A comienzos de esta semana se presentó el informe 2010 de Impulsa, lo que se puede considerar el balance de cierre de la operación de eliminación de la televisión analógica y el paso definitivo hacia la TDT. Lo que se ha llamado apagón analógico o encendido digital.
El balance ha sido muy positivo. Yo creo que nadie creíamos que se iba a cumplir el plazo para la transición. Inicialmente ni siquiera los propios implicados más directamente lo veían posible. Sin embargo se ha conseguido sin problemas graves.
Creo que es de justicia dar la enhorabuena a quienes han trabajado estos años en Impulsa, que se han encargado de hacer posible una tarea muy compleja. Ya he destacado aquí en otras ocasiones el papel de Eladio Gutiérrez en hacer fácil lo imposible.
Pero ese mismo día la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) hacía público un informe muy crítico sobre ese mismo asunto.
Probablemente los dos tienen razón.
El paso se ha hecho bien desde el punto de vista técnico, pero no ha cubierto las expectativas en cuanto a variedad de contenidos. Tenemos un exceso de tertulias radiofónicas televisadas; casi todas, además, de la misma orientación.
Vemos también que el paso hacia la TDT ha sido un buen dinamizador económico: ha movido 12.000 millones de euros. Si este país fuera un modelo de planificación (y el trabajo de Impulsa parece más una excepción que la regla) podría pensarse que algunas de las tareas que se han dejado pendientes en este traspaso tienen la misión de seguir dinamizando el mercado de la electrónica de consumo en los próximos años.
Ya hemos comprado receptores para TDT, o adaptadores para alguno de los televisores. Pero ahora lo que toca es adaptarse a la alta definición o a la televisión en 3D o a la televisión interactiva que, tal como se ha hecho el paso hacia la TDT será necesariamente por la vía de internet y la banda ancha.
Ya se ha hecho la transición, pero ahora comienza el futuro de la TDT.