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Objetivo: acabar con la mutilación genital femenina

Por Janet Naningoi Janet Naningoiy Kenia

Mi nombre es Janet y  he venido a España para contar mi lucha contra la mutilación genital femenina porque hoy, 6 de febrero, es el Día Mundial de la Tolerancia Cero a la Ablación. Vengo de Marigat, una comunidad de Kenia. Tengo 23 años y si todo va bien, terminaré mi formación como profesora en abril. En mi familia somos 7 hermanas y 3 hermanos, yo soy la segunda. Mi hermana mayor fue la única de las hijas en pasar por la ablación.

Niñas de Marigat (Kenia). Imagen: World Vision

La mayoría de las niñas deja la escuela tras pasar por la ablación. Imagen: World Vision

Cuando yo tenía 13 años, a mi colegio llegó una profesora de otra zona del país donde no se realiza la mutilación genital femenina y por primera vez supe que podía pedir no pasar por esta práctica. Cuando llegaron las vacaciones escolares vi como mis padres preparaban lo necesario para llevar a cabo el ritual de iniciación en el que se practica la ablación a las adolescentes. Reuní el valor para preguntarle a mi madre si iba a ser mutilada y su respuesta fue: «sí, así tiene que ser».  Ese mismo día decidí huir y refugiarme en casa de mi tía. Tres meses después, cuando terminaron las vacaciones, volví porque lo que más deseaba era seguir estudiando.

Mi padre me permitió continuar en el colegio y no pasar por la ablación siempre y cuando no me quedara embarazada pues eso sería una gran vergüenza para mi familia, dado que, según la tradición de mi región, sólo una mujer que ha pasado por la ablación genital puede casarse o tener hijos. Cuando llegué a clase, mis 29 compañeras de clase habían sido mutiladas ese verano. Ninguna de ellas quería hablarme ni acercarse a mí, ni siquiera mi hermana mayor. Era rechazada y aislada, todo ello por no haber pasado por la ablación.

Sentí que la única solución era seguir estudiando y esforzarme para demostrar que una joven que no ha sido mutilada puede ser también una buena alumna. Me refugié en el colegio y en conseguir mi sueño de ser profesora. Fue entonces cuando conocí al personal de  World Vision, ellos habían escuchado mi historia y buscaban jóvenes y mujeres como yo capaces de decir no a la mutilación genital femenina. Comencé a asistir a las sesiones de formación y sensibilización sobre las consecuencias de la ablación y los derechos de las mujeres que organiza esta ONG en Marigat, primero a escucharlas y luego para hablar yo misma ante las más jóvenes. Las niñas más pequeñas comenzaron a fijarse en mí porque veían que hay una opción diferente a seguir una tradición que causa daños físicos y psicológicos.

Niñas de Marigat (Kenia). Imagen: World Vision

Tras la ablación genital muchas niñas se enfrentan a la posibilidad de un matrimonio forzado. Imagen: World Vision

No pasar por la mutilación genital femenina ha sido muy duro, no sólo porque fui rechazada por mis compañeras, aún hoy sufro las consecuencias de mi decisión. En mi comunidad, hasta que no pasas por el rito de la ablación, y sin importar la edad que tengas, eres considerada una niña que no ha pasado a la edad adulta. Además, soy consciente de lo difícil que es para una chica que no ha pasado por la mutilación genital femenina encontrar un hombre que la acepte como esposa.

Mi sueño sigue siendo estudiar, hacer una maestría o un doctorado. Quiero ser un ejemplo para las niñas y mujeres de mi comunidad y enseñarles hasta donde pueden llegar sin tener que pasar por la mutilación genital femenina. Sigo colaborando con World Vision en su proyecto de lucha contra la ablación porque aún son muchas niñas que al oeste de mi país tienen que sufrir las consecuencias de una práctica que, aunque es ilegal, tiene un profundo arraigo social y cultural.

 

Janet Naningoi es estudiante y líder anti-ablación en su comunidad de Marigat (Kenia). Su visita a España forma parte de la campaña Stop Ablación de World Vision.