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Por el recuerdo de una niña refugiada

Por Winnie Byanyima

Lloraba a mares cuando llegué al Reino Unido como refugiada.

Recuerdo cómo me miraba el policía del puesto de control de inmigración. A mí, una niña africana, pequeña, perdida y desconsolada. Me había pillado con un billete falso de 100 dólares. ‘No sabía que era falso’, traté de explicar. En Uganda, bajo la dictadura de Idi Amin, no teníamos más remedio que cambiar dinero en el mercado negro. Pensé que mi suerte se había acabado y que iba a ir a la cárcel.

Jeanne Berat

Jeanne Berat, de República Centroafricana, tuvo que huir al sur de Chad para salvar su vida y la de sus hijos. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

El viaje había sido peligroso. Mi madre y yo tuvimos que marcharnos de repente. Huimos a Kenia de noche. Teníamos miedo porque muchas personas que también habían huido habían muerto, pero estábamos desesperadas. La gente nos ayudó durante nuestro viaje hasta llegar a un país que acogía refugiados: el Reino Unido. .

Pero mi suerte no se había acabado. El policía me dijo unas palabras que nunca olvidaré: ‘Te perdono porque sé que vienes de una situación muy difícil’. ¡Estaba a salvo! Pronto tendría la suerte de recibir una buena educación gracias a una beca para refugiados.

Ese policía, ese día, ese país, cambiaron mi vida. Me trajeron finalmente hacia Oxfam, donde puedo contribuir a la lucha por la justicia social que siempre me ha impulsado.

Mi experiencia no es comparable a las que he escuchado de otras personas que también se han visto obligadas a abandonar sus hogares en todo el mundo. Pero me ayuda a comprender por qué necesitamos encontrar con urgencia las formas más justas y efectivas de apoyar a estos millones de personas vulnerables y traumatizadas.

El mundo se enfrenta a la crisis de desplazamiento más grave de la que existen registros. Más de 65 millones de personas han tenido que dejar sus casas por el conflicto, la violencia o la persecución. Dentro de tres días se celebrará la primera Cumbre de Naciones Unidas por los refugiados y migrantes en Nueva York. No podría haber llegado en un momento más oportuno.

Estoy orgullosa, como persona que una vez fue refugiada, de asistir a este evento. Es una oportunidad para que el mundo se una y acuerde un enfoque común. Al final, por supuesto, la gente que ha tenido que huir es un síntoma de causas de origen como la guerra, la violencia, la persecución, el cambio climático y la pobreza. El mundo tiene que hacer más para resolver estos problemas.

Y necesitamos una respuesta ambiciosa para apoyar a las personas que buscan refugio y asegurarnos de que pueden vivir con paz y seguridad. No es problema ajeno, es nuestro.

Si todos podemos imaginar por un minuto ‘¿Qué pasaría si fuera yo?’, podemos empezar a entender que la suerte y la resiliencia nunca pueden ser suficientes. Necesitamos humanidad, no sólo de las personas corrientes, sino también de nuestros gobiernos, que tienen la obligación de protegernos con buenas leyes.

Todas las personas que se han visto obligadas a huir de los conflictos, la violencia, los desastres o la pobreza o en busca de una vida mejor tienen derecho a ser tratadas con dignidad y respeto. Los refugiados también deben tener acceso a oportunidades para trabajar y estudiar y para cualquier otra cosa que permita a las personas llevar una vida digna y productiva.  ¿De qué otra forma podrían, si no, hacer su contribución al país que les ha acogido?

Generaciones enteras de niños y niñas refugiados se están viendo privadas de una educación, lo que disminuye sus opciones de conseguir empleo, obtener ingresos y pagar impuestos. Los Gobiernos deben garantizar que tanto las niñas como los niños tengan un acceso igualitario a la educación.

Sin embargo, las expectativas de estas cumbres son desalentadoras incluso antes de que hayan comenzado

Me indigna la obstinada negativa de los Gobiernos ricos a acoger más refugiados. Y, por otro lado, no se puede acusar a muchos países en desarrollo de dar la espalda a los millones de personas que ponen en riesgo sus vidas y las de sus hijos al huir en busca de protección.

¿Tan poco valor dan los líderes de los países ricos a las vidas de esos desafortunados niños y niñas que buscan desesperadamente un hogar seguro?

Cerca del 86% de los refugiados y solicitantes de asilo vive desplazado en países de renta media o baja; países cuya ciudadanía ya se ha acostumbrado a compartir sus aulas y hospitales con estas personas. Uno de cada cinco habitantes del Líbano es refugiado sirio. Y la cuarta ‘ciudad’ más grande de Jordania es un campo de refugiados.

Muchos países africanos conocen desde hace tiempo su responsabilidad de proteger a las personas obligadas a huir (a una escala masiva). Y esta responsabilidad prevalece. Un reciente análisis de Oxfam muestra que los países de la Unión Africana acogen a más de una cuarta parte de los 24,5 millones de refugiados y solicitantes de asilo del mundo a pesar de representar tan solo un 2,9% de la economía mundial.

Mi propio país, Uganda, acoge a más de medio millón de refugiados y solicitantes de asilo. Allí, los refugiados tienen garantizado su derecho –como deberían tenerlo en cualquier país– a trabajar, a abrir negocios, a asistir a la escuela, a desplazarse libremente y a tener propiedades. También se les proporciona tierras para el cultivo.

El número de personas desplazadas internas, obligadas a huir dentro de las fronteras de su propio país, es aún mayor. Y resulta escandaloso que se ignore a estas personas en las cumbres. El África subsahariana acoge a casi un 30% de las personas desplazadas internas debido a los conflictos y la violencia, por ejemplo, en Nigeria, donde un violento conflicto que dura ya siete años y que también afecta a Níger, Chad y Camerún ha provocado una crisis humanitaria regional.

Así que debemos rebajar nuestras expectativas: dada la situación actual, no podemos esperar compromisos por parte de los Gobiernos ricos de acoger y dar apoyo a más refugiados. Tampoco podemos esperar que se ofrezca a la población refugiada un mejor acceso al trabajo y los estudios.

Pero aún queda tiempo para que los Gobiernos rectifiquen. Siempre lo hay.

Por ahora, corremos el riesgo de que estas cumbres no sean más que un tímido primer paso para ayudar a los millones de personas que se han visto obligadas a huir. Por el contrario, deberían constituir un punto de inflexión en esta crisis.

Los Gobiernos, y las personas que los conforman, deben recordar su humanidad, la misma que yo encontré cuando me acogieron no hace tanto tiempo.

Winnie Byanyima es Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional.

Ciento setenta y dos mujeres en la pausa del café

Por Belén de la Banda

Tengo que reconocer que cuando se habla de café no puedo ser imparcial. La única adicción que no he podido quitarme nunca más allá de dos o tres días es el café con leche. Ahora mismo, mientras escribo, tengo la taza llena al alcance de la mano derecha. Y mientras lo preparo, y cuando lo tomo, me siento bien. Y el concepto de pausa de café me resulta una de las ideas más estimulantes: en medio de cualquier evento, supone un momento de encuentro libre con las personas que nos encontramos en ese camino. Y en los días de trabajo, las pocas veces que hay un hueco, supone un estupendo momento especial con las compañeras.

Betty ha encontrado nuevas oportunidades de desarrollo gracias al cultivo del café Tierra Madre. Imagen: Sergi García / Oxfam Intermón.

Betty ha encontrado nuevas oportunidades de desarrollo gracias al cultivo del café Tierra Madre. Imagen: Sergi García / Oxfam Intermón.

Por eso me ha resultado muy simpática la propuesta del Día Mundial del Comercio Justo, que se celebra mañana sábado: la mayor pausa de café del mundo, #FairTradeChallenge. Donde estés, con quien estés, diez o quince minutos para reflexionar en torno a una taza sobre lo mucho que puedo hacer para mejorar la vida de otras personas.

Para mí este año también va a ser muy especial ese momento. Lo celebraré con mi familia (tendrá que ser pausa-café y pausa-chocolate, e incluso pausa-galletas para tener a todos satisfechos). Lo que es seguro es que sabremos de quién acordarnos. Porque desde hace cinco años seguimos la historia de las mujeres que cultivan café en Nicaragua, y ahora añadiremos a las cooperativas de mujeres que se incorporan a enviarnos su café desde Uganda bajo la etiqueta Tierra Madre.

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Lo que hacen las mujeres para que haya paz en el mundo

Por Winnie Byanyima Winnie_Byanyima

Como antigua parlamentaria ugandesa, he estado siempre interesada en el rol que juegan las mujeres como impulsoras del progreso, tanto femenino como masculino, no solo en mí país, sino en todo el mundo.

En este momento las mujeres ocupan el 34% de los asientos del parlamento ugandés, gracias, en buena medida, a las cuotas establecidas por la Constitución. La batalla por la igualdad está lejos de haber acabado para las mujeres ugandesas, pero, por lo menos, cuentan con representantes que pueden dar voz a sus preocupaciones durante el proceso de toma de decisiones.

Un grupo de alumnas en la escuela Rwemigangago, en el subcondado de Katenga, Uganda. Imagen: Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Un grupo de alumnas en la escuela Rwemigangago, en el subcondado de Katenga, Uganda. Imagen: Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Asegurarse de que estas reflejan las necesidades y puntos de vista de la mayoría nunca es más importante que cuando el tema tratado es la paz y la seguridad. Sin embargo, el avance que ha supuesto que un número record de mujeres entren en política en países como Uganda, Ruanda o Afganistán no ha tenido su paralelismo en la representación femenina en los procesos de paz y en las instituciones internacionales de seguridad.

Yo misma formé parte del proceso de paz de Uganda en los 80 y fui una de las firmantes del Acuerdo de Paz de 1985. Sin embargo, tal y como explica un reciente informe de Oxfam ‘Mujeres, paz y seguridad: Cumplir la promesa’, se trató de una rara excepción.

Entre 1992 y 2011, menos del 4% de las firmas en los tratados de paz  fueron de mujeres. Del mismo modo, las mujeres representaron menos del 4% de los participantes y  del 10% de los negociadores en las conversaciones de paz. Por otro lado, en las misiones de mantenimiento de la paz y en los sistemas de seguridad nacional en áreas de conflicto, las mujeres también estuvieron infrarrepresentadas.

Esta exclusión de las mujeres tiene poco sentido. Los conflictos amenazan a todos, pero implican  riesgos específicos sobre mujeres y niñas, como la violencia sexual, el tráfico de personas y un mayor aumento de las desigualdades de género. Los intentos para acabar con estos problemas están destinados a fracasar si la perspectiva y las contribuciones de las mujeres no están apropiadamente integradas en los esfuerzos de prevención y recuperación de conflictos.

Reconociendo el problema, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó hace 15 años la histórica resolución SCR1325 para defender los derechos de las mujeres en los conflictos y su papel en los procesos de paz y seguridad. Desde entonces seis resoluciones más del Consejo de Seguridad han ayudado a establecer una política-marco sobre este tema. Así, casi 50 países han desarrollados Planes de Acción Nacionales para implementar la resolución de la ONU y varios de ellos han actuado como importantes e influyentes promotores de estas políticas.

Sin embargo, y como muestra la casi total ausencia de mujeres en las conversaciones de paz, se han hecho pocos avances reales. Es necesario fomentar la participación de las mujeres en este tipo de procesos, así como prestar más atención a la prevención de conflictos. Muchos de estos enfrentamientos han sido señalados por la presencia de violencia basada en el género, a menudo facilitada por un tráfico descontrolado de armas pequeñas y por una cultura de la impunidad.

La financiación para este tipo de políticas promovidas por la ONU ha crecido, pero sigue siendo demasiado baja como para lograr sus objetivos. Las organizaciones locales por los derechos de las mujeres, que se encuentran en primera línea de los esfuerzos para la prevención y recuperación de conflictos, tienen problemas de financiación. Igualmente mucho de los Planes de Acción Nacionales carecen de un presupuesto importante, o incluso de cualquier tipo de recursos.

El mes que viene se celebrará el 15 aniversario del UNSCR 1325 y estos temas deben tratarse. El próximo 13 de octubre, la ONU realizará un examen al más alto nivel para analizar los avances de estas políticas y los retos a los que ha habido que enfrentarse en los últimos 15 años. También se fijaran nuevos objetivos. Constituye una oportunidad única para tratar estos temas con ambición. Para prepararse para la reunión docenas de ministros y altos funcionarios discutieron propuestas en una conferencia el pasado día 30 en Nueva York, donde fui invitada a hablar.

Dije que no hay tiempo que perder. El número de conflictos no ha hecho más que aumentar en la última década, lo que ha llevado a un número record de personas desplazadas tratando de encontrar refugio en Europa, partes de Asia y otros lugares. Esto supone un reto para los gobiernos y las comunidades de todo el mundo. Nunca había habido una mejor oportunidad para garantizar que las mujeres puedan contribuir de manera eficiente a los esfuerzos de paz y seguridad de un mundo afligido.

Winnie Byanyima es Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional

Fotógrafas comprometidas

Por Laura Hurtado Laura Hurtado

Desde hace muchos días, preparando junto con mis compañeros una mesa de diálogo sobre periodismo comprometido con el título ¿Una imagen vale más que mil palabras? -y que se puede ver en streaming en directo de 4 a 5 de la tarde-, he tenido la suerte de encontrar en la red muchos trabajos de fotógrafas que me han interesado y emocionado precisamente por el compromiso con que retratan.

http://www.agencevu.com/photographers/index_photographer.php?id=255

Imagen del reportaje Me llamo Filda Adoch (c) Martina Bacigalupo. (*)

Una vez más, los fotógrafos hombres siguen copando la mayoría de los libros de fotografía, salas de exposiciones, agencias y festivales, mientras ellas asoman la cabeza tímidamente. Sin embargo, hay muchísimas fotógrafas, un oficio que ejercen desde que se inventó la fotografía, aunque frecuentemente no salgan en los libros de historia.

Entre tanta diversidad, se confirma que no existe una única mirada femenina, condicionada por el mero hecho de ser mujer, aunque a muchas fotógrafas, como a muchas escritoras o artistas, las sigan clasificando por su género más que por los temas que tocan o su estilo.

La mirada es personal y prueba de ello son tres ejemplos que me gustaría compartir aquí. Lo único que tienen en común estos reportajes es el compromiso, un compromiso firme que se explora desde tres frentes distintos y que estoy segura que no os dejarán indiferentes:

Miradas múltiples. Impactante es el proyecto Unbeatable de Dona Ferrato, que retrata desde hace más de 30 años la violencia doméstica desde diferentes puntos de vista: centros de acogida de mujeres maltratadas, grupos de terapia de hombres violentos, mujeres que cumplen condena por haber matado a sus agresores… A partir de imágenes básicamente en blanco y negro, la fotógrafa neoyorkina se aproxima a esta lacra social retratando todos los matices del gris. Incluso invita a otras fotógrafas y fotógrafos a exponer sus trabajos porque “si queremos erradicar la violencia doméstica, hay que sacudir la jaula”. Y eso se hace desde el colectivo.

Elogio de la lentitud: el “ensayo fotográfico”. La fotógrafa argentina, Adriana Lestido, reivindica dedicarle mucho tiempo a cada uno de sus trabajos, del que quiero compartir Madres e hijas con el que estuvo 3 años enteros para “comprender algo del misterio de esta relación tan compleja”. A raíz de la publicación de una antología de su obra, Lestido contaba: “Trato de fundirme con lo que estoy mirando”. De esta forma, consigue mostrar incluso lo que no está.

La observación participante. Galardonada en 2010 con el Premio Canon a la Mujer Fotoperiodista, la italiana Martina Bacigalupo nos propone una historia singular contada a medias entre ella y su protagonista, una mujer ugandesa mutilada y viuda que intenta sacar adelante a su familia. Se trata del reportaje Me llamo Filda Adoch donde la joven fotoperiodista le propone a la mujer retratada que participe en el proyecto y escriba los pies de foto que acompañan sus imágenes. “Pasé con ella más de tres semanas, desde el alba hasta la noche. Pero este reportaje no es sólo fruto de esas tres semanas, sino de cuatro años viviendo en la región de los Grandes Lagos, de cambiar mi visión previa del continente.

La mirada comprometida, sea de quien sea, es imprescindible. Es aquella que permanece, que deja huella. Que nos interpela, nos cuestiona, nos activa, y provoca cambios. Los cambios que ahora mismo son tan necesarios.

 

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.

(*) Agradecemos a Martina Bacigalupo que nos ha autorizado la publicación de esta foto de su reportaje Me llamo Filda Adoch y que va acompañada de este pie foto, escrito por la propia Filda: ‘En esta foto sale Odong, ¡reconozco su sombrero! Estábamos sentados alrededor del fuego, que ya se estaba apagando. Él no habla mucho, sobre todo mira. Allí, estaba contando un cuento a los niños. Es una tradición nuestra, reunirnos alrededor del fuego para contar historias, leyendas o cuentos de nuestro folklore; hablamos a los niños de sus ancestros, de sus vidas y sus luchas, les enseñamos nuestra cultura y así les ayudamos a crecer’.