Entradas etiquetadas como ‘niñas’

Las niñas valientes que luchan por ir a la escuela

Por Nazareth Mateos Aparicio

7:00 am. Suena el despertador. Empiezan las carreras y los “tengo mucho sueño, 5 minutos más”, “termínate el desayuno”, “¿has cogido la mochila?”, “¿aún así?”, “¡vamos tarde!”. Los miles de niños y niñas que cada día van al colegio tienen por delante una intensa jornada escolar que cuesta empezar. Deben sacar ganas para madrugar, atender en clase y estudiar. Podríamos decir que ir al colegio es un acto de constancia, motivación e ilusión. Pero para muchos niños, sobre todo niñas, también es un acto de valentía.

En Nepal, por ejemplo, Janaki Sah, a sus 14 años, tuvo que enfrentarse nada menos que a sus propios padres: “Debido a que fui lo suficientemente valiente como para convencer a mis padres de que me dejaran ir a la escuela en lugar de casarme, puedo hacer lo que más me gusta: ¡estudiar!”.

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El sueño de Rebeca: igualdad

Por Eloisa Molina

«Cuando les vimos llegar pensamos que venían a arrestarnos, y casi huimos «, dice la madre de Rebecca, sentada en su estera. Se refiere al momento en que, hace  varias semanas, el profesor titular de su hija y otros dos maestros se presentaron sin previo aviso en el hogar familiar. Pensaron que venían a cobrar las cuotas vencidas. Todo lo contrario, iban para proponerles que su hija continuase estudiando en un colegio de alto rendimiento. «Fue un milagro, no lo esperábamos en absoluto», dice su madre sonriendo con orgullo a su hija.

Ella y el padre, ambos jornaleros, trabajan en los campos de la comunidad por 60 céntimos al día. Su niña es la mejor alumna de St. Catherine, un internado limpio y ordenado a varios kilómetros de distancia por la carretera.

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Día contra el trabajo infantil: 11 millones de niñas invisibles

Por Blanca Carazo

Levántate antes que nadie, haz las camas, prepara el desayuno, friega los cacharros, ¿qué haces que todavía está la mesa sin recoger? ¿Y mi camisa? ¿Cómo que está sin planchar? ¡Pero cómo eres tan inútil! Horas y horas de trabajo no remunerado, no reconocido, no valorado. Horas de dedicación “pagadas”, en los peores casos, con vejaciones, aislamiento, maltrato. Violencias diarias, íntimas, invisibles. Probablemente puedes imaginar esa escena. ¿A quién ves? ¿A quién se dirigen los insultos, los reproches? ¿Un hombre? Es poco probable. ¿Una mujer? ¿De mediana edad, quizás? ¿Una niña? Sí, una niña. Millones de niñas. Unos 11 millones de ellas (y probablemente sean muchas más) que realizan trabajo doméstico en todo el mundo.

© Kiran Hania, de Pixabay

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La igualdad empieza en el colegio

Laura Martínez ValeroPor Laura Martínez Valero

“A las mujeres de mis clases de Ingeniería:

Aunque siempre es mi intención trataros como iguales en nuestras interacciones, permitidme desviarme para decir que en realidad vosotras y yo no somos iguales”.

Así empieza la carta de Jared Mauldin, un estudiante de último curso de Ingeniería Mecánica en Estados Unidos, a sus compañeras de clase. Pese a este inicio tan radical, la misiva no es lo que parece. Se trata de una denuncia de la desigualdad de oportunidades que sufrimos las mujeres. Desigualdad que proviene en gran medida por la educación y los mensajes que seguimos transmitiendo a las niñas desde pequeñas.

“No he vivido en una sociedad que me decía que no me ensuciara o que me llamaba ‘mandón’ cuando exhibía mis habilidades para el liderazgo (…).

No fui bombardeado con imágenes y eslóganes diciéndome que mi verdadero valor estaba en mi apariencia y que debería abstenerme de ciertas actividades porque podría ser considerada demasiado masculina”.

Os recomiendo el texto, que ya se ha vuelto viral en Facebook (podéis consultarlo aquí). Pero lo que realmente me gustaría abordar es lo que hay detrás: ¿se educa a los niños y niñas para que tengan las mismas oportunidades?

"Me gustan las historias donde las mujeres se salvan a sí mismas" Neil Gaiman. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

«Me gustan las historias donde las mujeres se salvan a sí mismas» (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Al igual que otras muchas mujeres y hombres, sigo pensando que no. Pongo un ejemplo, muy sencillo. Yo misma me he sentido diferente por haber querido hacer actividades que no se consideraban ‘de chicas’ (como jugar al fútbol o al baloncesto en lugar de hacer el nada competitivo baile de fin de curso en el colegio, que es lo que le tocaba a las niñas). Habrá quien dirá que esto no tiene nada que ver con la desigualdad de oportunidades, pero si a una niña se le ponen impedimentos para que desarrolle su propia identidad (como ser competitiva o querer hacer deporte) esto le influirá en el resto de facetas de su vida. La actriz Jennifer Lawrence lo sabe bien. Cuando unos piratas informáticos hackearon Sony y desvelaron los contratos con los actores y actrices, Lawrence descubrió que sus compañeros de reparto masculinos de ‘La gran estafa americana’ habían cobrado mucho más que ella:

“Estaba enfadada conmigo misma. Fallé en las negociaciones porque me rendí demasiado pronto. (…) Estaría mintiendo si no dijera que hubo un elemento de querer agradar a los demás que influyó en mi decisión de cerrar el acuerdo sin peleas. No quiero parecer difícil o malcriada. Éste es un elemento de mi personalidad contra el que he estado luchando durante años, y basándome en las estadísticas, creo que no soy la única mujer con este problema. ¿Estamos socialmente condicionadas a comportarnos de esta manera? ¿Tenemos el hábito de intentar expresar nuestras opiniones para no ofender o asustar a los hombres?«.

Tranquila Jennifer, yo tampoco he querido ser difícil y he cedido en muchas ocasiones. No te eches la culpa por algo que te han inculcado. Creo fervientemente que la educación es el único camino para romper estos roles tan desiguales y que se debe incluir activamente a los niños, no sólo a las niñas, para lograrlo. Por ello, me anima conocer propuestas como Conectando Mundos de Oxfam Intermón, que este año bajo el nombre ‘Caminos de igualdad’ invita a estudiantes de entre 6 y 17 años a trabajar por el cambio hacia una sociedad igualitaria, rompiendo estereotipos de género y reconociendo las desigualdades por motivo de género.

Os animo a que la compartáis con todos los profesores/as que conozcáis. Las inscripciones estarán abiertas hasta el 15 de enero. ¡A construir igualdad se empieza desde el colegio!

Laura Martínez Valero trabaja en el equipo de comunicación de Oxfam Intermón y participa en el proyecto Avanzadoras. Cree firmemente en el Periodismo Comprometido.

Gaza: nacer entre bombas

Por Lara Contrerasperfil-lara-contreras

Abber Al Madhoun es una mujer que ha dado a luz a un niño sano en Hospital Al Awda, apoyado por Oxfam, el único centro de Gaza con una unidad especializada en cuidado de recién nacidos y que a pesar de las crecientes bajas, sigue siendo capaz de asistir a mujeres embarazadas.

Imagino, escuchando sus declaraciones, como se sentiría. ‘Estaba muy asustada por ser un blanco de ataque mientras venía hacia el hospital’. Pienso en la incertidumbre que vivió, en el temor que sintió en un momento que cambia la vida de una mujer y que es determinante para el niño. No es justo nacer entre bombas, no es justo ver por primera vez la carita de tu hijo mientras estás aterrorizada. Sus palabras: Durante el parto escuché bombas cayendo a mi alrededor. Tenía miedo de que mi bebé estuviera herido’.

Esta semana, Abeer Al Madhoun dio a luz a un niño sano en el Hospital Al Awda, el único hospital de Gaza con una unidad especializada en cuidado de recién nacidos que cuenta con el apoyo de Oxfam. (c) Mohammed Al Baba / Oxfam

Esta semana, Abeer Al Madhoun dio a luz a un niño sano en el Hospital Al Awda, el único hospital de Gaza con una unidad especializada en cuidado de recién nacidos que cuenta con el apoyo de Oxfam. (c) Mohammed Al Baba / Oxfam

Yo pasé gran parte del embarazo de mi primer hijo trabajando en el Territorio Ocupado Palestino. Mi hijo tiene ahora 6 años y cuando él estaba dentro de mí, yo cruzaba controles entre Israel y el Territorio Ocupado cada día. Tenía que pasar por los registros e interrogatorios de los soldados israelíes para poder entrar. Una vez allí, todos, sobre todo las mujeres, tenían palabras de cariño y alegría por mi embarazo. Podía compartir mi experiencia con mujeres palestinas que como yo estaban embarazadas. Recuerdo la tristeza que me producía tener que dejar a estas mujeres, que compartían conmigo las emociones de la espera de un hijo, en la incertidumbre de vivir bajo ocupación.

Al final del día yo volvía a mi casa, en Jerusalén Este, y podía ir a un buen hospital. De hecho, mi hijo nació en la seguridad y confort de un hospital español. Me pongo en lugar de Abber y puedo visualizar perfectamente su ansiedad, su miedo y su tristeza. Es horrible que tu hijo venga al mundo bajo las bombas y rodeado de heridos y muertos. ¿Lo podéis imaginar? Aquí lo que nos preocupa es que nuestro hijo tenga todo el ajuar y, por supuesto, nazca sano. A Abber le preocupa que no le alcance una bomba.

La cifra de muertos en Gaza ya ha superado las mil personas, de ellas 226 son niños. Un niño muere cada hora y casi 200.000 niños necesitan apoyo psicosocial por el trauma que viven. Esto es terrible, pero no menos terrible es el futuro que le espera al hijo de Abber. Mientras mi hijo vive seguro, está sano y feliz y va a un buen colegio, el niño de Abber no tiene futuro. Aunque las bombas paren, él ha nacido atrapado en Gaza, que sufre el bloqueo israelí desde hace 7 años. Para Abber, lo más terrible no es sólo el momento del nacimiento, sino pensar en el futuro que tendrá su hijo. No podrá salir de Gaza, no podrá ir al colegio que quiera, vivirá siempre asustado por las bombas, no tendrá trabajo ni suficiente comida. Traer niños a un mundo sin futuro es lo más triste que una madre puede vivir. ¿Cómo es posible venir al mundo sin esperanza?

Pero la vida de Abber y su hijo pueden cambiar, está en manos de Gobiernos como el español y en general de toda la comunidad internacional. Yo, como madre y como parte de Oxfam pido a las partes en conflicto y a la comunidad internacional, incluyendo al Gobierno español, un alto el fuego inmediato y el fin del bloqueo de Gaza. Me gustaría que Abber pudiera, como yo, darle el mejor futuro a su hijo, que tuviera la certeza de que sus derechos básicos están asegurados.

 

Lara Contreras es responsable de incidencia política en acción humanitaria de Oxfam Intermón

Sudán del Sur: ser mujer en un país nuevo

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Hoy se cumplen dos años desde la independencia de este nuevo Estado y no puedo evitar recordar lo que escuché hace unos meses en una charla de Ingrid Kircher, investigadora austríaca que pasó dos meses y medio en dos regiones remotas de Sudán del Sur para realizar un estudio para Oxfam. En concreto, recuerdo esta frase: “En Sudán del Sur, una niña de 15 años tiene más probabilidades de morir durante el parto que de finalizar la escuela”.

Los derechos de las mujeres en Sudán del Sur son vulnerados (c) Pablo Tosco

En Sudán del Sur, los derechos de las mujeres son vulnerados (c) Pablo Tosco / Intermón Oxfam

Según nos contó Kircher, especializada en la protección de derechos humanos en zonas de conflicto, un tercio de las niñas son casadas antes de los 18 años en los Estados de Lakes y Warrap donde ella centró su trabajo. Matrimonios tempranos que tienen graves consecuencias a largo plazo para las mujeres, como el abandono de la escuela (y del acceso a la educación) o los embarazos precoces que ponen en peligro su salud. La tasa de mortalidad materna es elevadísima, con 1 de cada 7 mujeres fallecidas por complicaciones durante el embarazo o el parto.

Una realidad que me pareció aterradora y que no termina aquí puesto que las mujeres de estas zonas rurales, donde la tradición está fuertemente arraigada, no tienen derecho a tener propiedades ni a tomar decisiones aunque carguen con la mayor parte del trabajo productivo y doméstico. Además, la violencia doméstica es generalizada. La familia del novio, cuando negocia el matrimonio, debe pagar a la familia de la novia varias vacas, que son distribuidas entre los hermanos de ella, que a su vez, dependen de esas vacas, para poder casarse. “Por ello, muchos hombres piensan que las mujeres son de su propiedad. Creen que tienen derecho a pegarlas porque han pagado por ellas”, relató Kircher que se entrevistó con 22 grupos de hombres y mujeres y más de 70 informantes clave para realizar su investigación entre octubre y diciembre de 2012.

El contexto no ayuda. Después de décadas de guerra, el nuevo Estado se enfrenta a enormes desafíos con más de la mitad de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, numerosos conflictos internos y graves dificultades para acceder a servicios sociales básicos (en todo el país hay menos de cien kilómetros de carretera asfaltada). La inseguridad y la falta de infraestructuras afectan especialmente a mujeres y niñas que, en algunas zonas, tienen que caminar tres y cuatro horas para llegar a un centro de salud. Eso si el marido accede, tal como nos explicó Kircher: “En el pueblo de Wardiot me contaron que si le pides dinero al marido para ir al médico responde que ya ha pagado muchas vacas por ti y que no va a vender otra ahora. Hasta que estás tan enferma que no puedes andar tu marido te forzará a trabajar”.

Por suerte, al finalizar la charla, Kircher quiso transmitir algo esperanza. Nos contó que las mujeres empiezan a asociarse. Que empiezan a surgir organizaciones que defienden sus derechos. Que algunas niñas logran quedarse en la escuela en lugar de casarse. Son pequeñas resistencias, cambios que se producen lentamente, pero que sirven de ejemplo para las demás y que, sin duda, son semillas para un futuro mejor para los y las habitantes de este nuevo país.

 

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.