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Un crowdfunding para lograr un parto normal

Por La Marietta

Quiero parir en casa. Sé que mucha gente lo considera una locura. Pero para mí es algo normal. Soy una mujer normal, con una vida normal: sin empleo actualmente, con un hijo de algo más de dos años, y con otro en camino.

Mi primer hijo lo tuve en un hospital, porque era lo normal. Conocía algún caso aislado de mujeres que habían parido en casa, pero yo no lo contemplaba: aparte de ser muy caro, me daba miedo. Se tiene la idea que un parto es peligroso, complicado, doloroso, y que precisa de ayuda médica. El parto da miedo. Yo, aún sintiendo este miedo, intuía que un parto no tenía por qué ser así. Leí y me informe bastante al respecto, y quise tener un parto natural (esto, por suerte, cada vez es más normal). Un parto natural es un parto no intervenido.pariracasa

A pesar de que luché por ello, el resultado fue muy diferente del esperado. Lo sé: siempre cabe la posibilidad, y más en temas fisiológicos, de que las cosas no salgan según lo previsto. Pero terminé con un parto intervenido. Sentí que no se respetaron mis necesidades, alegando el control constante del feto. No pude moverme, relajarme, cambiar de postura, tener intimidad, comer, bañarme…

Nuestro cuerpo es más sabio de lo que pensamos, y lo escuchamos muy poco. Pero no me atreví a rebatir a los profesionales ‘de bata blanca’. Hoy sé que aquellos controles eran innecesarios y desencadenaron la típica ‘cascada de intervenciones’, por desgracia, la mar de normal.

Más de 7 horas de monitores, poca intimidad, cero empatía, de una habitación para otra, 20 horas de contracciones sin posibilidad de movimiento ni expresión, sin dormir… Y cuando una matrona me dijo: ‘¡Uy. Todavía no estás ni a la mitad!’, después del cuarto o quinto tacto vaginal, me derrumbé y pedí la epidural. Con ella, me administraron oxcitocina sintética para tener contracciones artificiales. Aún así el parto se estancó, y tras unas horas, me dijeron que tendrían que usar fórceps. Dije que no quería, y me dieron a entender que no había opción. Con los fórceps es inevitable la episiotomía, que tampoco quería.

Había un montón de gente en la sala de partos, no sé quiénes eran. Parecía un espectáculo, y hasta  pude escuchar algún comentario completamente falto de respeto hacia mí y mi situación. Pero en aquel momento me daba igual. Yo sentía que ya no podía hacer más. El parto ya era más suyo que mío. Solo quería conocer a mi pequeño, y que terminara todo aquello. Cuando tuve encima a mi hijo (piel con piel, esto lo hicieren fantásticamente), suena a tópico, pero se me pasaron todos los males. Y como el bebé estaba bien y yo también, traté de olvidar. Pero no quiero repetir una experiencia así.

Ahora vuelvo a estar embarazada, y aunque tenemos unos ingresos familiares muy, muy bajos, no dudo en afirmar que quiero tenerlo en casa. Es más una necesidad vital que una cuestión ideológica. Aunque también lo es en gran medida. Quiero empoderarme, sentir que sé parir. Sé que puedo hacerlo. Y aunque, como ya he dicho antes, siempre cabe la posibilidad que las cosas no salgan según lo previsto, quiero vivir en casa mi segundo parto. Quiero intentarlo.

Por que en un parto en casa normal nada de aquello tiene por qué pasar. Estás en tu casa, en tu entorno, con tu intimidad y con tus ritmos. No hay que olvidar que el parto es una fase más de la vida sexual y reproductiva de una mujer. Es un parto atendido (pero no intervenido) por comadronas profesionales, experimentadas, actualizadas. Las conoces y te conocen, te observan, te informan, te escuchan y te respetan. No quieren que el parto se complique, por eso siempre atienden partos de bajo riesgo. Tienen equipo médico para intervenir si es necesario, y un coche preparado por si hay que trasladar al hospital, con el que se han coordinado previamente). Ellas son las primeras que desean y se aseguran de que todo salga lo mejor posible.

 

 

Me parece increíble, indignante y anormal que no sea una opción más dentro del sistema sanitario público. El gasto sanitario es notoriamente menor en un parto en casa que en un parto en un hospital (el primero ronda los 1800€ y el segundo los 3000€ de inversión pública).

A día de hoy lo normal es pagarlo de manera privada. Si tienes dinero, quizás te lo puedes permitir. Si no, no tienes más remedio que ir al hospital. Por eso he lanzado un crowdfunding, pero no sólo pensando en mí, sino en todas las mujeres que tenemos derecho a poder elegir cómo y dónde queremos parir. No me parece tan loco luchar para que esto cambie, para que el parto en casa no sea una opción “de lujo”, para que sea una opción pública como lo es en muchos países europeos. Quiero luchar, y creo que no estoy sola, para que parir en casa vuelva a ser algo normal.

Gracias a todas las personas que lo entendéis así, y aún más a quienes ya han colaborado. Estamos muy cerca de lograrlo.

la-marieta

La marietta es una ilustradora interesada e implicada en luchas sociales, impulsora del crowdfunding “Parir a casa: sí que es pot!” para poderse financiar un parto domiciliario y dar a conocer esta opción.

Partos en el techo del mundo

Por Celia Zafra Celia Zafra

Imagina que vives al norte de Bolivia y eres una mujer aymara. Estás embarazada, pero quizá no sabes que la mortalidad materna en la zona en la que vives es una de las más alta de América Latina, con 190 muertes por cada 100.000 nacimientos con vida. Aunque no conoces la estadística, has visto vecinas morir en tu aldea. Unos nacen y otras mueren; a veces hasta al mismo tiempo; así son las cosas.

Los mensajes del gobierno y de los agentes de salud te recomiendan ir a un hospital, pero allí no conoces a nadie y lo sientes tan ajeno como los programas de mansiones de Hollywood que ponen en la televisión. Te cuentan unas amigas que a la sala de parto no dejan entrar a familiares ni a la partera de tu comunidad, que tanta tranquilidad te da, porque sabe mucho. Además, el transporte hasta allí es bien caro. Decides dar a luz en casa, como tu madre, como la madre de tu madre. Así nació tu primer hijo -qué joven eras- y la segunda, una niña que enseguida rompió a llorar. Con el tercero algo no fue bien, y el niño murió. Quizá en el hospital hubieran podido salvarle, pero llegar hasta allí tomaba tres horas de camino o más, con la carretera llena de barro como estaba ese día.

Para parir al cuarto pensaste que mejor lo intentabas en Patacamaya, en la ciudad. Un día de mercado pasaste por allí, tratando de perderle el miedo a quedarte en manos de personas desconocidas. Y resultó que las cosas habían cambiado. Las habitaciones eran agradables, con colores cálidos, con frazadas para protegeros del frío invierno andino. Te informaron de que podías elegir quién querías que estuviera presente en el momento del nacimiento: podía ser tu madre, tu suegra, la partera de tu comunidad e incluso tus hijos e hijas mayores. Ni siquiera tenías que empujar tumbada en la camilla -esa postura que siempre te pareció tan rara-; podías hacerlo de cuclillas, de rodillas, como tu cuerpo se acomodara mejor al dolor. Si las cosas iban mal, el quirófano estaba allí mismo, y no habría que pagar por la cesárea.

Allí vino al mundo Alejandra, toda redondita. Ahora hay que ocuparse de que ella y sus hermanos vayan creciendo y no se queden chiquitos. Dicen los informes que hacen en las oficinas que uno de cada cuatro niños o niñas de tu país sufre de desnutrición crónica, y tú ya pariste cuatro.

Esta podría ser la historia de Marlene, de Silvia o de Elsa. Sus historias y las de sus partos las ha seguido y fotografiado Olmo Calvo, ganador del XVI Premio de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña y ahora se pueden ver en el blog que Médicos del Mundo ha creado para mostrarlas, Partos en el techo del mundo.

Ellas son las protagonistas de este trabajo, pero lo más importante es que quieren ser protagonistas también de sus vidas y de las decisiones sobre cómo comienzan las vidas de sus hijas e hijos. Olmo Calvo las siguió el último mes de su embarazo, retrató el momento íntimo del parto y les preguntó por sus sentimientos y sus convicciones. Un video y más de cien fotografías lo reflejan.

Los partos con adecuación cultural forman parte del trabajo de Médicos del Mundo en Bolivia, donde llevamos más de 10 años contribuyendo a mejorar los servicios públicos de salud en las áreas rurales de los departamentos de La Paz y de Santa Cruz. En el departamento de La Paz más de la mitad de las mujeres (el 55%) paren en sus casas. Allí las posibilidades de intervenir en caso de problema son limitadas y el número de fallecimientos es significativamente más alto que cuando el parto tiene lugar en un centro sanitario.

Por estos motivos, en coordinación con el Ministerio de Salud boliviano, nos planteamos el objetivo de aumentar los partos en instalaciones sanitarias. Sin embargo, las mujeres indígenas no acuden a los centros de salud a dar a luz porque están lejanos a su domicilio, no pueden hacer frente a los gastos de transporte o bien porque desconfían del personal sanitario o tienen miedo a la discriminación. Para vencer estas resistencias a tener a su descendencia fuera de su casa, hemos tratado de ‘trasladar’ el ambiente de sus hogares a los centros sanitarios, desarrollando lo que se conoce como ‘parto caliente‘ o ‘parto con adecuación cultural‘.

Hasta hoy Médicos del Mundo ha impulsado la apertura de salas de parto con adecuación cultural en más de 18 municipios del departamento de La Paz y más de 500 mujeres aymaras han escogido esta opción de parto respetado, lo que se ha traducido en un incremento importante de los nacimientos con control sanitario.

 

Las historias de los Partos en el techo del mundo se presentan en Madrid el sábado 5 de abril a las 13 horas, en la sala Borau de la Cineteca de Matadero Madrid.

Celia Zafra es responsable de comunicación de Médicos del Mundo, una asociación independiente que trabaja para hacer efectivo el derecho a la salud para todas las personas, especialmente para aquellas que viven en situación de pobreza, inequidad de género y exclusión social o son víctimas de crisis humanitarias.