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Trump, armas y mujeres

Por Laura Hurtado

Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció su voluntad de retirarse del Tratado Internacional de Comercio de Armas. Si esto llegara a ocurrir, el primer exportador de armas del mundo podría vender bombas y municiones a países que violan los derechos humanos o a grupos organizados de delincuentes y terroristas, lo que podría alimentar conflictos brutales. Sería un duro golpe a los esfuerzos de muchas personas para promover la paz y la seguridad internacionales. Pero sobre todo para quienes hoy viven en contextos de violencia armada.

En las últimas dos décadas, los conflictos civiles se han más que duplicado pasando de 30 en 2001 a 70 en 2016. No hay quien escape de las garras devastadoras de una guerra. Para las mujeres puede ser un punto de no retorno, pero también les puede abrir nuevas oportunidades, según un informe reciente de Oxfam Intermón. A través de los casos de Irak, Territorio Palestino Ocupado y Yemen, el estudio Mujeres en zona de conflicto constata que mujeres y niñas se enfrentan a brutales casos de violencia sexual, cuentan con menos recursos para protegerse y sobrevivir, pierden a sus seres queridos quedándose a cargo de sus familias, son forzadas a convertirse en combatientes o a huir dejando todo atrás. De hecho, el 76% de las personas desplazadas por las guerras son mujeres con hijos e hijas.

Pero al mismo tiempo hay cientos de ejemplos que muestran como las mujeres son capaces de superar los inmensos estragos de la guerra, adaptarse y transformarse, tanto en el ámbito privado como en el público. Los conflictos las obligan a salirse de su rol tradicional, hecho que a veces se traduce en un empoderamiento que las lleva a alzar su voz, movilizarse (destacan campañas para liberar personas presas en Yemen), mediar (hay numerosos ejemplos de mujeres iraquíes que conviven en paz con mujeres vinculadas con el ISIS) o liderar programas de construcción de paz.

Laura Hurtado es  periodista y directora de Comunicación de Oxfam Intermón

El Salvador: agua, mujeres y justicia

Por Tania Moreno

Es casi mediodía. Camino junto a una docena de mujeres que van río abajo por una vereda serpenteada de piedras, donde apenas caben con sus cántaros vacíos atados a la cintura. La primera de la fila es Juana Hernández, de 61 años. Ella lidera al grupo hacia el Río Amayo y me contagia con su risa y energía. Juana es la Presidenta del Comité de Mujeres Fe y Esperanza, desde 1997. Además, es jefa de hogar y vive con su hija menor y su madre de 87 años. Buena parte del día les ocupa caminar largas distancias para recoger agua y luego consumirla con suma austeridad.

Juana Hernández recogiendo agua de río Amayo.

Para las mujeres de La Comunidad Las Mesas (ubicada en el Cantón El Cimarrón, en La Libertad, El Salvador) la lucha por el agua es un desafío diario por la vida: llevan años de sacrificio para sobrellevar la escasez de agua para el consumo, para regar sus huertos y cubrir otras necesidades en la comunidad. En esta zona costera de El Salvador, esta escasez afecta a miles de personas. Los cincuenta años de esta lucha están contados en un breve comic que narra también el liderazgo de Juana:

Comic sobre la realidad del agua de las mujeres de Las Mesas, en El Salvador. Imagen: Oxfam El Salvador.

Según opiniones de expertos, El Salvador se encuentra cerca del estrés hídrico. La mayor parte de los más de 360 ríos importantes han perdido entre el 30% y 70% de sus caudales de verano en los últimos 25 años. En mayo de 2016, el Relator Especial de la ONU sobre el Derecho Humano al Agua Potable y Saneamiento señaló en su informe que “más de 600,000 mil personas en El Salvador no tienen acceso a ningún tipo de servicio de agua potable y saneamiento, ni siquiera a través de la recolección de aguas lluvias.

Además, más de un millón de personas solo tienen acceso a un servicio deficiente de agua, que no garantiza su potabilidad. En la zona rural, la situación es aún más crítica. Mientras que el 34% de los hogares rurales tienen acceso a agua potable, en el área urbana es más del 90%. Lee el resto de la entrada »

Por qué la desigualdad es un asunto feminista

Por Winnie Byanyima

Vivimos unos tiempos revueltos, emocionantes y también aterradores para ser una mujer. Todos los días traen consigo un gran éxito o un revés desolador en nuestra lucha por la igualdad de derechos. Hace un par de semanas, después de décadas de activismo por los derechos de las mujeres, Irlanda votó de forma aplastante para derogar la prohibición del aborto en el país. Y al mismo tiempo, una reciente ofensiva en Arabia Saudí contra las activistas por los derechos de las mujeres terminó en varias detenciones: su paradero y los cargos en su contra aún se desconocen.

Ilustraciones de la Asociación Mujeres y Madres Abriendo Caminos, de Colombia. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Hay muchos frentes en esta lucha, pero uno en el que he centrado mis esfuerzos especialmente es en el modelo económico global, absolutamente manipulado contra las mujeres. Veamos algunos de los hechos:

Primero. Según estimaciones conservadoras, las mujeres contribuyen con cerca de 10 trillones de dólares, ¡sí, trillones! a la economía de los cuidados no remunerados y al trabajo doméstico. ¡Y lo hacen gratis! Nuestras economías colapsarían sin ese trabajo. Sin embargo, rara vez los políticos discuten este tema.

Segundo. El Banco Mundial contó que hay 104 países con leyes que impiden que las mujeres desempeñen ciertos trabajos, principalmente en fábricas y en el sector construcción, un comportamiento que corresponde a ideas anticuadas y paternalistas de lo que una mujer puede y debe hacer.

Y más. Según el último estudio de Oxfam, hay alrededor de 2.043 milmillonarios en todo el mundo; de los que nueve de cada 10 son hombres. Los datos del Foro Económico Mundial muestran que, según el ritmo de los cambios, habría que esperar 217 años para cerrar la brecha en las oportunidades de empleo y remuneración entre mujeres y hombres. La desigualdad económica entre mujeres y hombres se traduce en desigualdad en quienes ostentan el poder. ¿Cómo podemos, entonces, esperar un mundo igual para las mujeres cuando las riendas del juego las llevan ellos?

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La lucha de las mujeres por la vivienda en República Dominicana

Por Raquel Checa

La imagen es la de un mar turquesa, de playas de arena blanca donde la mirada se pierde y  de extensos bosques de palmeras y cocoteros que llegan hasta la orilla de la playa. La imagen de un país rico y próspero económicamente, donde el turismo genera recursos valiosos.

Esa visión que muchos tenemos es cierta, pero sólo en parte. República Dominicana (RD) se ha establecido como una de las economías de más rápido crecimiento en América Latina y Caribe en las últimas dos décadas, según datos del Banco Mundial. Entenderíamos que eso debería ser sinónimo de prosperidad económica y bienestar social para toda la población. Sin embargo, la realidad cruel se impone y cuando conoces más allá de los hoteles y de las playas turísticas, cuando puedes caminar por los barrios de Santo Domingo, dar un paseo en barca por el río Ozama en plena capital del país y conversar con su gente, te percatas de que la desigualdad, la corrupción y el clientelismo también existen en este “paraíso”.

Rosa Gisel González en el alojamiento provisional donde vive desde hace años. Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón.

La otra imagen del país, que contrasta con la del agua turquesa y las arenas blancas, la vive en primera persona Rosa Gisel González, junto a sus tres hijos y su compañero. Desde hace años están en una casa de madera y chapa de zinc en el llamado ‘albergue Alfa 4’. Es uno de los viejos edificios utilizados para que las familias afectadas por los fenómenos climáticos se refugiaran temporalmente en condiciones precarias hasta ser recolocados en una vivienda digna y segura. «Cada vez que llueve entra un río por la puerta y luego nos pasamos días para secar la ropa y el colchón, lo único que tenemos«.

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San Valentín como oportunidad

Por Bethan Cansfield y Lourdes Montero

Hoy, en numerosos países, muchas parejas celebrarán el día de San Valentín, también conocido como ‘El día de los enamorados’ en algunos países de América Latina. Aunque supone una gran oportunidad para promover las relaciones sentimentales saludables, también es un momento importante para llamar la atención sobre la crisis que afecta a mujeres y niñas de todo el mundo. El 30% de las mujeres experimentará en algún momento de su vida violencia física o sexual a manos de su pareja, ex pareja o esposo.

Un grupo de jóvenes de Bolivia muestra el mural que acaba de pintar en una calle de La Paz (Bolivia): Busca tu final feliz. Imagen de Sandrine Muir-Bouchard, 2017.

En este 30% no se incluye el control coercitivo. Una forma de dominación que se consigue a través de la intimidación, el aislamiento, la degradación y la privación, así como el control psicológico y económico. Así que, aunque esta cifra pueda resultar sorprendente, no es más que la punta del iceberg.

Las violencias contra la pareja no tienen una única causa, sin embargo está demostrado que uno de los factores que ayuda a predecir este tipo de violencias es el hecho de compartir creencias discriminatorias (convenciones sociales) sobre lo que se considera normal y adecuado en una relación. Ejemplos de estas creencias son la idea de que un hombre tiene derecho a ejercer poder sobre una mujer o que puede disciplinarla. En algunas sociedades del mundo se defiende que los celos y el control por parte de los hombres son una forma de mostrar afecto. Y las películas, la música y las telenovelas fomentan esta imagen, al igual que la familia y las amistades.

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Mujeres de Nepal, a un año del terremoto

Por Beatriz Pozo

‘Cuando sentí el temblor en las piernas, me pregunté por qué habría camiones pesados en el pueblo. Para cuando ese pensamiento había cruzado mi mente, todo el suelo vibraba violentamente. Se oía un gran estruendo, un sonido muy grave, que venía de todas partes. Estaba realmente asustada. Me giré a mirar mi casa, y vi que se mantenía en pie, pero, cuando entre, cada piedra, cada trozo de pared, se había derrumbado. Fue horrible.’

 The communities living in Ghairung, Ghorka take part in an Oxfam funded Cash for work scheme to rebuild a 5km trail. The trail connects two villages, a health centre and a local market and will benefit 1140 households. The 153 people (both men and women) taking part in the scheme are being paid 510 rupees per day for 32 days. In Jhyamir (one of the two villages) there are 160 households, 80 of which had their houses completely destroyed in the 2015 earthquake. Only 2 houses in Jhyamir are still safe to live in. Oxfam previously distributed 300 latrines in Ghairung.

Mujeres nepalís construyen un camino en Jhyamir, Ghairung (Nepal). Kieran Doherty/ Oxfam

Hoy hace un año del terremoto que asoló Nepal, dejando casi 9000 muertos y 850000 casas destruidas o dañadas. La de Kamala Koirala, de 42 años, fue una de ellas. Desde entonces, ella y su familia han estado viviendo en una pequeña cabaña

que construyeron con el dinero que les dieron de ayuda humanitaria. En su pueblo Jhyamir, la mitad de las casas quedaron completamente destruidas tras el terremoto y solo en dos de ellas es seguro vivir.

Bimela, en cambio, estaba viendo la televisión con su bebé, cuando la tierra empezó a temblar. De repente, la pantalla se apagó, se fue la luz y todo empezó a moverse. Sujetando a su bebé, se protegió debajo de la escalera.  Su casa, por suerte, aguantó y no tuvo que lamentar ninguna perdida en su familia.

Ahora, tanto Kamala como Bimela tratan de recuperar su vida anterior. Ambas trabajan en el proceso de reconstrucción de sus pueblos, con la ayuda de Oxfam. Kamala, pese a haberse roto una mano durante el terremoto y tener aún secuelas, participa en la construcción de un nuevo camino, más seguro, que conecta dos pueblos, un centro sanitario y un mercado. Antes Kamala vivía de lo que daban sus tierras, pero estas quedaron totalmente destruidas por el terremoto.

Bimela, por otro lado, trabaja en la reconstrucción de unos canales de irrigación que se rompieron durante el terremoto e inundaron toda la zona. Es una labor que están realizando solo mujeres. ‘Aquí, tras el terremoto, los hombres se llevaban las manos a la cabeza ante la destrucción de sus casas y se preguntaban qué iban a hacer. Las mujeres, en cambio tenían que cuidar a sus hijos y su casa. Al final han sido ellas las que han dado un paso adelante y tomado la iniciativa.’ Ahora, son las mujeres, en muchos casos, las que proveen para sus familias, gracias a proyectos como este.

Sin embargo, tratar de recuperar la vida de antes es difícil para todos los nepalíes; y más con las constantes replicas, más de 400 en un año, que constantemente les recuerdan lo que pasó. Mucha gente tiene miedo de reconstruir sus casas o de dormir bajo techo solido, por si la tragedia se volviera a repetir. Kamala cree que no tiene ningún sentido reconstruir su casa, porque, si hubiera un nuevo terremoto, se derrumbaría de nuevo.

A pesar de las dificultades, tanto Bimela como Kamala están muy agradecidas por poder trabajar. La ayuda humanitaria ha ayudado a muchos de los habitantes de Nepal a sobrevivir durante estos últimos 12 meses. Una vez pasado el desastre, sus consecuencias permanecen y el país tardará aún mucho tiempo en recuperarse de lo que pasó. Las víctimas mortales, los heridos y los edificios derruidos, no han sido las únicas consecuencias del terremoto. El miedo, la sensación de haber perdido una forma de vida, la incertidumbre ante probables nuevas catástrofes y el dolor por lo que ocurrió, afectan todavía a la población nepalí. Bimela, Kamala y tantos otros como ellas, aún necesitan nuestra ayuda.

Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora como voluntaria con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

Lo que hacen las mujeres para que haya paz en el mundo

Por Winnie Byanyima Winnie_Byanyima

Como antigua parlamentaria ugandesa, he estado siempre interesada en el rol que juegan las mujeres como impulsoras del progreso, tanto femenino como masculino, no solo en mí país, sino en todo el mundo.

En este momento las mujeres ocupan el 34% de los asientos del parlamento ugandés, gracias, en buena medida, a las cuotas establecidas por la Constitución. La batalla por la igualdad está lejos de haber acabado para las mujeres ugandesas, pero, por lo menos, cuentan con representantes que pueden dar voz a sus preocupaciones durante el proceso de toma de decisiones.

Un grupo de alumnas en la escuela Rwemigangago, en el subcondado de Katenga, Uganda. Imagen: Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Un grupo de alumnas en la escuela Rwemigangago, en el subcondado de Katenga, Uganda. Imagen: Pablo Tosco/Oxfam Intermón.

Asegurarse de que estas reflejan las necesidades y puntos de vista de la mayoría nunca es más importante que cuando el tema tratado es la paz y la seguridad. Sin embargo, el avance que ha supuesto que un número record de mujeres entren en política en países como Uganda, Ruanda o Afganistán no ha tenido su paralelismo en la representación femenina en los procesos de paz y en las instituciones internacionales de seguridad.

Yo misma formé parte del proceso de paz de Uganda en los 80 y fui una de las firmantes del Acuerdo de Paz de 1985. Sin embargo, tal y como explica un reciente informe de Oxfam ‘Mujeres, paz y seguridad: Cumplir la promesa’, se trató de una rara excepción.

Entre 1992 y 2011, menos del 4% de las firmas en los tratados de paz  fueron de mujeres. Del mismo modo, las mujeres representaron menos del 4% de los participantes y  del 10% de los negociadores en las conversaciones de paz. Por otro lado, en las misiones de mantenimiento de la paz y en los sistemas de seguridad nacional en áreas de conflicto, las mujeres también estuvieron infrarrepresentadas.

Esta exclusión de las mujeres tiene poco sentido. Los conflictos amenazan a todos, pero implican  riesgos específicos sobre mujeres y niñas, como la violencia sexual, el tráfico de personas y un mayor aumento de las desigualdades de género. Los intentos para acabar con estos problemas están destinados a fracasar si la perspectiva y las contribuciones de las mujeres no están apropiadamente integradas en los esfuerzos de prevención y recuperación de conflictos.

Reconociendo el problema, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó hace 15 años la histórica resolución SCR1325 para defender los derechos de las mujeres en los conflictos y su papel en los procesos de paz y seguridad. Desde entonces seis resoluciones más del Consejo de Seguridad han ayudado a establecer una política-marco sobre este tema. Así, casi 50 países han desarrollados Planes de Acción Nacionales para implementar la resolución de la ONU y varios de ellos han actuado como importantes e influyentes promotores de estas políticas.

Sin embargo, y como muestra la casi total ausencia de mujeres en las conversaciones de paz, se han hecho pocos avances reales. Es necesario fomentar la participación de las mujeres en este tipo de procesos, así como prestar más atención a la prevención de conflictos. Muchos de estos enfrentamientos han sido señalados por la presencia de violencia basada en el género, a menudo facilitada por un tráfico descontrolado de armas pequeñas y por una cultura de la impunidad.

La financiación para este tipo de políticas promovidas por la ONU ha crecido, pero sigue siendo demasiado baja como para lograr sus objetivos. Las organizaciones locales por los derechos de las mujeres, que se encuentran en primera línea de los esfuerzos para la prevención y recuperación de conflictos, tienen problemas de financiación. Igualmente mucho de los Planes de Acción Nacionales carecen de un presupuesto importante, o incluso de cualquier tipo de recursos.

El mes que viene se celebrará el 15 aniversario del UNSCR 1325 y estos temas deben tratarse. El próximo 13 de octubre, la ONU realizará un examen al más alto nivel para analizar los avances de estas políticas y los retos a los que ha habido que enfrentarse en los últimos 15 años. También se fijaran nuevos objetivos. Constituye una oportunidad única para tratar estos temas con ambición. Para prepararse para la reunión docenas de ministros y altos funcionarios discutieron propuestas en una conferencia el pasado día 30 en Nueva York, donde fui invitada a hablar.

Dije que no hay tiempo que perder. El número de conflictos no ha hecho más que aumentar en la última década, lo que ha llevado a un número record de personas desplazadas tratando de encontrar refugio en Europa, partes de Asia y otros lugares. Esto supone un reto para los gobiernos y las comunidades de todo el mundo. Nunca había habido una mejor oportunidad para garantizar que las mujeres puedan contribuir de manera eficiente a los esfuerzos de paz y seguridad de un mundo afligido.

Winnie Byanyima es Directora Ejecutiva de Oxfam Internacional

¿Qué hay en el móvil de una refugiada siria?

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Empieza la película. Plano general. Estamos en Zaatari, uno de los campos de refugiados más grandes del mundo. Aquí habitan 79.000 hombres, mujeres, niños y ancianos procedentes de Siria, donde una guerra cruenta ya ha provocado el éxodo de 4 millones de personas, muchas de las cuales están llegando a Europa.

De lejos, Zaatari parece una ciudad en medio del desierto. Un mar de containers de plástico que se usan como viviendas, tiendas de lona y antenas parabólicas. Incluso hay una calle comercial con bares, tiendas y restaurantes. En realidad, Zaatari es tan grande como la cuarta ciudad de Jordania.

foto movil siria

Plano medio. Entramos en una tienda del campo. Las paredes se mueven fuertemente por el viento. Dos mujeres toman el té y hablan, sentadas en el suelo. En un rincón, una niña de 10 años está mirando su móvil y, por el movimiento del dedo, deducimos que está mirando fotos.

-¿Cómo estáis?

-Bien, gracias a Dios. ¿Y vosotros?

-Aquí estamos. Sobreviviendo.

-¿Habéis pensado en volver a Siria o os queréis quedar aquí?

-Estaremos en Zaatari hasta que Dios nos diga.

-Nosotros, no sé, ningún Zaatari del mundo podrá sustituir nuestra querida Siria.

Plano detalle. Vemos las fotos que mira la niña. Y se nos encoge el corazón. Lo que pasa con el dedo mecánicamente, casi sin inmutarse, son imágenes de explosiones, casas derruidas, gente huyendo con el miedo en el rostro, hombres heridos en la calle con los brazos levantados buscando ayuda, hileras de muertos envueltos en sábanas blancas.

Eso es lo que hay en el móvil de una niña refugiada siria. Un horror que explica en gran medida porqué millones de sirios y sirias han optado por abandonar sus hogares. Un horror que seguramente se reproduce en los móviles de millones de personas refugiadas en todo el mundo y ante el cual la comunidad internacional debería buscar soluciones duraderas. Existen y son posibles. Si realmente queremos que haya menos refugiados en el mundo deberíamos poner fin a los conflictos.

 

La película District Zero, producida por Arena Comunicación y Txalap.art con el apoyo de Oxfam y la Comisión Europea, se estrena en el Festival de San Sebastián el domingo 20 de septiembre.

La lideresa entre los líderes de Davos

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

“En el lugar donde crecí, en Uganda, mi familia no tenía mucho, pero estábamos entre los más acomodados. Mi mejor amiga y yo íbamos al colegio juntas todos los días. Yo tenía un par de zapatos, ella iba descalza. En aquel momento no entendía por qué, y ahora tampoco. Es necesario combatir la desigualdad siempre, en todo momento”.

Las dos cara de la moneda Favelas al lado del rico distrito de Morumbi en Brasil (c) Tuca Vieira/Oxfam Intermón

Las dos caras de la moneda: favelas al lado del rico distrito de Morumbi en Brasil. (c) Tuca Vieira/Oxfam Intermón

Este año la reunión del Foro Económico Mundial (21 al 24 enero de 2015) en Davos, Suiza, es un poco diferente. En esencia es parecida a las ediciones de otros años, los principales líderes financieros, empresariales y políticos del mundo pensando juntos cómo resolver los problemas mundiales más acuciantes. Pero es diferente porque la desigualdad va a estar muy presente. En todos los sentidos. Empezando por la propia desigualdad existente en el foro, en el que la mayoría de líderes son hombres. De hecho, de los 2.500 líderes  presentes sólo el 17% son mujeres (425 en total). Una escasa asistencia que según el foro se debe a que ‘son pocas las que ejercen cargos de responsabilidad en sus organizaciones’.

Y siguiendo por la desigualdad como tema que debe estar presente en las agendas de estos grandes hombres. Eso es lo que va exigir una mujer, por lo que se ve de las pocas que hay allí. Se llama Winnie Byanyima y es directora ejecutiva de Oxfam, una organización internacional que trabaja por un mundo más justo. En esta edición, Winnie va a copresidir la reunión, entre los cuatro copresidentes restantes, que son hombres. Está allí con un único objetivo: hacer un llamamiento urgente contra la desigualdad, un tema en el que la organización (Oxfam Intermón en España) está centrando sus esfuerzos.

En un mundo en el que según las previsiones en 2016 el 1% más rico acumulará tanta riqueza como el resto de la población mundial (70 millones frente a 7.000 millones), la desigualdad se ha convertido en un tema de moda. Sin ir más lejos, por ejemplo, Obama presentó ayer su propuesta contra la desigualdad en el debate sobre el estado de la Unión. Y en nuestro país, ¿quién no ha oído hablar de ello a Podemos?

Pero a todo esto, ¿quién es Winnie y qué quiere exactamente?

(c) Oxfam

Winnie Byanyima (c) Oxfam

Winnie es ugandesa, tiene 55 años y es ingeniera. También es la primera directora africana que ha tenido Oxfam. Y ha sido muchas otras más cosas, como miembro del Parlamento ugandés, fundadora del primer grupo parlamentario de mujeres en Uganda y fundadora del Forum for Women in Democracy, una ONG de Uganda que defiende una participación igualitaria de las mujeres en los procesos de toma de decisiones.  Entre otras cosas.

Por tanto, Winnie lleva la lucha contra la desigualdad en las venas. No sólo de género, sino también económica, ya que ambas desigualdades están estrechamente relacionadas. Sólo 3 de las 30 personas más ricas del mundo son mujeres. Sin embargo, la inmensa mayoría de los trabajadores peor remunerados y con empleos más precarios son mujeres.  Esto repercute en muchos ámbitos, como el acceso a la educación, y sin duda ha influido a la hora de la ridícula representación femenina en el foro de Davos de este año (y de los anteriores). Además, es un círculo vicioso. Si las mujeres no tienen acceso a los espacios de decisión nunca se conseguirán medidas que reduzcan la desigualdad.

Winnie tuvo la suerte de estudiar. Su madre, maestra, conocía la importancia de la educación y lo consideró una prioridad. Es una suerte porque gracias a ello estos días Winnie va a exigir a los grandes líderes de Davos medidas concretas contra la desigualdad. Ya está bien de discursos. Ha llegado la hora de cambiar las reglas.

Tú también puedes unirte al movimiento global contra la desigualdad. Puedes informarte y firmar una petición para acabar con la desigualdad

Laura Martínez Valero trabaja en el equipo de comunicación de Oxfam Intermón y participa en el proyecto Avanzadoras,

Igualdad: desde los Andes hasta Egipto

Por Raquel FerrandoRaquel Ferrando

Existen mujeres de diferentes partes del planeta que encuentran fórmulas para sobrevivir en un mundo desigual. Y no sólo intentan hacerlo desde la sombra sino siendo motores de cambio, un cambio que se da de forma distinta en cada lugar pero que busca lo mismo: hacer entender que la sociedad será mejor si logramos la igualdad real.

Es el caso, por ejemplo, de las feministas comunitarias de la zona andina que luchan por sus derechos pero manteniendo sus saberes ancestrales indígenas (lo que allí se llama ‘cosmovisión’). Ellas explican que la complementariedad entre hombres y mujeres, tal y como se aplica hoy en día en sus comunidades, hace que los hombres sean los líderes mientras las mujeres les apoyan desde casa y no pueden acceder a los espacios de decisión en igualdad de condiciones. Ellas aseguran que la complementariedad antiguamente consistía en la participación de ambos sexos en los espacios de poder y les permitía tomar mejores decisiones.

Asimismo en Ecuador a través de los espacios de intercambio que apoya Oxfam entre mujeres populares y diversas de Ecuador, Colombia, Brasil y Perú comprendí que que hay tantas formas de ser feminista como contextos y saberes. El debate de estas mujeres latinoamericanas integra a muchas personas, más de las que imaginamos, porque no excluye a nadie que luche por la igualdad. Ellas me decían: ‘Tú has nacido en Europa, sí, pero ¿acaso nuestros problemas no son los mismos?’ 

Feminismos. Fuentes: www.oxfam.org www.facebook.com/popularesydiversas

Hay tantas formas de ser feminista como contextos y saberes. Fuente: www.oxfam.org; www.facebook.com/popularesydiversas

Otro buen ejemplo de mujeres que desde su cultura y su religión luchan por disminuir la desigualdad de género son las feministas islámicas. Al comenzar a compartir ideas en Argelia, con mis amigas argelinas y saharauis, me llamó la atención un ejemplo que suelen nombrar: el de la figura de Aisha, quien fue una profetisa muy importante en la religión musulmana. porque fue vital al inicio del Islam y porque conociéndola se puede entender que el protagonismo femenino que hoy se ha perdido en las costumbres musulmanas se debe a las interpretaciones patriarcales de los textos. Es decir, a interpretaciones desde el punto de vista masculino.

Las feministas islámicas se enfrentan, al igual que las mujeres andinas, a poderes patriarcales que a veces son muy fuertes pero otras veces ni siquiera notamos. Su lucha por defender la igualdad de género es la misma pero tintada de sus saberes y conocimientos propios. Su iniciativa es otro ejemplo para todos y todas de que es posible ‘releer’ las reglas preestablecidas en cada contexto, que siempre creímos inamovibles, y avanzar hacia la igualdad.

Acordémonos de la lucha de estas mujeres diversas de todo el mundo y pongámoslas como ejemplo, así lograremos que otra gente se contagie de esta fuerza que lleva al cambio de modelo social. Porque ningún problema social va a terminar de resolverse si no es de la mano de la igualdad real, y solo con eso habremos avanzado un poco más.

 

Raquel Ferrando trabaja en cooperación internacional desde 2003 con la convicción de que no se pueden cambiar las cosas sin mirar desde otro enfoque, el de la igualdad de género.