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Reforma fiscal ¿es cosa de hombres?

Por María Pazos Morán María Pazos

Para empezar, hace un año el Gobierno designó una Comisión de Expertos, formada por nueve hombres y cero mujeres, para que diseñara las bases de la reforma fiscal. Desde 2007 está en vigor la Ley de Igualdad, según la cual los nombramientos públicos deben atenerse al principio de que ningún sexo constituya menos del 40% ni más del 60%. ¿Cómo es posible que el propio Gobierno se la salte a la torera, habiendo tantas mujeres que trabajan en el tema? Según alguna gente, las leyes están para violarlas. Pero no saquen conclusiones apresuradas: que el Gobierno infrinja la Ley de Igualdad no tiene nada que ver con que, por ejemplo, una ciudadana infrinja la Ley Mordaza; leyes, como mujeres, las hay de dos clases.

Comité de expertos para la reforma fiscal. Imagen: minhap.gob.es

Comité de expertos para la reforma fiscal. Imagen: minhap.gob.es

Nosotras podemos hablar de cosas de mujeres, o incluso de igualdad de género. Los grandes jefes también lo harán el ocho de marzo si les invitamos a inaugurar un acto de mujeres. Su “segunda” le habrá escrito con toda dedicación un discurso que con suerte él leerá sin muchos cambios sustanciales; y en ese caso será generosamente aplaudido. Al día siguiente irá a una reunión seria.

Es que, veamos, en los temas serios no es cuestión de arriesgarse. A las mujeres se nos deja meter baza pero con precaución. Podemos  ser las “segundas”, como “las dos Sorayas”, ocupar las páginas de “sociedad” de los periódicos de gran tirada (sin olvidar las llamadas “de contactos”, “naturalmente”), etc., etc. Así nos vamos entrenando sin causar catástrofes, como cuando a un conductor novato se le deja conducir por carreteras no muy transitadas. El problema es que esto está durando demasiado tiempo, ¿no creen? Parece que este carnet no nos lo fueran a dar nunca.

¿Cómo podemos cambiar este estado de cosas? Ya en el Congreso de Beiging sobre Las Mujeres, convocado por la ONU en 1995, se realizó una reflexión fundamental: después de varias décadas de experiencia con las llamadas “políticas de igualdad”, que en el mejor de los casos tienen un presupuesto simbólico y en el peor aumentan la desigualdad, ya es hora de abandonar la marginalidad y ocuparse de la corriente principal ( “main stream”) de las políticas públicas, porque son esas las que influyen en la realidad. El mainstreaming de género (transversalidad) consiste, pues, en cambiar el curso de todas las políticas públicas para que dejen de favorecer la desigualdad. También, y sobre todo, las políticas económicas y fiscales.

Esta reforma fiscal debería preocuparnos, y mucho. Es una rebaja de impuestos que costará 9.000 millones de euros a las arcas públicas. Como siempre que disminuyen los recursos disponibles para gastar en política social, las mujeres saldrán especialmente malparadas por varias razones: en primer lugar porque son mujeres un alto porcentaje de las personas sin ingresos suficientes y de otros colectivos desfavorecidos, como familias monoparentales o personas mayores que viven solas. En segundo lugar porque son mujeres las personas que suelen suplir en la familia la falta de atención pública de las necesidades de cuidado. En tercer lugar porque la mayoría de las personas empleadas en los servicios públicos son mujeres, por lo que los recortes implican siempre una gran pérdida de empleo femenino.

Por otro lado, el Gobierno dice que esta reforma será muy importante para “La Familia”. Desde luego que será muy perjudicial para muchas mujeres que se verán aún más empujadas a cuidar sin derechos mediante las desgravaciones que favorecen la familia tipo “sustentador masculino/esposa dependiente”. Que también es cosa de hombres.

 

María Pazos Morán es licenciada en Matemáticas por la UCM y máster en Estadística por la Universidad de Harvard. Actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Economía y Hacienda, España), desde donde coordina la línea de investigación ‘Hacienda Pública e Igualdad de Género’. Una de las personas promotoras del llamamiento urgente ante la reforma fiscal que prepara el Gobierno. Su último libro publicado es ‘Desiguales Por Ley‘. Pertenece a la PPIINA y al Fórum de Política Feminista

Amas de casa y paro

Por María Pazos Morán María Pazos

El Presidente de la mayor organización patronal española (CEOE) dice que el paro es del 26% en España porque 1 millón de amas de casa se han apuntado para recibir subsidios. No es verdad: la tasa de actividad femenina española es menor que la de nuestros vecinos europeos (Francia, Portugal, Alemania, Reino Unido…). Tampoco es posible que, salvo casos de verdadero despiste, alguien se apunte al paro con la esperanza de un subsidio para ex-amas de casa. Como se ha encargado de recordar Cándido Mendez, los subsidios solo son para personas que pierden un empleo. Así que El Sr. Rosell se lució.

 

Cocinando. Imagen de Belén de la Banda.

Cocinando. Imagen de Belén de la Banda.

Pero lo verdaderamente alarmante es que ese señor realmente piensa que las mujeres deberían haberse quedado en casa. Este es el imaginario social de nuestro empresariado, y a partir de ahí podemos hacernos una idea del calvario de las mujeres en el mercado laboral español.

En política tenemos anécdotas de este estilo, como la protagonizada por el Ministro de Justicia Enrique Mújica en 1990, pero pertenecen a otra época. Hoy un ministro no se permitiría esos deslices verbales, por el momento. Sin embargo, es muy preocupante que ni el Gobierno ni el PP hayan reaccionado a esas declaraciones del representante de la patronal. ¡Cuidado, que ningún avance es irreversible!

Los sindicatos sí han reaccionado, pero sus declaraciones también son bastante preocupantes. El Secretario General de UGT dice que es normal que las ‘cónyuges de los parados’ busquen trabajo cuando su pareja ha perdido el empleo y hay que alimentar a la familia. ¿Le parecería normal que un ama de casa buscara empleo simplemente porque está hasta los pelos de ser ama de casa? ¡Qué ocasión perdida para recordar que todas las personas, incluidas las mujeres, tienen derecho al trabajo, tal y como figura en la Constitución!

La verdad es que las mujeres aún están excluidas de los derechos básicos: derecho a un empleo digno, a un salario digno, a unas prestaciones sociales dignas, Derecho a la independencia económica para poder decidir sobre nuestras propias vidas. Derecho al aborto (interrupción libre del embarazo) para poder decidir sobre nuestros cuerpos.

No se niega que tengamos todos esos derechos, e incluso se utiliza un lenguaje correcto algunas veces. Hasta se declara como objetivo la incorporación de las mujeres al empleo. Pero la realidad es que nos hemos incorporado al empleo (y al paro, claro está, sobre todo al paro) sin ayuda de nadie y a pesar de los incentivos en contra.

La realidad es que cuando nos hablan de ‘derechos de las mujeres’ no se refieren a la necesidad de que las mujeres también tengamos derechos humanos y laborales. Se refieren justamente a lo contrario: excedencias, empleos a tiempo parcial, paguitas para cuidadoras, permisos de maternidad mucho más largos que los de paternidad… Los mal llamados ‘derechos de las mujeres’ son medidas para que las mujeres sigan cuidando y solo duran mientras ellas realizan esas tareas. No dan derechos sociales y nunca son suficientes para existir independientemente. Eso sí, sirven para que sigamos siendo ‘cónyuges’.

 

 

María Pazos Morán es licenciada en Matemáticas por la UCM y máster en Estadística por la Universidad de Harvard. Actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Economía y Hacienda, España), desde donde coordina la línea de investigación ‘Hacienda Pública e Igualdad de Género’. Una de las personas promotoras del llamamiento urgente ante la reforma fiscal que prepara el Gobierno. Su último libro publicado es ‘Desiguales Por Ley‘. Pertenece a la PPIINA y al Fórum de Política Feminista

¿Impuestos justos para todo el mundo?

Por Isabel Ortigosa isabel Ortigosa

La política fiscal, más allá de los debates técnicos, tiene profundas implicaciones en nuestra vida diaria, y condiciona a largo plazo el modelo de sociedad en que vivimos. También en el Sur. No se trata sólo de que desde los países “desarrollados” debamos prestar asistencia técnica para fortalecer las agencias tributarias de países “en desarrollo”. Se trata de que juntos debemos encontrar la manera de garantizar que la política fiscal que se aplica localmente sea justa y promueva la equidad y la redistribución.

Pensemos por ejemplo en las mujeres, que constituyen, como indica el nombre de este blog, más de la mitad de la población mundial. En ese Sur Global del que hablamos las organizaciones de la sociedad civil hay un claro desequilibrio entre la contribución que realizan las mujeres a sus sociedades, tanto con trabajos remunerados como con los que no lo están, y el hecho de que generalmente la equidad de género sea un aspecto muy poco contemplado en las políticas fiscales de los países en los que viven.

 

IRPF. Imagen de TrasTando

IRPF. Imagen de TrasTando

Los impuestos directos impactan de manera diferente en las mujeres que en los hombres: ellas ganan menos (en el caso de países en desarrollo, mucho menos), tienden a entrar y salir del mercado laboral en varios momentos de sus vidas, y sacan adelante trabajos no pagados tanto a nivel de cuidados en los hogares, como en negocios familiares o en iniciativas comunitarias. No recibir remuneración afecta a la posibilidad de pagar impuestos y de beneficiarse de prestaciones sociales y servicios públicos, haciendo a muchas mujeres totalmente dependientes de los “proveedores” del hogar. ¿Qué ocurre con ellas cuándo la figura del proveedor, por distintas razones, desaparece?

En algunos de estos países, siguiendo el ejemplo de experiencias como por ejemplo la de España, existen beneficios fiscales para hogares con miembros financieramente dependientes que aportan trabajo no remunerado. Podría parecer un avance, pero sería un avance con ciertas aristas: este tipo de prestaciones favorecen a hogares basados en un modelo de hombre proveedor / mujer cuidadora, en contraste con un modelo más equitativo basado en una doble fuente de ingresos y una doble responsabilidad en los cuidados.  Estos subsidios suponen un pago por mano de obra no remunerada, pero es un pago que no cobra la mujer que trabaja, sino su cónyuge, y que acentúa por lo tanto su poder y su capacidad de control en la familia. Por otra parte, estas desgravaciones sólo son disfrutadas por familias con trabajos formales y con ingresos relativamente altos. Por lo tanto, los hogares más pobres quedan automáticamente excluidos de estos posibles beneficios, y se acentúa aún más la desigualdad.

Para reducir esta desigualdad, en América Latina se han propuesto programas de transferencias monetarias  condicionadas, como Bolsa Familia en Brasil y Progresa en México, que han sido evaluados positivamente por sus resultados en la mejora de la nutrición, la asistencia a la escuela de los niños y el bienestar general de las familias. Sin embargo, la historia se repite: estos programas son controvertidos desde una perspectiva de género, ya que refuerzan el papel de las madres como únicas cuidadoras y responsables del bienestar familiar.

¿Y qué decir de los impuestos al consumo? En los países en desarrollo los ingresos recaudados a través del IVA suponen una parte sustancial del total de la recaudación fiscal, alrededor de un cuarto de la misma. Es un impuesto eficiente, relativamente fácil de administrar y que genera ingresos significativos a las arcas del Estado. Pero se aplica por igual a todos, independientemente de sus ingresos, y es por lo tanto un impuesto claramente regresivo: los pobres gastan una mayor proporción de sus ingresos en el consumo, y por lo tanto su carga es injustamente más alta.

Además, este tipo de impuestos afectan a mujeres y hombres de manera diferente. Las mujeres tienden a gastar un mayor porcentaje de sus ingresos en la compra de artículos de primera necesidad como alimentos, ropa, artículos escolares y medicinas. Mientras en España modificar estos tipos reducidos para artículos de primera necesidad fue cuanto menos controvertido, muchos países en desarrollo ni siquiera contemplan la posibilidad de un menor gravamen bienes de primera necesidad. Sin embargo, en lugares como India y Kenia la presión de la sociedad civil ha contribuido a que se apliquen distintos umbrales y ciertas exenciones en el IVA.

¿Podría servir de algo aumentar los impuestos a productos tradicionalmente más consumidos por hombres? Por una parte, es cierto que gravando más productos como tabaco y alcohol se obtendrían ingresos que podrían derivar en beneficios para los más pobres (en Filipinas, por ejemplo, la recaudación adicional derivada de un alza en los impuestos al tabaco se destinó a la inversión en servicios sanitarios para los más vulnerables). Pero debemos tener cuidado: también pueden implicar que al final las mujeres tengan menos capacidad adquisitiva, especialmente en hogares donde el dinero es administrado por hombres.

En definitiva, es evidente que, también en el Sur, el factor género que tradicionalmente ha sido olvidado a la hora de configurar sistemas fiscales, debe convertirse en un aspecto clave en la investigación, diseño y ejecución de políticas recaudatorias.

Ni las mujeres ni la sociedad en su conjunto pueden seguir esperando: la fiscalidad debe ser justa para todos y todas, ya.

Isabel Ortigosa es responsable de Incidencia y Comunicación de Inspiraction