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Tu sexualidad, tu reproducción y tus derechos

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Pienso que deberíamos reflexionar mucho más sobre nuestros derechos sexuales y reproductivos, derechos humanos reconocidos en tratados internacionales, nacionales y locales que deberíamos tener  todas las personas, hombres y mujeres y que por desgracia son profundamente bloqueados en diferentes países; desarrollados, en vías de desarrollo y subdesarrollados. Algo básico que es ninguneado, que deteriora la salud física y mental de la persona y que debemos seguir alzando la voz para que toda mujer y hombre conozcan e interioricen cuáles son sus derechos sexuales y reproductivos y se puedan prevenir situaciones de abuso, violencia y discriminación que deterioran la autoestima, seguridad, capacidad de la persona y que frecuentemente generan diferentes trastornos psicopatológicos como trastorno por estrés postraumático, fobias, trastornos de ansiedad, depresión, etc.

Danza del vientre. Imagen de TrasTando sobre fotografía de Sergio Perea.

Danza del vientre. Imagen de TrasTando sobre fotografía de Sergio Perea.

Como señala Amnistía Internacional los derechos sexuales y reproductivos permiten a las personas:

  • Decidir sobre su salud, cuerpo, vida sexual e identidad sexual sin temor a sufrir coacción, discriminación o violencia.
  • Pedir y recibir información sobre la sexualidad y la reproducción y acceder a servicios de salud relacionados con ellas y a métodos anticonceptivos.
  • Decidir si queremos tener hijos, cuándo y cuántos.
  • Elegir a la pareja con la que queremos estar y ver si con ella queremos casarnos y cuándo hacerlo.
  • Decidir qué tipo de familia formar.

Supongo que a la mayor parte de la gente que lee esto les parece obvio y normal, pero la realidad es que muchos de estos derechos son arrasados en diferentes ámbitos de una forma más radical y profunda o de una manera más sutil pero también dañina.

Empezando por las violaciones más radicales de los derechos sexuales y reproductivos nos encontramos las mutilaciones genitales femeninas, violación y violencia sexual entre las que se encuentra el abuso sexual  a un niño o una niña, matrimonios forzados, mantenimiento de un embarazo de forma obligatoria, aborto forzado, esterilización impuesta, sufrir discriminación o violencia por la identidad u orientación sexual, incluso pagándolo con la muerte, etc.

A lo largo de mis años de profesión como psicóloga me he encontrado a mujeres y hombres de diferentes ámbitos sociales, económicos, formativos, culturales que han visto dañados sus derechos sexuales y reproductivos; algunos de forma radical, y otros igualmente graves pero socialmente más aceptados o silenciosos.

Por poner algunos ejemplos reales de gente con nombres y apellidos que he acompañado me he encontrado a personas que por su identidad y orientación  sexual se han visto alejados de sus familias donde se les discriminaba y tenían que ocultar a sus parejas a los sobrinos, abuelos, tíos, o que en su lugar de trabajo se les había echado por el mero hecho de su orientación sexual. También mujeres y hombres que se habían sentido agredidos sexualmente dentro de sus relaciones de pareja al verse obligados o coaccionados a tener relaciones cuando no se deseaba. Mujeres que pidieron el uso del preservativo y el hombre se negó o presionó a la mujer para no usarlo. Adolescentes que se quedaron embarazadas y tuvieron hijos sin desearlos y de forma obligatoria, mujeres y hombres con discapacidad que se vieron obligados a renunciar a mantener relaciones sexuales o a ser esterilizados sin su consentimiento expreso. Hombres que no querían tener hijos y sus parejas les dijeron que estaban usando métodos anticonceptivos y no era cierto, parejas homosexuales cuyos hijos han sufrido burlas o han recibido mensajes discriminatorios hacia sí o hacia los progenitores, mujeres y hombres mayores que se han sentido cohibidos ante profesionales de la salud cuando han comentado que querían mejorar sus relaciones sexuales…

Los derechos sexuales y reproductivos están en nuestro día a día y en nuestra vida familiar, conyugal, afectiva, social, laboral, médica, psicológica, etc. Como hombres y mujeres seamos conscientes de cuáles son y defendámoslos en los aspectos graves y en aquellos sutiles, pequeños, cotidianos o casi imperceptibles, pues no hacerlo nos afecta en diferentes planos de la vida cotidiana.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

La insoportable vulnerabilidad

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos días distintos medios de comunicación se hicieron eco de la presentación del décimo Boletín sobre vulnerabilidad Social de Cruz Roja Española que tenía como protagonistas a las mujeres en edad activa que se habían atendido por la organización en el programa de vulnerabilidad social (40.304 mujeres). Para el estudio se tomó una muestra de 1.051 de esas mujeres, de entre 18 y 65 años de edad, de las que casi la mitad eran españolas y más de un 57% extranjeras.

 

Día de lluvia en Madrid. Imagen de Sergio Perea.

Día de lluvia en Madrid. Imagen de Sergio Perea.

Como todos los datos estadísticos se pueden ver en el vídeo adjunto y en el informe, no me voy a centrar en dicho aspecto, sino en las madres, hijas, hermanas, amigas, compañeras, ciudadanas que se encuentran en una situación inquietante de vulnerabilidad social. Si ya de por sí el ser mujer supone enfrentarse a numerosos obstáculos sociales, culturales y económicos cotidianos, las mujeres que son atendidas por parte de dichos programas en Cruz Roja se encuentran ya habiendo rebasado la línea de vulnerabilidad, y por qué no decirlo, de la marginación, que como me decía un día un trabajador social: “es una rueda donde es fácil caer y muy difícil salir”.

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Mil sombras de Grey sobre las mujeres

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unos días se estrenó la película que llevaba al cine una novela que supuso un best seller en todo el mundo. Yo la verdad, es que del libro no pasé de la página veinte y la película no tengo interés en ir a verla, pero una está en el mundo y recibe mensajes de unas personas y de otras que le van contando, pregunta, y si encima tiene varias conocidas que fueron fans de la historia pues escucha, lee las críticas que ha habido y  se va forjando una opinión.

Sobra decir el impresionante despliegue mediático publicitario con respecto a esta cinta durante los últimos meses y sobre todo semanas, que impedían que te pudieras mantener al margen de saber de su existencia.

Imagen de la serie 'El mercado del sexo'. Fotografía de Sergio Perea.

Imagen de la serie ‘El mercado del sexo’. Fotografía de Sergio Perea.

En estos días me he encontrado con distintas personas que fueron a verla y les he preguntado. Desde la curiosidad y la crítica, me cuesta entender y preocupa dicha acogida. En el fin de semana de su estreno en España un millón de personas ha ido a ver una película que habla de relaciones contradictorias, donde se mezcla sexo y violencia y donde la mujer sufre esperando una relación afectiva segura y a cambio entrega su cuerpo como moneda de cambio.

No deja de sorprenderme que una película que disfraza una relación de dominación-sumisión (no hablo exclusivamente de una relación sexual), donde se da abuso y violencia emocional y física pudiese ser tan esperada por el público en general.

La historia relata como una chica estudiante universitaria comienza una relación con un poderoso, exitoso y enigmático hombre de negocios que tiene gustos y preferencias sexuales sadomasoquistas. El planteamiento de él es mantener relaciones sexuales a su gusto pero dejando la afectividad de lado y que todo quede bajo su control. Se cumplen así con una serie de criterios seleccionados por él llegando a controlar parte de la vida de la joven. Ella en realidad quiere y busca seguridad afectiva junto a protección y acaba en sus garras.

A mí esto me resuena demasiado, y me chirría cómo se disfraza de no sé si llamarlo moderno, snob, chic, experimentación o lo que sea, una relación afectiva (no exclusivamente sexual, vuelvo a repetir) de sometimiento, violencia y control. En realidad es seguir perpetuando ese juego de papeles  de machos depredadores frente a víctimas ingenuas e indefensas.

No me voy a meter en los gustos sexuales de cada persona; que son libres, y que mientras sean consensuados con otro adulto que lo elige puedan ser lícitos. No estoy hablando de que crea que ser sumisa sexualmente por elección sea ser víctima de abuso y violencia, en absoluto. Pero voy más allá. Me refiero a una serie de patrones de violencia y abuso emocional hacia la mujer que se siguen repitiendo, pero ahora con otro traje, con un disfraz quizás más perverso y tramposo porque aparentemente la mujer juega con más libertad que hace años sobre todo en el terreno sexual.

Nos siguen reproduciendo estereotipos y modelos muy cansinos; el macho alfa dominante frente a la mujer indefensa y débil, el príncipe salvador frente a la frágil doncella. Mucho cine adolescente actual sigue perpetuando estos modelos. Los cuentos de príncipes y princesas se han convertido en historias que nos venden cocktails que mezclan un supuesto romanticismo con poder, sumisión, sexo, salvación, protección y control, y encima nos los quieren seguir introduciendo ya en la adultez. Por favor, un poco de sentido crítico hacia lo que leemos y vemos para poder ir más allá. Todos los días somos espectadores en las noticias de nuevos casos de violencia de género de mujeres de diferentes edades. Esto nos produce aversión.

La historia de esta película es en realidad la historia de Vanesa, una chica madrileña de diecisiete años que en busca de afectividad mantiene una relación con Patricio, un adolescente de dieciocho años que le ha sido infiel en una ocasión, le ha pegado dos veces, le controla con quien va, no quiere usar métodos anticonceptivos, etc. Lo que sucede es que Patricio no es millonario, ni tiene un avión privado, sino es pobre, vive en Carabanchel y estudia un módulo de mecánica. ¿Cómo sería una película de esa vida?, ¿La podríamos disfrazar de exotismo, pasión, deseo, glamour?,  ¿Qué futuro le espera a Vanesa? En realidad ambas relaciones se basan en los mismos ingredientes; control, violencia, sumisión y dependencia.

Por cierto, que el Instituto de Política Familiar de Baleares (IPFB) lanzó hace unos días una campaña para ayudar a las mujeres que padecen violencia de género. Consiste en cambiar el destino del dinero; en vez de entradas para ver esa película realizar una donación para hogares y refugios de las víctimas, que es donde creen que acabaría una mujer como la protagonista de la historia (#50eurosno50sombras).

Se sigue engañando, sobre todo a la gente joven, con la sexualidad libre. Como si por tener mucho conocimiento o práctica sexual se pudiese haber acabado con las relaciones de violencia o con los embarazos no deseados. Por desgracia el porcentaje de violencia de género en la juventud es muy alto. Lo que necesitamos es una afectividad libre, madura y segura para saber quiénes somos, elegir y decidir quién queremos ser y con quién queremos estar. Mientras eso no se logre continuaremos perpetuando clichés y modelos que perjudican a hombres y mujeres, y seguiremos aplaudiendo o siendo espectadores pasivos de historias de violencia encubiertas aparentemente de amor, pasión, romanticismo y modernidad.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Cien años de cuerpos ‘perfectos’

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace unas semanas en una web de salud americana salía un artículo sobre cómo la visión del  cuerpo perfecto de la mujer ha cambiado en los últimos 100 años. Se muestran una serie de ilustraciones donde se aprecian cambios en aquel aspecto corporal que en un momento se idealizaba, y en otro se rechaza o se ignora dependiendo de las modas.

Las tres gracias, de Rubens. Imagen: Museo del Prado.

Las tres gracias, de Rubens. Imagen: Museo del Prado.

La visión del cuerpo perfecto ha cambiado a lo largo de la historia, y difiere según el contexto geográfico, ya que el concepto de belleza no es lo mismo en Occidente que en Oriente, Africa, etc. Nada que ver la idealización del cuerpo de la mujer en la Grecia Antigua, con la del Renacimiento.

Centrándonos por ejemplo en Estados Unidos, cuna de la publicidad, series de televisión y la gran industria publicitaria y de imagen como es Hollywood, los ideales corporales han variado a lo largo de los últimos cien años:

-A principios del siglo XX se idealizaba a la mujer con gran busto, caderas anchas y cintura estrecha.

-En la época de los años 20 las mujeres empezaron a mostrar más las piernas y tobillos,  dejando de lado el resaltar senos o cintura que pasaron a un segundo plano.

-En los treinta volvieron mujeres con curvas.

-Durante la Segunda Guerra Mundial, se valoraban más mujeres como con cuerpos delgados pero con curvas.

-En los 50 tenemos a Marilyn Monroe, Brigitte Bardot iconos de belleza con cintura pequeña y busto prominente.

-En los sesenta aparece un nuevo modelo de mujer delgada, con piernas largas y con carácter bastante andrógino; la modelo Twiggy es una de sus mayores representantes.

-En los setenta se aprecia la figura de mujeres atléticas y en los ochenta también sumando más delgadez. Comienzan a surgir en ese momento gran cantidad de casos de anorexia o bulimia nerviosa.

-En los noventa otra vez vuelven a aparecer modelos de mujer delgada y algunas con aspecto de niñas. Kate Moss es una de sus representantes.

– En dos mil aparecen modelos de mujer altas, delgadas, con senos granes y cuerpos tonificados.

Todo esto nos muestra varios aspectos; primero que el concepto de belleza cambia en el tiempo y que es completamente subjetivo; es decir lo que en una época es rechazado en otra es idolatrado. Por otro lado, y lo más importante al no ser conscientes de lo primero el sometimiento al que las personas nos vemos  presionadas por no cumplir esos cánones, fomentan la frustración y a la insatisfacción constante. Por último, se acaba idolatrando la imagen corporal como si el tener un cuerpo ajustado a esos patrones de belleza de ese momento diese un plus, un mayor estatus, como si una persona por cumplir con esos cánones de belleza fuese mejor a otra; absurdeces varias de las que somos presos todos, pero principalmente las mujeres a las que va dirigida gran parte de la publicidad.

En todo esto no podemos olvidar que hay un interés que mueve mucho dinero y que no deja de vender estereotipos a través de la publicidad. Al haber una fisura entre los cuerpos idealizados ( que no son perfectos), de esas mujeres que salen en los medios, en las redes, en la publicidad  y las mujeres comunes se puede generar un sentimiento impotencia que acaba vendiendo mucho; “Si tú quieres ser como ella, compra esta crema, come este producto, échate ese perfume, lleva esta ropa…” , un gran negocio

Luego se denuncian la cantidad de casos de  trastornos alimenticios, pero resulta muy hipócrita cuando se fomenta esa insatisfacción corporal simultáneamente, y es que en ciertas edades como la pre-adolescencia-adolescencia el mensaje de idealización y decepción propia penetra profundamente. He atendido en psicoterapia  a numerosas chicas con un rechazo corporal enorme cuando eran bellas, ¿por qué se estimula lo contrario?

La belleza es arbitraria y diversa. Es fundamental ser conscientes de ello porque no se puede limitar lo atractivo, igual que no se puede limitar la variedad de la vida. Necesitamos apreciar la belleza en la diferencia, en la diversidad, en la imperfección y la salud porque la perfección corporal no existe y no podemos ser presas de las modas de cada época ni dejar que se nos imponga un tipo de cuerpo sin aceptar el nuestro, nuestra satisfacción corporal no puede depender de las modas, así como nuestra autoestima.

La belleza está en las cinturas estrechas, en las anchas, en las caderas grandes y en las que no lo son, en los tobillos voluminosos y en los finos, en el vientre liso y en el abombado, en el pecho pequeño y en el grande, en los brazos finos y en los gruesos, en ser alto y bajo… El cuerpo perfecto es el tuyo, no el de otras.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

Creencias que marcan y arrastran

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hace pocos días participando en un congreso sobre trauma, una compañera psicóloga dijo ante un público de más de doscientas personas, principalmente mujeres, que las mujeres ya podíamos tener cuidado por el daño que causábamos y podíamos generar en nuestras hijas e hijos.

A mí dicho comentario me llegó como una cuchillada, y me molestó, por esa sensación de seguir perpetuando modelos de familia y de género que marcan y dañan a mujeres y hombres, ¿hasta cuándo? Freud ya puso la diana de la responsabilidad de la enfermedad mental en la madre mirando bastante poco la actuación de los padres; que además de pene para engendrar, tienen y poseen otras cualidades y aspectos que marcan la personalidad de niñas y niños.

Imagen del proyecto Ducati Man Igale, donde varios mecánicos imitan la presentación fotográfica de una modelo. Más fotografías y análisis en Mutua Motera

Imagen del proyecto Ducati Man Igale, donde varios mecánicos imitan la presentación fotográfica de una modelo. Más fotografías y análisis en Mutua Motera

¿Ha pasado casi un siglo, y tan poco hemos avanzado? ¿Seguimos las mujeres mirándonos y siendo observadas críticamente? ¿Sigue la sociedad cargando sobre las madres el peso y la responsabilidad de la familia? Para mí claramente sí. Se sigue repitiendo el modelo donde la mujer tiene la responsabilidad del cuidado, del afecto y del dar, y el hombre permanece en un lugar más alejado, enfocado en el aspecto profesional, perdiéndose parte de lo que es esa relación íntima con los hijos.

Esto me hace pensar muchas cosas, pero sobre todo la gran maleta que seguimos arrastrando llena de creencias falsas que nos perjudican:

Algunas de ellas son respecto a que la madre es la única figura de apego y de protección para el bebé, dejando al hombre en un lugar más periférico, cuando el hombre puede ser una figura íntima de cuidado, y de seguridad aunque no amamante.

Otras son las referentes a que la mujer debe ser sumisa, pendiente de los demás, cuidadora de los otros, sin grandes aspiraciones, “dadora”, pendiente de su apariencia física, espectadora de las acciones del hombre, pasiva, etc, y el hombre todo lo contrario; el estar activo, el buscar el poder, la fortaleza, la autoridad, etc.

He llevado muchos grupos de mujeres adultas y de tercera edad hace años, y lo cierto es que no encuentro muchas diferencias de lo que me comentaron en su día de lo que creían que debían ser, y lo que muchas chicas jóvenes señalan que consideran que tienen que ser y comportarse ‘como mujeres’.

De hecho, los modelos de mujeres que están en los medios de comunicación siguen reforzando esto. Baste ver un capítulo de una serie aparentemente inofensiva que ven actualmente niños, y niñas, para apreciar esos matices. Podréis escuchar las frases de estas adolescentes, vestidas y maquilladas para ‘triunfar’ en una sociedad donde lo que brilla es la apariencia. Así en esta canción de Violetta una chica rivaliza con otra mientras le grita… ‘Mi corazón es todo lo que yo tengo’, ‘Si es por amor es todo lo que soy’

Mientras tanto al hombre se le sigue impidiendo expresar emocionalmente, y se le impone una coraza de fortaleza señalando que significa varonilidad.

Seguramente hace unas semanas visteis este corto que compartía nuestra compañera Catalina Villa: Mayoría oprimida de la cineasta francesa Eléonore Pourriat, que relata un día de un hombre que vive en una sociedad donde se han invertido los roles de género. Refleja situaciones cotidianas que las mujeres viven, sin embargo en este caso el que las experimenta es un hombre, que además es padre.

Eliminar los estereotipos asignados tanto a hombres como a mujeres nos corresponde a toda la sociedad. Hay que redefinirnos hacia lo que deseamos ofrecer al mundo, y a las próximas generaciones, no limitándonos sino sumando. Redefinir lo que es poder, y los valores para hombres y mujeres que tienen sentido para construir una sociedad más igualitaria, más justa, y sobre todo más libre para decidir.

Me encuentro cada vez más hombres que me dicen que no quieren ser como sus padres que estuvieron en una posición alejada, distante emocional, y que aunque se hayan separado de sus parejas ellos quieren dar a sus hijas e hijos el cuidado, afecto y protección que echaron en falta. Damos pasos hacia adelante y retrocedemos en otros. Vamos a ritmo lento, a veces en una dirección oscilante. No hay que bajar la guardia.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

¿Pero la abuela todavía disfruta del sexo?

Por Alejandra LuengoAlejandra Luengo

No sé si a muchas personas el título de este artículo puede sorprenderlas. Si es así no hace más que corroborar todo lo que hay que seguir avanzando en materia de equidad y transformación social, pero también desde el ámbito de desarrollo personal.

Sigue siendo un aspecto que todavía se arrastra, lleno de tabúes y de estigmas sociales y culturales. ¿Las mujeres mayores practican el sexo?

Cartel de la película 'la vida empieza hoy'

Cartel de la película ‘la vida empieza hoy’

 

En las últimas décadas no hay duda de que ha habido un progresivo envejecimiento de la población, y por tanto de un aumento de la esperanza de vida. Si antes a una persona se le consideraba ‘mayor’ por tener 55 -60 años, y su media de mortalidad podían ser los setenta años, ahora mismo nos encontramos con un largo periodo de vejez que puede extenderse durante varias décadas. Sólo hay que fijarse en la vida de cualquiera para pensar en lo que hemos podido cambiar durante 20 años. Pues eso sucede en la vejez actual; etapa que puede comenzar a los sesentaicinco años y prolongarse hasta los setenta, ochenta, noventa o cien. Mucho tiempo en la vida de una persona.

En nuestra cultura Occidental donde se idealiza la juventud y la belleza se sigue asemejando la vejez con deterioro, enfermedad, dependencia, inactividad y una cierta pasividad social. Frecuentemente se pretende decidir por las personas mayores, acabándoles por ver como seres asexuales y carentes de deseo y placer. ¿Cuántos anuncios de publicidad, películas, literatura relacionados con relaciones sexuales tienen como protagonistas a personas mayores, y sobre todo a mujeres mayores? Pocos.

Una pareja a la que atendí hace ya muchos años fue la primera que me abrió los ojos. Habían superado ella los setenta y seis años y él los setenta y ocho años y querían mejorar sus relaciones sexuales. En el caso de él sentía un gran miedo a no aguantar como antes, mientras que ella había dejado de gustarse físicamente. Fue todo un aprendizaje para mí acompañarles en su readaptación para poder tener una vida sexual diferente a la de cuando tenían cuarenta años, pero estando activos y apreciando, lo que tenían en ese momento. Por supuesto, las relaciones sexuales cambian a medida que uno envejece, pero eso no tiene que significar que se pierdan.

Por lo tanto la sexualidad no está condicionada por la edad, o con tener o no pareja. Sí que hay otros factores que por supuesto influyen; pero lo hacen en cualquier momento vital: una buena salud física, emocional y cognitiva, mantenerse activo familiar y socialmente, una relación de pareja sana, un bajo nivel de ansiedad, el consumo o no de determinados fármacos, ausencia de trastornos psíquicos, etc.

A esto hay que añadirle las variables de tipo social, cultural y religioso que han sido, y siguen siendo, grandes bloqueadores de cara a favorecer la sexualidad de las mujeres mayores, generando una serie de creencias y actitudes que la anulaban en la vejez. Considerar la sexualidad con la única función procreadora y dentro del matrimonio ha dejado sin posibilidades a aquellas mujeres viudas, solteras o casadas mayores que superaban determinada edad. Muchas han envejecido, y lo siguen haciendo, desconociendo su cuerpo, y habiendo cumplido los patrones de sumisión centrados en el “dar” pero sin posibilidades de “desear” y de “recibir”.

Uno de los motivos que perjudica de cara a tener mayor deseo sexual es no aceptar que una se hace mayor, y que su cuerpo cambia. Se incrementa así el estado de ansiedad y de inapetencia aniquilando la oportunidad del re-conocimiento. Pretender seguir haciendo lo mismo tampoco ayuda mucho; como por ejemplo centrarse exclusivamente en la penetración. Hay muchísimas más opciones dentro de la sexualidad; el tema es sacarnos partido, como a las caricias por toda la piel.

En resumen, cumplir años no tiene por qué poner límites en la sexualidad. Hay deseo, placer y orgasmo como en cualquier otra etapa de la vida. Hay que salir de la monotonía, fantasear a través de la imaginación, no verse como enfermas por envejecer, reconciliarse con el propio cuerpo, liberarse de las preocupaciones, conocerse a una misma para saber lo que se desea, valorándose positivamente, aceptándose y queriéndose de forma integral. Saborear el placer de la sexualidad en solitario o acompañada, permite sentirse más viva y seguir reafirmándose como mujer.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.

¿Cómo se construye nuestra sexualidad?

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

Hombres y mujeres nacemos con aparatos genitales distintos. Ese es un rasgo físico que evidentemente nos diferencia, los hombres con el pene hacia el exterior, que se aprecia y resalta desde un principio, y las mujeres con la vagina que es aparentemente inapreciable. Esto hace que el niño ya desde bebé tenga mucho más presente su órgano sexual que la niña. Por un lado porque los adultos de alrededor hablan de su pene y le ponen motes, lo miran, lo tocan al limpiarlo, juegan con él, y por otro porque dada esa presencia física próxima, el mismo niño se entretiene y divierte con él.

Nuestra sexualidad es también una construcción social. Imagen de Sergio Perea.

Nuestra sexualidad es también una construcción social. Imagen de Sergio Perea.

Comienzan entonces una serie de juegos placenteros y gratificantes relacionados con la sexualidad, pero sin el componente sexual que tienen en la vida adulta. Es frecuente que haya niños y niñas que tengan experiencias eróticas de placer estimulando sus partes genitales con el mero deseo de esa satisfacción que les provoca, muy alejado de la connotación que desde la adultez se tiene. Su mundo de placer es inocente y en base a la estimulación y al juego.

Pero la realidad es que nuestra sexualidad se va construyendo socialmente, muy integrada en la cimentación de la propia identidad. La devolución que adultos y pequeños, medios de comunicación, sociedad, etc, nos hacen sobre lo que somos, debemos ser, tenemos, nos comportamos o no hacemos, genera una imagen de nuestra sexualidad y de nosotras mismas.

Ante conductas de estimulación genital en la niñez, ¿cómo responden los adultos? ¿Permiten, reprenden, esconden..? Recuerdo a Sonia, una mujer que atendí hace tiempo, y que comentaba que a ella le gustaba rozarse de pequeña con la esquina de su cama. Cuando su madre lo vio por primera vez le dijo que era una niña sucia, y que eso no se debía hacer, y la castigó. Lo siguió haciendo a escondidas; como si de algo muy negativo se tratase.

A medida que vamos creciendo tenemos acceso a más información de lo que es la sexualidad. Así niño y niña van diferenciando que lo que hacen en la cama los progenitores no es solo dormir. Se va construyendo una idea, imagen y fantasía de lo que es el sexo (Algo bonito, feo, placentero, violento, sucio, etc. ), sin tener experiencia real de ello pero que va generando emociones: curiosidad, rechazo, miedo….

La realidad es que es mucha la educación sexual que tenemos pero no educación emocional, y ésta es básica en nuestra sexualidad. El desconocimiento personal y emocional se paga caro con embarazos no deseados, enfermedades infecciosas, con abusos sexuales encubiertos o manteniendo relaciones sexuales que no se desean.

Y es que se sabe cómo se realiza un acto sexual, pero no lo que nos motiva a hacerlo; que a menudo no es el mero placer sexual. He conocido chicas que señalan que ellas tuvieron su primera relación sexual porque el chico con el que estaban le había dicho que eso era una prueba de amor (necesidad de vínculo, seguridad, protección; no de sexo en sí), otros que han mantenido relaciones porque querían sentirse mayores que sus compañeros (necesidad de destacar en grupo, sentirse importante, experimentar, etc). Recuerdo cómo una mujer me contaba en la consulta que el único momento en que su marido era cariñoso era cuando tenían relaciones sexuales, por lo tanto ella accedía porque quería sentirle cerca.

Nuestras emociones y mente se ponen en juego en la sexualidad frecuentemente más que el cuerpo y de esta forma afloran necesidades que tenemos según la identidad que hemos ido forjando: de sentirnos seguras, importantes, valiosas, destacadas frente al grupo, sumisas, buenas y cuidadoras de todo el mundo y de nuestras parejas, etc.

La sexualidad está en continua construcción; en absoluto es algo estático o fijo. Está muy relacionada con lo que somos; con lo que queremos ser y con la imagen que tenemos de nosotras mismas. Para disfrutar de la capacidad sexual una tiene que permitirse conocerse primero, porque si estamos únicamente centradas en ‘dar’ no saboreamos lo maravilloso de recibir tanto de nosotras mismas, como de las demás personas.

 

Alejandra LuengoPsicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel

Conectar con la propia sexualidad

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

La sexualidad forma parte de nosotros y nosotras desde que nacemos y configura gran parte de las relaciones que tenemos a lo largo de nuestra vida. Últimamente reflexiono con frecuencia sobre lo que implica para las mujeres su sexualidad; o mejor dicho: la falta de conexión con ésta.  En pinceladas generales, hablo de situaciones que no sucedieron hace cincuenta años: algunas me las he ido encontrando los últimos años, en los últimos meses, y no son tan ajenas a las historias de muchas de las mujeres con las que me relaciono. Me gustaría reflexionar sobre los ejemplos de cuatro mujeres con sus respectivas historias de vida muy distintas.

Imagen de Sergio Perea.

Imagen de Sergio Perea.

Pienso en Jessica, una adolescente que conocí en Perú hace más de una década, y que con 12 años había sufrido abuso por parte de su padrastro. Desde el colegio se dio la voz de alarma cuando la menor sufrió un desvanecimiento en el centro y se descubrió que estaba embarazada, aspecto que su madre conocía perfectamente.

O en María José, mujer española de cincuenta años, casada desde hace más de dos décadas con su marido, único hombre con el que ha mantenido relaciones sexuales, y madre de tres hijos. Su experiencia sexual nunca había sido placentera, y resaltaba que no sabía lo que era el orgasmo del que tanto se hablaba.

Carmen, de treinta y cinco años; abogada con gran éxito profesional. Está casada y tiene un hijo. Cuando nos entrevistamos por primera vez hace meses, manifestaba entre sollozos que muchas de sus relaciones sexuales son para complacer a su pareja y que a menudo le resultan desagradables.

O María, en plena adolescencia con sus quince años, que fue traída a España por su madre. Esta menor ha tenido en estos últimos dos años más de cinco parejas sexuales, algunas mayores de edad. Se quedó embarazada hace meses y finalmente abortó.

Personas aparentemente muy distintas, vidas e historias muy diferentes, y que sin embargo comparten un aspecto común: Son mujeres que desconocen su sexualidad: de dónde viene, lo que significa y lo que implica en su identidad. Y es que cuando hablamos de sexualidad tenemos que ir más allá de saber lo que es un clítoris, una vagina, un pene, un orgasmo o un preservativo.

En unas por defecto, en otras por exceso, se llega a lo mismo: ha habido un sometimiento al placer del varón. En esas cuatro mujeres tan distintas no hay una conexión con su propia sexualidad, ni conocimiento de la misma. Son ejemplos de distintas generaciones en los que se perpetúa un mismo modelo: hombres y mujeres priorizan el placer masculino, sometiendo y anulando de una forma más o menos encubierta la sexualidad femenina.

¿Qué ocurre con estas mujeres de distintos mundos que no se sienten con la legitimidad para decir y actuar desde el ‘no quiero’ o ‘quiero esto’? ¿Cómo es posible que a menudo acaben ‘mutilando’ su deseo, su placer, o su propio descubrimiento? Experiencias de mujeres del primer y del tercer mundo que no se deben quedar sólo en palabras, sino en reflejos para el cambio.

Maria José, María, Carmen decidieron iniciar un proceso profundo de autoconocimiento. Un libro que siempre recomiendo a las mujeres para avanzar en su trabajo de conocimiento sexual es Tu sexo es tuyo de Silvia de Béjar. A mí me parece muy adecuado ya que se lee muy fácilmente, y hace hincapié en el derecho a conocerse y decidir desde ejemplos muy concretos de la vida íntima y sexual.

Estas mujeres a través de su propio análisis histórico pudieron reflexionar y analizar todas aquellas creencias falsas que habían interiorizado y las expectativas hacia sí mismas respecto a su sexualidad y hacia la de los varones. De esa toma de conciencia aprendieron sus derechos sexuales y cómo estos afectaban en su identidad. Hubo ya actuaciones concretas afrontando las consecuencias de decir lo que no querían, y sus deseos explícitos, favoreciendo la posibilidad de poder ir mejorando su autoestima y seguridad en la medida que se ha podido averiguar todo el potencial de su sexualidad y lo que implica.

En todo este camino en algunos casos les han acompañado sus parejas, y en otros ellas han elegido continuar sin esos hombres que les estaban restringiendo. Carmen decía el otro día en sesión que se está conectando con su parte más animal de disfrute y que se permite decir lo que le gusta y lo que no, disfrutando mucho más. Tenemos que potenciar relaciones sexuales igualitarias donde ninguna persona pierda; es trabajo de todas y todos.

 

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel