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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

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Los anunciantes son menos pesimistas que los medios

Hoy he enviado los resultados del Zenthinela de junio. Ahora ya hay en Google veintidós referencias; la mayoría, sobre todo las de los medios generalistas y económicos, recogen literalmente una nota de agencia, supongo que de Europa Press. También este mediodía me ha entrevistado Jesús Díaz en directo en El Programa de la Publicidad.

El resumen de lo más importante del estudio es que, como recogía el sábado al hacer referencia a otro estudio, el pesimismo va impregnando al mercado publicitario. Ahora ya se prevé una caída del 2% en la inversión en medios.

Cada vez son menos los medios que se salvan de la debacle: ya casi sólo quedan Internet y los Móviles, en los dos casos con crecimientos de dos dígitos y con mejores expectativas que en la ola anterior, de hace dos meses. También se espera crecimiento, aunque menor, para la Televisión Temática en Abierto.

En cambio los medios impresos, el papel, reciben cada vez peores previsiones. Cuando ya parece que deberían haber tocado suelo, cada nuevo dato vuelve a ser peor.

Otro dato curioso es que, a lo largo de este año, cada ola del panel Zenthinela (anunciantes) recoge mejores índices que la ola anterior de Vigía (medios). Como antes no ocurría esto, no tengo muy claro qué puede querer decir este hecho, pero me da la impresión de que los medios se ven muy afectados por la tensión que genera el no tener nada de visibilidad. Ahora una semana ya casi parece largo plazo.

Como dice Juan Varela, Periodistas 21, la crisis, esta crisis, está ayudando a acelerar la transición hacia lo digital.

Los diarios, gratuitos y de pago, evidencian que la crisis es el fin de su era y que la prensa necesita una reingeniería integral de su negocio. La previsión de caída vuelve a superar el diez por ciento, claro reflejo de las cifras de inversión de los primeros meses del año, y se desvanece la confianza en una recuperación.

Cuando la economía vuelva a remontar, el escenario de difusión y negocio para los diarios será completamente diferente al de épocas anteriores.

La crisis de 2001 supuso un duro freno para el trasvase de la publicidad hacia Internet. Quizá se había sobrevendido; también puede ser que el mercado no estaba preparado todavía. Los formatos que se ofertaban y las fórmulas de comercialización eran adecuados para la publicidad de Respuesta Directa pero no se adaptaban bien a la publicidad que busca notoriedad, generación de recuerdo, marca en resumen, que es la que mueve más dinero.

En cualquier caso, aquella crisis fue breve y pronto vimos renacer de sus cenizas a la publicidad en Internet.

La larga crisis actual ha pillado a los medios tradicionales, especialmente a los medios Impresos, con el pie cambiado, sin tener muy claro cual debe ser su política en el futuro y con una estructura de costes muy difícil de mantener en unos tiempos en los que todo tiene que ser low cost.

El síndrome Belén Esteban

Hace unas semanas me llegó, no estoy seguro pero supongo que a través de Luispe, mi proveedor habitual de gadgets de internet, un vídeo con una actuación gloriosa de Belén Esteban, la ahora llamada Princesa del pueblo.

No tengo nada contra esa señora, de la que, además, sé más bien poco. Pero creo que ese alarde de ignorancia es todo un símbolo de la evolución que ha llevado en los últimos años nuestra televisión.

El nacimiento de la televisión privada, a comienzos de los años noventa, se vivió con esperanza. LLegaba la diversidad; se abría el campo para nuevas opiniones y nuevas orientaciones. Se pensó que aumentaba la libertad, al menos la de elección. Podía haber sido así, pero cada vez estamos más lejos de tener una televisión en abierto de calidad.

Se ha ido bajando el nivel en busca de audiencias masivas (cada vez menos masivas, en todo caso) y de costes bajos. Lo peor es que esas cadenas, esas compañías, que se han introducido con gusto en la espiral de deterioro de la calidad no cejan en su empeño de atacar a las televisiones públicas que por un lado, se han convertido en la última esperanza y, por otro, son una amenaza para ellas si consiguen mantener un buen nivel de audiencia.

Leí ayer un artículo de Juan Valera, Periodista 21, en el que se pregunta ¿cuándo se sustituyó La Clave (los debates de calidad) por La Noria (las discusiones a gritos sobre la última aventura de cama de un famosillo)? El artículo se llama Mediocracia y se basa en un juego de palabras (el gobierno de los medios y el de los mediocres) que al parecer utilizó Felipe González en una entrevista que yo me perdí.

Merece la pena leerlo; refleja muy bien la situación: los medios buscando la uniformidad por abajo, con un nivel de calidad lamentable para ser asequibles a todo el mundo (¿tanto nos desprecian?) y el dominio de los mediocres, que cada vez ocupan más espacios de poder en todas partes.

Los directivos de las televisiones se concentran en unos contenidos que les dan un público cada vez menos atractivo y se dedican, con éxito, eso sí, a ordeñar los últimos litros de leche de una vaca ya muy exhausta. Para ello cuentan con la complicidad de otras partes del mercado.

Mientras tanto, los contenidos más interesantes migran hacia otras maneras de ver la televisión (canales de pago, internet, nuevos dispositivos…) y se llevan tras de sí a los públicos más interesantes.

Pero, y ligo aquí con el tema de mi jurásico post anterior, los actores de las nuevas tecnologías se empeñan también en mirar para otro lado, parecen no querer entrar en el camino de la publicidad de marca que busca notoriedad (que es donde está la mayor parte del dinero que aún no ha llegado a internet) y dejan la mayor parte de la inversión en manos de los buscadores, o sea en el casi monopolio de Google. ¿Cuán dejará internet de ser el coto exclusivo de la publicidad de respuesta directa?

¡Ah! y Belén Esteban, mientras tanto, se permite el lujo de amenazar a Pedro Jota. Un interesante choque de trenes en el mundo de los egos fuertes.