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Sofía no está sola

Por Raquel Checa

¿Realmente existen casos de desnutrición crónica en Guatemala? Todavía hoy me retumba en la cabeza esa pregunta que hace unas semanas me formuló un amigo guatemalteco, antes de mi viaje al Corredor Seco. En ese viaje tuve la oportunidad de conocer a familias y en especial a mujeres luchadoras incansables.  

Historias como la de Sofía (no cito el nombre real por respeto a su privacidad) y sus tres hijos de 8, 6 y 3 años. Ella es una mamá soltera y luchadora incansable que nos contó en su casa cómo camina cada día una media de 4 horas para recoger leña y luego dedica otras 2 horas para desplazarse hasta otra comunidad donde la vende. Así obtiene algo de efectivo para poder comprar alimentos para sus hijos.

© Nico Boersen/Pixbay

Muchos días no logra su objetivo porque la leña que encuentra está mojada por las lluvias y nadie la compra. Vuelve a casa con las manos y el estómago vacío. Viven en una chabola hecha con palos de caña, suelo de tierra y techo de plásticos, en la que cada día aguantan tormentas y lluvia. Yo la escucho atenta, mientras ella relata su situación. Nos cuenta que en estos últimos meses ha recibido el apoyo alimenticio y económico para sus hijos gracias a un proyecto que estamos implementando como Oxfam Intermon allí. Ese proyecto les ha ayudado a sobrevivir en la peor época del año, ya que las cosechas se han perdido por el efecto del cambio climático. 

Mi cabeza empieza a dar vueltas sobre qué más podemos hacer para cambiar la situación de miles de casos como los de Sofía y sus hijos. Me niego a creer que este problema no tiene solución, sí la tiene y somos muchas organizaciones las que estamos trabajando y exigiendo al Estado que cumpla con su responsabilidad. La desnutrición crónica es producto de las condiciones de desigualdad y exclusión estructurales, tanto en el acceso a salud y educación, como a medios de vida dignos, entre otros. Y la crisis climática llega a agravar aún más esta situación, haciendo que pierdan las pocas cosechas que han estado cultivando por meses. 

Tras despedirnos de Sofía, visitamos un centro de recuperación nutricional en la cabecera municipal. Conversamos con el doctor a cargo. Nos cuenta en qué estado de gravedad llegan los niños y niñas a su centro. Cómo se quedan ingresados por semanas hasta que logran sacarlos de peligro. Visitando las dos salas del centro conocemos a un papá que lleva ya más de un mes viviendo allí mientras su hija es tratada por un caso grave de desnutrición aguda. Nos cuenta que no le importa si en ese tiempo ha perdido ya lo poco que logró sembrar, para él lo importante es que su hija se cure. A la par, en otra cama, hay una mamá con una bebé de menos de 6 meses que ha perdido peso de forma muy rápida. Está literalmente en los huesos, llevan 8 días allí recibiendo el tratamiento médico. Nos cuenta entre lágrimas que está preocupada por sus otros pequeños que dejó en casa. Nos sentamos con ella a conversar, nos narra cómo dio a luz a 11 hijos en su casa sin ninguna ayuda de doctores ni comadronas, sola. Tiene 38 años. Relata que su marido, buscando un mejor futuro, se fue de “mojado” a Estados Unidos y cómo, llegando allí, lo detuvieron como si fuera un delincuente y lo deportaron al cabo de unos meses. Ahora está trabajando en fincas como obrero agrícola y lo poco que le pagan lo dedica a la alimentación básica de la familia. 

Todas las familias que conozco me relatan lo mismo, apenas tienen comida que darles a sus hijos, muchos sobreviven únicamente comiendo tortilla (hecha a base de maíz), hierbas y sal. No comen pollo más que en raras ocasiones y no saben lo que es el pescado u otras carnes. Su dieta es tan pobre que afecta irremediablemente el crecimiento y desarrollo de los niños, incurriendo en muchos casos en situaciones de desnutrición crónica y severa, entre otras enfermedades. La presencia del Estado en esas zonas es muy baja, no hay condiciones suficientes para que esas comunidades puedan salir de esa situación de extrema pobreza. Son los olvidados del Gobierno y del Congreso en este país, apenas se acuerdan de ellos cuando llegan las campañas electorales.

A mi regreso de visitar la zona del Corredor Seco, visito a mi amigo, le hablo de Sofía y de muchas otras familias que he conocido. Se indigna con lo que escucha (aunque sabía de datos y noticias no quería creer que fuera cierto). Empezamos a soñar qué más podemos hacer como ciudadanos (desde Guatemala y desde otras partes del mundo) para que esta situación cambie de una vez por todas. Organizaciones como Oxfam Intermon, junto con entidades guatemaltecas, estamos trabajando desde hace años en resolver este problema, pero necesitamos ser más. El Estado de Guatemala debe actuar de forma efectiva ante este problema. Y vamos a seguir exigiendo que actúen. 

Es una lucha de todas: Sofía no está sola.

Raquel Checa es responsable del Área de Programas Influyentes para Oxfam Intermón. 

Mujeres sin hogar, la exclusión más severa

Por Sandra del Valle y Encarna Bomcho
Nosotras queremos que se nos me oiga y por eso levantamos la voz y hacemos público este Manifiesto en nombre de las personas sin hogar. Queremos decir que no tener hogar es más que no tener un techo, es una vulneración de los Derechos Humanos, es un no tener intimidad, seguridad, relaciones… es vivir en la más absoluta inseguridad. Somos unas 40.000 personas las personas que vivimos en España con un contrato indefinido de «Persona Sin Hogar».

Cartel de la campaña de las Personas Sin Hogar con el que se pretende visibilizar la realidad las personas que viven en esa situación.

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¡Pobres niñas sin bragas!

Por Nuria Coronado

 

La realidad misógina siempre supera la ficción y lo hace hasta grados insoportables. Basta escuchar palabras tan dañinas como las que vienen de la ministra brasileña de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves, quien tras hablar -según ella con “expertos”-, se quedó tan ancha diciendo que las niñas pobres que viven en el estado amazónico de Pará sufren violaciones por no llevar ropa interior. «Especialistas nos dijeron que las niñas de allá son violadas porque no tienen bragas; las niñas no usan bragas porque son pobres», dijo.

A mí, después de escuchar tremenda aseveración, me dan ganas de cubrir las mentes y los cuerpos -de ella y de su equipo sesudo de expertos-, con montañas de esas braguitas. Y es que no hay nada más vomitivo que en lugar de apuntar al origen y culpable de todo: el sistema transversal que fomenta y permite la violación y la pederastia, culpar a las víctimas que no tiene cómo defenderse de sus verdugos.  

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Invisibilidad, violencia y calle

Por Charo MárCharo Mármolmol

María está enferma,  tiene 45 años, dos hijos a los que hace tiempo que no ve.  Dice que nunca tuvo suerte con los hombres. Ha sufrido varias historias de violencia  por parte de sus parejas.  Su vida está plagada  de acontecimientos dramáticos. María es una mujer sin Hogar, vive en la calle y desde hace unas semanas  viene al Centro de día.

Una mujer en la calle. Imagen: Charo Mármol

Una mujer en la calle. Imagen: Charo Mármol

Ángeles ha pasado unos días en la Casa de Acogida, y ahora está en un piso de acogida en San Rafael. Ángeles no tiene hijos, ni pareja, ni familia… es una mujer sola. Tiene 52 años y tuvo que dejar su puesto de vigilante jurado en Málaga para cuidar durante siete años a su madre enferma de alzheimer. En esos años terminó con lo que había podido ahorrar. Se vino a Madrid y trabajó de interna en una casa donde le dieron mal de comer y le malpagaron. Hasta que murió la mujer que cuidaba. Se quedó en la calle y buscó una habitación en la que gastó los ahorros que había hecho. No encontró trabajo y pronto tuvo que dormir en la calle. Fue al parque de la Arganzuela. A las pocas noches unos jóvenes la descubrieron y le dieron una paliza que la dejó semiinconsciente, sangrando… Como pudo llegó a la parroquia que había cerca y allí avisaron al Samur Social que la trajo a la Fundación. Aquí ha sanado sus heridas físicas pero las del alma tardaran mucho en desaparecer.

Las razones para llegar a la calle son muchas, pero  la desigualdad en el acceso a derechos es fundamental, y hoy las mujeres estamos en desventaja. España ha descendido del puesto 12 al 26 en el índice sobre igualdad de género. A esta  realidad hay que sumar  el  recorte en derechos fundamentales de los últimos años, que está provocando un incremento  de mujeres que pasan de la vulnerabilidad a la exclusión La cifra de mujeres atendidas por Cáritas en los últimos 5 años se ha incrementado en un 28% mientras el número de hombres lo ha hecho en 15%.  

Escuchar  la historia  de María, de Ángeles y la de otras muchas mujeres  a lo largo de los más de 90  años de la Obra social de las Apostólicas  y  la Fundación Luz Casanova, nos lleva a  comprender que  esta realidad creciente es además la cara más extrema  de la exclusión residencial, porque además

María y Ángeles se sienten desvalorizadas como mujeres: vivir en la calle  siendo mujer significa romper con el  rol asignado  a la mujer durante siglos. Socialmente  se penaliza a las mujeres  que llegan a esta situación, generándose  importantes sentimientos de culpa,  que dificultan la recuperación de  la confianza en sí mismas.

María forma parte del  76% de las mujeres sin hogar que  son víctimas de la violencia de pareja. Según Isabel Herrero Fernández, Este dato es significativamente superior al del resto de la población (33%).  Pero es importante destacar que un  63%  ha vivido la violencia antes de llegar a situación de calle y el resto lo ha hecho ya estando en calle.

María está  enferma   La incidencia de las enfermedades es mucho mayor entre las mujeres que entre los hombres sin techo. Como ejemplo  señalar que entre las personas sin hogar en Barcelona  con una estancia en calle entre 3 y 5 años el  92%  de las mujeres presenta algún  trastorno crónico, frente al 66%  de los hombres.

Los datos aunque insuficientes, nos aproximan a una realidad de exclusión terrible, y creciente en los últimos años. Una realidad que podemos cambiar,  facilitando el acceso a los derechos (vivienda, salud..) acompañando procesos, y dando herramientas a las mujeres como María y Ángeles para que puedan  reconstruir sus vidas. Y esto  es parte del trabajo que realizamos en la Fundación Luz Casanova.

Charo Mármol es comunicadora, feminista, militante de causas perdidas y autora del blog La mecedora violeta.