importar muy poco. Estoy casi seguro de que no escribía por los reconocimientos ni por los premios. Miguel Delibes era un prodigio de humildad.

Él supo hasta cuando podía escribir y luego lo dejó, pero con cerca de ochenta años nos regaló una de sus obras maestras, El Hereje, y encima una de las de más largo alcance.

Casi todo lo que hizo lo hizo bien y su obra fue de menos a más, lo que no es frecuente en literatura, donde muchos autores dan en su primera obra lo mejor de sí mismos y luego se repiten o van decayendo poco a poco.

Con eso no quiero decir que entre sus primeros libros no haya también obras maestras.

Es el escritor de Castilla, pero también del género humano y de la naturaleza.

Oí en televisión (desde la cama del hospital en que he pasado la última semana) que fue el primer ecologista. Esto puede extrañar a muchos, cuando justo se conmemoran los treinta años de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente.

Pero los libros de Miguel Delibes y el Miguel Delibes cazador destilan amor a la naturaleza.

Mi padre también era aficionado a la caza menor y yo sé que poca gente puede amar más la naturaleza que esos cazadores de la generación anterior que vivían pensando sólo en salir al campo a disfrutar de él.

Delibes era uno de esos.

Se nos ha ido un grande. Un gran escritor, una gran persona, un gran ecologista.

Nos queda su obra.

Y no le dieron el Nobel. Peor para ellos.