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¿Cómo acabar con la violencia contra las mujeres en la India?

Por María Solanas  María Solanas

Amanat fue el nombre con el que los medios de comunicación de todo el mundo se refirieron a Jyoti Singh Pandev, joven estudiante india de 23 años que, en diciembre del pasado año, fue violada en Nueva Dehli por cinco hombres y un menor, muriendo dos semanas después por las brutales heridas que le habían causado sus violadores. El asesinato de Amanat conmocionó a la sociedad india, que se movilizó para exigir medidas eficaces que eviten y castiguen estos crímenes contra las mujeres. Sólo en 2011 las cifras oficiales registraron 25.000 agresiones sexuales, en un país donde sólo se denuncia el 10% de los abusos.

Mujeres de la India reclaman sus derechos

El pasado 10 de septiembre, el tribunal que juzgó su caso condenó a la pena de muerte a cuatro de los cinco adultos que violaron y asesinaron a Amanat. Junto con mi rechazo sin matices a la pena de muerte, comparto plenamente con Amnistía Internacional que esta condena no pondrá fin a la violencia contra las mujeres en India. Para acabar con esta lacra es necesario, como también subrayó el pasado mes de enero Oxfam India, un conjunto de medidas legislativas, institucionales y sociales, incluyendo la presencia de las mujeres en todos los niveles de representación, y un mayor esfuerzo para cambiar creencias y actitudes. Para conseguir, en definitiva, un verdadero cambio social.

La Constitución y las leyes indias garantizan la igualdad entre hombres y mujeres. Los matrimonios infantiles, la dote o los abortos selectivos, están prohibidos en el país. Sin embargo, según el último informe de TrusLaw, el 47% de las mujeres son obligadas a casarse antes de alcanzar la mayoría de edad. Se calcula que en las últimas tres décadas se han producido unos 12 millones de abortos selectivos de niñas, y que entre 25.000 y 100.000 mujeres son asesinadas cada año en disputas sobre la dote. Para lograr el cambio social, a medio y largo plazo, se requieren, además de cambios legales, medidas educativas y de empoderamiento de las mujeres, en particular una mayor presencia política.

Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), realizado en casi 500 poblaciones indias, y publicado el pasado año por la revista Science, muestra cómo la presencia de las mujeres en política influye positivamente en l@s adolescentes. El estudio, que analizó 8.000 adolescentes indi@s y sus padres, demostró que la existencia de mujeres gobernadoras ha tenido un marcado impacto en las adolescentes y en sus familias, aumentando las expectativas, las aspiraciones profesionales y el rendimiento educativo de las jóvenes, por un efecto de imitación de modelos.

Educar desde edades tempranas, ofreciendo modelos y referentes de mujeres en ámbitos políticos de decisión, tiene un impacto directo en la infancia y la adolescencia, y es esencial para conseguir un verdadero cambio social en el país, donde sólo un 11% (61 sobre un total de 545) de los miembros del Parlamento nacional son mujeres. Como revela el estudio sobre adolescencia de UNICEF de 2012, más de la mitad de l@s adolescentes indi@s (el 57% de los chicos y el 53% de las chicas) encuentra justificable que un marido golpee a su esposa.

La visibilidad de una mujer contribuye a la visibilidad de todas las mujeres. En la India, además, las mujeres en política constituyen imprescindibles modelos de respeto a los derechos fundamentales, de lucha contra la discriminación y de igualdad. En recuerdo de Amanat, éste, y no la condena a muerte de quienes la violaron y asesinaron, debería ser el camino a seguir.

 

María Solanas es experta en public affairs y relaciones internacionales. Entusiasta del diálogo hasta la extenuación, y convencida del poder transformador de la política. Privilegiada en los afectos, feliz madre de una hija feliz.

Sudán del Sur: ser mujer en un país nuevo

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Hoy se cumplen dos años desde la independencia de este nuevo Estado y no puedo evitar recordar lo que escuché hace unos meses en una charla de Ingrid Kircher, investigadora austríaca que pasó dos meses y medio en dos regiones remotas de Sudán del Sur para realizar un estudio para Oxfam. En concreto, recuerdo esta frase: “En Sudán del Sur, una niña de 15 años tiene más probabilidades de morir durante el parto que de finalizar la escuela”.

Los derechos de las mujeres en Sudán del Sur son vulnerados (c) Pablo Tosco

En Sudán del Sur, los derechos de las mujeres son vulnerados (c) Pablo Tosco / Intermón Oxfam

Según nos contó Kircher, especializada en la protección de derechos humanos en zonas de conflicto, un tercio de las niñas son casadas antes de los 18 años en los Estados de Lakes y Warrap donde ella centró su trabajo. Matrimonios tempranos que tienen graves consecuencias a largo plazo para las mujeres, como el abandono de la escuela (y del acceso a la educación) o los embarazos precoces que ponen en peligro su salud. La tasa de mortalidad materna es elevadísima, con 1 de cada 7 mujeres fallecidas por complicaciones durante el embarazo o el parto.

Una realidad que me pareció aterradora y que no termina aquí puesto que las mujeres de estas zonas rurales, donde la tradición está fuertemente arraigada, no tienen derecho a tener propiedades ni a tomar decisiones aunque carguen con la mayor parte del trabajo productivo y doméstico. Además, la violencia doméstica es generalizada. La familia del novio, cuando negocia el matrimonio, debe pagar a la familia de la novia varias vacas, que son distribuidas entre los hermanos de ella, que a su vez, dependen de esas vacas, para poder casarse. “Por ello, muchos hombres piensan que las mujeres son de su propiedad. Creen que tienen derecho a pegarlas porque han pagado por ellas”, relató Kircher que se entrevistó con 22 grupos de hombres y mujeres y más de 70 informantes clave para realizar su investigación entre octubre y diciembre de 2012.

El contexto no ayuda. Después de décadas de guerra, el nuevo Estado se enfrenta a enormes desafíos con más de la mitad de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza, numerosos conflictos internos y graves dificultades para acceder a servicios sociales básicos (en todo el país hay menos de cien kilómetros de carretera asfaltada). La inseguridad y la falta de infraestructuras afectan especialmente a mujeres y niñas que, en algunas zonas, tienen que caminar tres y cuatro horas para llegar a un centro de salud. Eso si el marido accede, tal como nos explicó Kircher: “En el pueblo de Wardiot me contaron que si le pides dinero al marido para ir al médico responde que ya ha pagado muchas vacas por ti y que no va a vender otra ahora. Hasta que estás tan enferma que no puedes andar tu marido te forzará a trabajar”.

Por suerte, al finalizar la charla, Kircher quiso transmitir algo esperanza. Nos contó que las mujeres empiezan a asociarse. Que empiezan a surgir organizaciones que defienden sus derechos. Que algunas niñas logran quedarse en la escuela en lugar de casarse. Son pequeñas resistencias, cambios que se producen lentamente, pero que sirven de ejemplo para las demás y que, sin duda, son semillas para un futuro mejor para los y las habitantes de este nuevo país.

 

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Intermón Oxfam.