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Hasta nunca: un relato sobre el iceberg de la violencia

Por Charo MárCharo Mármolmol 

Esta carta va a ser la última que te escriba, y en ella te voy a decir adiós para siempre.

Me has hecho muchísimo daño y no lo veía. Pensaba que era normal… No es normal que me pegues por cualquier cosa que no te gusta. No es normal que si yo no quiero hacer el amor contigo, tú me obligues. No es normal, que si yo estoy vestida de una manera, tú te celes y me tenga que cambiar de ropa…´’

Así comienza la carta de despedida de Julia (nombre ficticio), una de las mujeres que han pasado por el  Centro de Emergencia de la Fundación Luz Casanova. Hace unos años Amnistía Internacional publicó el Iceberg de la Violencia de Género: Arriba, a la vista, el asesinato, la agresión física, la violación, el abuso sexual, los gritos, las amenazas el insulto… Abajo, invisible a los ojos de los demás: las humillaciones, el desprecio, el chantaje emocional, la culpa…

El iceberg de la violencia de género. Infografía de Amnistía Internacional.

El iceberg de la violencia de género. Infografía de Amnistía Internacional.

Todos estos actos, sentimientos… hacen que las mujeres víctimas se sientan culpables, que pierdan su autoestima, que sigan con su agresor, que lo intenten de nuevo:

La verdad: yo te he dado todo, y yo de ti dime ¿qué he tenido? No he tenido nada, solo desprecio. No has sabido valorarme. Hasta aquí he llegado. Ya no aguanto más. Basta ya de tanto pensar en ti y vivir solo para ti. Dios me ha dado a mis hijos, que son la luna y el sol, que me iluminan y me dan calor y son la fuerza de mi corazón. Tú estabas en él, y poco a poco te has ido. Te has ido cuando me pegabas, me chillabas y abusabas de mi. Te has ido cuando no te importó que tuviera a mi hija en brazos y me atacaste con una silla. No tienes sentimientos”.

Cuando las mujeres llegan al Centro de Emergencia acaban de romper con su maltratador, han tenido que abandonar su hogar y sus relaciones familiares, Están en un proceso de ruptura difícil pues aunque ha habido violencia, la dependencia emocional existe y ellas se mueven mucho en torno al sentimiento de pena. Pero la mayoría de ellas, con el apoyo que reciben, ponen nombre a lo que han vivido y recomponen sus vidas

Julia termina su carta así:

“Ahora voy a empezar a luchar por mis hijos y por mí. Tú ya no estás en mi vida. Hasta aquí he llegado. Se acabaron todas tus mentiras, tus palabras que están vacías, que sí, son muy bonitas, pero no hay nada hecho. El único “te quiero” o “te amo” ahora es el de mis hijos, y es puro y sincero, no como el tuyo, que es dañino. Nunca más quiero estar contigo. Quiero ser feliz con mis hijos, que es lo más grande que tengo, y lo voy a lograr. Te voy  a sacar de mi ser, y mis hijos y toda la gente que me quieren, me van a ayudar. Tú no vales nada. Yo valgo más que tú. Tú no tienes sentimientos ni escrúpulos. Eres un animal. Adiós. Hasta nunca”

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

Invisibilidad, violencia y calle

Por Charo MárCharo Mármolmol

María está enferma,  tiene 45 años, dos hijos a los que hace tiempo que no ve.  Dice que nunca tuvo suerte con los hombres. Ha sufrido varias historias de violencia  por parte de sus parejas.  Su vida está plagada  de acontecimientos dramáticos. María es una mujer sin Hogar, vive en la calle y desde hace unas semanas  viene al Centro de día.

Una mujer en la calle. Imagen: Charo Mármol

Una mujer en la calle. Imagen: Charo Mármol

Ángeles ha pasado unos días en la Casa de Acogida, y ahora está en un piso de acogida en San Rafael. Ángeles no tiene hijos, ni pareja, ni familia… es una mujer sola. Tiene 52 años y tuvo que dejar su puesto de vigilante jurado en Málaga para cuidar durante siete años a su madre enferma de alzheimer. En esos años terminó con lo que había podido ahorrar. Se vino a Madrid y trabajó de interna en una casa donde le dieron mal de comer y le malpagaron. Hasta que murió la mujer que cuidaba. Se quedó en la calle y buscó una habitación en la que gastó los ahorros que había hecho. No encontró trabajo y pronto tuvo que dormir en la calle. Fue al parque de la Arganzuela. A las pocas noches unos jóvenes la descubrieron y le dieron una paliza que la dejó semiinconsciente, sangrando… Como pudo llegó a la parroquia que había cerca y allí avisaron al Samur Social que la trajo a la Fundación. Aquí ha sanado sus heridas físicas pero las del alma tardaran mucho en desaparecer.

Las razones para llegar a la calle son muchas, pero  la desigualdad en el acceso a derechos es fundamental, y hoy las mujeres estamos en desventaja. España ha descendido del puesto 12 al 26 en el índice sobre igualdad de género. A esta  realidad hay que sumar  el  recorte en derechos fundamentales de los últimos años, que está provocando un incremento  de mujeres que pasan de la vulnerabilidad a la exclusión La cifra de mujeres atendidas por Cáritas en los últimos 5 años se ha incrementado en un 28% mientras el número de hombres lo ha hecho en 15%.  

Escuchar  la historia  de María, de Ángeles y la de otras muchas mujeres  a lo largo de los más de 90  años de la Obra social de las Apostólicas  y  la Fundación Luz Casanova, nos lleva a  comprender que  esta realidad creciente es además la cara más extrema  de la exclusión residencial, porque además

María y Ángeles se sienten desvalorizadas como mujeres: vivir en la calle  siendo mujer significa romper con el  rol asignado  a la mujer durante siglos. Socialmente  se penaliza a las mujeres  que llegan a esta situación, generándose  importantes sentimientos de culpa,  que dificultan la recuperación de  la confianza en sí mismas.

María forma parte del  76% de las mujeres sin hogar que  son víctimas de la violencia de pareja. Según Isabel Herrero Fernández, Este dato es significativamente superior al del resto de la población (33%).  Pero es importante destacar que un  63%  ha vivido la violencia antes de llegar a situación de calle y el resto lo ha hecho ya estando en calle.

María está  enferma   La incidencia de las enfermedades es mucho mayor entre las mujeres que entre los hombres sin techo. Como ejemplo  señalar que entre las personas sin hogar en Barcelona  con una estancia en calle entre 3 y 5 años el  92%  de las mujeres presenta algún  trastorno crónico, frente al 66%  de los hombres.

Los datos aunque insuficientes, nos aproximan a una realidad de exclusión terrible, y creciente en los últimos años. Una realidad que podemos cambiar,  facilitando el acceso a los derechos (vivienda, salud..) acompañando procesos, y dando herramientas a las mujeres como María y Ángeles para que puedan  reconstruir sus vidas. Y esto  es parte del trabajo que realizamos en la Fundación Luz Casanova.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

 

Sentimientos ante la cámara

Charo Mármol

Por Charo Mármol 

‘Aislada en mi jaula de cristal’,  ‘anulada por mi familia’, ‘aplastada, pisoteada, humillada, denigrada’,  ‘luchando por tener lugar en una sociedad patriarcal’ ‘mi cárcel interna’… Estos son algunos de los sentimientos a los que las mujeres víctimas de la violencia de género, de la Casa de Emergencia de la Fundación Luz Casanova, han puesto imágenes a través de la cámara fotográfica.

Tomando como excusa la fecha del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer,  se organizaron unos talleres en los que las mujeres trabajaron  los estereotipos y prejuicios que encontramos en la sociedad actual, con los que ellas se han encontrado en su vida, intentando poner nombre a los sentimientos que esto les ha ido provocando.

'Aplastada, pisoteada, humillada'. Imagen de Fundación Luz Casanova

‘Aplastada, pisoteada, humillada’. Imagen de Fundación Luz Casanova

Son mujeres de toda clase social y de todas partes del mundo. Hay un hilo conductor que las une: el maltrato por parte de sus parejas:

María José  es licenciada en psicología y trabaja como auxiliar administrativo en la administración pública. Llevaba casada 20 años y siete de noviazgo. Su ex era arquitecto técnico, de cierto prestigio, muy religioso, muy sociable y muy educado, pero la sometió a maltrato psicológico hasta que un día decidió dejarle.

Cándida es de Paraguay vino a España hace 8 años por una amiga. Empezó a trabajar de interna. Conoció a un español, conserje en una comunidad y se casó con él. La convivencia se convirtió en un infierno. Primero fueron los insultos, el aislamiento, los celos. Pronto llego la violencia física pero sólo tuvo fuerzas para abandonarlo cuando también empezó a golpear a los hijos.

Esperanza viene de un país caribeño. Llegó a España para hacer un Master de Negocios Internacionales. Entre sus compañeros conoció al que en poco tiempo se convertiría  en su marido. Nada más casarse todo cambió y comenzaron los malos tratos y el asilamiento de todos sus amigos y conocidos, la humillación, cosificación… Ella no tenía aquí familia que la apoyase y la de su marido tomó partido por él anulándola del todo. Antes de pasar a ser una víctima más decidió denunciar y abandonarlo.

Ellas tres y otras mujeres como ellas son las que han ido entrando en contacto con sus historias personales, con aquellos sentimientos más profundos que les ha causado el dolor, el maltrato y el sufrimiento infligidos por la persona a la que un día unieron su vida, en muchas ocasiones el padre de sus hijos, casi siempre la persona con la que pensaron que podían hacer el camino de la vida y envejecer juntos. Una vez puesto nombre a estos sentimientos y cámara en mano salieron a la calle e intentaron captar las imágenes que transmitieran sus sentimientos, lugares que les evocaban los momentos donde se han sentido discriminadas o marginadas.

Posiblemente ninguna de estas mujeres ganará el Premio Pulitzer de fotografía pero al menos la valoración de toda esta experiencia ha sido muy positiva: han podido expresar  a través del arte de la fotografía, la luz y el color, sentimientos, emociones y vivencias que han sufrido.

Ahora sus fotografías, junto a las que han realizado, siguiendo el mismo proceso, las personas del Centro de Día de la Fundación Luz Casanova, pueden verse en Madrid durante todo el mes de mayo. Se inaugura hoy martes 5 de mayo en el Restaurante Subiendo al Sur, de la calle Ponciano 5, de Madrid (Metro Noviciado).

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

El final de la cuesta abajo

Por Charo Mármol Charo Mármol

Se llama Maria y tiene cincuenta y cuatro años. Se esconde tras  unas grandes gafas negras  desde donde mira al mundo. Un mundo del que ella se quiere ocultar porque siente vergüenza de la situación a la que ha llegado. ‘Yo quiero ver pero no quiero que me vean’. 

Ha trabajado durante 23 años. Ha sido cocinera, cuidadora de personas mayores, limpiadora en residencias…  Pero finalmente, cuando empezó la crisis, se quedó sin trabajo y pasó a ser un número más en las estadísticas.  ‘Cuando se llega a una determinada edad parece que ya no sirves para nada’. A partir de los cuarenta se hace difícil encontrar trabajo.

Maria

María mirando hacia el futuro. Imagen: Charo Mármol.

 

María es divorciada. ‘Felizmente divorciada desde el 2009‘, me dice. Su marido era una persona muy complicada y la maltrató psicológicamente. María se queja de que si no vas con una pierna rota o un ojo morado, la policía no te hace caso. ‘Esto es muy cruel en nuestra sociedad. Le di muchas oportunidades pero en el 2009 se acabó’.

Tenía una casa y sus ahorros pero al perder el trabajo, primero gastó los ahorros y luego tuvo que dejar la casa. ‘Estaba pagando una hipoteca y tuve que devolverla para no cargar toda mi vida con una hipoteca y además estar en la calle’.

Tiene dos hijos. El hijo está trabajando desde hace unos meses con uno de los míseros contratos que se hacen en la actualidad. La hija sigue estudiando, aunque ha repetido tres años por la situación que le ha tocado vivir.

“Mis hijos viven con su padre porque no pueden estar conmigo”. A Maria se le quiebra la voz cuando recuerda que, un día,  tuvo que pedir a su hijo 50 euros.

Fue a Servicios Sociales y ellos le facilitaron un  piso compartido. Allí duerme y la mañana la pasa en el Centro de Día de la Fundación Luz Casanova: ha hecho un curso de informática avanzada y otro intensivo en la empresa Prosegur, colaboradora de la Fundación. La mañana termina con la comida en el Centro. En el piso no hay ni desayuno ni cena. María se guarda alguna cosa, algo del postre, para no irse con el estomago  vacío a la cama.

Ella no deja de hacer todas las entrevistas de trabajo que se le ofrecen. Alguna vez se ha colado en el metro porque no tenía dinero para los desplazamientos. ‘Espero salir a flote, no seguir nadando contracorriente; espero seguir dando pasos agigantados. Hay días que me levanto y digo: Otro día más ¿para qué? Hoy he venido muy contenta para esta entrevista  pero la verdad es que me da mucha pena contar todo esto‘ y la voz de María se quiebra.

La esperanza de encontrar algo es lo que me ayuda a levantarme, venir, ver a los compañeros, animarles, animarnos… Me anima mucho venir por los talleres, aunque tengo muchos problemas para centrarme en lo que voy estudiando.  Aprovecho todo lo que se me ofrece porque  estoy aprendiendo mucho y además es lo único que me puede salvar’

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

Lo insoportable

Por Charo Mármol Charo Mármol

Digamos que se llama Yolanda, aunque no podemos llamarla por su nombre real porque lo más importante ahora es proteger su seguridad. Vino de un país de Latinoamérica. Tiene poco más de 40 años y ha vivido años de  maltrato. Denunció a su agresor y abandonó su casa, con todas las consecuencias. Ahora está en una Casa de Acogida de la Fundación Luz Casanova. ‘En el Centro me he sentido muy apoyada: la psicóloga, la educadora… me han ayudado a entender muchas cosas que yo antes no veía.  Hasta el día que salí de casa me sentí culpable, cosa que ya no lo siento. Me han ayudado en todo: a volver a cuidarme, a arreglarme, a valorarme como persona, que hasta eso lo había perdido…’ 

Imagen del video 'Casa de acogida', de la Fundación Luz Casanova.

Imagen del video ‘Casa de acogida’, de la Fundación Luz Casanova.

‘También se necesita mucho coraje para enfrentar lo que viene, pero ahora estoy tranquila, duermo bien. Tengo un techo, no me falta comida, tengo a mis hijos… Estoy formándome en un curso para ver si más adelante puedo trabajar. Hace tres meses que estoy aquí, tres meses que se han ido volando y en tan poco tiempo hemos conseguido tanto, y tanto hemos avanzado que ni yo me creo cómo estaba cuando vine aquí y cómo estoy ahora‘.

Relatos como el de Yolanda, o el de las mujeres que cuentan su historia común en este breve video, son un grito de esperanza:

66.000 mujeres y niñas son asesinadas cada año en el mundo, según estadísticas e informes de organismos fiables. Son muchas las mujeres que pasan años de su vida compartiendo techo con su maltratador. El hombre que dice que la quiere, la quiere tanto que sólo la deja relacionarse con él, la aísla de  sus amigos, de su familia. La quiere sólo para él. Es su propiedad y se hace dueño de sus movimientos, de sus afectosUn hombre muchas veces amable y afectuoso con los de fuera y agresivo y malhumorado con ella y con los hijos. Y aquí empieza el calvario que vive la mujer maltratada, sintiéndose en muchas ocasiones sola y  culpable de lo que está ocurriendo. Dubitativa ante lo que le puede esperar si decide dar el paso, denunciar: ¿dónde ir? ¿qué va a ser de ella, de sus hijos, de sus cosas? Salen de sus casas como ladrones en la oscuridad, sin poder volver a ellas en la mayoría de las ocasiones. ¿Cómo separar a los hijos de su padre, de sus amigos, de su colegio?

Cuando deciden denunciar es el fin del maltrato, pero es el comienzo de un camino lleno de incertidumbre. Muchas van a las casas de acogida. No saben dónde van, qué se van a encontrar. Los primeros meses son los peores. El maltratador es como un animal acorralado que no sabe dónde está su hembra, su posesión, sus hijos… Este es un momento muy delicado en que las mujeres no pueden tomar contacto con nadie conocido: amigos, familia… En esta situación en la que necesitaría mayor apoyo y comprensión sus seres queridos están lejos, hay que cortar con ellos… Están en un proceso de ruptura difícil pues aunque ha habido violencia, la dependencia emocional existe y ellas se mueven mucho en torno al sentimiento de pena.

La recuperación en casas o centros de acogida es una opción para superar la dependencia emocional y romper con el círculo vicioso del maltrato. Cuando comienzan a entender lo que les ha ocurrido, se abre una puerta para la esperanza. ‘Ahora que conozco estos recursos‘, dice Yolanda,  ‘lo que me sale es decir a las mujeres que de todo se sale menos de la muerte,  que no soporten lo insoportable porque yo llegué a querer morirme pero siempre hay esperanza y una salida para todo, hay que salir adelante y a flote con y por nuestros hijos, no sólo por nosotras’.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.

Qué hacer cuando el amor golpea y deja marcas

Por Charo Mármol Charo Mármol

Voy conduciendo y escucho “Hogar” de  Pedro Guerra.

Qué hacer cuando el amor golpea y deja marcas

Qué hacer cuando no puedo separarme

de aquello que me hiere y hace mal….

Toda la canción me evoca  la conversación que he mantenido con una de las mujeres que están en el Centro de Acogida de la Fundación Luz Casanova. Es latinoamericana y tiene 43 años. Hace ocho que vino a España. En su tierra no estaba demasiado mal, pero le habían hablado de que aquí había trabajo y ella quería mejorar: quería tener su propio hogar. Empezó a trabajar de interna. Ahorraba y mandaba a su país casi todo lo que ganaba para poder cumplir pronto su propósito: construirse una casa.

“Al año de estar aquí conocí al padre de mis hijos, me cuenta María (nombre ficticio). Cuando empezamos a salir todo era maravilloso, muy atento, muy consentidor, muy detallista, me hacía regalos… pero cuando empezó la convivencia cambió como de la noche a la mañana. Empezaron los problemas, si alguien me miraba qué por qué me miraba,… Yo justificaba su conducta diciendo que era celoso, pero lo cierto es que era muy posesivo. Después empezó a insultar a mis amistades…. Les llamaba de todo, y así fue apartándome de ellas, porque cuando vieron lo que decía de ellos se fueron alejando”.

Pedro Guerra sigue acompañándome:

Qué hacer cuando no hay nadie quién me cuide

y todo lo que tengo es soledad

Qué hacer cuando el amor ya no es amor ni es nada

Y cada vez más sola

más triste y mas atrapada

Y cada vez más débil

Más al borde de la nada

Estuvimos siete años juntos. Los insultos empezaron desde el primer momento. Quise abandonarle cuando estaba de cinco meses de la niña. Me dijo que  como se me ocurriese dejarle denunciaba a mis jefes por estar dándome trabajo sin papeles. ‘A ellos se les va a caer el pelo y a ti te deportan a tu país’, me amenazó.  Por miedo me quede ahí”.

Qué hacer cuando me acosa y me persigue

y tengo miedo de la oscuridad

Después de apartarla de los amigos. Cuando está más sola,  los malos tratos a ella y a sus dos hijos aumentaron. Cuando María  se plantea denunciar porque ya no aguanta más, son los hijos los que sirven de freno ante la amenaza de que a ella no le van a dar la custodia por ser una inmigrante sin papeles. “Por más que yo quería, miraba el mundo y era tan inmenso que decía, pero ¿dónde me voy?», me dice María. Pero esos mismos hijos que en un momento le sirven de freno son los que, un día,  le dan la fuerza cuando el padre da con una muleta a la niña y la deja mal. María sale en su defensa y recibe un golpe con un candelabro en la espalda. Entonces ve que ya no es su vida la que está en peligro sino también la de sus hijos. Tiene que denunciar. Si no le dan la custodia al menos estarán vivos.

Denuncia y pasa cuatro días en el SAVD (Servicio de Atención a la Violencia Doméstica) con sus dos hijos. Después llega a la Casa de acogida de la Fundación Luz Casanova

«Y ahora, ¿cómo estás María?», le pregunto. “Creo que he hecho algo grande por mis hijos y veo PAZ…. tranquilidad, porque ya no podía dormir… tenía un montón de dudas, ¿cómo me va a dar el juez a mis hijos sino tengo nada? Ahora tengo una orden de protección y la custodia de mis hijos».

«En el Centro me he sentido muy apoyada: la psicóloga, la educadora… me han ayudado a entender muchas cosas que yo antes no veía.  Hasta el día que salí de casa me sentí culpable, cosa que ya no lo siento. Me han ayudado en todo: a volver a cuidarme, a arreglarme a valorarme como persona, que hasta eso lo había perdido… también se necesita mucho coraje para enfrentar lo que viene, pero ahora estoy tranquila, duermo bien. Tengo un techo, no me falta comida, tengo a mis hijos… Estoy formándome en un curso para ver si más adelante puedo trabajar».

«Hace tres meses que estoy aquí, tres meses que se han ido volando y en tan poco poco tiempo hemos conseguido tanto, y tanto hemos avanzado que ni yo me creo cómo estaba cuando vine aquí y cómo estoy ahora».

Qué hacer cuando el amor golpea y deja marcas

Qué hacer cuando la luna ya no alumbra

la senda que nos lleva a la verdad

 ¿Qué hacer María? ¿Qué les dices a las mujeres que están pasando por lo que tú has pasado?

Que no soporten lo insoportable. Yo llegue a querer morirme, pero siempre hay esperanza y una salida para todo. Hay que salir adelante y a flote por nosotras y por nuestros hijos. De todo se sale menos de la muerte.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta

Supervivientes, luchadoras, protagonistas

Por Charo Mármol Charo Mármol

Se llama Sara. Es una mujer menuda, rondando la treintena. En su nariz cuelga un pequeño piercing. Ojos vivos y hablar apresurado, como quien tiene prisa por conseguir lo que quiere.

Esta mujer es la coordinadora de uno de los cuatro Centros de Emergencia para mujeres maltratadas que el Ayuntamiento de Madrid tiene, gestionado por la Fundación Luz Casanova. Ella las recibe al llegar a la casa y entonces calla para escuchar, escuchar a las mujeres que llegan rotas. Es el comienzo de un proceso duro, el momento quizás más crucial para la mujer maltratada que se decide a poner fin a años de dolor, sufrimiento, golpes, heridas, miedo… ‘La acogida es uno de los puntos más importantes, nos dice, porque estamos en uno de los momentos más peligrosos. Es cuando han decidido salir de la casa y el agresor ha perdido el control. No sabe ni dónde están ellas ni dónde están sus hijos, en el caso de que los haya. Es una situación de riesgo máximo. Por otro lado, las mujeres abandonan toda su vida, tienen que dejar su lugar de trabajo, de vida y no pueden acudir ahí más. Las relaciones con la familia se complican porque no pueden acudir a ellas por ser localizables… En estos momentos intentamos hacer una acogida en la que se sientan lo más confortable posible porque entendemos lo que significa romper con toda tu vida anterior. Están en un proceso de ruptura difícil pues aunque ha habido violencia, la dependencia emocional existe y ellas se mueven mucho en torno al sentimiento de pena

El centro acoge en estos momentos a 16 mujeres, algunas con sus hijos. Tienen distintos orígenes de procedencia: Latinoamérica, países del Este de Europa, y también España. Son distintas realidades, distintas culturas pero un denominador común: años de sufrimiento, miedo, sentimiento de culpabilidad, fragilidad… A veces la convivencia no es fácil.

Intentamos hacer mucha cohesión de grupo. Hacemos talleres grupales, reunión de convivencia… Uno de los talleres es de recuperación psicosocial para trabajar profundamente la violencia. También está la Escuela de madres, para trabajar la relación materno filial, cómo explicar a los hijos lo que está pasando y que ellas entiendan que aunque los menores no hayan sido víctimas directas si han sido victimas indirectas y eso tiene unas consecuencias. Estos casos, muchas veces los niños son los grandes olvidados. Se piensa que no son conscientes y que no se dan cuenta de nada y no es verdad. Todo esto hay que trabajarlo, ellos también tienen sus secuelas y pasan su proceso de adaptación’, explica Sara.

A veces, lo difícil se hace fácil a través de herramientas tan sencillas como la palabra: ‘Tenemos una reunión de convivencia. Es una actividad tipo asamblea que se hace una vez a a la semana, donde además de organizar lo que es el ritmo de la casa (limpieza, comida…) se trabajan aquellos posibles conflictos o quejas que tengan las mujeres en lo relacionado con la convivencia. Hemos introducido distintas dinámicas según lo que haya pasado en la semana: pueden ser dinámicas de comunicación, de empatía…

Es en uno de estos talleres conde empiezan a trabajar los estereotipos que hay sobre la mujer, la violencia machista, el maltrato…’Trabajamos mucho con ellas para que sean conscientes de que están abriendo camino. Muchas veces no se dan cuenta de que son unas auténticas supervivientes, unas luchadoras y que al final son un ejemplo para otras mujeres que vienen detrás. Nos pareció una buena idea en la que ellas fueran las protagonistas y ellas las que lanzaran el mensaje a la sociedad’ y así, nos cuenta Sara, surgió la idea de hacer una exposición de fotografías realizadas por ellas y que expresaran cómo viven estos estereotipos que quieren romper. Imágenes como las que ilustran esta página, que pronto serán protagonistas de una exposición.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta