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Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

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Estadios de fútbol: las nuevas catedrales

Ya he contado aquí algunas veces que yo aprendí a leer con El Correo (que entonces se llamaba El Correo Español-El Pueblo Vasco ¡nada menos!). El diario, como ahora, se editaba en Bilbao aunque tenía unas páginas dedicadas a Álava y no como ahora (y desde hace muchos años) una edición dedicada a mi provincia de nacimiento. Los deportes eran en aquella época, aún más que ahora, un tema central en los diarios.

Así que desde pequeño yo ya sabía que un estadio de fútbol, el del Athletic Club de Bilbao, podía ser una catedral e incluso, como aquel, San Mamés, estar dedicado a un santo; un santo, por otra parte, muy poco conocido por sus actividades mientras estuvo en persona en la tierra.

Durante mis paseos terapeúticos por Madrid, de los que también creo haber hablado aquí, me ha sorprendido contemplar las colas de visitantes, en muchos casos turistas que bajan de un autobús, que se forman ante los estadios de fútbol, especialmente ante el Santiago Bernabéu.

También durante mi última visita a Barcelona vi que algunas de las rutas que ofrecían los autobuses turísticos hacían especial hincapié en su paso y parada en el Nou Camp.

Así que no me ha extrañado ver esta mañana un tuit de una alucinada Amalia Blanco ante la noticia: el Tour del Bernabéu recaudó el año pasado 16 millones de euros, más que cualquiera de los grandes museos y monumentos que tenemos en la ciudad.

Además, la mayor parte de los visitantes salen con bolsas de papel con el logo del equipo correspondiente; no se conforman con pagar la entrada sino que compran camisetas u otro tipo de objetos del club.

Por sorprendente que pueda parecer a cualquier persona con sentido común, los estadios de fútbol de los grandes equipos y su colección de copas, botas y balones se han convertido en los nuevos lugares de peregrinación, los trofeos en objeto de culto y las figuras de esos equipos en los nuevos santos venerados por los fieles o forofos.

¡Un magnífico retrato de los valores de esta sociedad en la que vivimos!

El Giro de Italia, de Dino Buzzati

Hace ya casi cincuenta años leí El secreto del bosque viejo, mi primer contacto con Dino Buzzati. Creo que me lo regaló mi hermanao José Ramón, mi mejor consejero de lecturas en aquella época. Desde entonces seguí leyendo esporádicamente a Buzzati. Recuerdo la intensa impresión que me causó El desierto de los tártaros, hará ya cerca de treinta años y luego Los siete mensajeros o, hace pocos años, los Setenta relatos.

Aún es más antiguo mi contacto con el ciclismo como deporte: recuerdo haber visto pasar desde el balcón de la casa de mi abuela una etapa de la Vuelta a España del 55, la primera de las que, durante unos cuantos años, organizó El Correo. Aquel desfile multicolor me enganchó para siempre. Desde entonces vi la Vuelta una o más veces cada año; mi padre me llevaba al puerto más interesante de la zona o a ver la llegada de la etapa. Al día siguiente eran los movimientos previos a la salida, los trámites de la firma de los participantes, casi siempre en la Plaza de España.

Siempre me pareció que el ciclismo era un deporte muy literario. Recuerdo las crónicas, en El Correo de mi adolescencia, de Gerardo Olazábal o Alejandro de la Sota, que siempre leí con gusto, no sólo por conocer el desarrollo de la etapa.

Cuando en el año 1995 Javier García Sánchez publicó L’Alpe D’Huez, una gran novela sobre ciclismo, la leí con fruición. Luego la regalé también a algún amigo ciclista.

Así que cuando vi que la Editorial Gallo Nero había publicado El Giro de Italia, de Dino Buzzati no tuve ninguna duda: tenía que leerlo. Esta mañana lo he terminado. No se trata de una novela, sino de la recopilación de las crónicas que Buzzati escribió para Il corriere de la sera durante el Giro de 1949, el año en que Fausto Coppi, il campionissimo, tomó el relevo de Gino Bartali, el fraile volador. (Yo recuerdo haber visto a Coppi, en la Vuelta del 59, cuando abandonó precisamente después de la etapa de Vitoria; poco después murió de una enfermedad que contrajo en África en una cacería).

El libro transmite toda la belleza del ciclismo, los paisajes italianos, las luchas entre los favoritos, el hastío durante las jornadas de transición, la decepción de los aficionados que esperan cada día una batalla decisiva entre los grandes, que sólo en dos ocasiones se produce. Un ciclismo muy diferente del actual, mucho más épico, con diferencias abismales, pero con parecidas tácticas de equipo, con un curioso e interesante juego de bonificaciones…pero sobre todo narrado con una exquisita calidad literaria.

He disfrutado mucho con la lectura de esta pequeña joya.

Noventa años

Hoy cumple 90 años Pili Foronda Arrieta.

Pili Foronda es mi madre.

Era la pequeña de siete hermanos, hija del hojalatero (fontanero) de la calle Rioja y nieta del molinero de Gobeo (por parte de padre) y de un empresario cantero que se hizo rico con el balasto del ferrocarril vasco navarro (por parte de madre).

Fue la única que estudió. Terminó el bachiller durante la guerra civil en el instituto donde hoy está el Parlamento Vasco (allí también estudié yo) y después hizo Magisterio. Pero nunca ejerció. Se dedicó a ser madre. Y Ministra de Economía de su casa.

Tuvo cinco hijos, pero con veinte años de diferencia. Todos terminamos una carrera (al menos; José Ramón, mi hermano mayor, terminó tres). Como en aquella época en Vitoria se podían estudiar pocas cosas, casi todos nos fuimos a estudiar fuera. Con el sueldo de mi padre como catedrático de instituto había que hacer milagros; pero eso se le daba muy bien.

Siempre ha sido una gran cocinera (sus menestras, sus pochas, sus revueltos de perrechicos o sus pencas de acelga rellenas eran famosas y se me sigue haciendo la boca agua al recordarlas). Aún sigue cocinando algunas veces y lo hace muy bien.

También ha sido una gran maestra del punto, durante muchos años se reunían en casa vecinas y familares y ella resolvía todas las dudas sobre sisas, menguas, ochos y cualquier tipo de dibujo que tuviera que llevar el jersey. Yo decía en broma que mi casa era la Universidad del Punto.

Lo lee todo. Por supuesto todos los días sigue leyendo el periódico (el Correo en su edición de Álava) pero sólo se le resisten las novelas que pesan mucho… Por razones de fuerza en sus brazos, no porque no pueda seguir el argumento. Aún así se terminó en pocos días la trilogía de Larsson.

Pero sobre todo es una gran madre, abuela y ahora bisabuela, que sabe hacerse querer por todos.

¡Ojalá siga así todavía muchos años!

La Vuelta: Un producto de Antena 3 en TVE

Hoy ha terminado la Vuelta Ciclista a España. Como termina cerca de mi casa he bajado a verla. Lo he hecho unos cuantos años más, casi todas las veces que he estado en Madrid. Muchas de ellas con mi hija.

Hace muchos años, cuando la Vuelta llegaba al País Vasco y la organizaba El Correo, la ví al menos una vez todos los años comprendidos entre el 57 y el 68. Mi padre me acercaba al puerto más interesante o la veía en la meta.

Supongo que es una de las consecuencias de ser de Vitoria: a uno no le gusta el fútbol, pero sigue de cerca el baloncesto (se llame como se llame el Baskonia) y el ciclismo (añorando aquel Kas que animaba todos los años el Tour y siempre ganaba la clasificación por equipos).

No voy a decir que no había nadie viendo el final de la Vuelta, pero la verdad es que para ser Madrid y con un tiempo muy agradable éramos cuatro gatos. Una desilusión.

La Vuelta ha sido muy entretenida; eso dicen Perico Delgado y Carlos de Andrés. Ha mantenido el interés hasta ayer mismo, cuando Mosquera y Nibali se desafiaron subiendo la Bola del Mundo. Pero ha sido una Vuelta carente de figuras: Nibali y Vellits (o Igor Antón, muy probable ganador si no se hubiera caído el sábado anterior) pueden ser promesas, pero aún no son fuguras. Mosquera es un gran corredor al que los éxitos han llegado muy tarde y que, desgraciadamente, no ha sido capaz de redondear este éxito con un triunfo absoluto en la Vuelta. Una pena.

Y ha sido una Vuelta menor también porque se ha visto relegada a una cadena menor, específica pero menor, como es Teledeporte. Se ha visto así penalizada a la hora de captar audiencia.

TVE1 tiene ahora una programación muy sólida en sobremesa, con seriales de éxito como Amar en tiempos revueltos y el que le siga, cualquiera que sea, que hereda una buena parte de la audiencia. Pero estoy seguro de que la Vuelta habría conseguido, la mayor parte de los días, superar la media de audiencia de la cadena, lo que viene a ser la medida del éxito.

Pero, claro, no todo es tan fácil.

Hace ya varios años Antena3 compró Unipublic, la empresa que organiza la Vuelta. Los derechos de emisión los mantiene TVE. ¿Cómo se maneja un asunto como ese? Es complicado.

Parece que los directivos de RTVE han decidido convertir el producto de su competencia en un evento menor antes de devolverlo al mercado. Porque la Vuelta no parece que pueda tener un futuro muy largo en una cadena pública sin publicidad (aunque supongo que patrocinadores como La Casera estarán encantados con sus bloques exclusivos).

La Vuelta podría volver a circular por el País Vasco después de más de cuarenta años de evitarlo. Puede ser su gran ocasión para revitalizarse. Allí sí hay afición: la marea naranja que inunda las etapas pirenaicas del Tour da buena fe de ello. Sin duda es un gran éxito de Euskaltel, pero también una muestra del poder de la afición vasca al ciclismo. Madrid, con más del triple de población, y con grandes figuras como tiene ahora, no consigue movilizar ni la mitas de aficionados.

Pasatiempos

Durante muchos años compré el periódico cada día; al menos uno y lo leía de pe a pa. Con el tiempo cada vez me resultaba más difícil leerlo, pero seguía comprándolo.

Hace un par de años, con ocasión de una subida de precio, me paré a pensar en cómo era mi relación con los diarios, que muchas veces se convertían en una obligación pendiente que tenía que cumplir por las noches, con las noticias ya pasadas. Dejé de comprarlo cada día. Lo conté aquí y me causó algún problema.

Pero sigo comprando diarios los fines de semana, cuando tengo algo más de tiempo. Y en vacaciones compro dos cada día: la edición de Álava de El Correo, el periódico con el que aprendí a leer y otro, normalmente El País, pese a que en agosto se declara en huelga de contenidos caídos.

En vacaciones mi madre está conmigo. Va a cumplir noventa años en noviembre y tiene una cabeza excepcional. Por cada libro que leo ella lee dos…o tres. Realmente no doy abasto para proporcionarle toda la lectura que necesita porque además no puedo darle libros muy gordos. No es que no pueda seguirlos: se le cansan los brazos.

Pero eso sí, cuando cada día terminamos nuestra lectura de los periódicos, la suya más extensa, la mía más larga, empezamos con los pasatiempos. Ella es la reina de los crucigramas, se lo sabe todo, aunque cada verano, al comienzo, le cuesta acostumbrarse al humor de las definiciones de Mambrino, que es quien firma los crucigramas de El País.

Entre los dos descubrimos los siete errores o las palabras y las frases ocultas en las sopas de letras y al final me deja pelearme a mí solo con los sudokus…creo que son demasiado modernos y no he conseguido aficionarle.

Así transcurre nuestra buena media hora. Mi madre dice que La Ribera (donde pasamos las vacaciones) le sienta muy bien. Yo creo que ese rato de tareas compartidas forma parte de la medicina que le mejora.

¡No EPO sible!

Siempre me gustó el ciclismo.

En la época en que El Correo organizaba la Vuelta, que casi siempre acababa en Bilbao y tenía varias etapas por el País Vasco, mi padre me llevaba a verla varios días cada año.

Era también la época en que el Kas, el equipo de Vitoria, ganaba todos los años la clasificación por equipos del Tour.

Me gustaban los ciclistas con clase, fueran o no españoles. Admiré mucho

a Eddy Merkx un corredor que lo ganaba todo y que, aún así era generoso.

Luego vino la gran época española, con el Reynolds de Echávarri. Disfruté mucho con Perico

Delgado, todo un espectáculo cuando ganaba y cuando no lo hacía (sigo disfrutando con sus comentarios). Y, claro, los cinco Tours de Induráin fueron la apoteosis.

Por si fuera poco hasta hemos aprobado con nota nuestra asignatura pendiente de siempre: Óscar Freire nos ha dado clásicas y hasta tres Mundiales.

Valverde es un todo terreno; también ha ganado clásicas, ha hecho grandes papeles en Campeonatos del Mundo y en pruebas por etapas pero parece no acertar con el Tour.

Parecía que ya no se podía pedir más. ¡Y claro que se podía!

Se podía, se debía, pedir que no terminaran así con un deporte que nos ha dado tanto.

No sé hasta donde llegará esta historia. Cada año parece que se ha dado un paso definitivo (Festina, Pantani, Heras,…y tantos otros). Pero cada año se da un paso más. Y parece que nunca va a terminar.

¿Todos son tramposos?¿No hay nadie sano, pero algunos no se confunden con los plazos?

Es triste.

Parece que ya no podemos creer en nada.

Los tres triunfos de los italianos del Saunier Duval ¿eran de mentira?

¡Qué pena!

La mezcla del deporte y la medicina pueden acabar con todo esto.

Por cierto, cuando yo empezaba a seguir el ciclismo no sabía andar en bici. Mi madre siempre me tomaba el pelo por esa aparente contradicción.

Ahora, ya de mayor, también le he cogido afición a dar largos paseos en bici. Siempre que tengo un día libre me hago el recorrido por La Ribera y la playa de La LLana.

Eso al menos no me lo podrán quitar…