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¿Dónde está Joy?

 Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

Hablar de los CIE es visibilizar la situación de miles de personas que, por el hecho de hallarse en España en situación irregular, son privadas de libertad en los denominados Centros de Internamiento para Extranjeros. Personas inmigrantes, mujeres y varones, que sin cometer ningún delito se ven reducidas a un régimen penitenciario mientras se resuelve si se las expulsa de nuestro país o se las deja nuevamente en libertad. La situación de estas personas normalmente no es noticia, a pesar de la vulneración de derechos que sufren, pero estos días está saltando a los medios gracias al Informe que acaban de publicar el Servicio Jesuita a Migrantes y Pueblos Unidos: Criminalizados, internados, expulsados.

Doble página del informe, con dos retratos de mujeres inmigrantes. Imagen: Archivo Pueblos Unidos.

Doble página del informe, con dos retratos de mujeres inmigrantes. Imagen: Archivo Pueblos Unidos.

Por el CIE de Aluche, en Madrid, han pasado durante el 2013 más de 3.000 personas, cada una de ellas con una trayectoria de lucha y superación personal que se ve brutalmente truncada a partir de su detención y encerramiento. A falta de cifras oficiales, es imposible saber cuántas de estas personas internadas son mujeres, aunque son ellas las que con frecuencia presentan signos de mayor vulnerabilidad que exigirían especial protección. Por ejemplo, las mujeres cuentan muchas veces que en su periplo migratorio padecieron reiteradamente abusos sexuales.

En ocasiones, contingentes de personas que llegan a nuestras costas en patera son enviadas al CIE. En esos casos, las mujeres suelen ser ‘chicas subsaharianas de África occidental, la mayoría muy jóvenes. Vienen del bosque de Marruecos y unas pocas dicen que del bosque de Argelia. Todas menos una dicen que han venido solas (sin pareja). Refieren no conocerse entre ellas hasta montar en la patera. Que no han pagado nada por el viaje o cantidades irrisorias. Muchas decían haber conseguido esas cantidades mendigando en Marruecos‘ (Informe pg. 31). Hay una sospecha fundada de que estas mujeres son víctimas de trata y han sido captadas por redes de tráfico sexual.

Podría ser el caso de Joy, nigeriana de 16 años. ‘Cuenta que escapó de su aldea. Que la recogió un señor que la alojó en su casa y la entregó a un señor árabe. El señor árabe la llevó en su coche, viajando durante varios días, a su casa. Que en su casa hace las tareas domésticas para él y la viola frecuentemente. Allí está un período largo, ella dice como un año. Ha dado a luz un niño hace poco, que ha muerto. Un día, el señor árabe la lleva al bosque y la entrega a un senegalés. Durmió varios días en el bosque (tiene muchas cicatrices) y una noche le dicen que corra con los demás. Ella pregunta que dónde van, dice que no quería ir porque no sabía donde iba, pero que le pegaron y le gritaban, y les llevaron hasta la zodiac. Que no sabe en qué país ha estado, si era Marruecos o cuál. Que no pagó nada. Presenta síntomas de estar bajo un fuerte traumatismo emocional. Reconocida como menor por el médico-forense, el informe recoge su “estado de angustia, con tendencia al llanto, mutismo y desconfianza”. Pasa a disposición del servicio de protección de menores. Va al Centro de Primera Acogida tras 18 días en el CIE. Quiere volver a entrevistarse con la Policía, pero días antes desaparece durante una salida del Centro de Menores’ (Informe pg. 32).

Es cierto que la Ley de Extranjería introdujo el art. 59 bis para otorgar amparo a potenciales víctimas de trata en situación irregular. Sin embargo, el Informe denuncia que, siendo crucial la detección temprana de posibles víctimas, ‘faltan mecanismos de identificación dentro del propio CIE, en lo que pueden colaborar las entidades sociales. (…) La labor de las entidades se ve actualmente dificultada al no existir en el CIE espacios de intimidad suficientes para enfrentar el proceso de dominación y sometimiento de las víctimas con tranquilidad y confidencialidad. También sería necesaria una formación del propio personal del CIE en lo referente a identificación de víctimas de trata’ (Informe, pg. 33).

¿Dónde está Joy? Nadie lo sabe… Y, aunque se activen mecanismos necesarios para que a otras mujeres no les suceda lo mismo,  seguramente para ayudar a Joy ya será tarde.

Marga Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid.

En el Día Internacional de las Personas Migrantes: ¡Salud, compañeras!

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

No conmemoramos hoy el Día Internacional de las Personas Migrantes simplemente porque la ONU lo proponga un año más.  De hecho, la conmoción de Lampedusa amenaza con ahogar nuestro empeño, y la indignación de Melilla podría cortar de raíz cualquier brote de celebración así como siega sin piedad la carne y la ilusión de tanta gente.

Si, a pesar de todo, seguimos aferradas a la esperanza es porque todos los días constatamos que es muy cierto aquello que la ONU declaró en su asamblea general del pasado mes de octubre: «la importante contribución de los migrantes y la migración al desarrollo de los países de origen, tránsito y destino».  Esta «importante contribución» permanece invisibilizada o, lo que es peor, es deformada impunemente cuando se presenta a los inmigrantes como un lastre social del que necesitamos deshacernos. A la afirmación de la ONU sumemos el dato de que las mujeres y las niñas representan la mitad de los migrantes internacionales… ¡y que empiece la fiesta por estas compañeras que día a día colaboran a mejorar nuestro país y el suyo!

 María Alexandra Vásquez (abogada) y Catalina Villa (psicóloga), miembros del Equipo Técnico de Pueblos Unidos. Foto: Marga Saldaña

María Alexandra Vásquez (abogada) y Catalina Villa (psicóloga), miembros del Equipo Técnico de Pueblos Unidos. Foto: Marga Saldaña

Desde luego que no puede tratarse de una fiesta fácil cuando a muchas y a muchos la decisión de migrar les cuesta su propia vida. Las sombras de los muertos nos persiguen, impidiéndonos dejar para mañana la lucha abierta por condiciones de vida más justas y más dignas. Pero, además de ser un día para la denuncia y la reinvindicación, el 18 de diciembre quiere poner en valor «decenas de pequeñas grandes historias de dignidad, sacrificio, solidaridad, aprecio común, acogida y agradecimiento que contribuyen a hacer más densa esa urdimbre de vínculos entre vecinos y vecinas llegados de tantos lugares distintos. (…) Hoy celebramos todas esas historias como pequeños triunfos de humanidad compartida en un contexto de decisiones políticas que las hace improbables (Declaración del Servicio Jesuita a Migrantes).

Me gustaría destacar hoy dos de esas «pequeñas grandes historias», dos figuras que desde la penumbra acompañan con su solidaridad y buen hacer a tantos migrantes que acuden a nuestro Centro Pueblos Unidos. Porque también ellas, Catalina y María Alexandra, son migrantes. Ambas dejaron un día sus países de origen, Colombia y Venezuela, y llegaron a España con un buen caudal de profesionalidad y un futuro incierto por delante. Lo que aportan a nuestra tarea común es mucho más un conjunto de conocimientos especializados en las áreas de la Psicología y el Derecho, aunque las dos trabajan concienzudamente y se desvelan por sus programas. Su formación como psicóloga clínica, enraizada en su propia experiencia migratoria, dota a Cata de una sensibilidad muy particular para detectar el dolor, procurar que cada persona encuentre caminos de sanación y crecimiento, y promover grupos de mujeres que mutamente se ayudan a hacerse un hueco en la sociedad española. Por su parte, María Alexandra ejerce su profesión de abogada con una fina intuición para percibir la injusticia que sufren las personas más vulnerables, sobre todo las trabajadoras domésticas, y con la férrea voluntad de defender sus derechos cueste lo que cueste. Nuestro equipo no sería el mismo sin ellas.

A pesar de que toda celebración se nos ha vuelto difícil, hoy es un día para brindar por  esas mujeres migrantes que constantemente se superan a sí mismas y contribuyen a que la vida sea un poco mejor. Por María, por Cata, por tantas que conocemos y por las que en el anonimato sostienen el peso del mundo. ¡Salud, compañeras!

Margarita Saldaña. Trabajo en el  Centro Pueblos Unidos. Miro con atención la vida que se esconde en los dobleces de la historia, donde con demasiada frecuencia nos encontramos las mujeres. Compañera de todos los que buscan un mundo más justo.