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Margarita Álvarez: talento versus mediocridad

Por Nuria Coronado 

Hay personas que pasan por el mundo sin pena ni gloria. Llevan a cuestas una mochila cargada de un NuriaCoronadopeso pasado, presente y futuro marcado por la palabra amargura. Son quienes, no es que de vez en cuando vean el vaso medio lleno, es que lo ven día tras día, más seco que un pantano en época de sequía.

Del otro lado están las personas con chispa, las que te conquistan sin haber hablado ni una sola palabra con ellas, las que van dando botes por la vida impulsadas por el muelle de la pasión porque lo llevan integrado de serie. Son seres mágicos capaces de impactar, innovar y hacer de este mundo cambiante un sitito lleno de gozo y cuyo suelo, techo y paredes están decorados de alegría constante (a pesar de las dificultades) y de sonrisas capaces de iluminar a otros. Son quienes, como un buen amigo o un familiar querido, te dan ese abrazo o golpe mudo en la espalda cuando las cosas no van todo lo bien que deberían y en susurros te dicen: ¡ánimo que tú puedes!

Margarita Álvarez, directiva de Adecco.

Margarita Álvarez, directiva de Adecco.

A esta segunda y maravillosa especie pertenece Margarita Álvarez, directora de Marketing y Comunicación de Adecco. Una mujer a la que le habría venido como anillo al dedo llamarse Felicidad pero que brilla y es única al igual que el significado de su nombre de origen griego (Margarites): ‘la que es como una perla‘. Ella reluce como una avanzada y adalid de algo tan necesario como poco practicado en este país: conseguir la felicidad en el trabajo.

Margarita, Marga como le llaman los más cercanos, se pone el mundo por montera y se empeña, día sí y día también, en un cambio de cultura empresarial cuyo epicentro comienza en ella misma. Para predicar hay que dar ejemplo: ‘cada jornada mi vida está marcada con un fin: que la felicidad sea la meta de todos en todos los ámbitos de la vida’, dice con su eterna sonrisa. ‘Las empresas tienen que entender las cosas que les hacen vibrar, que cada persona tenga un ámbito de decisión y de influencia. No es lo mismo que yo llegue a una empresa y me digan lo que tengo que hacer, lo cumpla y me vaya a mi casa a que me den algo y yo aporte valor añadido, deje una huella en ese trabajo. Eso tiene un efecto vital, te vas a casa con una sensación increíble‘, añade.

Y es que esta abogada, madre de tres hijos que le han salido tanto o más “happy” que ella misma, tiene claro que los trabajadores son algo más que un simple contrato con nombre y apellidos. Son la materia prima a la que hay que cuidar y mimar como oro en paño porque en el trabajo se pasa más de un tercio de la vida y si no estamos bien, la cosa acaba siendo como la crónica de una muerte anunciada. Es de las mujeres que además consideran que hay que cambiar el verbo preocuparse por el de ocuparse de ellos. ‘Esa, y no otra, es la manera más inteligente y sencilla de retener su talento’, comenta.

De ella una no se cansa de escuchar y resonar con frases que acaban siendo verdades como puños: “las personas no se van de las empresas, se van de los jefes” o “quien no contrata talento, contrata mediocridad”. Además es una gran defensora de la igualdad entre hombres y mujeres. Y esa defensa la hace en su propia casa: “si alguno de mis hijos enferma no me tienen porque llamar a mí”, recalca.

Margarita además pertenece a otro mundo que marca la diferencia, el de los knowmads (nómadas del conocimiento). En ese planeta uno no para de aprender para enseñar y compartir. No ceja en el empeño de creer, actuar y activar. ‘Actuar, dando pasos pequeños, uno tras otro, que construyan un camino. Y activar una inercia a nuestro alrededor que amplifique nuestras acciones, que supongan un cambio mayor’. Su curriculum nos hace pensar en tantas y tantas Avanzadoras, en nuestro país y en el mundo. Desde aquí Margarita, mi gratitud y la de tantas miles de personas, que cada vez que te escuchamos, crecemos y nos inoculamos con el maravilloso virus de la felicidad.

Nuria Coronado es periodista, editora en www.lideditorial.com  y responsable de Comunicación de Juan Merodio.

Del techo de cristal al techo de cemento (y más allá)

Por Nuria Coronado NuriaCoronado

Escalar puestos de responsabilidad en el mundo empresarial cuando quien lo hace es una mujer es como subir un 8 mil… al día. Si además se trata de lugares circunscritos al poder de las corbatas como el IBEX35, el ascenso puede provocar como mínimo mal de altura y de ahí a la muerte súbita, solo hay un paso.

No hay más que mirar la foto de cualquier Consejo de Administración de este restringido círculo para constatar la escasa presencia femenina. Las órbitas donde se manda y decide llevan por los siglos de los siglos rodeados de concertinas que claman un mensaje: vetados a quienes no lleven cromosoma Y. El mismo ex presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Julio Segura Sánchez, reconocía en su día que “la calidad de estas mujeres en éstos órganos debe ser más alta que los hombres porque han sufrido más filtros”. Es decir, se lo ponen bien difícil para que no lleguen ahí.

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Por si este techo de cristal fuera poco se suma otro más duro si cabe. Es el denominado “techo de cemento”, un límite que tal y como explica Núria Chinchilla, profesora del IESE, directora del International Center for Work and Family (ICWF) y responsable junto ATREVIA del IV Informe Las Mujeres en los Consejos de Administración de las compañías del Ibex 35,  “se autoimponen las mujeres por tener que ser las mejores de los mejores”. Un perfeccionismo que pesa, aplasta y provoca que “cuando hay un nuevo puesto de trabajo y dicen que hacen falta cuatro competencias, la mujer no se presenta porque solo tiene tres y el hombre lo hace aunque solo tenga dos”, comenta.  Así se explica que solamente 10 empresas tengan un 30% o más de mujeres en su consejo de administración.

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