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Cinco preguntas pertinentes (o no) sobre trabajo sexual y derechos humanos

Por Ana Martínez

Gate i Oslo. Skummelt, mørkt, skremmende, stemning, natt, opplyst gatemiljø, gatelys, nattestid, ensomt, dystert, høstmørket, gatebelysning, gult gatelys, illustrasjon. Foto: © Luca Kleve-Ruud / Dagsavisen / Samfoto

Calle de Oslo por la noche. Foto: © Luca Kleve-Ruud / Dagsavisen / Samfoto

Oslo, Noruega, 11 de la noche. Las calles están vacías, a excepción de dos mujeres de origen africano que conversan bajo la luz de una farola. Varios policías vestidos de paisano se acercan y las interpelan de malas maneras: “¿Tenéis condones? ¿Dónde está vuestra documentación? No os queremos ver más por aquí”.

Acoso policial como en este caso, violencia, extorsión, hostigamiento o discriminación. Las personas que se dedican al trabajo sexual están especialmente expuestas a estas y a otras muchas vulneraciones de derechos humanos en todo el mundo. En su mayoría se trata de mujeres que, además, se enfrentan a múltiples formas de discriminación y desigualdades de género.

Amnistía Internacional ha publicado cuatro informes sobre trabajo sexual en Noruega, Argentina, Hong Kong y Papúa Nueva Guinea que evidencian los abusos y violaciones de derechos humanos que sufren las trabajadoras y trabajadores sexuales en estos países, la solución pasa por exigir a los Estados normas que protejan, respeten y hagan efectivos sus derechos humanos a la vez que abordan la trata, la explotación y la discriminación de género. Entre las medidas que Amnistía Internacional solicita a los gobiernos está la despenalización del trabajo sexual entre personas adultas cuando hay consentimiento.

Mona ejerce como trabajadora sexual y vive en las calles de Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea, con sus tres hijos. A menudo, sufren agresiones verbales. “Dormimos y nos bañamos en los desagües. En ocasiones, algún cliente nos paga una habitación. Si pedimos agua a los vecinos, nos persiguen y nos insultan. Me da mucha vergüenza, pero no hay esperanza para nosotros”, explica. Las trabajadoras sexuales y sus familias están particularmente expuestas a la violencia y a otros abusos de derechos humanos. La esperanza de la que habla Mona está precisamente en leyes que garanticen que todas las personas tengan acceso a sus derechos económicos, sociales y culturales, a la educación y a oportunidades de empleo, además de que gocen de una protección y seguridad mayores. La despenalización supone eliminar las leyes y políticas que criminalizan o sancionan el trabajo sexual y reforzar aquellas que penalizan la explotación, la trata de personas o la violencia contra quienes se dedican a ello.

A Laura, una trabajadora sexual de las calles bonaerenses, la asaltaron una noche a punta de navaja. Nunca lo denunció a la policía. “No me van a escuchar porque trabajo en esto”, asegura. Cuando el trabajo sexual está penalizado, las trabajadoras y trabajadores sexuales están también privados de medidas de protección que podrían servir para aumentar la vigilancia e identificar y prevenir abusos de derechos humanos tan atroces como por ejemplo la trata. A menudo, las víctimas son reacias a denunciar si temen que la policía tome medidas contra ellas por vender servicios sexuales.

Es el caso del modelo nórdico, que prohíbe la compra de servicios sexuales, criminaliza la organización del trabajo sexual y penaliza a las personas que ejercen este trabajo y que se organizan con el objetivo de sentirse más seguras. Amnistía Internacional destaca que estas personas tienen dificultades hasta para encontrar algo tan básico como el alojamiento, ya que sus arrendadores pueden ser procesados por alquilarles un hogar. “Algunos clientes te agreden en sus apartamentos. Pueden hacerlo porque saben que estás demasiado asustada como para ir a la policía. No nos queda otra opción que obedecer sus reglas porque estamos en su casa y no podemos llevarlos a la nuestra”, explica Tina, una mujer nigeriana que trabaja en las calles de Oslo.

La doble discriminación y el estigma que sufren algunos colectivos, como el LGBTI, es otra de las principales preocupaciones en torno a la vulneración de derechos humanos en el trabajo sexual. Virginia, una mujer trans que ejerció como trabajadora sexual en Buenos Aires durante años, explica las dificultades a las que tenía que hacer frente para acceder a los servicios médicos: “Cuando estaba enferma, iba al hospital, pero la gente siempre nos maltrataba. Nos decían que fuéramos a otra clínica porque allí no podían tratarnos…”. Ante este tipo de abusos, es necesario combatir la discriminación y los estereotipos de género perjudiciales, empoderar a las mujeres y al resto de grupos marginados y garantizar que ninguna persona carece de alternativas viables para ganarse la vida.

En definitiva, ¿qué deben hacer los gobiernos para proteger los derechos de las trabajadoras y trabajadores sexuales? Amnistía Internacional demanda un marco jurídico que proteja a estas personas frente a la violencia, explotación y la coerción; que impulse su participación en la elaboración de las leyes y políticas que afectan a su vida y su seguridad; y que garantice el acceso a la salud, la educación y les ofrezca oportunidades de empleo.

Ana Martínez es periodista en Amnistía Internacional España.

Alemania: Colonia y mucho más

Por Rosa Moro Rosa Moro

Como probablemente ya todas y todos sabrán, la pasada Nochevieja en diversas ciudades de Alemania grupos de hombres alcoholizados cometieron agresiones sexuales a mujeres de forma masiva. Se produjeron principalmente en Colonia, donde más de 500 mujeres denunciaron. Pero también en Hamburgo, con más de 130 denuncias, y Berlín, Stuttgart, Düsseldorf y Fráncfort con menos denuncias. A pesar de que algo tan escandaloso no salió en los medios de comunicación -ni la policía consideró necesario mencionarlo en sus informes- hasta tres días más tarde, al final se organizó el escándalo que la situación merece.

Manifestación en Colonia contra el sexismo y el racismo tras las agresiones sexuales múltiples ocurridas en Nochevieja. Imagen: EFE.

Manifestación en Colonia contra el sexismo y el racismo tras las agresiones sexuales múltiples ocurridas en Nochevieja. Imagen: EFE.

Como pasa con todos los ‘incidentes’ relacionados con el machismo y heteropatriarcado, la atención se desvía rápidamente de los agresores a las víctimas, y de ellas, a los más débiles que pasen por ahí.
Si algunas personas feministas nos empeñamos en señalar la principal base de este problema, que es el machismo y el heteropatriarcado, inmediatamente salen hordas de ‘comentaristas’ que se arrogan el derecho a mandar callar a las mujeres, para hablar ellos de los derechos de las mujeres, o de cualquier otra cosa. Pesimista, dudo que podamos cambiar esto en un tiempo cercano. ¿A nadie se le ha ocurrido, ni siquiera ante estos acontecimientos extremos, indagar un poco en la situación de la mujer en Alemania?

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¿Cómo abolir un sistema que prostituye?

Por Rosa Moro Rosa Moro

‘La prostitución no es un trabajo, es violencia sexual y sexista, porque además de la realización de actos sexuales por obligación, física o económica, la prostitución se inscribe en una tradición patriarcal que pone a las mujeres a disposición de las supuestas necesidades sexuales irrefrenables de los hombres.’

El director ejecutivo de la Coalición Internacional para la Abolición de la Prostitución, CAP, Grégoire Théry, lo dijo así de claramente la semana pasada en Madrid, cuando vino para participar en la Jornada Internacional sobre Prostitución y Trata organizada por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres.

Este politólogo tiene una larga experiencia en la lucha por la ilegalización de la prostitución, como miembro del Mouvement du Nid, (Movimiento del Nido), en Francia, del que es Secretario General.

Fotograma del documental 'Chicas nuevas 24 horas', de Mabel Lozano.

Fotograma del documental ‘Chicas nuevas 24 horas’, de Mabel Lozano.

Desde su posición, Grégoire es uno de los mayores impulsores del proyecto para la abolición de la prostitución iniciado en Francia. ‘La abolición del sistema prostituidor no es una utopía’ defiende, ‘La abolición de la esclavitud, hace 150 años, no ha erradicado todavía las situaciones de esclavitud, pero ha establecido un nuevo consenso social que permite tomar todas las medidas oportunas para luchar contra la esclavitud y proteger a sus víctimas. Con la prostitución pasa lo mismo’.

En una de sus intervenciones en la Jornada Thery comparó a las supuestas prostitutas voluntarias con los esclavos que afirman que aceptan “voluntariamente” trabajar por un ínfimo salario, o las personas que venden un riñón “voluntariamente” por dinero. Su situación de vulnerabilidad social, económica y/o psicológica aboca a estas personas a una única salida que jamás hubieran elegido de haber tenido otras opciones.

Para él, la abolición de la prostitución no es un fin, sino un punto de partida que permita trabajar de forma coherente en la política global, ya que esta forma de violencia, es un obstáculo insalvable para la igualdad entre hombres y mujeres. Según Grégoire Théry es determinante el surgimiento de movimientos de mujeres supervivientes de la prostitución, mujeres que se unen y toman la palabra en la esfera pública para denunciar esta violencia sexual y la impunidad de los llamados clientes, son ellas las que han roto el muro del tabú. Ahora la sociedad debe aprovechar ese camino abierto para reflexionar y posicionarse en contra de un sistema prostituidor.

Por supuesto que no es un camino fácil, y él lo está comprobando en Francia, donde un senado conservador está bloqueando la ley abolicionista. ‘Los proxenetas operan en un sistema patriarcal, pero su objetivo no es patriarcal, su objetivo es el dinero‘. El negocio de la prostitución mueve miles de millones en Francia y en todo el mundo, y las redes que se enriquecen con ella tienen medios para bloquear la ilegalización y la educación de una sociedad que no normalice esta violencia contra las mujeres y niñas más desfavorecidas.

Rosa Moro es periodista y activista. Le apasionan África, la comunicación y la revolución. Colabora con la Comisión de Investigación de Malos Tratos a Mujeres.

Una pregunta que rompe vidas

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Por Charo Izquierdo 

Quién iba a pensar que una pregunta tan inocente y buena a priori podría deparar resultados tan negativos:

‘¿Quieres un trabajo?’

Ya, claro; hay que responder en positivo. Un trabajo nunca se rechaza cuando se habita alojado en la miseria. En cambio, hay lugares en el mundo en los que una contestación afirmativa, en busca del cielo prometido, podría conducir a las llamas de un infierno temido. Porque así, sin violencia, con la benevolencia que se le supone a quien brinda un empleo honorable, como camarera, como modelo, como cocinera, como secretaria, así, en ausencia de hecho violento, se está procediendo al reclutamiento de una nueva persona esclava.

Imagen del proyecto 'Chicas nuevas 24 horas', de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Imagen del proyecto ‘Chicas nuevas 24 horas’, de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Así, con la aceptación de un trabajo, en ocasiones bajo el influjo de lo que en algunas culturas es el rito religioso del vudú, tal vez atrapadas por un supuesto novio, los llamados loverboys, son reclutadas las nuevas esclavas, especialmente las destinadas a la explotación sexual.

No es novedoso. Lo he estudiado. Lo he escuchado de mujeres que escaparon de esa esclavitud, que fueron víctimas de trata con fines de explotación sexual. Lo he hablado con rumanas, brasileñas, argentinas, mexicanas, lo he sabido de los labios de una peruana, protagonista principal de mi novela Puta no soy (Lid Editorial), basada en uno de los personajes del documental Chicas nuevas 24 horas, de Mabel Lozano. Siempre se activa el mismo mecanismo.

Sin embargo, leer sobre ello, sobre esa maquinaria, en el informe La trata de seres humanos, el negocio del comercio con personas, investigación de María José Castaño Reyero, para la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, me ha interesado, tal y como ella lo explica, como un proceso. ‘De las acciones incluidas en el concepto normativo internacional de trata de personas se deduce que la trata es un proceso. A fin de cuentas la trata de seres humanos constituye un mecanismo mediante el cual conseguir esclavizar a una persona’.Y así es. ¿De qué personas? En su mayoría, de esas que no disponen del dólar diario que las sacaría de la miseria absoluta. De esas que se agarran a cualquier clavo que les acerque al sueño de una vida mejor. Generalmente mujeres, sobre todo cuando hablamos de mujeres y niñas cuyo destino es la explotación sexual. Los tratantes buscan personas vulnerables, y la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Como bien recuerda la investigadora, ‘para la Organización de Naciones Unidas, la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven con 1 dólar o menos al día son mujeres; en un contexto global de subordinación de las mujeres a los hombres, el predominio de las mujeres entre la población empobrecida apunta al denominado proceso de feminización de la pobreza’.

El caldo de cultivo no puede ser más idóneo para que los tratantes recluten entre esas personas a los 20,9 millones víctimas de trata en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, de los que se supone que un 55% son mujeres y niñas, siendo el 79% de la trata para explotación sexual (según UNICEF, hasta dos millones de niños en el mundo están sometidos a comercio sexual).

Habla la investigadora de las mujeres que entran todos los años en Europa occidental para ser explotadas sexualmente, que La Organización Internacional de las Migraciones cifra en 500.000, ‘la mayoría –escribe- no son ciudadanas de países ricos y desarrollados, sino que proceden de países que se debaten en el subdesarrollo y el atraso. Los encargados de reclutarlas –que pueden llegar a cobrar hasta 500 dólares por cada una- generalmente lo hacen con falsas promesas de empleo como modelos, secretarias o dependientas en un país rico’. Con ellas se nutren clubs, prostíbulos, saunas, calles…

La autora habla del cruce de fronteras, de ‘traslados que se realizan en el marco del tráfico ilícito de migrantes, de cualquier movimiento de personas extranjeras que trate de burlar la legislación española sobre inmigración’, habla de ‘tratantes que buscan el modo de que las víctimas entren en el país de destino con su situación regularizada, con un visado de trabajo o con uno de turista de duración determinada’. Pero lo cierto es que ya no hay solo una trata de mujeres que provienen de América o de África o de Asia, y que requieren por tanto visados y o pasaportes en regla (que habitualmente el tratante retira a la víctima).

En España el 60% de las víctimas provienen de los Balcanes, de países europeos cuyo visado no es condición para entrar. Y en cualquier caso, recuerda la autora que en la fase de transporte de las víctimas, los instrumentos legales europeos no requieren el cruce de una frontera, de modo que el concepto tráfico de personas con fines de explotación también se aplica cuando se produce en el ámbito nacional.

Este año en el que se celebra por segunda vez el 30 de julio como el Día Internacional de la Lucha contra la Trata de Personas, quince años después de que la ONU adoptara el llamado protocolo de Palermo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y niños, hay que seguir recordando que bajo estas frases, bajo estos términos, imposibles de resumir en una sola palabra, se esconde una realidad que sí puede, en cambio, resumirse en una palabra: esclavitud.

Hablamos de trata de personas (en este término se incluye la laboral, la que tiene fines de explotación sexual y la de venta de órganos) y hablamos de violación de derechos humanos fundamentales. Violación de dignidad. Como dice Castaño Reyero, ‘violación del derecho a la vida, la salud, la libertad y la seguridad, la libertad sexual, la intimidad’…

No podemos, desde mi punto de vista, no debemos olvidar la perspectiva de género, porque como decía anteriormente estamos ante otra manifestación más de la feminización de la pobreza, y además ante una de las mayores manifestaciones de la violencia ejercida sobre las mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Y, sin embargo, no puedo estar más de acuerdo con la investigadora en que tanto en el enfoque como en la articulación de las posibles soluciones hay que incluir la perspectiva de los derechos humanos violentados.

Y para quien dude de las magnitudes de este crimen que afecta a más de cuatro millones de personas y que mueve al año 35.000 millones de dólares, un dato escalofriante del informe, que ya adelantaba en el último capítulo de mi novela, con diferente exposición: ‘El comercio trasatlántico necesitó cuatrocientos años para llevar al Nuevo Mundo a doce millones de esclavos africanos’. Pues bien, en apenas diez años, ‘se calcula que cerca de treinta millones de mujeres y niños han sido objeto de trata en el sudeste asiático’.

‘¿Quieres un trabajo?’

Charo Izquierdo es periodista y autora de la novela Puta no soy (Lid Editorial)

Prostitución: menos escándalo, más realidad

Por María Pazos María Pazos

Si todo lo que concierne a la ideología patriarcal está impregnado de emocionalidad, el asunto de la prostitución se lleva la palma. Cuando se habla de prostitución todo se desdibuja, se trastoca, se confunde, hasta tal punto que cualquier parecido con la realidad puede ser pura coincidencia.

'Si la prostitución fuera un trabajo, ¿se lo recomendarías a tu hija?' Imagen de una campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, www.malostratos.org

‘Si la prostitución fuera un trabajo, ¿se lo recomendarías a tu hija?’ Imagen de una campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres, www.malostratos.org

Un ejemplo es esta ‘noticia’, repetida en similares términos en muchos medios: bares ofrecen felaciones ‘a cambio de copas gratis’, o incluso ‘a cambio de barra libre. Contrariamente a la imagen que sugiere el titular (chicas emborrachándose ‘gratis’), se trata de un caso de proxenetismo con luz y taquígrafos: el propietario del bar paga a mujeres por prestar servicios sexuales a terceras personas. Esto sería así aunque la forma de pago fuera en copas, cosa que además nadie en su sano juicio se tragaría si se pusiera a pensar.

El Código Penal español castiga el proxenetismo con penas de  dos a cuatro años, también para  ‘aquel que obtenga beneficio de la prostitución de la víctima, aunque esta lo hubiera consentido’. Sin embargo, ni siquiera el Instituto de la Mujer llama al fenómeno por su nombre. Si esto se hiciera, en lugar de escandalizarse, bastaría con detener y juzgar a los culpables del delito, que bien local-izables están.

Para comprender la prostitución basta con abandonar el escándalo y mirar el fenómeno en profundidad. Tenemos los informes de la Guardia Civil o de la Defensoría del Pueblo y otros muchos, así como múltiples estudios.

Así, se comprueba el aumento del flujo de trata de mujeres hacia los países en los que la prostitución se ha legalizado (Holanda, Australia). Se comprueba también el descenso radical de dicho flujo en los que, como Suecia o Islandia, han adoptado leyes que penalizan la compra de servicios sexuales y protegen a las prostitutas, que en estos países se llaman «prostituídas» porque en general son víctimas de la trata (en España al menos el 95% lo son, según la Guardia Civil).

Cuando la realidad no está presente en nuestra mente, ese vacío es ocupado por las especulaciones. Algunas personas dicen que este es un oficio como otro cualquiera, y por tanto nada más lógico que incluirlo en la Seguridad Social, como proponen  los inspectores de hacienda, o en el PIB, como exige la Unión Europea desde 2016.

Muchas otras actividades humillantes son hoy penalizadas y/o rechazadas socialmente: comprar órganos, alquilar úteros o hasta hacerse limpiar las botas a cambio de dinero. Pero la prostitución se trata con otros parámetros. De hecho, hay personas que considerarían humillante hacerse servir una copa de rodillas, pero les parecería normal pagar porque una persona se ponga de rodillas y le haga una felación. Es cuestión de sensibilidad social, que se tiene o no se tiene. Se ve o no se ve a una persona humillada detrás de esa chica.

Yo tengo una amiga que trabajó hace muchos años en un antiguo Top-less (su ‘trabajo‘ consistía en conseguir que el cliente pagara el máximo número de copas, aunque en realidad ella bebía agua coloreada). Mi amiga, que hizo esto mientras no tuvo otro remedio para mantener sola a su hijo pequeño, me contaba que para ella lo peligroso, a lo que se negaba, era quedarse a solas con el «cliente». Así que hacer felaciones en público ni siquiera es lo peor de la prostitución.

Lo peor, si cabe, es el horror que se esconde detrás de los anuncios de contactos en periódicos supuestamente respetables o en esos clubs que vemos por las carreteras, que sin embargo visitan nuestros vecinos y amigos. Cuando la sociedad reconozca a las mujeres el estatus de seres humanos con derecho a la dignidad, nos solidarizaremos con esas mujeres y nos horrorizará que se usen sus cuerpos a cambio de dinero.

María Pazos Morán es licenciada en Matemáticas por la UCM y máster en Estadística por la Universidad de Harvard. Actualmente trabaja en el Instituto de Estudios Fiscales (Ministerio de Economía y Hacienda, España), desde donde coordina la línea de investigación ‘Hacienda Pública e Igualdad de Género’. Una de las personas promotoras del llamamiento urgente ante la reforma fiscal que prepara el Gobierno. Su último libro publicado es ‘Desiguales Por Ley‘. Pertenece a la PPIINA y al Fórum de Política Feminista.

Refugio contra la trata

Por Mariana Vidal Mariana Vidal

Ayer pude escuchar en la cadena SER la voz de ‘Paloma’, la segunda víctima de trata de personas para explotación sexual que ha logrado asilo político en España. La historia de esta mujer, que habla con nombre supuesto, y de quien sólo conocemos su voz, es estremecedora.  Ha logrado salir de la esclavitud, llegar a nuestro país y protagonizar un proceso de dos años hasta demostrar que su vida sigue en peligro y que en México nadie, ni las instituciones, ni la policía, la defendieron de sus secuestradores, violadores y explotadores.

Cartel de Apramp sobre la trata de personas.

Cartel de Apramp sobre la trata de personas.

Con la voz dolorida, y en llanto, ‘Paloma’ ha enviado un clarísimo mensaje a quienes mantienen vivo el lucrativo negocio de la trata de personas: quienes consumen sexo tienen que saber que lo hacen con niñas, adolescentes y mujeres secuestradas y torturadas. Que las mafias que organizan estos servicios son equivalentes a las que trafican con armas y drogas.

‘Paloma’ superó la pesadilla gracias a una ONG, Accem, que tiene en su página web una clara explicación de qué es y cómo se produce la trata de personas. En nuestro país, entre 20 mil y 50 mil mujeres están sometidas a esta situación, según las organizaciones que trabajan para erradicarla.

Pero el asilo -sólo dos casos en nuestro país hasta ahora- y las ONG no son suficientes para afrontar un problema que se inicia poniendo dinero en manos de un mafioso para que te permita violar a una mujer. Una sociedad que llega a este grado de dolor y explotación no puede ser una sociedad sana. Miremos alrededor y dejemos de sentir que todo este dolor es invisible. Reaccionemos.

 

Mariana Vidal es comunicadora y especialista en América Latina.

¿De quién hablamos cuando hablamos de prostitución?

Por Susana Martínez-Novo SusanaMartinezNovo70

La semana pasada tuve ocasión de ver la película Evelyn, de Isabel de Ocampo, un documento impactante sobre la captación de una joven peruana por una red de trata con fines  de explotación sexual en España. La recomiendo para quien quiera acercarse a la realidad de las víctimas y entender los mecanismos que hacen que una mujer, en este caso una menor, se vea forzada a ejercer la prostitución. Esta película incita a la reflexión.

Cartel de la película Evelyn

Cartel de la película Evelyn, dirigida por Isabel de Ocampo

Cuando hablamos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, nos olvidamos de que estamos tratando un problema que afecta a los derechos humanos, con un claro contenido de  género.

La mayoría de las acciones emprendidas desde los organismos institucionales se centran en la lucha contra las redes de trata y las  formas de comisión delictiva de la actividad, y más recientemente en el fomento de incipientes medidas de atención a la víctima, y esto con escasos recursos y muchas cortapisas. 

Hay que tener en cuenta  que una de las barreras con las que nos encontramos es la de la competencia territorial y la falta de coordinación que existe entre las instituciones y los Gobiernos de los países en los que se insertan las redes de trata. Ni tan siquiera las legislaciones  son uniformes en la persecución de estos delitos, que tienen distintas y variadas formas de comisión,  e incluso algunos son permisivos, por motivos de política económica o ideológica. Los tratantes lo saben y se aprovechan de ello.

Por otra parte, todavía no existe una radiografía suficientemente significativa del fenómeno de la trata.

Muchas  pueden ser las razones. Es un negocio que mueve una gran industria tras la que se esconden intereses económicos que seguro que la mayoría de nosotros ni tan siquiera nos llegamos a imaginar. Ejemplo de ello son los anuncios de prostitución y de ‘venta’ de  sexo, que todavía se exhiben sin pudor en nuestros medios de comunicación, salvo honrosas excepciones como la del diario que nos acoge. 

Pero lo más grave es que este es un fenómeno en el que impera una tolerancia social, expresa en ocasiones, implícita en otras, de la que todos somos cómplices. Algunos hablan de la prostitución como una relación mercantil, otros más sensibles a la materia, hablan de  acabar con las redes, pero ¿quién habla de los consumidores del sexo?

Nos sonrojamos. Éste es un tema molesto, pues desgraciadamente puede afectar a cualquiera de nuestros amigos y conocidos,  y tendemos a no querer enterarnos o incluso a disculparlo. La falta de información a este respecto es alarmante. No sabemos cuál es el  volumen real de la demanda de prostitución en nuestro país, cuál es el perfil de los “usuarios”, en qué franjas de edad y nivel económico y social se mueven

Para evitar que nuestras hijas ejerzan la prostitución, es necesario que nuestros hijos no estén dispuestos  a pagar por el sexo.

Por ello es necesario que se pongan en marcha y se hagan efectivas medidas de prevención, que comiencen por la educación, y la transmisión de valores no discriminatorios por los medios de comunicación, avaladas por  normas internacionales, como la Directiva 2011/36 de la Unión Europea, que en su artículo 18 señala:

Los Estados miembros adoptarán medidas apropiadas, como la educación y la formación, para desalentar y disminuir la demanda, que es el factor que favorece todas las formas de explotación relacionadas con la trata de seres humanos.

 

Susana Martínez Novo es abogada y activista.