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¿Cómo se construye nuestra sexualidad?

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hombres y mujeres nacemos con aparatos genitales distintos. Ese es un rasgo físico que evidentemente nos diferencia, los hombres con el pene hacia el exterior, que se aprecia y resalta desde un principio, y las mujeres con la vagina que es aparentemente inapreciable. Esto hace que el niño ya desde bebé tenga mucho más presente su órgano sexual que la niña. Por un lado porque los adultos de alrededor hablan de su pene y le ponen motes, lo miran, lo tocan al limpiarlo, juegan con él, y por otro porque dada esa presencia física próxima, el mismo niño se entretiene y divierte con él.

Nuestra sexualidad es también una construcción social. Imagen de Sergio Perea.

Nuestra sexualidad es también una construcción social. Imagen de Sergio Perea.

Comienzan entonces una serie de juegos placenteros y gratificantes relacionados con la sexualidad, pero sin el componente sexual que tienen en la vida adulta. Es frecuente que haya niños y niñas que tengan experiencias eróticas de placer estimulando sus partes genitales con el mero deseo de esa satisfacción que les provoca, muy alejado de la connotación que desde la adultez se tiene. Su mundo de placer es inocente y en base a la estimulación y al juego.

Pero la realidad es que nuestra sexualidad se va construyendo socialmente, muy integrada en la cimentación de la propia identidad. La devolución que adultos y pequeños, medios de comunicación, sociedad, etc, nos hacen sobre lo que somos, debemos ser, tenemos, nos comportamos o no hacemos, genera una imagen de nuestra sexualidad y de nosotras mismas.

Ante conductas de estimulación genital en la niñez, ¿cómo responden los adultos? ¿Permiten, reprenden, esconden..? Recuerdo a Sonia, una mujer que atendí hace tiempo, y que comentaba que a ella le gustaba rozarse de pequeña con la esquina de su cama. Cuando su madre lo vio por primera vez le dijo que era una niña sucia, y que eso no se debía hacer, y la castigó. Lo siguió haciendo a escondidas; como si de algo muy negativo se tratase.

A medida que vamos creciendo tenemos acceso a más información de lo que es la sexualidad. Así niño y niña van diferenciando que lo que hacen en la cama los progenitores no es solo dormir. Se va construyendo una idea, imagen y fantasía de lo que es el sexo (Algo bonito, feo, placentero, violento, sucio, etc. ), sin tener experiencia real de ello pero que va generando emociones: curiosidad, rechazo, miedo….

La realidad es que es mucha la educación sexual que tenemos pero no educación emocional, y ésta es básica en nuestra sexualidad. El desconocimiento personal y emocional se paga caro con embarazos no deseados, enfermedades infecciosas, con abusos sexuales encubiertos o manteniendo relaciones sexuales que no se desean.

Y es que se sabe cómo se realiza un acto sexual, pero no lo que nos motiva a hacerlo; que a menudo no es el mero placer sexual. He conocido chicas que señalan que ellas tuvieron su primera relación sexual porque el chico con el que estaban le había dicho que eso era una prueba de amor (necesidad de vínculo, seguridad, protección; no de sexo en sí), otros que han mantenido relaciones porque querían sentirse mayores que sus compañeros (necesidad de destacar en grupo, sentirse importante, experimentar, etc). Recuerdo cómo una mujer me contaba en la consulta que el único momento en que su marido era cariñoso era cuando tenían relaciones sexuales, por lo tanto ella accedía porque quería sentirle cerca.

Nuestras emociones y mente se ponen en juego en la sexualidad frecuentemente más que el cuerpo y de esta forma afloran necesidades que tenemos según la identidad que hemos ido forjando: de sentirnos seguras, importantes, valiosas, destacadas frente al grupo, sumisas, buenas y cuidadoras de todo el mundo y de nuestras parejas, etc.

La sexualidad está en continua construcción; en absoluto es algo estático o fijo. Está muy relacionada con lo que somos; con lo que queremos ser y con la imagen que tenemos de nosotras mismas. Para disfrutar de la capacidad sexual una tiene que permitirse conocerse primero, porque si estamos únicamente centradas en ‘dar’ no saboreamos lo maravilloso de recibir tanto de nosotras mismas, como de las demás personas.

 

Alejandra LuengoPsicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel