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Ada Lovelace: las referentes existen

Por Beatriz Pozo

Este artículo está escrito en un ordenador y probablemente va a ser leído en otros. Un montón de letras que surgen como por arte de magia cuando pulso una tecla y se reflejan en una pantalla, y que, con unos cuantos clicks más, pueden aparecer en cientos de otras pantallas. Si lo piensas bien es casi como magia, y, aunque probablemente son muchas las personas a las que le debemos que esa magia sea posible, hay una en especial que, por mujer y por preceder a muchos de los nombres que todos conocemos, como Alan Turing o Bill Gates, merece la pena ser destacada.

Retrato de Ada Lovelace. Imagen: wikipedia.

Se llamaba Ada Lovelace y podía parecer el prototipo de una mujer de la alta sociedad inglesa del siglo XIX. Nacida en una familia noble, se casó joven con un hombre de similar posición que llegaría a ser conde, y durante años fue una presencia regular en los eventos y fiestas donde se reunían las más importantes figuras de la sociedad londinense. Sin embargo, no era una mujer convencional.

La madre de Ada Lovelace no quería que su hija recibiera una educación literaria. Temía que se pareciera a su padre. Separada dos meses después del nacimiento de su hija, estaba claro que no guardaba un buen recuerdo de aquel poeta que la engañaba, y que se había marchado a viajar por Europa, para acabar muriendo ocho años después en Grecia. Claro que, por aquel entonces, Ada se apellidaba Byron. ‘Demasiadas emociones‘, debió pensar su madre, ‘mejor que la niña no estudie letras’.

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Sophie Germaine y la revolución de las matemáticas

Por María Aurora Esteban María Aurora Esteban

La vida de Sophie Germain es una fuente de inspiración para mí como profesora de matemáticas, pero creo que puede serlo también para el resto de mujeres independientemente de su profesión. Fue una mujer que en plena Revolución Francesa decidió dedicar su vida a las matemáticas. Tuvo que enfrentarse a numerosos obstáculos, pero nunca se rindió. Con inteligencia e imaginación supo hacer frente a los problemas con los que se encontró.

Collage de imágenes de Sophie Germaine. @TrasTando

Collage de imágenes de Sophie Germaine. @TrasTando

Su historia me llamó especialmente la atención por el hecho de que, aunque nunca tuvo acceso a una educación formal (siempre fue autodidacta), eso no fue un impedimento para que se convirtiera en una mujer ilustrada. Admiro su tenacidad y su enorme fuerza de voluntad por abrirse camino en el espacio del saber. Además de la creatividad con la que solucionaba los problemas que la vida le planteaba.
Sophie Germain nació en 1776 en París. Su padre fue un burgués cultivado y liberal que participó activamente en la Revolución Francesa.
Sophie comenzó a estudiar Matemáticas a los trece años en la biblioteca de su padre. Tras leer cómo murió Arquímedes a manos de un soldado por no responderle cuando estaba ensimismado con un problema, se despertó su interés al pensar: ‘¿Qué cosa tan maravillosa podía abstraer a una persona hasta dejarse matar?’

Sus padres estaban preocupados por esa pasión que sentía por las Matemáticas y, para que no pudiera estudiar por las noches a escondidas, decidieron dejarla sin luz, sin calefacción y sin sus ropas. Pero ella, lejos de amilanarse, se envolvía en mantas y estudiaba a la luz de una vela que previamente había escondido. Cuentan que un día la encontraron dormida sobre su escritorio, con la tinta congelada y una hoja llena de cálculos. Sus padres acabaron por rendirse a la evidencia y, aunque no comprendían su interés por las Matemáticas, decidieron dejarla libre para que estudiara.

Cuando tenía 18 años se fundó la Escuela Politécnica de París. Como era de suponer, no admitía mujeres. Esto no detuvo a Sophie; conseguía los apuntes de los alumnos. A final de curso tenían que entregar una memoria con sus investigaciones y Sophie redactó la suya bajo el seudónimo de Monsieur LeBlanc. Cuando el profesor Lagrange, el famoso matemático, leyó su trabajo, quedó impresionado y quiso felicitar personalmente a Monsieur LeBlanc. Al ver que se trataba de una joven quedó muy sorprendido pero reaccionó bien. Reconoció el talento matemático por encima de los prejuicios y la animó a seguir estudiando.

Sophie se decidió por la Teoría de Números después de leer la obra de Gauss y comenzó a cartearse con él para mostrarle sus investigaciones, siempre bajo seudónimo. Hasta dos años después, Gauss no supo que se trataba de una mujer. Sorprendido al conocer su identidad, elogió su talento. En 1811, Sophie participó en un concurso de la Academia de las Ciencias de París. Al tercer intento consiguió el Premio Extraordinario de la Academia. A partir de ese momento se ganó el respeto de la comunidad científica y fue la primera mujer en acudir a las sesiones de la Academia, no como esposa de académico. Murió en París en 1831 a causa de un cáncer de mama a la edad de 55 años. Su vida fue breve, pero siempre será recordada por su talento excepcional, su valor y su dedicación a la ciencia.
Esta historia de hace casi tres siglos puede parecernos muy lejana en el tiempo, pero por desgracia sigue teniendo actualidad si pensamos en los lugares del mundo en los que aún se les ponen trabas a las mujeres para poder estudiar.

María Aurora Esteban es profesora de Matemáticas y autora del blog La campana de Gauss.