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Escisión femenina: ritual y sufrimiento

Raquel Ferrando

Por Raquel Ferrando 

Hace un par de meses volvía en un coche desde Brakna, una de las regiones de Mauritania, hacia Nouakchott, la capital del país. En el vehículo viajábamos tres hombres y yo. Interesada por las costumbres del lugar, me uní a la conversación. Hablaban de cómo la esposa de uno de los hombres aprovechó uno de los viajes de él para llevarse a su hija a ser ‘purificada’. En un inicio, respondió a mis preguntas sobre a cuántas de sus hijas les habían practicado la escisión. Después se dio cuenta de que estaba tomando demasiadas confianzas conmigo y terminó de hablar muy amablemente y entre sonrisas, diciéndome que él no estaba de acuerdo y que le engañaron, y que a sus dos hijas pequeñas ‘aún no se las han llevado y espero que no las lleven’.

Mujeres esperan a una visita gubernamental en el área ginecológica y maternidad de uno de los centros de salud de Brakna (Mauritania)

No se sabe a ciencia cierta cuántas mujeres han sido víctimas de la mutilación genital femenina en Mauritania. Se conoce que el porcentaje es quizá algo más bajo que en otros países cercanos, pero se habla de la mitad de la población femenina en algunas etnias, las más antiguas de África central que poblaban de la región mucho antes de la llegada del Islam. No existen datos oficiales fiables y el anteproyecto de ley que se comenzó a preparar no parece que avance ni de lejos todo lo rápido que debería.

Sin embargo, a diario, los centros de salud atienden a decenas de mujeres que sufren graves problemas en su vida sexual, durante su embarazo y en el parto y pueden llegar a morir, por haber sido ‘purificadas’. Un ritual que pasa de abuelas a nietas y en el que las mujeres de las comunidades toman un papel activo, mientras los hombres actúan como meros observadores.

Hace tiempo que los medios nos cuentan las historias de millones de mujeres que han sufrido la mutilación genital femenina, y que nos identificamos con aquellas que han tenido el coraje de luchar contra esta práctica.  Muchas jóvenes conocen ya las consecuencias de pasar por este ritual. Sin embargo,  la conversación que tuve en el coche me confirmó el peso que siguen teniendo las tradiciones; aunque también hay mujeres que simplemente aun no conocen esas consecuencias. Las campañas se suceden a nivel internacional en radio, televisión, películas, etc. pero los fondos que llegan a países como Mauritania para promover la detección y atención de los casos de mutilación genital femenina en los centros de salud, siguen siendo mínimos. En cualquier caso, si hubiera fondos, las políticas del gobierno harían muy difícil poder actuar, pero, por lo menos, se habría dado ya un primer paso.

Urge que hombres y mujeres dejen de hablar de la mutilación como una costumbre más, para tratarlo como algo que, a pesar de ser cotidiano, se debe erradicar. Para ello se debe partir de la normalidad, de hablarlo sin más, como en el coche. Se debe dar la enhorabuena y apoyar a organizaciones de la sociedad civil que cada día intentar abrir “una nueva ventana” que muestre que sí que existe esta práctica en Mauritania y en otros lugares de África. Por último, se debe incidir en la creación de leyes nacionales, legislación internacional, y bases de datos sobre el tema. Así se conseguirá que las mujeres de Brakna, tanto de la familia de mi compañero de viaje como de muchas otras, hablen de su purificación a las más pequeñas; y que las madres y abuelas compartan su experiencia con los hombres. De este modo, ellos no tendrán ese miedo al “qué dirán” respecto a la opinión internacional y a ser partícipes del cambio que les lleva a adoptar la postura fácil de taparse los ojos. Muchas mujeres se pueden librar de la mutilación femenina, si esta se deja de esconder.

Raquel Ferrando trabaja en cooperación internacional desde 2003 con la convicción de que no se pueden cambiar las cosas sin mirar desde otro enfoque, el de la igualdad de género.

¿Acción humanitaria, acción igualitaria?

Por Raquel Ferrando Raquel Ferrando

Hace tiempo que las organizaciones humanitarias responden a las emergencias teniendo en cuenta la situación específica de las mujeres y su aporte a la resiliencia, entendida esta como la capacidad de los seres vivos de sobreponerse al dolor. Pero no se trata de seguir los pasos de una moda, sino de adaptar la forma de actuar tanto cuando hay una catástrofe (un tifón, una guerra…) como en el trabajo de prenvención previo.

Hemos leído muchos artículos y publicaciones, varias de ellas en este mismo blog, sobre cómo las mujeres están especialmente desprotegidas en situaciones de conflicto o catástrofes naturales, pero también hemos constatado la importancia de su rol para conseguir que su comunidad salga adelante tras las crisis.

(c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Las organizaciones humanitarias empiezan a tener en cuenta la situación de las mujeres en las emergencias. En la foto, cola para recoger comida en un campo de desplazados de Sudán del Sur (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Si bien existen numerosas guías y metodologías para abordar el trabajo por la igualdad en contextos críticos, lo cierto es que precisamente en esas situaciones tan complicadas e inmediatas como pueden ser las de Siria, Palestina o Sudan del Sur, entre otras, una pequeña demora puede afectar a cientos o miles de personas. Además, puede haber violaciones de Derechos Humanos generalizadas y la situación de las personas es tan dramática que cuesta ver claro el trabajo desde la igualdad entre mujeres y hombres.

Partiendo de esto la discusión está servida: ¿Es práctico y útil tomarse su tiempo para tener un plan sobre cómo actuar y planificar la acción humanitaria para no perpetuar situaciones de violencia o machismo? ¿O lo inmediato es llegar a todas las personas y luego ya iremos analizando sobre la marcha cómo hacer eso, cuando la urgencia no sea tan imperante?

Dejaré estas dos preguntas en el aire para responder a otras dos que me vienen a la mente como ejemplos: ¿Y si la ayuda internacional que aterriza en una zona es escasa o desordenada y no llegamos a todo el mundo como nos gustaría? ¿Qué pasaría? Pues que seguramente llegaríamos menos a quien más lo necesita, si no trabajamos desde una perspectiva de género y generacional. ¿Y si la crisis lleva a que las niñas y los niños se vean enormemente afectados o necesiten cuidados especiales? ¿Trabajaremos solo con las mujeres que los cuidan, dándoles más trabajo? Desde luego que no, eso sería precisamente lo que trataríamos de evitar.

No trato de dar respuestas exactas sobre lo que hacer, ya que el ser humano es inexacto. Tampoco trato de responder a todas las dudas ahora sino sacar ideas de mi mente para que sirvan a la reflexión. Yo también he pensado tras las preguntas y a la conclusión a la que llego es que tanto las sociedades en las que viven las personas afectadas por las crisis como aquellas de quienes lleguen a ayudarles deber estar sensibilizadas. Cada quien debe saber que todo lo que pasa afecta de forma diferente a cada persona. Los problemas no son los mismos para mujeres y hombres y las expectativas que pone la sociedad en cada persona, durante y después del conflicto o desastre natural no son las mismas.

La respuesta ante una crisis no debe crear situaciones de desigualdades en el acceso y disfrute de los derechos sino analizar necesidades conociendo cada situación diferenciada, para resolver verdaderamente el problema. El objeto del trabajo humanitario no es participar de la desigualdad entre sexos, sino llegar a toda la humanidad. Tampoco es fomentar problemas sino tratar de resolver los que existan, o al menos no hacerlos más grandes.

Raquel Ferrando trabaja en cooperación internacional desde 2003 con la convicción de que no se pueden cambiar las cosas sin mirar desde otro enfoque, el de la igualdad de género.