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Cien mujeres, cien kilómetros

Por Belén de la Banda @bdelabanda

El fin de semana pasado tuve la suerte de vivir una de esas experiencias que no puedes olvidar. Todavía recuerdo muchos momentos y no puedo evitar emocionarme. Ha sido una belleza: en ruta por la montaña, junto con mi amiga Paloma y muchas otras personas colaboradoras y entrañables, he seguido el Oxfam Trailwalker que por primera vez tenía lugar en la sierra madrileña. Desde las 9 de la mañana del sábado hemos vivido muchos momentos épicos y emocionantes, propios de un ultratrail exigente, pero también con el espíritu especial que tiene una carrera por equipos. Se trataba de cumplir, en términos deportivos y solidarios, con las palabras de León Felipe voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo. Todos los equipos teníamos dos objetivos: conseguir fondos para Oxfam Intermón, y hacer los cien kilómetros por la montaña juntos antes de 32 horas.

El equipo 'Samia viva' en compañía de Chema Martínez, Carlos Soria y Chema Vera en la salida del Oxfam Intermón Trailwalker 2014. Imagen Anasara Lafuente

El equipo ‘Samia viva’ en compañía de Chema Martínez, Carlos Soria y Chema Vera en la salida del Oxfam Intermón Trailwalker 2014. Imagen Anasara Lafuente

La lucha contra la pobreza marca la composición y el estilo de la carrera. No es una más. Mis deportistas de cabecera dicen que quizá por el objetivo solidario hay en el Trailwalker más presencia de mujeres que en otras de ultratrail que se celebran en nuestro país. Entre los 120 equipos había 97 mujeres, algunas organizadas en equipos exclusivamente femeninos, como las chicas Verti, o en equipos mixtos, como A cien por agua que representa un buen ejemplo de paridad absoluta, y que ya se está convirtiendo en un habitual del Trailwalker porque se iniciaron en Girona.

La primera clasificada individual (aunque esa categoría no existe como tal en una carrera que premia llegar los 4 corredores del equipo juntos) ha sido María Flores, a quien tuvimos ocasión de ver varias veces en carrera con una sonrisa alegre y muy concentrada en el esfuerzo: eran sus compañeros del equipo Elecnova quienes jaleaban su gesta. Porque eso es  lo que era: hacer cien kilómetros con mucho desnivel en 16 horas, llegar en el puesto 15 de 476 corredores, tiene auténtico mérito. Y no se consigue sin un ritmo endemoniado, que es el que llevaban de forma constante María y sus tres compañeros.  Como la segunda mujer clasificada, Loli García, que participaba también en un equipo de compañeros de trabajo de SGS.

La tercera en el podio es Alma Obregón, que cumplió en el camino un montón de objetivos. Entregada a la causa desde su época universitaria, en muy poco tiempo logró formar y animar 3 equipos que han estado en cabeza del evento, e hizo una carrera emocionante para llegar a meta al ritmo de quien más sufría en su equipo. El relato en su blog lo dice todo sobre el espíritu del Trailwalker.

No puedo seguir con la lista, pero me gustaría mucho. Las 97 corredoras, y cualquiera que estuviera allí el fin de semana, poseen una historia que merecería la pena contar. La cifra de mujeres en esta carrera sube muy por encima de cien si se cuenta a las voluntarias que animaron los avituallamientos, las blogueras y periodistas que cubrieron la carrera. Pero el alma del Trailwalker son Elena Rodríguez y Begoña Garralda, que no clasificaban pero corrían igualmente en todas direcciones, pendientes de que ‘el equipo contra la pobreza’ fuera el que ganara la prueba. Enhorabuena, compañeras, objetivo conseguido.

Para completar las cien mujeres del título, quiero hablar de inspiración, de superación, de estímulo y de ejemplo. Mi equipo, Samia Viva, ha corrido con la camiseta de Samia Yusuf Omar, una atleta somalí a quien los grupos armados de su país impedían entrenar, y murió en una patera tratando de llegar a Europa. Durante la carrera, antes y después, su nombre ha sonado en los gritos de ánimo. Queríamos aprovechar la carrera para hablar de los valores de esas personas que necesitan migrar para tener una vida. Otro objetivo conseguido. Samia, gracias por todo lo que nos has dado. Nuestra carrera es también para ti.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Mujeres deportistas: la otra carrera

Por Yasmina Bona  Ybona

Los veranos en los que se celebran los Juegos Olímpicos para mí siempre son especiales. Me gusta ir siguiendo las diferentes pruebas, ver cómo los y las deportistas se superan a sí mismos ante la mirada estupefacta de millones de personas en todo el mundo. De todos los deportes, tengo una particular predilección por el atletismo en su modalidad femenina.

Cuando veo a las atletas competir, no siento más que admiración. Cuando las veo correr sobre la pista, siguiendo la ruta marcada, con su principio y su final bien definido, pienso en cuál debe haber sido su otro camino, el que han tenido que recorrer previamente para llegar aquí donde están ahora, a lo más alto. Quizás haya sido más tortuoso, o quizás no. Y también pienso en aquellas que se habrán quedado a mitad de camino, que lo habrán dado todo por estar allí y que sin embargo, no aparecen en nuestras pantallas.

Pie de foto: La atleta Lornah Kiplagat en los FBK Games de Holanda en 2007. Imagen de Wikipedia.

Pie de foto: La atleta Lornah Kiplagat en los FBK Games de Holanda en 2007. Imagen de Wikipedia.

Hace unos meses, tras un viaje a Etiopía, Elena Rodríguez, responsable de eventos deportivos solidarios en Oxfam Intermón, contaba en este blog la historia de Banchiayhu, atleta etíope que se entrena duro para competir al más alto nivel y llegar algún día a alcanzar el sueño olímpico. De este país salen grandes atletas que compiten por los primeros puestos a nivel mundial, pero no todos tienen las mismas oportunidades. En Etiopía más de un tercio de la población sufre hambre y las mujeres están sometidas a restricciones tanto económicas como culturales, sobre todo en las comunidades rurales, donde las poblaciones están expuestas a una mayor vulnerabilidad. Precisamente en el campo se crío Banchiayhu, quien ahora se siente privilegiada por tener un trabajo y poder entrenar. El éxito cada vez mayor de las mujeres etíopes en el atletismo contribuye a mejorar su reconocimiento entre los hombres y cambiar el panorama social de Etiopía. Banchiayhu sabe que con su esfuerzo y dedicación no solo se superará a sí misma, sino que con su ejemplo puede mejorar la vida de sus compatriotas en su país.

En los países empobrecidos las mujeres se encuentran con muchas barreras que dificultan su participación en el deporte. Según el investigador Jon Mikel Zabala algunas de estas dificultades son ‘la persistencia de roles de género estrictamente forzados, las restricciones legales a la libre movilidad, la falta de apoyo familiar, una cultura tradicional, y la dificultad o imposibilidad de practicar deporte al aire libre por el riesgo que ello puede conllevar para su integridad física’. La atleta keniata Lornah Kiplagat sufrió algunas de estas dificultades cuando empezó a correr en su país. No estaba bien visto que las mujeres se dedicaran al atletismo, pero aún así Lornah ha conseguido cosechar medallas por todo el mundo. Consciente de la desigualdad de género que se vive en su país, Lornah utilizó el dinero conseguido tras ganar la maratón de Los Ángeles en 1997 para construir un centro de entrenamiento para las jóvenes deportistas de Kenya. Ahora, el centro de Lornah es el punto de encuentro de miles de deportistas de todo el mundo que acuden allí para entrenarse junto con la población keniata.

El otro día, una compañera me descubría el caso de Samia Yusuf Omar, atleta que en 2008, con 17 años, representó a Somalia en los 200 metros lisos de los Juegos Olímpicos de Pekín y quedó última. En Somalia, Samia había sufrido amenazas de muerte para que dejara el deporte. Al volver a su país no la dejaron entrenar más y cuatro años más tarde fallecía en una patera camino a Italia tratando de seguir su carrera deportiva y hallar un futuro mejor, lejos de un país marcado por una guerra y sumido en la pobreza.

Samia, Lornah y Banchiayhu son símbolos de superación. Corren en otra carrera paralela: la de la lucha por la igualdad de oportunidades, por cambiar las condiciones de vida de la población de su país. Y aunque en este caso no hay medallas, con su admirable esfuerzo contribuyen a construir una sociedad más justa. Desde aquí, aunque la impotencia a menudo se manifieste cuando oímos hablar de la realidad que se vive en los países en vías de desarrollo, muchas organizaciones también nos sumamos a esta carrera y trabajamos para que historias como las de estas tres mujeres crucen fronteras y contribuyan a generar cambios positivos en la sociedad.

Samia Yusuf, y por los valores de superación y lucha que representa, es quien inspira la participación de uno de los equipos inscritos en la 4ª edición del Oxfam Intermón Trailwalker que se celebra en Girona el próximo 26 y 27 de abril y que también contará con una edición en Madrid el 5 y 6 de julio. En esta marcha solidaria, 356 equipos recorrerán 100km para cambiar la vida de millones de personas que pasan hambre y no viven en condiciones dignas.  

El año pasado asistí a la salida del Oxfam Intermón Trailwalker y pude ver la emoción con la que cerca de 2.000 personas afrontaban el reto de caminar los 100 km. Una emoción que,  mediante los donativos que logran los participantes, se traduce en más recursos para que personas que viven en países empobrecidos puedan seguir adelante con sus vidas.

Esta es también nuestra carrera, la de todas y todos.

Yasmina Bona es periodista y trabaja en Oxfam Intermón.