El concepto solidario de ‘paz social‘ que contiene la Constitución en su artículo 10 es un logro como derecho, pero también como deber fundamental y compromiso del Estado para todos los ciudadanos. La paz social solo se obtendrá cuando la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la Ley y a los derechos de las mujeres víctimas de violencia de género sea una realidad. No hay paz social mientras exista una sola mujer maltratada en la impunidad de su domicilio.
Es compromiso estar al lado de la mujer maltratada. Nuestro compromiso es la empatía, el saber el porqué de sus actos y estar a su lado. Al lado de sus hijos para que definitivamente entienda que no está sola frente a la vergüenza social del maltrato. Cuando comprendamos que su voluntad está claramente disminuida, que su autoestima y escala de valores están profundamente dañados y que sus sentimientos le afloran altamente manipulados es cuando entendemos la auténtica magnitud de su problema, de nuestro problema social.
No podemos permanecer más tiempo impasibles ante las agresiones físicas, sexuales y psíquicas a las mujeres. Aislemos esta vergüenza, la del maltratador, de toda la sociedad. Que esa vergüenza quede al descubierto, desenmascarada y desvestida para que cada uno desde nuestro ámbito sepamos auxiliar a cada víctima y tenderle la mano desde la escuela, desde la prevención, en el vecindario, en el trabajo, desde los ámbitos sanitarios, policiales, asistenciales, judiciales, psicológicos, desde los Centros de Igualdad. Que no queden impunes sus acciones y que consigamos con nuestros actos suplir la voluntad de sus víctimas inmersas en el abandono, en la soledad de su suerte tras el delito, en el etiquetamiento y en la falta de apoyo psicológico para que sean nuestras acciones las que levanten la máscara donde se ocultan impunemente los maltratadores.
Solo así, de forma igualitaria, contribuiremos con actos positivos, visibles y de acción a luchar activamente contra la violencia de género. No vale ser solidario, ser compasivo o manifestar que estamos en contra de los maltratadores. Porque ya suena a frase construida y políticamente correcta. Parece obvio. Es una cuestión de Estado y como tal todos y todas tenemos que contribuir a hacer visibles conductas y hechos que desenmascaren una vergüenza social: La que esconde cada maltratador al entrar en su domicilio y cerrar la puerta de su casa y su dormitorio. La que oculta la vergüenza del maltrato tras esa puerta.
No afecta a todos. El problema puede estar en nuestras hijas y en nuestras madres, o en las hijas, las madres o a las esposas de nuestros amigos, de nuestros compañeros y de nuestros vecinos. Afecta al Estado. Es un problema de Estado.
No sigamos buscando causas. No justifiquemos conductas. No validemos la violencia de género con conceptos tan vagos y sin conexión a las agresiones como: celos, alcohol, drogas, trastornos de personalidad, irritabilidad, pensamientos impulsivos, falta de control, propiedad, emancipación, separación, autonomía de la mujer. No hay ni una sola palabra, ni un solo concepto, ni siquiera un pensamiento que pueda adornar o aminorar la vergüenza que la sociedad siente por los maltratadores.
Porque no estamos condenados a sentir la vergüenza del maltratador, sino a seguir luchando contra él y sus actos.
Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de violencia contra la mujer y contra la discriminación por identidad sexual y de género.