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Correr en África

Por Elena Rodríguez ElenaRodríguez

Su nombre es Banchiayhu Dessalegn Jiffar y tiene 24 años, es la más joven de siete hermanos. Vive en Addis Adeba, la capital de Etiopía, y su familia vive de la agricultura. Acabó la escuela secundaria y tiene licencia de mecánico. En un país donde más de un tercio de la población sufre hambre y donde el índice de alfabetismo entre las mujeres apenas es del 25%, Banchiayhu es una privilegiada… y adora correr. Empezó a correr con apenas seis años, y a competir por placer en 2007. Y ahora, tras haber participado con éxito en varias carreras importantes del país, tiene como plan de futuro participar en campeonatos del mundo y en los juegos Olímpicos.

Banchiayhu Dessalegn Jiffar (en el centro) durante un entrenamiento en Addis Abeba. Imagen:  © Kaleab Getaneh, Run in Africa

Banchiayhu Dessalegn Jiffar (en el centro) durante un entrenamiento en Addis Abeba. © Kaleab Getaneh, Run in Africa

Actualmente Banchiayhu trabaja en Yaya Resort, un recinto de entrenamiento de atletas al norte de Addis Adeba. Su trabajo consiste en hacer de guía a los huéspedes, habitualmente clientes europeos que llegan a Etiopía para entrenar en altura. La capital, a 2.300 metros sobre el nivel del mar, exige a los corredores un periodo de adaptación tras el cual mejora su rendimiento deportivo en carrera al regresar a sus países de origen. Gracias a ese trabajo, Banchiayhu puede entrenar y obtiene algunos ingresos y un lugar donde vivir y comer.

En Etiopía el atletismo es deporte nacional, los y las atletas etíopes, junto a las keniatas, ostentan los primeros puestos, especialmente en las grandes distancias. Los grandes nombres del atletismo en Etiopía proceden de zonas rurales, donde muchos niños y niñas cruzan grandes distancias para ir a la escuela, o para ir a buscar agua. Mujeres y niñas emplean hasta seis horas para ir a recolectar el agua en manantiales y ríos porque faltan infraestructuras y recursos materiales. La pobreza económica del país demora el acceso al agua potable lo que, a su vez, retrasa el desarrollo económico.

Conocimos a Banchiayhu en un entrenamiento. Run in Africa, una agencia de turismo deportivo en Etiopía, nos llevó hasta ella unos días antes del Great Ethiopian Run, la 13ª edición de una carrera de 10 kilómetros que se celebró en Adis Adeba en noviembre.

Pero aunque Banchiayhu nos preparó bien para enfrentarnos al reto deportivo de correr por las calles de la capital etíope, no pudo prepararnos ante la maravilla de correr junto a 37.000 corredores y corredoras etíopes por las calles de una ciudad en la que viven (o sobreviven…) más de 6 millones de personas. El 45% de los participantes éramos mujeres, un dato más que relevante, pues hasta en las carreras más populares en España la participación femenina apenas llega al 40%.

¿La experiencia? Contradictoria… ¿Cómo es posible participar en una carrera con tanta alegría y tanta rabia a la vez?

37.000 compañeros y compañeras de carrera son impresionantes. Las horas previas, cuando en Europa se aprovecha para calentar, estirar en silencio, concentrados… en Addis Abeba son una fiesta de cánticos, bailes y música étnica. Un gorgoteo de emoción creciente que culmina en la salida y prosigue sostenida durante los 10 km de ascensos y descensos. Cómo explicar lo que se siente cuando te animan a seguir «go, go, go», «don’t stop», «keep running»… a ti, que has venido a ver cómo viven, y que ahora eres tú el más desdichado de los corredores y necesitas su ayuda, impulso y energía para seguir corriendo a 2.500 metros sobre el nivel del mar.

Ayuda, impulso, energía… la que necesitan para sacar adelante a su país, a su población. Esa energía nos hubiera hecho mucha falta los días previos a la carrera para pasear por la ciudad, para soportar la terrible pobreza de sus calles, de kilómetros y kilómetros de chabolas, de gente en la calle, malvendiendo cuatro pertenencias con las que llegar a la noche. No, así no se sale de pobreza. Ni con toda la buena intención de esta corredora improvisada que organiza una carrera para que la población española arrime el hombro y haga posible que alguna de esas familias salga de ahí. Pero no, no llegamos. Es muy difícil llegar. La meta es lejana y nosotros, las organizaciones, la población española, somos demasiado pocos y estamos demasiado lejos.

Pero ellos y ellas sí, ellos y ellas tienen la fuerza, el impulso y la energía, y todo lo que hemos de hacer los de fuera es animarles a seguir; «go, go, go», «don’t stop», «keep running», sigue luchando para que las instituciones os tomen en serio, tomen medidas para que una ciudad (¿cuántas en todo el mundo?), un país, no deba permitir que su gente viva en esas condiciones. Su vida debe cambiar.

Mujeres como Banchiayhu lo pueden cambiar. Sinceramente, esperamos verla en los próximos Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Elena Rodríguez es responsable de eventos deportivos solidarios en Oxfam Intermón, entre ellos el Oxfam Intermón Trailwalker