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Tu futuro en una cesta

Por Carmen Suárez

Moina Sardar tiene 35 años y vive junto a su marido, Lucas, y el menor de sus dos hijos, Munna, de 15, en Manikhar, una pequeña población de 370 habitantes rodeada de estanques, palmeras y arrozales en el sudoeste de Bangladesh. Su hijo mayor Mikhal, de 20 años, estudia en la ciudad de Dhaka.

Junto a un grupo de mujeres de la comunidad, Moina produce cestas con hoja de palma. Esta ocupación les permite obtener sus propios ingresos y aportar dinero a la economía familiar. Todas ellas trabajan para BaSE, una organización de comercio justo creada en Bangladesh, que coordina y promueve los productos de artesanía de varios grupos de mujeres de ese país.  Nació en 1977 y actualmente la integran más de 10.000 productoras (el 99% son mujeres), organizadas en 17 grupos, uno de ellos compuesto por personas que sufren alguna discapacidad.

Puspo Biswas muestra una de las cestas elaboradas por ella en la comunidad de Kamarali, en Bangladesh. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón

Puspo Biswas muestra una de las cestas elaboradas por ella en la comunidad de Kamarali, en Bangladesh. Imagen de Pablo Tosco/Oxfam Intermón

En BaSE se busca esencialmente dar una oportunidad a las mujeres que, como Moina, tienen el acceso limitado al de trabajo.  Tener ingresos les permite contribuir económicamente con los gastos de la familia, la situación cambia, se las considera de otra manera. Gracias al comercio justo, tienen la oportunidad de salir de la pobreza y recuperar la dignidad en su entorno social.

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Trabajo doméstico: el mito de Sísifa

Por Margarita Saldaña MargaritaSaldaña

 Cuenta Homero en la Odisea que los dioses, enfadados con Sísifo, le condenaron a transportar una pesada piedra hasta la cima de una montaña. El castigo sería eterno pues, al alcanzar por fin su destino, la piedra rodaba nuevamente hacia el punto de partida y Sísifo debía volver a comenzar. Así, hasta el final de los tiempos.

Animación de Articulación Feminista Marcosur y Oxfam

Animación de Articulación Feminista Marcosur y Oxfam

Como los mitos nos ayudan a interpretar la realidad, vamos a dar el nombre genérico de “Sísifa” a un colectivo de mujeres inmigrantes cuyas identidades reales es preferible ocultar por una sencilla cuestión: están fuera de la ley. La vida de Sísifa antes de la condena no había sido fácil, pero ante ella se abría al menos un ancho horizonte de esperanza. A través de una u otra “odisea”, Sísifa había logrado lo que durante mucho tiempo parecía un sueño inalcanzable: vivir en España como residente legal, con los derechos y las obligaciones de cualquier otro ciudadano. Por fin ´tenía los papeles´, lo cual es casi una hazaña de supervivencia; que se lo dijeran a su amiga Guadalupe, por ejemplo, que todavía anda batallando para tener en la mano la cotizadísima tarjeta de residencia.

Que Sísifa sepa, no ha cometido ningún error que justifique la ira de los dioses y la condena que se le ha venido encima: “perder los papeles” o, dicho en términos jurídicos, incurrir en irregularidad sobrevenida. En resumidas cuentas, lo que a esta mujer le pasa es que la piedra se le ha resbalado ladera abajo y vuelve a encontrarse en el punto cero: otra vez irregular, otra vez sin documentación, otra vez sin derechos. Expliquemos brevemente la situación: cuando una persona inmigrante consigue regularizarse, se le otorga un permiso de residencia temporal que le autoriza a vivir en España más de 90 días y menos de 5 años, aunque después del primer año la residencia debe renovarse cada 2 años. Entre los varios requisitos necesarios para obtener la renovación es fundamental poder acreditar la existencia de una relación laboral vigente. Y aquí es donde la piedra comienza a caer a una velocidad vertiginosa, porque en la actual situación de crisis muchos extranjeros no tienen la documentación necesaria para renovar su residencia porque carecen de contrato de trabajo.

Cierto que el desempleo no afecta sólo a los inmigrantes; conocemos a muchos españoles y españolas de pura cepa que están sufriendo duramente los efectos del paro. Tampoco la crisis golpea únicamente a las mujeres, por supuesto; son muchos los varones que pierden sus puestos de trabajo o los ven peligrar todos los días. Pero debemos decir, porque también es verdad, que a estas mujeres inmigrantes la crisis les coloca en una situación de vulnerabilidad particular, pues les empuja nuevamente hacia el círculo vicioso del que creyeron haber salido para siempre: ‘sin papeles no hay trabajo, y sin trabajo no hay papeles’.  No tener papeles significa, para Sísifa, perder posibilidades reales de encontrar un nuevo empleo. Significa regresar a la economía sumergida. Significa no poder salir a la calle con tranquilidad por miedo a que la policía la detenga. Significa no poder ponerse enferma porque ya no tiene derecho a la sanidad pública. Significa… vivir bajo el peso de una condena aplastante y enfrentarse cada mañana a una piedra pesadísima con las magras fuerzas que le van quedando. ¿Tendrá que ser así hasta el final de los tiempos?

 

Margarita Saldaña trabaja en el Centro Pueblos Unidos, de Madrid.

Más de la mitad dedica durante esta semana un espacio destacado a conocer las situaciones de las personas que dependen del trabajo doméstico para vivir.

 

¿Por qué decimos ‘discapacidad’?

Irene MilleiroPor Irene Milleiro 

Irene es un nombre que viene del griego y significa paz. Desde pequeña mi padre me ha dicho que tendrían que haberme llamado Guerra, porque me paso la vida luchando contra cosas. No sé si tiene que ver con el nombre o no, pero el otro día di con la historia de una Irene aún más guerrillera que yo.

Una mañana, Irene se enteró de que un hotel de Almería le había negado el alojamiento a un grupo de personas que, como ella, tienen síndrome de Down. Posteriormente el hotel pidió disculpas, y dijo que se trataba de un error, y que nunca han pretendido discriminar a nadie.

Participantes en 'Con ua sonrsa'

Participantes en ‘Con una sonrsa’

Y a Irene se le ocurrió darle una posibilidad al hotel para demostrar que todo había sido un error. Junto a algunos de sus compañeros con discapacidades psíquicas decidió crear una petición en Change.org, que tiene ya casi 50.000 firmas, en la que pide a la cadena propietaria del hotel que se comprometa públicamente a contratar a personas con discapacidad, y demuestre así su compromiso contra la discriminación.

Irene sabe que las personas con discapacidad pueden perfectamente trabajar, también en un hotel. Porque Irene, que tiene 21 años, está haciendo prácticas en un hotel de Madrid, junto a Hugo, Javi, Gloria, Luis, Laura y John. Cada semana podemos verlos a todos en la tele, en el programa Con una Sonrisa que emite La2. Y cada semana Irene y sus compañeros me enseñan algo nuevo.

Por ejemplo, que quizá nos equivocamos al hablar de personas con discapacidad. Irene lo explica así: “Somos personas con capacidades diferentes. La capacidades diferentes son las diferencias que tenemos unos frente otros: uno sabe sonreír, otro sabe agradar, otro ayudar, otro enseñar… y así es como somos las personas.” Cuánta razón.

España es un país muy avanzado en algunas cuestiones relacionadas con las personas con capacidades diferentes. De hecho hace ya 30 años que existe en España una ley, la LISMI, para impulsar y fomentar la integración social y laboral de esas personas.

Esa ley establece para las empresas públicas y privadas con plantilla más de 50 trabajadores, la obligación de contratar a un número de trabajadores con discapacidad no inferior al 2%. A pesar de la ello, todavía son pocas las Administraciones y las empresas que cumplen con esa obligación. Miren en la suya propia.

Por eso es tan importante lo que nos están enseñando Irene y sus compañeros. Véanlos, y después pregunten en su empresa por qué no contratan a gente tan estupenda como ellos.

 

Irene Milleiro es directora de campañas de Change.org.