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Ada Lovelace: las referentes existen

Por Beatriz Pozo

Este artículo está escrito en un ordenador y probablemente va a ser leído en otros. Un montón de letras que surgen como por arte de magia cuando pulso una tecla y se reflejan en una pantalla, y que, con unos cuantos clicks más, pueden aparecer en cientos de otras pantallas. Si lo piensas bien es casi como magia, y, aunque probablemente son muchas las personas a las que le debemos que esa magia sea posible, hay una en especial que, por mujer y por preceder a muchos de los nombres que todos conocemos, como Alan Turing o Bill Gates, merece la pena ser destacada.

Retrato de Ada Lovelace. Imagen: wikipedia.

Se llamaba Ada Lovelace y podía parecer el prototipo de una mujer de la alta sociedad inglesa del siglo XIX. Nacida en una familia noble, se casó joven con un hombre de similar posición que llegaría a ser conde, y durante años fue una presencia regular en los eventos y fiestas donde se reunían las más importantes figuras de la sociedad londinense. Sin embargo, no era una mujer convencional.

La madre de Ada Lovelace no quería que su hija recibiera una educación literaria. Temía que se pareciera a su padre. Separada dos meses después del nacimiento de su hija, estaba claro que no guardaba un buen recuerdo de aquel poeta que la engañaba, y que se había marchado a viajar por Europa, para acabar muriendo ocho años después en Grecia. Claro que, por aquel entonces, Ada se apellidaba Byron. ‘Demasiadas emociones‘, debió pensar su madre, ‘mejor que la niña no estudie letras’.

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Inge Lehman: la mujer que corrigió a Verne

Por Beatriz Pozo Bea Pozo

Estos días los ojos del mundo están vueltos hacía un pequeño país de Asia, donde un terremoto se ha llevado por delante más de 8000 vidas y buena parte de sus infraestructuras y patrimonio histórico y cultural. Mientras en Nepal los equipos de rescate y las ONG se afanan por llevar ayuda humanitaria a los más afectados, un debate vuelve a resurgir: ¿Se podía haber evitado la tragedia? Cada vez que hay un terremoto  -bien sea en Japón, en Indonesia, en Chile o en Nepal-, esta pregunta ocupa las primeras planas.

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En este caso los expertos dicen que, aunque no se podía predecir el momento exacto, Nepal se encuentra en una zona con una gran actividad sísmica, y un terremoto de estas características podía tener lugar en cualquier momento. Sin embargo, las infraestructuras y los edificios no estaban preparados para ello.

Más allá de buscar los porqués y de analizar la pobreza del país o la labor de las autoridades, hoy quiero destacar y reivindicar la importancia que tienen la sismología y aquellos avances científicos que ayudan a predecir este tipo de catástrofes y que permiten prevenirlas. En la historia de esta materia me llama especialmente la atención la figura de Inge Lehmann, una mujer que redefinió el concepto que se tenía hasta entonces de los movimientos sísmicos. Estos días se está celebrando el 127 aniversario de su nacimiento y, el pasado día 13, Google le dedicó su Doodle.

Lehmann fue una pionera en su campo, aunque siempre tuvo que luchar contra las dificultades de ser mujer en un mundo hecho por y para los hombres o, por ponerlo en sus propias palabras, ‘no sabéis con cuántos hombres incompetentes he tenido que competir en vano’. Nacida en 1888 en Østerbro, Dinamarca; estudió matemáticas en la Universidad de Copenhague y en Cambridge, donde no pudo graduarse porque las mujeres en esa época no lo tenían permitido, una injusticia que no se corrigió hasta 1948. Su experiencia inglesa la dejó exhausta, por lo que abandonó los estudios  y no los volvió a retomar hasta 6 años después, de nuevo en su país natal.  Una vez graduada, la sismología llamo la atención, iniciando así una carrera que la convirtió en una de las figuras más eminentes en la materia.

En 1936, publicaría “P”, su obra más famosa. En ella demostraba que el centro de la tierra tiene en realidad dos núcleos (interno y externo), uno líquido y otro sólido, que interactúan entre sí, pero que están separados por una discontinuidad, que recibió su nombre. Hasta entonces se pensaba que había un solo núcleo líquido. Este descubrimiento le llevó a recibir numerosos premios. Se convirtió así en la primera mujer en recibir la medalla William Bowie en 1971, la máxima distinción en el campo de la geofísica.

De entre todos los datos de su biografía, llama especialmente la atención que estudiara en el primer instituto de Dinamarca que trataba a chicos y chicas por igual. Ella misma dijo que ‘allí no se reconocía ninguna diferencia entre el intelecto de hombres y mujeres. Tuve muchas decepciones más adelante al descubrir que esa no era la actitud general’. Recibir una educación mixta e igualitaria tuvo pues una gran influencia en su desarrollo posterior y en que se convirtiera en lo que llego a ser; aunque fue también una de las causas de su desdicha en Cambridge donde ‘a las chicas jóvenes se les imponían muchas restricciones’.

En estos días en los que una nueva tragedia nos recuerda la importancia de que se sigan produciendo avances científicos que nos permitan entender mejor el mundo y prevenir las catástrofes, no viene mal recordar figuras como la de Inge Lehmann, que durante toda su vida trabajó porque estos descubrimientos tuvieran lugar, por muchas dificultades que se le pusieran por delante. Su ciencia no solo sirvió para mejorar nuestro conocimiento de los movimientos sísmicos, sino también para reivindicarse a sí misma y con ello el papel de las mujeres en el mundo de la investigación.

Beatriz Pozo es estudiante de periodismo y comunicación audiovisual. Colabora con el equipo de comunicación de Oxfam Intermón.

Rachel Carson: una pionera del ecologismo

Por María Aurora Esteban María Aurora Esteban

Siempre he sentido un gran amor hacia los animales y las plantas. Me recuerdo de niña persiguiendo a los perros por la calle para acariciarlos o poniéndole nombre a las flores que tenía mi madre en el balcón, por no hablar de la lagartija que pasó una semana en la pared del baño de mi tía Eli y a la que llamé Isabel. Siempre he pensado que debía cuidarlos y protegerlos. Creo que tengo eso que se llama conciencia ecológica y, tal vez sin saberlo, deba agradecérselo a Rachel Louise Carson.

Rachel Carson ante su máquina de escribir Imagen de TrasTando

Rachel Carson ante su máquina de escribir.  Imagen de TrasTando

El pasado 27 de mayo se celebró el 107º aniversario de su nacimiento. Fue una bióloga marina estadounidense que contribuyó a la puesta en marcha de la moderna conciencia medioambiental. Nació en Springdale, Pensilvania. Pasó su infancia explorando las 26 hectáreas de la granja familiar. Le encantaba leer. El tema común de su literatura favorita era el mundo natural, en particular el océano.

Aunque inicialmente estudió Literatura inglesa, cambió la especialidad de sus estudios por la Biología. Continuó estudiando un máster en Zoología y en 1935 comenzó a trabajar en la Administración de Pesca y Vida Salvaje donde ejerció como autora de textos divulgativos. Publicó numerosos artículos sobre temas marinos que tuvieron un notable éxito entre los críticos y el público en general. En 1941 publicó el libro ‘Bajo el viento del mar‘ donde hablaba sobre la lucha por la supervivencia que se da en el fondo marino.

El éxito cosechado por estas obras le permitió dedicarse enteramente a la literatura. Profundizó entonces en sus reflexiones sobre las relaciones que mantenemos los seres humanos con nuestro entorno natural. Habiéndose mudado por razones familiares al campo de Maryland, empezó a observar los devastadores efectos producidos por los pesticidas, en especial el DDT, sobre la vida silvestre. Se preguntó sobre las consecuencias de la utilización y la diseminación de partículas químicas en la naturaleza y de sus efectos sobre el ser humano.

Es entonces cuando inicia la elaboración de su obra más influyente, Primavera silenciosa, que vería la luz cuatro años más tarde, en 1962. Con ella puso en evidencia los peligros de los pesticidas, cuya larga vida amenaza al planeta con un envenenamiento progresivo. El libro provocó una intensa polémica, incluso antes de su publicación, por parte de las autoridades y de la industria, ya que tocaba importantes cuestiones económicas sobre la producción agrícola y señalaba el abandono de los responsables políticos, que no sólo no reflexionaban sobre estas cuestiones antes de autorizar el uso de los pesticidas, sino que tampoco eran capaces de actuar a posteriori.

Rachel debió hacer frente a críticas excesivas principalmente relacionadas con su condición de mujer. A pesar de todo, el libro tuvo una gran influencia y ayudó a cristalizar el movimiento ecologista. El debate generado contribuyó a la creación de una Agencia para la protección del medio ambiente por parte del gobierno americano y a la adopción de las primeras grandes leyes antipolución.

Carson falleció en 1964, a los 56 años de un cáncer de mama. Su obra marca el momento en el que la sociedad comprende que la naturaleza es un todo complejo, que todo está interconectado y que las consecuencias de cualquier acción, incluso sobre la salud humana, son difíciles de predecir. En palabras de la propia Rachel:

El ser humano es parte de la naturaleza y su guerra contra la naturaleza es, inevitablemente, una guerra contra sí mismo

 

María Aurora Esteban es profesora de Matemáticas y autora del blog La campana de Gauss