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Cuando llega el momento de decir basta

Por Nuria Coronado

Cada cuatro minutos una mujer denuncia en España a su maltratador. Un tic, tac de reloj insufrible que marca para siempre a quien solo comete un error: enamorarse de la persona equivocada. Cris Papin, militante y activista en redes sociales del PSOE en Galicia, lo sabe bien. Le duele aún ‘revolver en la basura de esos recuerdos’, pero lo hace porque como dice en su perfil de Twitter lo importante es ser útil. ‘Dar la cara y denunciar a los maltratadores es el principio del fin de una condena impuesta en la que se sufre una humillación indescriptible. Si mi ejemplo sirve para que una sola mujer, se anime a denunciar, habrá merecido la pena porque habrá salvado su vida‘.

Cris Papin, con una compañera de partido. Imagen de Nuria Coronado.

Cris Papin, a la izquierda, con una compañera de partido. Imagen de Nuria Coronado.

Cris conoció a su maltratador con 31 años y siendo madre separada. ‘Me enamoré como una loca de él‘. De su primera relación aprendió que no quería discutir y por ello con su verdugo empezó cediendo parcelas. Ahí comenzó un calvario que duró diez años. ‘Es una espiral que te come y de la que no puedes salir. Una situación que nunca pensé me pudiese pasar a mí, una mujer que me creía con carácter’. Su historia pasó del ‘no me gusta que venga tu madre‘ a lograr que se distanciase de amigos o familiares.  ‘En las pocas salidas a comer o cenar con amigos no abría la boca para no molestarle y evitar así una bronca en casa. Cualquier halago hacía mí era hacerle de menos a él y no estaba dispuesto a soportar o permitir tal agravio’, recuerda.

Con el pasar del tiempo tuvieron un hijo y a los reproches se sumaron los silencios prolongados como castigo, el ser agarrada por el cuello o recibir patadas en las espinillas o en la barriga incluso estando embarazada. ‘Era insoportable. Era su esclava.  Ni siquiera me podía negar a tener sexo con él fuese cuando fuese’. Humillaciones en el cuerpo y en el alma que paró definitivamente hace cinco años (un 11 de septiembre) cuando encontró la fuerza para ponerle una denuncia por maltrato en el cuartel de la Guardia Civil. ‘Ese día dije basta al ver que además de agredirme a mi intentó hacerlo con mi hija de 16 años. Saqué el coraje de madre y me fui a denunciarle’.

Al que de puertas para afuera era un conocido y respetado empresario (además de concejal y compañero de partido) se le cayó la máscara. ‘Desde entonces tiene una orden de alejamiento que durará hasta 2020′ . Aun así tiene una espina clavada. El juez que dictó sentencia reconoce la violencia de género denunciada contra ella y su hija junto a un rosario de siete delitos, pero no contra su hijo. ‘Tiene sentencia de maltrato y para rebajar su pena se declaró culpable, pero el juez ha determinado su derecho a conciliar y a ver a nuestro hijo’, relata triste. ‘Cada vez que tiene que ir con él me llama por teléfono para decirme que le humilla y le veja y me pregunta cuándo será la última vez que tiene que ir’. Por eso Papín clama porque se haga ya un Pacto de Estado que evite este sufrimiento: ‘un maltratador no es un buen ejemplo para sus hijos’.

Esta socialista también ha aprendido que frente a lo que mucha gente piensa, no hay un perfil de maltratada pero sí de agresor: ‘La violencia de género no es que te levanten la mano o te humillen, es un proceso de dominio perverso en el que el maltratador se siente fuerte y no quiere cambiar porque lo ve correcto y la mujer es la que pierde en todos sus derechos. Mi maltratador decía que nuestro matrimonio era lo normal, y el de los demás no‘, recalca.

Aunque la historia de Cris aún no se pinta a todo color, reconoce que por fin, gracias por un lado a su familia y amigos, pero en especial a sus compañeros de partido, a quien estará siempre agradecida ‘por haberla animado y no sentir pena de ella’, ha vuelto a recuperar las ganas de vivir. Su psicóloga que le animó a volver a vivir a través de una pasión y se volcó en dos: la política y las redes sociales. Ha formado parte del equipo de redes de Pedro Sánchez.  ‘Gracias a lo que sabía como community manager y a mi partido he encontrado el camino de nuevo’, dice. También ha recuperado la sonrisa. ‘Tuvo que pasar un año desde que puse la denuncia y me fui con mis hijos hasta que me reí libremente sin mirar a los lados’.

Ojala su valiente testimonio sirva de ejemplo a otras mujeres y sobre le ponga las pilas a quienes tienen el poder  y el deber de pensar en quienes son tan vulnerables como valiosas y valientes.

NuriaCoronadoNuria Coronado es periodista, editora en www.lideditorial.com  y responsable de Comunicación de Juan Merodio

 

Siria: ‘nunca pensé que esto podría pasarnos’

Por Claire Seaward Claire Seaward

Recientemente he conocido a Reema*, una joven siria de 19 años de edad, en un campo de refugiados de Líbano. En Siria, Reema tenía toda la vida por delante. Acababa de terminar la escuela secundaria y estaba a punto de entrar en la universidad. Estaba ansiosa por trabajar y forjarse un futuro.

Pero en ese momento su casa fue bombardeada y ella, sus padres y hermanas tuvieron que huir. Ahora espera sentada en un campo sin posibilidad de acceder a la educación superior, sin perspectivas de independizarse, y –tal como refleja su mirada- sin esperanza para un futuro mejor.

Lamentablemente, la historia de Reema es solo una de muchas en Siria. En los últimos cuatro meses, he conocido a muchas mujeres refugiadas en el Líbano y Jordania. Me siento honrada de escuchar sus historias. En una crisis como ésta, las opiniones y preocupaciones de la gente común a menudo son difíciles de encontrar. Las voces de las mujeres son especialmente raras.

Muchas mujeres sirias están luchando para hacer frente a esta nueva realidad. Como tú o como yo, tenían casas, trabajo, agua, electricidad, educación y salud. Algunas son profesoras universitarias, arquitectas, y sus maridos son diseñadores de jardines, albañiles y empresarios. Hasta que, un día, todo desapareció.

A muchas madres que he conocido lo que más les preocupa son sus hijos. Muchas huyeron de Siria porque temían por sus vidas. Están preocupadas porque sus hijos e hijas no pueden ir a la escuela, porque el agua que beben les provoca enfermedades, o porque no serán capaces de darles la comida que necesitan. Las mujeres embarazadas están preocupadas por dar a luz y criar a sus bebés en un campo polvoriento y sucio.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Escuchar estas historias hace que sea consciente de la suerte que tengo de haber crecido en un país estable y próspero como Australia. Cuando estoy enferma, voy a ver a mi médico de cabecera. Cuando abro un grifo, tengo agua potable. ¿Qué haría yo si mañana me convirtiera en una refugiada? Sinceramente, no lo sé. Y suelo pensar que eso no me pasará nunca.  Aunque estas mujeres sirias pensaban lo mismo que yo. De hecho, una de las frases que más he escuchado entre las personas refugiadas de Siria es: «Nunca pensé que esto nos iba a pasar a nosotros.»

Desde que comenzó el conflicto hace tres años, 1,8 millones de personas han tenido que abandonar Siria para encontrar seguridad en los países vecinos, a veces con nada más que la ropa que llevaban puesta. Otros 4,25 millones de personas están todavía dentro de Siria, pero han tenido que huir de sus hogares para tratar de encontrar un lugar seguro para vivir.

Oxfam (donde yo trabajo), y muchas otras organizaciones, son capaces de ayudar con los problemas inmediatos que enfrentan las personas refugiadas. Por ejemplo, en Oxfam estamos trabajando con organizaciones locales para proporcionar dinero en efectivo y cupones para que las familias puedan comprar alimentos y tener un techo sobre sus cabezas, aunque ese techo sea un sótano, que forma parte de un edificio abandonado, o láminas de plástico para hacer una tienda de campaña.

Pero la ayuda que dan los gobiernos y las personas individuales es lo que realmente marca la diferencia, es lo que está salvando vidas.

La ONU acaba de pedir a Estados Unidos 5 millones de dólares para proporcionar a las personas afectadas por la crisis de Siria durante el 2013. Se trata de una enorme cantidad de dinero, pero es lo que se necesita para proporcionar la ayuda esencial, como alimentos, agua, refugio y atención médica a millones de personas afectadas.

Lo que Oxfam y otros organismos de ayuda no podemos hacer es que Siria vuelva a ser lo suficientemente segura para que su población pueda volver. Los gobiernos y los grupos de la oposición dentro de Siria tienen que lograrlo y les instamos enérgicamente a encontrar una solución pacífica a la crisis lo antes posible.

Las mujeres con las que he hablado quieren desesperadamente volver a casa. Ellas aman Siria. Pero hasta que no sea seguro volver, se sientan en el limbo, en países como Líbano y Jordania, sin saber cuál será su destino.

Para ayudar a las mujeres como Reema a volver a su hogar, puedes hacer un donativo para la emergencia de Siria.

 

 

* Reema no es su verdadero nombre. Hemos tenido que cambiarlo por motivos de seguridad.

Claire Seaward es responsable de campañas de Oxfam. Durante los últimos 9 años ha trabajado en Gran Bretaña,  África y  Asia. Defiende los derechos de los refugiados sirios en el Líbano y Jordania desde febrero de 2013.

Custodia compartida: ¿fórmula maestra?

Por Susana Martínez Novo SusanaMartinezNovo70

Una reciente Sentencia del Tribunal Supremo afirma que la custodia compartida es la mejor solución para los menores en casos de separación. Sin poner en duda el conocimiento jurídico ni el papel de responsabilidad de los miembros del Tribunal Supremo, me gustaría aportar algunos elementos de reflexión nacidos de más de 20 años de experiencia en Derecho de Familia.

Cada familia compone una unidad compleja, que debe obligar a los jueces y Tribunales a huir de generalidades. No hay una pareja igual, no hay un hijo igual a otro. Por eso, la custodia compartida no es deseable ni indeseable por sí misma. Comparto la línea de la sentencia al señalar que la custodia compartida requiere que se den unos presupuestos específicos para ser efectiva y realmente beneficiosa para las niñas y niños. Y también para que la dinámica familiar se desenvuelva bien una vez rota la convivencia.

El problema, lógicamente, no suele plantearse cuando hay un acuerdo real entre los progenitores y éstos anteponen el bienestar de los niños a sus propios intereses. Pero he visto muchos casos en que el acuerdo se ha visto forzado o condicionado por motivos económicos o miedo a represalias, en los que el acuerdo es ficticio. No obstante el mayor problema surge ante la falta real de acuerdo. Muchas veces, es una circunstancia insalvable que impide que una custodia compartida funcione.

Los presupuestos básicos para una custodia compartida beneficiosa pasan siempre por la condición de que entre los padres exista la posibilidad de negociación y diálogo para resolver la multiplicidad de incidencias o decisiones que han de tomar en la vida diaria respecto a sus hijos e hijas. Elegir colegio, médicos, gestionar las excursiones, clases extraescolares, horarios…

Si no es posible la negociación, lejos de ser un sistema beneficioso para la familia en su conjunto, y especialmente para las niñas y niños, se convierte en un foco de conflictos. Vemos muchos menores que sufren yendo y viniendo como «instrumentos arrojadizos» entre la antigua pareja. El sentimiento de culpabilidad y el conflicto de lealtades pueden condicionar el futuro desarrollo de la vida de estas niñas y niños. Otro elemento fundamental que no puede olvidarse es la trayectoria de participación de los padres en el cuidado de sus hijas e hijos antes de la ruptura, ni la estabilidad que cada uno de los padres puede ofrecer.

Afortunadamente cada vez somos más, mujeres y hombres, quienes creemos en una sociedad igualitaria y tratamos de avanzar hacia ella. Si en una familia las prácticas de cuidado han sido equilibradas, la custodia compartida será una prolongación de esa costumbre familiar beneficiosa para todos.

Pero la realidad de la práctica cotidiana en derecho de familia nos muestra que en la mayoría de los casos aún nos queda mucho para llegar a ese equilibrio. Generalmente, es sólo uno de los miembros de la pareja quien ejerce la principal función cuidadora, y quien asume una jornada reducida o deja de trabajar para ocuparse de las niñas y niños. Y esa persona es por lo regular la mujer.

Desde hace algún tiempo, una de las consultas frecuentes que recibo por parte de algunos padres en relación con su interés por solicitar la custodia compartida se refiere a la necesidad o no de abonar alimentos a las hijas e hijos en esa situación, o la posibilidad de vender la vivienda sin que ésta quede para el uso del padre o la madre que tiene la custodia exclusiva. También en algunos casos se plantea someter a los niños a desplazamientos constantes de una a otra casa para ajustarse a las necesidades laborales de sus padres, sin pensar en el impacto psicológico que puede producirles.

Esta realidad debe ir cambiando poco a poco y para ello tenemos que seguir trabajando por la igualdad efectiva en todas las parejas, unidas y separadas. Mientras tanto, es muy importante que nuestros hijos e hijas no sirvan de experimento. Un sistema de custodia compartida impuesto por un juez sin acuerdo real entre los progenitores puede tener un impacto negativo en sus vidas.  Tanto como meterles en un avispero. Y creo que esta sentencia debería invitarnos a todos a reflexionar, si tenemos hijos o estamos pensando tenerlos en el futuro. Deberíamos pensar más en cómo compartimos su cuidado y su crianza cuando la pareja está unida, y así será más sencillo compartir su custodia si nos vemos en la situación de tener que separarnos.