Por Beatriz Pozo
Durante las últimas semanas, en Honduras, está teniendo lugar una triste conmemoración con la poética etiqueta #TiempodeMargaritas. Hace poco más de un año Margarita Murillo murió de un tiro en la espalda. Su asesinato es recordado ahora por numerosas organizaciones que reclaman justicia para un crimen que refleja buena parte de los males que sufre la sociedad hondureña.
Margarita formaba parte del movimiento campesino de Honduras desde los 13 años y era fundadora de varias asociaciones como la Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC) y el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP). Su objetivo, como el de tantos campesinos, era lograr una reforma agraria que frenara la concentración en la propiedad de los campos hondureños, donde el 3% de los terratenientes poseen el 70% de las tierras cultivables, mientras que el 70% de los campesinos no tienen terrenos que cultivar. Durante toda su vida, Margarita se dedicó a denunciar la situación en el campo hondureño y las numerosas violaciones de derechos humanos que sufrían sus trabajadores; y, con su muerte, se convirtió en un ejemplo más de las injusticias contra las que se rebelaba.