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Mis lecturas de verano: Alrededor de la luna

Hubo una época, de niño y de adolescente, en la que mis lecturas se repartían, casi a partes iguales, entre Julio Verne y Emilio Salgari. Aunque seguramente mi preferido era este último también disfruté mucho con algunas de las novelas del francés. Siempre he recordado con agrado La vuelta al mundo en 80 días, Una isla en el Pacífico, Dos años de vacaciones, 20.000 leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la tierra.

Luego, de adulto, cambian los gustos o uno piensa que aquellas lecturas de la adolescencia ya están superadas. Y se quedan a un lado. Seguramente es un error.

Hace ya unos años, en 2005, recibí como regalo de Navidad de un amigo Alrededor de la Luna, la segunda parte de De la Tierra a la Luna, en una edición que reproducía otra de principios del siglo XX. Miguel del Fresno (@yo_Antitwitter) era entonces Director de Marketing de La Casa del Libro; se encargaba del lanzamiento de su versión digital y yo le había ayudado algo en los trabajos previos a su tesis doctoral.

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Miguel es un genio, que sabe montañas de cosas y al que yo admiro mucho. Pero esa es otra historia.

El caso es que en algún momento, al ordenar los libros de mi casa, su regalo quedó traspapelado. Hace poco lo reencontré. Y ha sido una de mis lecturas de verano.

Como siempre, Julio Verne sorprende con sus conocimientos, su capacidad para divulgar la ciencia de su tiempo y para anticipar lo que esa misma ciencia podría deparar con el paso de unos años más.

Me llamó mucho la atención, en estos tiempos en los que tanto se habla de calentamiento global, encontrar un razonamiento en sentido absolutamente contrario: la tesis que se manejaba en el siglo XIX era que el Universo se enfriaba constantemente y que en 400.000 años estaría a una temperatura uniforme de cero grados.

El viaje narrado en esta novela, con su componente de apuesta, su mezcla de personajes serios y humorísticos y el final feliz debido a un error (en este caso a un accidente al poco de salir) recuerda bastante a la estructura de La vuelta al mundo…

La novela se lee muy bien y como siempre ocurre con las de Verne, sorprende su capacidad de anticipación, su facilidad para contar de una manera amena los progresos científicos de la época y la mezcla de ciencia y sentido del humor que siempre está presente, en la persona del francés Michel Ardan, el aventurero que acompaña a los dos científicos americanos.

Un viaje que se preveía sin retorno, como los de los futuros expedicionarios a Marte, acaba con el sorprendente éxito de que tras circunnavegar alrededor de la Luna, el problema inicial y un poco de ingenio les ayudan a volver.

Una lectura interesante incluso casi siglo y medio después de publicada.