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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

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Funcionario = Vago

¡Qué bien! Ya tenemos chivo expiatorio. Pronto saldremos de la crisis.

Juanito entra en la panadería y pide tres funcionarios. ¡Pero bueno, Juanito, ¿cuantas veces tengo que decirte que no son funcionarios, son «baguettes»?!

Parece que a nuestro actual Gobierno (en el que muchos de sus componentes son funcionarios de carrera y deben de conocer bien de qué hablan) le acaban de contar este mal chiste que circuló hace algunos años.

Los funcionarios se han convertido en la nueva bestia negra de la situación. No son los banqueros que estafaron a sus clientes y se retiraron con remuneraciones millonarias; no son los políticos, que saben de economía tanto como yo (o sea nada) y dan palos de ciego esperando acertar con alguno. No: son los funcionarios.

El discurso dominante ha conseguido que nos imaginemos al funcionario mano sobre mano detrás de una mesa y se nos olvida que también es funcionario el médico de la Seguridad Social con el que nos operaríamos si tuviéramos algo grave de verdad, el maestro de nuestros hijos, el profesor de instituto o de universidad, el militar que mandamos a Afganistán a salvar a Occidente, el policía o el bombero.

Seguro que a nuestra administración le sobra grasa, seguro que el sistema de autonomías ha duplicado innecesariamente muchos servicios y ha generado un lastre al aumentar la burocracia, pero yo creo que es injusto culpar a los funcionarios y convertirlos en el chivo expiatorio.

Primero les bajaron el sueldo y yo no me quejé porque, ya, no era funcionario. Luego les aumentaron las horas de trabajo y yo no me quejé porque trabajaba aún más horas. Ahora les vuelven a bajar el sueldo (quitarles una paga es bajarles el sueldo más de un 7%; las pagas extraordinarias sólo son una manera diferente de distribuir el sueldo y todos lo sabemos). Ahora dicen que sobran muchos, y probablemente es verdad, pero aumentando el paro no saldremos de la crisis. El Ministro de Hacienda dice que puede no haber dinero para pagar sus deudas (y luego no se explica por qué sube la prima de riesgo).

Pronto me quitarán una paga a mí (o a ti) y no podré quejarme.

Si seguimos permitiendo que ataquen nuestros derechos, aunque en algún momento parezca que sólo son los de los funcionarios, a los que han conseguido que miremos con malos ojos, pronto estaremos en una situación aún mucho peor.

Como dice hoy El Roto en El País: si nos asustan lo suficiente nos meteremos solos en la cazuela.

Por cierto, hace dos días estuve en una comisaría de Policía para renovar el DNI. Cita previa por internet, atención exquisita y en menos de media hora salimos con nuestros DNIs electrónicos nuevos. Funcionarios (funcionaria en nuestro caso) detrás de una mesa, pero altamente eficientes

¿Más o menos?

A punto de entrar ya en el cuarto año de la crisis (ya casi ni nos acordamos de aquel asunto de las subprime en agosto de 2007) seguimos teniendo todas las preguntas, pero cada vez menos respuestas; o, al menos, respuestas menos claras.

¿Debemos trabajar más años y jubilarnos a los 67, o a los 70, o por el contrario tenemos que jubilarnos cuanto antes para dejar paso a otros más jóvenes y, como decíamos en aquel anuncio de Renault, sobradamente preparados?

¿Debemos consumir más y así ayudar al crecimiento de la economía o hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y lo que tenemos que hacer es lo que estamos haciendo ahora, ajustarnos el cinturón y ahorrar como si todos nos fuéramos a quedar sin trabajo la semana que viene?

¿Debemos aumentar las inversiones en infraestructuras y así crear empleo o invertir menos para reducir la deuda y que no nos maltraten los mercados? (Aunque sepamos que, si no somos anglosajones, los mercados nos seguirán maltratando).

¿Debemos tener menos funcionarios (así, en frío) y renunciar a la sanidad pública, a una educación pública de calidad, a tener las ciudades limpias y en orden y a tantas y tantas cosa, o tener los necesarios, bien pagados y exigirles un trabajo de calidad?

¿Debemos recibir más inmigrantes, que hacen los trabajos más duros, que han hecho remontar la tasa de natalidad y que parecen la garantía de las pensiones del futuro o debemos expulsarlos porque ya hicieron su papel y ahora ocupan puestos de trabajo que necesitan los españoles en paro?

¿Debemos producir más y consumir así más energía o menos e ir así hacia una sociedad más sostenible?

¿Debemos hacer más publicidad para estimular el consumo o menos para reducir los gastos?

En concreto ¿las marcas deben hacer más publicidad y así salir reforzadas de la crisis o hacer menos y llevarse la cifra ahorrada a la línea de resultados a corto plazo?

En una situación más confusa, en la que todo cambia muy rápidamente, en especial los consumidores ¿debemos hacer más investigación para conocer mejor la evolución de la realidad y cómo cambian los gustos y las necesidades de nuestros consumidores o menos porque así ahorramos y salvamos algún puesto de trabajo?

Cada uno tendrá sus propias respuestas a esas preguntas, pero me da la impresión de que la crisis, y sobre todo la psicosis de crisis, nos está empujando en una espiral que se realimenta: menos investigación, menos publicidad, menos consumo, medios más empobrecidos, comunicación de menor calidad, menos actividad económica, más paro, menos consumo, menos producción…

Si no somos capaces de romper esa espiral, si seguimos el dictado de esos mercados cada vez más especulativos y más desconectados de las necesidades de la gente real, estamos condenados a vivir en una sociedad peor.

Este artículo se publicó en el último número de Investigación y Marketing, la revista de AEDEMO.

Tiempo de renuncias

Ya empezamos a saber quién pagará la fiesta.

Como siempre serán los más débiles.

Casi nadie se acuerda ya de cómo empezó la crisis: cuando unos banqueros irresponsables concedieron créditos de alto riesgo (los subprime) que nunca pudieron recuperar, los gobiernos salieron al rescate con nuestro dinero.

Ese fue el comienzo de los déficits desbocados que ahora hay que controlar porque si no las agencias de calificación, los primos de aquellos que empezaron el fregado, nos negarán el pan y la sal.

Los bancos, incluidos algunos de los que necesitaron rescate, han seguido registrando beneficios de escándalo, han pagado a sus directivos, incluidos los que gestionaron tan mal, jubilaciones y bonus de escándalo.

A cambio aumentó sensiblemente el número de parados, con ello disminuyeron los ingresos por impuestos y aumentaron los gastos por prestaciones. Más déficit.

Así que ahora lo pagarán los funcionarios, que tienen el empleo asegurado. ¡También creían que no se les bajaría el sueldo!

Lo pagarán los pensionistas, que no tendrán subidas. Esto puede no ser muy grave si se controla la inflación (tampoco iban a tener grandes subidas si el IPC oficial era bajo).

Lo pagarán las ayudas a la natalidad, cuando todos sabemos que tenemos un grave déficit de población.

Lo pagaremos también, ya lo veremos, renunciando a los pocos derechos que los trabajadores conquistamos en los últimos años.

Hay que competir con la producción de países como China. Los chinos son muchos y no tienen esos derechos.

Vienen tiempos duros para los más débiles.

Tiempo de renuncias.