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Educar a la abuela

Por Eloísa Molina 

Han pasado unos 60 años desde que Dina y Colorinda se sentaron en una clase por última vez. Pero están de vuelta, boli en mano, con cuadernos y notas garabateadas enérgicamente. Entrenan sus habilidades para los negocios, aprenden  formas de potenciar sus puestos de la calle, descubren oportunidades de mercado para su propia cosecha o sus esponjas de baño tejidas. ‘El colegio no tiene edad ni límite, soy capaz de aprender cosas nuevas. Soy lo suficientemente madura para poder evaluar lo que es bueno o malo y quedarme con lo que es útil’, dice Dina, mientras nos explica que está a punto de cumplir 70 años.

“Los niños que están conmigo todavía son pequeños, quiero hacer algo para mejorar sus vidas”, dice Colorinda, que cuida de cuatro nietos que se convirtieron en huérfanos en el largo conflicto armado de Sudán del Sur. Ambas mujeres forman parte de las 84.000 personas en Juba que se benefician de una ayuda para participar en el programa de formación fundado por el Programa Mundial de Alimentos y organizado por World Vision. Cada mes, las “abuelas” de la comunidad acuden a cinco días de formación y reciben una ayuda de 45 dólares para utilizarlos libremente en sus negocios, en comprar comida para sus casas, en la educación de sus nietos, o en cubrir costes sanitarios.

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Ésta no es mi guerra. Historias de refugiadas

Por Belén de la Banda  @bdelabanda

No es ella quien empezó la guerra. Ni siquiera sabe a ciencia cierta en qué momento ha empezado, ni quiénes son los responsables. Ésta no es su guerra, pero por obra y gracia de ella, ya su casa no es su casa, ni su familia es su familia tal como la conocía, el terreno donde sembraba y cosechaba su comida ya no está a su alcance, y su vida ha quedado absolutamente destrozada. Esta guerra no es su guerra, pero esta vida ya tampoco es su vida.

Niñas y mujeres cogen agua de las cisternas instaladas por Oxfam en el campamento de refugiados de Za'atari en Jordania. Imagen: Caroline Gluck/Oxfam

Niñas y mujeres refugiadas de origen sirio cogen agua de las cisternas instaladas por Oxfam en el campamento de refugiados de Za’atari en Jordania. Imagen: Caroline Gluck/Oxfam

Ésta es la historia de la mayoría de las mujeres que han tenido que huir de un conflicto y ahora se encuentran en un campo de de refugiados. Hace pocos días, mi compañera Júlia hablaba de cómo en Sudán de Sur las mujesres llevan la peor parte. Cuando pierden a parte de su familia, su responsabilidad se multiplica, su trabajo tradicional -cuidar de la familia, de los niños, de los ancianos, conseguir agua, preparar la comida, buscar techo…- se multiplica.

Es la realidad de mujeres sirias como  Lekaa, una refugiada siria  que mis compañeros conocieron en el campamento de Za’atari, en Jordania, una mujer de clase media en su país, que  nunca pensó que algún día se vería en esta situación. ‘Todas las mañanas lloro. Echo de menos mi país, mi familia, mis amigos. El trabajo de las mujeres, aquí es más duro, lo pasamos peor. Tengo miedo de dar a luz en este sitio. Estaré muy cansada, y sin mi madre y mis hermanas…

El miedo de Lekaa lo ha vivido Mari, una mujer dinka refugiada en el campo de Mingkaman, en  Sudán del Sur:  parió a su tercer hijo bajo una lona de plástico, y fue un parto tan difícil que enfermó. Por suerte, tiene con ella a su familia: ‘A pesar de que mi marido está conmigo, no puede hacer nada para mantenernos. Dependemos de las agencias humanitarias. Lo perdimos todo cuando vinimos: las cabras, las vacas y nuestras pertenencias‘.

La vida en el campo es difícil, pero lo peor de todo es que no tiene futuro. Knyah huyó hace 4 meses de su casa en Juba, cuando empezaron los ataques, con su marido y sus 5 hijos.  Se refugiaron en el recinto de Naciones Unidas en la ciudad ‘Nos dieron esterillas, mantas y plásticos para construirnos una vivienda. Pero yo no quiero vivir aquí siempre. Nuestros hijos serán una generación perdida‘. Para ella, la falta de libertad, no poder regresar a su casa, ni salir del campo por el riesgo de que la maten, es lo más duro.

El riesgo es siempre una posibilidad cercana. Nyawer perdió a uno de sus tres hijos durante los ataques en Juba: ‘Primero oímos disparos, luego bombas. Teníamos mucho miedo. Entonces, un tanque pasó por encima de nuestra casa y mató a uno de mis hijos‘. En su barrio entraron grupos de soldados dinka a matar a los nuer, etnia a la que pertenece.  Aunque logró escapar con su marido y sus otros dos hijos, buscar refugio fue difícil:  ‘la gente nos decía que en el recinto de la ONU estaríamos seguros, pero tardamos días en encontrarlo. Cuando llegamos fue un alivio, pero ahora ya no nos sentimos seguros aquí tampoco‘. Su marido salió del campo a buscar carbón para cocinar y lo mataron también.

Pero además, en las situaciones de conflicto, las mujeres son usadas como arma de guerra, víctimas de asesinatos, violaciones, y todo tipo de humillaciones. Sus cuerpos forman parte del botín, de la relación de poder o se convierten en una forma de hacer daño al enemigo. Y muchas veces también son víctimas de agresiones en los campos donde han buscado acogida.

Hoy se conmemora el Día del Refugiado, para atraer la mirada de la sociedad mundial sobre la realidad de millones de personas que lo han perdido todo huyendo de los conflictos. Es el momento de comprometernos a ayudar a estas familias, y de hacer todo lo posible para que situaciones como las que viven no vuelvan a ocurrir. Para que terminen esas guerras que no son suyas, y recuperen las vidas que sí lo son.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

El bidón a la fuente

Por Farah Karimi FarahKarimi

Hace unos días estuve hablando con una joven en el campo de refugiados de Arúa, en el norte de Uganda, donde han llegado miles de personas huyendo del conflicto en de Sudán del Sur. Y, una vez más, me di cuenta de que el tema de la seguridad es un tema sensible, que genera una situación incómoda.

Con tan sólo 17 años de edad, Nyebuony escapó del rebrote de violencia en su país, junto con sus tres hermanos. Están sin sus padres, solo quedan los hijos, como parece ser bastante común en esta crisis. Siendo la hija mayor tiene que ocuparse de sus hermanos. Y como es habitual entre las mujeres en Sudán del Sur, su tarea consiste en ir a buscar agua a la fuente recién rehabilitada y que se encuentra fuera del campamento.

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La directora de Oxfam Novib habla con un grupo de mujeres en el campo de refugiados de Arúa, en el norte de Uganda.

Nyebuony llegó a este campamento en enero. Le pregunto varias veces si se siente segura en su nueva vida como refugiada pero nunca me responde. Solo obtengo una respuesta indirecta cuando me comenta que le gustaría tener un bidón de agua más grande.

Nyebuony tiene que ir hasta la fuente de agua cuatro veces al día con su pequeño bidón. Si tuviera uno más grande, podría ir a la fuente solo dos veces al día, lo que sería un gran alivio para ella. Por desgracia, las agencias humanitarias se han quedado sin bidones, y los nuevos pedidos aún no han llegado.

La seguridad es, sin duda, un tema delicado. Las mujeres están muy marginadas en la sociedad sursudanesa. La violencia hacia ellas es algo común y está vista como un asunto privado. Es fácil imaginar lo expuestas que deben estar las madres solteras, las jóvenes y las niñas al acoso y la violencia sexual, pero sabemos muy poco al respecto. Y me preocupa que no hagamos lo suficiente para evitar las amenazas a las mujeres frente a la violencia y el abuso.

En todos los campamentos que he visitado, desde el recinto de ONU en Juba, la capital de Sudán del Sur, donde se alojan miles de personas desplazadas, a los campos de refugiados aquí en Uganda, el número de letrinas está lejos de ser suficiente y no ofrecen a las mujeres la privacidad y la protección necesaria.

Las cuestiones de género y la protección de las mujeres son temas de la vida real, y en esta crisis miles de mujeres pueden ser víctimas potenciales de la violencia y el abuso. Y así, igual que valoro los enormes logros de nuestro equipo y las organizaciones locales con las que trabajamos para responder a esta emergencia, también quiero expresar mi preocupación por la situación de la mujer. Tenemos que encontrar una solución sin demora.

Farah Karimi es directora de Oxfam Novib.