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Mi vida sin un pecho

Por Mayte Mederos Mayte 

Está claro que no todos los tipos de cáncer son iguales. Los hay de mejor y peor pronóstico y el de mama es de los más benignos, pero cuando hay mastectomía por medio las secuelas van mucho más allá de la salud.

Pasé por este trago hace cuatro años. Cuando mi médico me dio el diagnóstico (‘Mayte, tienes un cáncer y hay que quitarte el pecho’) reconozco que la segunda parte de la frase me golpeó casi más que la primera.

Bimba Bosé en portada de la revista Ve

Bimba Bosé, un ejemplo de valentía y normalización del cáncer de mama. Imagen: portada de la revista Vein (Septiembre 2014)

Y es que no es lo mismo saber que tienes un cáncer de otro tipo, o que la intervención solo va a suponer quitarte el tumor del pecho. Cuando se trata de extirparte el pecho entero entran en juego muchas más cosas.

Aun así, nunca te preparas lo suficiente para lo que viene. Yo fui a la operación con toda la información médica muy clara. Pero nadie me anticipó la otra parte. Cuando dos días después la auxiliar me cortó el vendaje rígido que cubría mi torso, sentí un mazazo difícil de describir. Creo que me quedé sin respiración. Lo que veía ante el espejo aquel baño de hospital era una mujer mutilada. Yo no pensé que fuera a ser así, aquella costura basta era terrible, y lo peor es que la parte que faltaba era tan evidente para mí como para cualquiera que me mirase.

En mi caso soy una mujer poco presumida y bastante poco femenina exteriormente. Pero precisamente por eso, por estar yo en la parte menos sensible de la muestra, a partir de mi experiencia puedo decir que perder un pecho es una carga de profundidad que mina la autoestima de cualquier mujer como pocas cosas.

Imágenes del proyecto Scar (cicatriz).

Imágenes del proyecto Scar (cicatriz). Fotografías de David Jay.

Por eso cuando meses más tarde empecé mi voluntariado en la Asociación Española contra el Cáncer, pedí que me asignaran a la parte de Testimonios. Quería ayudar a las mujeres a prepararse para las otras secuelas de la mastectomía. No lo conseguí, señal de que esta sociedad sigue dándole una importancia secundaria al tema. Así que en el Día Mundial del Cáncer de Mama reivindico que la medicina vuelva la mirada hacia esa parte de la realidad que tanto nos afecta.

A mí me ayudó mucho a recuperarme psicológicamente la forma en que mi madre me ayudó a bañarme, tras volver del hospital. Recuerdo que en aquellos momentos vivía angustiada por el enorme hueco que había en mi cuerpo, y que era más que notable con ropa. Por eso, cuando mi madre me envolvió en la toalla y con delicadeza me abrazó para secarme, tal como hacía cuando era una niña, dejé de sentirme un desecho y empecé a recuperar mi autoestima. Nunca he sentido tanto amor como en aquel gesto tan dulce.

Meses más tarde vino la prueba de fuego: ¿cómo te enfrentas al sexo con un solo pecho? Supongo que cuando esto te pasa estando en pareja el shock es menor, pero tener una historia con alguien partiendo de este punto es para salir huyendo. O eso pensaba yo.

Una vez más, la vida coqueteó conmigo haciendo un despliegue de medios, a través de una mujer a la que ya quería mucho que me rondó y me conquistó hasta convencerme. Yo, con una mezcla de miedo y vergüenza, le dije apurada que no iba a tener que ver nada que no quisiera. Ella me mandó a freír espárragos y me calló con besos. El fin de semana que estuvo conmigo me hizo sentir de nuevo una mujer deseable, y ya supe que no tenía nada que temer, porque el mundo iba a ser mío… con un pecho, con ninguno o con lo que la vida me pusiera por delante.

Tengo que decir también que tuve una fantástica cirujana, y que a día de hoy estoy mejor que antes de la enfermedad, con unas cicatrices finas y bien curadas que me hacen sentir de la estirpe luchadora de las amazonas. Pero, sobre todo, mis nuevos pechos me recuerdan que estoy viva, y que quien me mira desnuda ve a una mujer segura de sí misma, que disfruta del sexo y de su cuerpo, y que ha salido enriquecida por esta experiencia vital.

En Europa la incidencia de cáncer de mama es de una cada ocho mujeres. Estamos abocadas a vivir experiencias como ésta cada vez más cerca. Y las mujeres mastectomizadas no tenemos normalmente fuerzas para contar cómo nos sentimos en primera persona. Así que abracemos, besemos, llenemos de cariño a las mujeres de nuestra vida que pasan por este trance. Hagámosles saber que amor no entiende de formas ni de medidas. Pero, sobre todo, no dejemos nosotras de explorarnos ni de acudir a nuestra cita médica cada año. Y concienciemos también a nuestras hermanas, a nuestras amigas, a nuestras hijas. Hagámoslo hasta que llegue el día en que el mundo no tenga que teñirse de rosa cada mes de octubre para recordárnoslo, y la prevención le gane la batalla al cáncer definitivamente.

Mayte Mederos es madre de familia numerosa y autora del blog Avatares de una amazona.

Los pechos de Angelina

Por Mayte Mederos Mayte Mederos firma

De todo lo que se ha dicho en estas últimas horas sobre la operación de los pechos de Angelina Jolie, me quedo con su frase de que no le han dejado grandes cicatrices que incomoden a sus hijos. Y ha resonado dentro de mí porque hace tres años, cuando pasé por la misma situación que ella, ese aspecto fue más traumático que el dolor de las operaciones.

Angelina Jolie ha anunciado que se sometió a una doble mastectomía para prevenir el cáncer de mama

El anuncio de Angelina Jolie puede limitar el impacto psicológico de estas operaciones sobre millones de mujeres en todo el mundo.

Un cáncer siempre es un trago amargo, física y psicológicamente. Pero el de mama tiene el problema añadido de que ataca lo que sientes que es la esencia de tu feminidad.

Yo llevé el diagnóstico con entereza. Y la primera mastectomía, con tranquilidad y confianza. Pero cuando me quitaron el vendaje, dos días después, ya no me sentí una simple paciente que luchaba contra el cáncer. Era mucho peor: me había convertido en una mujer mutilada, deforme. Ni mi obstinado optimismo de fábrica pudo evitarme el mar de lágrimas. Sentía que nunca más sería deseada. Y enseguida me preocupé por atrincherarme tras una prótesis temporal para que mis hijos no notaran la diferencia.

Con los días las aguas se calmaron. Mi novia de entonces me decía, llena de cariño cuando empecé a reconstruirme el pecho, que le gustaba casi más con uno solo. Y mi hija mayor, desde la altura de sus siete años, me convenció para que dejara de usar una prótesis que me daba alergia en la piel, dándome una lección de normalidad que dio la vuelta a las cosas.

En su momento me sentí aliviada porque la sanidad pública me dio la opción de recuperar en seguida mi aspecto anterior, tras dos mastectomías (una por tumor y otra por prevención). Pero ahora que he tenido tiempo para reposar las cosas, después de haber hecho voluntariado con la Asociación Española contra el Cáncer en el hospital y haber convivido con muchas mujeres en tratamiento, mi pensamiento ha evolucionado. Porque la vida me ha enseñado que entender los pechos como el centro de la feminidad es un concepto normativo muy limitante. ¿Acaso las mujeres no somos mucho, muchísimo más que eso?

Por eso, la parte que me gusta de la noticia de Angelina Jolie es que una mujer que vive de su imagen haya sido capaz de contar al mundo entero en primera persona, y sin rasgarse las vestiduras, que hay vida más allá de una mastectomía.

Seguro que esto ayudará a disminuir el impacto psicológico de estas operaciones en miles de mujeres de todo el mundo. Y ojalá que las mujeres jóvenes sean capaces de decidir si quieren reconstruirse los pechos sin la presión de normalizar su aspecto. Si yo volviera atrás, ya no lo haría: dibujaría ahora sobre mi antiguo pecho un precioso tatuaje que reivindicara, con orgullo, la estirpe de las amazonas.

 

 

Mayte Mederos, tinerfeña de 45 años, creó su blog en 2010 para radiar a su círculo las distintas etapas del cáncer de mama que estaba viviendo. Con tres operaciones por delante, madre de una niña y dos niños muy pequeños y recién divorciada, esa época se convirtió en un hervidero de emociones profundas y superficiales.