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Cien mil seguidores para Nativel

Por Belén de la Banda  @bdelabanda

Soy fan de Nativel Preciado. Esto es una contradicción, porque el propio estilo de Nativel, basado en la honestidad intelectual, el rigor periodístico y en la sensatez, no admite ese tipo de admiración que habitualmente se aplica al famoseo, y que supongo que le gustará tan poco como a mí misma. Pero la verdad es que cada vez que leo a Nativel o la veo en esas tertulias de la televisión donde predican tantos personajes desnortados y desnortantes, no puedo evitar sentir la admiración de quien tiene mucho que aprender. Nativel siempre ha sido actual, o moderna en el mejor sentido del término, independientemente de la edad que tuviera en cada momento.

@NativelPreciado

Portada del libro de @NativelPreciado Si yo tuviera 100.000 seguidores

Un ejemplo es su libro Si yo tuviera 100.000 seguidores: incluso para recopilar sus propios recuerdos y experiencias, Nativel echa mano de un ‘asesor científico’ que la conecta con las causas y evidencias objetivas de los temas que plantea. Con humor, con ironía, y sobre todo con sentido común (esa cosa tan rara de encontrar en estos tiempos), pero también con una ternura y un compromiso que son raros de ver en nuestro entorno mediático, Nativel comparte algunas experiencias profesionales y personales que deberían estudiarse en primero de carrera. De cualquier carrera (no sólo de periodismo). Ahora estamos viendo cómo la honradez, esa humilde y poco prestigiosa palabra, se vuelve objeto de primera necesidad en cualquier profesión.

@NativelPreciado

Nativel Preciado

Querría citar el libro entero, pero voy a elegir un pasaje que me parece especialmente relevante para muchas mujeres en estos tiempos. Entre los 30 y los 40 años, la autora recibió numerosas ofertas profesionales. Decidir es renunciar: a una corresponsalía, a algunos viajes, a hacer carrera política, a ganar más dinero. ‘Dicen que el éxito no consiste en ser el mejor, sino en lograr lo mejor de uno mismo’. Renunció también a uno de esos cargos de pisar moqueta, con coche, secretaria, despacho con ventanales y todos los signos y evidencias del poder establecido.

Cuando, años después, recuerda esa renuncia, Nativel repasa todas las cosas del ámbito personal, profesional e incluso artístico, que hubiera perdido si hubiera aceptado la oferta. Aún así, no se ha arrepentido nunca de renunciar a todo eso. Lo que más pesa está en la familia, pero también el amor a una profesión tan importante como desprestigiada en estos tiempos: el periodismo.

‘Incluso ahora, cuando tú misma admites que está tan desprestigiado, ¿no te gustaría dejarlo definitivamente?’, le pregunta su asesor científico y amigo, Jonás.

‘Me temo que antes me dejará él a mí. Ni el periodismo ni yo somos los que fuimos. No me hagas caer en la melancolía’, le contesta Nativel.

Para mí que ella siempre es la que fue, y siempre fue la que es ahora, y es lo que le permite haber pasado del papel pautado con hoja de calco embutido en una clásica máquina Remington a tener casi 20 mil seguidores en twitter. La calidad y el trabajo bien hecho resisten bien en todos los soportes, sólo que es imprescindible un esfuerzo titánico para mantenerlos. Y una inmensa curiosidad y compromiso para no dejar de preocuparse por lo que ocurre a su alrededor y, como hemos tenido ocasión de comprobar tantas veces, en cualquier lugar del mundo.

Así que espero que todos demos un empujón para que Nativel llegue a los 100.000 seguidores en twitter. Y si puede ser, más. Porque no todo en el mundo fan tiene que ser Lady Gaga o Justin Bieber…

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Intermón Oxfam

Trabajo de mujer: picar piedra

Por Imma de Miguel @ImmAfrica

Estos días he tenido la suerte de recorrer algunos pueblos del norte de Benín, el país de África Occidental en el que vivo desde hace 9 años. Hacía mucho tiempo que no venía a esta zona, y he podido ver cómo en este tiempo las mujeres han desarrollado una actividad económica sorprendente: el triturado de rocas de granito para la construcción. En todas las casas se puede ver a las mujeres picando la piedra.

Una mujer tritura piedra de granito en una aldea de Benin (África Occidental). Imagen de Imma de Miguel

Una mujer tritura piedra de granito en una aldea de Benin (África Occidental). Imagen de Imma de Miguel

Después de hacer los trabajos domésticos (ir a buscar el agua y la leña, cocinar, limpiar, cuidar de los niños y los ancianos) y de trabajar en el campo (tanto en el terreno de su marido como en el suyo), las mujeres aprovechan sus horas “libres”, se sientan en un banquito con una barra de hierro en la mano y empiezan su enésima tarea.
Es una actividad remunerada. Pueden ganar 2000 francos locales (unos 3€) cada 2 o 3 días, lo que representa una parte muy importante de la economía familiar y permite a las mujeres ganar poder en casa gracias a este aporte económico. Pero al verlas, me pregunto por el impacto de esta actividad en su salud y en la de los niños que revolotean a su alrededor. Ya existen estudios sobre el impacto en los más pequeños (más al sur de Benín, son ellos los que realizan la actividad junto con sus madres).

Es francamente difícil saber cómo debemos intervenir en estos casos las personas que trabajamos como agentes de cambio para el desarrollo. ¿Será mejor no hacer nada? ¿Habría que informar sobre los problemas de salud asociados a esta actividad y divulgar medidas paliativas? O, yendo aún más lejos, ¿se tendría que sensibilizar a las mujeres para que se organicen, formen una cooperativa y pidan un crédito para comprar una máquina que haga este arduo trabajo? Todas las opciones están llenas de riesgos.
Si no hacemos nada, ignoramos el impacto a medio y largo plazo que tiene picar piedra para la salud de las mujeres, cosa que puede tener consecuencias desastrosas para ellas y sus familias, pero además no podremos evitar que llegue un actor económico más poderoso que ellas que, atraído por las perspectivas económicas de esta actividad, compre una máquina trituradora, y lo que las mujeres hacen en un mes, lo haga en un día, de manera que podrá vender más barato y concentrará en una sola familia la riqueza que hasta ahora se reparte equitativamente entre todas.

Si nos limitamos a informar de los riesgos para la salud que se derivan de esta tarea conseguiremos que sean conscientes de ello, pero no les ofreceremos alternativas para que puedan dejar de realizarla. Ellas necesitan el dinero, y en el oficio de sobrevivir día a día, no hay lugar para previsiones futuras.

Finalmente, si creemos que es mejor acompañarlas para que se organicen y se compren una máquina trituradora, ¿quién les dará crédito? En Benín, las mujeres no tienen derecho a la tenencia de tierras y sus pertenencias son escasas, insuficientes para constituir un aval, y si se apoyan en los hombres para obtenerlo, la actividad acabaría en sus manos y las mujeres quedarían excluidas del poder de decisión sobre la actividad y sobre los beneficios que genera.

La elección no es fácil. Lo único que está claro es que deben ser ellas las que elijan, aunque lo más probable es que su decisión esté marcada por una visión a corto plazo, por la necesidad de sobrevivir cada día y la falta de perspectiva, algo más que normal cuando en las 24 horas del día no te queda ni un minuto para ocuparte de ti misma.

 

 

Imma de Miguel trabaja para Intermón Oxfam desde hace 17 años en África del Oeste. Convencida de que el mundo es UNO, de que las diferencias son riqueza y de que la injusticia es insoportable, sueña y trabaja para construir un mundo mejor para tod@s.